
- 200 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
Hay quien subraya la capacidad de Dickens para hacernos sonreír, o su habilidad para transmitir ternura. La variedad y profundidad de sus personajes, y su estilo propio, llegan al corazón y despiertan la conciencia haciéndola más sensible ante la injusticia y la hipocresía, y regalando un humor sano que aleja toda angustia y obsesión. Dickens denuncia la sociedad de su tiempo, herida por la ausencia de caridad y amor. Sus obras siguen ofreciendo hoy una gran lección de humanidad, donde cada personaje tiene siempre algo que enseñarnos.
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Información
Categoría
LiteraturaCategoría
Colecciones literarias1.
UNA PUERTA AL MUNDO DE DICKENS. LA HISTORIA DE DANIEL GRUB
«Novelista, en el sentido último y supremo de esta palabra, solo lo es el genio enciclopédico, artista universal que —fijémonos en la envergadura de la obra y en la muchedumbre de sus figuras— modela con sus manos todo un cosmos; que, al lado del mundo terrenal, levanta un mundo propio, con leyes propias de gravitación, con criaturas propias y un manto propio de estrellas tendido sobre sus frentes[1]». Así describe Stefan Zweig la característica principal del novelista, entre los que cuenta a Charles Dickens. Efectivamente, las páginas de Dickens nos meten en un mundo que vive de su imaginación, que tiene un ambiente propio, en el que habitualmente el lector entra para descansar, divertirse y enternecerse.
Hay muchas maneras de acceder a este mundo y de moverse en su interior. Aquí proponemos, para empezar este viaje, un texto primerizo del autor: La historia de los duendes que se llevaron a un enterrador, que ocupa el capítulo XXIX de Los papeles póstumos del Club Pickwick. No es que nos parezca una página sublime de su arte. La hemos escogido porque en ella ya están presentes algunos de los elementos que darán consistencia al mundo de Dickens, y que consideramos oportuno ofrecer al lector en este primer capítulo.
Daniel Grub es un enterrador que no se junta con nadie, y que en las fiestas de Navidad continúa con su trabajo, cavando fosas, amargado además al ver la alegría de las familias en esas fechas. Unos duendes lo atormentan mientras realiza su tarea. Después de hacerle sufrir en su cuerpo, los duendes ponen frente a sus ojos distintas escenas: la primera representa una habitación pobre pero limpia y arreglada, donde una madre espera con sus hijos la llegada del padre para celebrar la Navidad. Este llega y todos se alegran.
Pero casi imperceptiblemente, esta vista fue cambiando. La escena se trasladó a una pequeña alcoba, donde agonizaba el más lindo de los hijos; las rosas habían huido de sus mejillas, y la luz de sus ojos; y cuando el sepulturero miraba con un interés que nunca había sentido ni conocido, el niño murió. Sus hermanitos y hermanitas rodearon su cama, y estrecharon su manita, fría y pesada; pero se echaron atrás al tocarle, y miraron con respeto su carita; […] vieron que estaba muerto, y sabían que era un ángel que los miraba y los bendecía desde un claro y dichoso Cielo.
Poco después de estas imágenes, se produce un cambio de escena en la visión de Daniel Grub:
El padre y la madre ahora eran viejos e inválidos, y el número de los que los rodeaban había quedado en menos de la mitad; pero el contento y la alegría se pintaban en todos los rostros y brillaban en todas la miradas, al reunirse en torno al fuego, oyendo las viejas historias de los días antiguos y pasados. Poco a poco, en paz, el padre bajó a la tumba, y, poco después, la que compartía sus cuidados y penas le siguió al lugar de descanso. Los pocos que todavía los sobrevivían se arrodillaron ante la tumba, y con sus lágrimas regaron el verde césped que los cubría; luego se levantaron y se fueron, tristes y lúgubres, pero sin llantos amargos ni quejas desesperadas, pues sabían que algún día volverían a encontrarse; y volvieron a mezclarse con el mundo atareado, y su contento y su alegría quedaron restaurados.
Después de esta esperanzadora visión, los duendes siguen afligiendo a Daniel Grub, diciéndole que es un miserable. Prosiguen las visiones.
Veía que los hombres que trabajan duro y ganaban su escaso pan con vidas de fatiga, estaban alegres y contentos; y que aun para el más ignorante, el dulce rostro de la Naturaleza era una fuente infalible de alegría y de goce. Vio que los que habían sido criados con delicadeza y educados con ternura sabían estar alegres en las privaciones, superiores al sufrimiento que hubiera abrumado a muchos de contextura más ruda, porque llevaban en su interior los elementos de la felicidad, el contento y la paz. Vio que las mujeres, las criaturas de Dios más frágiles y tiernas, eran muchas veces superiores a la tristeza y la aflicción; y vio que era porque llevaban en el corazón un manantial inagotable de afecto y devoción. Sobre todo, vio que los hombres como él mismo, que gruñen ante el júbilo y la alegría de los demás, eran las peores hierbas de toda la superficie de la tierra; y poniendo todo el bien del mundo contra todo el mal, llegó a la conclusión de que, al fin y al cabo, era una clase de mundo muy decente y respetable.
Aquí termina la visión. Los duendes se desvanecen, y Daniel Grub se despierta de su sueño reconciliado con el mundo y con sus semejantes, y decidido a cambiar de vida.
* * *
La sencilla historia de Grub nos introduce en el mundo de Dickens. Duendes aparte, se trata de un mundo ordinario, normal, hecho de vida familiar y trabajo. Los personajes de sus novelas —como los de la historia que acabamos de narrar— pertenecen habitualmente a un núcleo familiar, más o menos amplio, más o menos feliz, pero no cabe duda que la vida que transcurre entre las cuatro paredes de una casa de familia es uno de los ámbitos preferidos de nuestro autor. A su vez, los personajes de Dickens —salvo los aristócratas o los ladrones— tienen un trabajo bien determinado, muchas veces humilde, con el que se ganan honestamente el pan de cada día. En otras palabras, el mundo de Dickens gira en torno a la vida cotidiana, constituido fundamentalmente por la familia y el trabajo.
Un segundo elemento típicamente dickensiano de la historia de Grub es la predilección por los pobres, los humildes, los ignorados. En el mundo de Dickens, si aparecen personas ricas y aristócratas de finas maneras, será con mucha frecuencia para criticarlos. Y entre los más débiles siempre se encuentran los niños. Dickens es el novelista de la infancia necesitada de afecto.
Por último, en esta historia se aprecia la visión trascendente de los personajes. En medio de los dolores y angustias de esta existencia terrenal, sus vidas se iluminan con la esperanza de un más allá que influye necesariamente en la vida del más acá. Siempre hay destellos de alegría en las páginas de Dickens.
Vamos a detenernos en estas tres características del mundo literario dickensiano. Servirán de marco de referencia para los capítulos sucesivos.
EL NOVELISTA DE LA VIDA COTIDIANA
Muchas veces se ha pensado que la vida ordinaria está reñida con la narración literaria. Las grandes obras de la literatura universal suelen tratar temas épicos, heroicos, extraordinarios. A pocos lectores les interesaría la vida de todos los días de Alonso Quijano, transcurrida en un tranquilo pueblo de La Mancha. En cambio, resulta más atractivo ver los efectos de la locura producida por los libros de caballería en un ridículo caballero andante que arremete contra molinos de viento pensando que son gigantes. Ulises, desafiando las tempestades y rechazando las tentaciones de las sirenas, ocupa prácticamente toda la Odisea. Pero a la normalidad de la vida en Ítaca, junto a Penélope, reconquistada después de tantos esfuerzos, apenas se le presta atención.
En el siglo XX ha habido más cuidado en describir la vida ordinaria, aunque habitualmente se la ha presentado como lo monótono, carente de significación, que en algunos casos puede producir angustia y desesperación. De la vida cotidiana parece que hay que huir, como sucede en el siglo XXI entre tantas personas que viven en función del fin de semana o de las vacaciones.
Ninguna de estas posturas están presentes en la cosmovisión de Dickens. Todas sus historias transcurren en lugares normales: ciudades, casas, calles, caminos poblados de hosterías. Los personajes se dedican a trabajar en los más distintos quehaceres del obrar humano: maestros, hospederos, amas de llaves, zapateros, tenderos, camareras. Pero lejos de ignorar la vida de todos los días o de quejarse de ella, en el mundo de Dickens se presenta la cotidianidad con una luz propia, positiva y alegre. Todas esas vidas normales y corrientes tienen sentido, y las mismas cosas materiales cobran un brillo especial. Lo dice con mejores palabras Stefan Zweig: «Su grande y memorable mérito fue descubrir lo que había de romántico en la vida civil, la poesía de lo prosaico. Él fue el primero que tejió en red poética los hilos de la vida diaria de la más antipoética de todas las naciones […]. Dickens es el nimbo dorado sobre la vulgaridad de todos los días, sobre la vulgaridad de las cosas y personas: el idilio de Inglaterra. […] Es maravilloso su entusiasmo por lo vulgar, por las tradiciones patriarcales más insignificantes, por todos esos pequeños detalles que hacen la vida. Y almacén de curiosidades, curiosity shop, son sus libros, una feria de cachivaches y pequeñeces pintorescas que cualquier otro habría despreciado, y que parecían haber estado esperando años y años, cubiertas de polvo, la mano amorosa del coleccionista. Dickens reúne estas antigüedades polvorientas y sin valor, las limpia y las bruñe hasta dejarlas brillantes, las ordena y las pone al sol de su humorismo, donde refulgen con destellos que nadie sospechaba. Saca del pecho de gentes sencillas sentimientos humildes y desdeñados, los articula en su engranaje como un relojero, y los pone a andar. […] Dickens encuentra un sentido profundo en la fiesta popular más humilde; ayuda a estas gentes sencillas a encontrar la poesía de su vida diaria, y les encariña todavía más con lo que ya era su mayor cariño: con su home, con el aposento recogido, íntimo, en cuya chimenea juegan las lenguas de fuego y crepita la leña seca, mientras el té zumba y canta en la tetera; esas paredes donde una vida sin ambiciones se amuralla contra las tempestades de la codicia y los embates temerarios de los tiempos. Este poeta quiso enseñar los encantos poéticos de la vida de cada día a cuantos vivían recluidos en ella. Reveló a miles y millones de seres humildes hasta dónde llegaba el valor de eternidad de sus pobres vidas, dónde se escondía la chispa de la alegría serena enterrada entre las cenizas de los afanes cotidianos, y cómo con esta chispa insignificante se podía prender la brasa inextinguible del buen humor»[2].
Me excuso por la extensión de la cita, pero creo que valía la pena. Dickens da brillo a lo anodino, sentido de eternidad a lo de todos los días, dignidad a las vidas juzgadas «vulgares».
«La poesía más bella es un inventario», afirma Chesterton[3]. El ensayista inglés subraya la importancia que tiene en la historia de Robinson Crusoe el inventario que hace de los utensilios de la vida ordinaria que han logrado salvarse después del naufragio que dejó al marino abandonado en una isla en medio del océano. Pues Dickens nos deleita con infinitas listas de cosas ordinarias que cobran nueva...
Índice
- PORTADA
- PORTADA INTERIOR
- CRÉDITOS
- ÍNDICE
- HACE BASTANTES AÑOS...
- INTRODUCCIÓN. «TODO CUANTO TENGA FORMA HUMANA»
- 1. UNA PUERTA AL MUNDO DE DICKENS. LA HISTORIA DE DANIEL GRUB
- 2. NANCY
- 3. NICHOLAS NICKLEBY
- 4. LA PEQUEÑA NELL
- 5. BARNABY RUDGE
- 7. EBENEZER SCROOGE
- 8. MARK TAPLEY
- 9. MARIANA JEDDLER
- 10. PAUL DOMBEY
- 11. EL PROFESOR REDLAW
- 12. DAVID COPPERFIELD
- 13. ESTHER SUMMERSON
- 14. THOMAS GRADGRIND
- 15. LA OFICINA DE LOS CIRCUNLOQUIOS
- 16. SIDNEY CARTON
- 17. JOE GARGERY
- 18. NUESTRO AMIGO COMÚN
- CONCLUSIÓN
- MARIANO FAZIO