IV. Aquí sí puede ocurrir
Entrevista a Luis Vicente León
Tras 21 años al frente de Datanálisis, una de las principales encuestadoras del país, Luis Vicente León ha desarrollado una gran habilidad para leer el entorno político y construir escenarios que permiten vislumbrar lo que podría suceder en los turbulentos tiempos que vive y vivirá Venezuela. Líder de opinión, es una de las plumas más leídas y referencia obligada a la hora de citar tendencias electorales.
Nada sin contratiempos en las aguas de la política y la economía e incluso las integra para construir un diagnóstico lo más completo posible, apoyado en estudios que mes a mes miden el pulso de la opinión pública y variables como la escasez, inflación y respuesta del consumidor. Economista graduado en la Universidad Católica Andrés Bello, Magíster en Ingeniería Empresarial de la Universidad Simón Bolívar, el público asiste a sus conferencias como quien visita a un oráculo.
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—Hugo Chávez ha sido uno de los líderes con mayor respaldo popular en la historia del país. ¿De acuerdo a las mediciones de Datanálisis qué explica ese amplio respaldo? ¿Se trató solo de un hombre que tuvo la suerte de contar con el mayor boom petrolero de nuestra historia?
—Sin duda existe una correlación histórica entre la percepción de crisis y la evaluación de gestión de los líderes. Hugo Chávez tuvo el viento a favor de los altos ingresos petroleros y recuperación en el proceso económico que le permitieron vender una imagen de mejoría, de bonanza, que pudo ser capitalizada en términos de respaldo popular. El ingreso petrolero permitió elevar el gasto y por supuesto utilizar ese dinero para construir una relación utilitaria con la población, eso jugó un rol importante.
Si analizamos la historia de Venezuela vamos a conseguir líderes que alcanzaron una popularidad equivalente a la de Hugo Chávez. Carlos Andrés Pérez tuvo más de 70% de respaldo popular durante su primer gobierno y Hugo Chávez llegó a un máximo de 72%. Tienen en común que este amplio respaldo ocurrió en tiempos de bonanza petrolera aunque con políticas y escalas diferentes; Chávez tuvo muchísimo más dinero que Pérez. También la realidad del país y del mundo son muy distintas en estos dos períodos.
Pero la diferencia fundamental es que ningún otro líder ha tenido una popularidad anchilarga como la de Hugo Chávez, prácticamente nadie ha tenido una cosa tan larga, es más, te puedo decir que es tan larga, que hoy, en agosto del año 2015, Chávez tiene más de 30 puntos por encima de la popularidad del presidente Nicolás Maduro, lo cual nos manda por cierto muchos mensajes. Uno de los mensajes es que Chávez sigue generando hoy, después de muerto, una empatía impresionante, de respaldo a su gestión, a esa gestión que obviamente es un recuerdo.
Eso indica también que el presidente Maduro ha fraccionado al chavismo, no es que el chavismo cayó, es que el madurismo es chiquito. El chavismo, analizado desde la perspectiva de las conexiones con el respeto por el trabajo que Chávez hizo, sigue siendo muy elevado, más del 50% de la población evalúa en positivo la gestión de Chávez. Esto también nos dice que una parte importante del país no entiende que lo que está pasando hoy tiene que ver con lo que Chávez hizo.
Esto nos lleva a que tiene que haber algo más que simple utilitarismo, y entonces ahí es cuando entra un tema que para mí es fundamental. Siempre la popularidad es multifactorial, no se puede decir que la popularidad de Chávez es utilitaria nada más, o solo emocional, todos los factores juegan un papel importante en positivo y negativo. Pero yo creo que hay un elemento muy importante que no se puede de ninguna manera despreciar: Chávez era un líder carismático que fue capaz de representar la simbología de la población más pobre, que es la masiva en Venezuela, y vender la idea de que había alguien que los representaba, que se sintieran identificados y representados en Hugo Chávez.
De nuevo, es una combinación, sin dinero era mucho más difícil mantener los altos niveles de respaldo. Chávez, que como ya comentamos alcanzó una popularidad de 70%, terminó su vida en 53%, casi 20 puntos menos que en la época de bonanza. Entre 2001-2003 su popularidad estuvo en 30%, en medio de la caída de los precios del petróleo, y logró rescatarla al lanzar las misiones.
Por eso digo que hay combinación de factores, es miope ver solo uno. En algunos momentos le fue más útil el carisma y en otros la cantidad de dinero que pudo tener.
—¿Y cuáles son sus características como líder, por qué logra una conexión que hoy luce difícil de alcanzar por otros políticos?
—Hugo Chávez tuvo lo que los analistas germánicos llaman desde hace muchísimos años «frescura». ¿Y qué es frescura? Es un concepto que mezcla varias cosas. La primera es el discurso; esto parece superficial pero es un elemento fundamental. Existen muy pocas experiencias de un líder que logra ganar una elección sin ser buen orador, sin emocionar a las masas, Richard Nixon es un ejemplo, pero hay pocas experiencias en la historia del mundo. Usualmente un líder exitoso es un «pico de plata», capaz de levantar pasiones con el discurso. Y esto tiene que ver con el fondo del discurso, conectar lo que se dice con el corazón y la cabeza de la población, pero también es fundamental la forma como se hace el delivery del mensaje.
Y este punto es tan o a veces más importante que el fondo del discurso, sobre todo cuando se les habla a masas que no tienen capacidad de pensamiento abstracto, básicas, y en Venezuela una parte importante de la población no culmina el bachillerato. Pueden existir personas que tengan pensamiento abstracto sin educación, pero lo normal es que requieras formación. Entonces, lo relevante en el discurso no es el fondo sino la forma, te conectas con el líder en función de la empatía, en función de símbolos muy simples, en función de aquellas cosas que te conectan al corazón.
Si chequeas la historia reciente hay muy pocos líderes con esa capacidad en Venezuela y Hugo Chávez era uno, como Carlos Andrés Pérez, como Rómulo Betancourt. Rafael Caldera tuvo un liderazgo de auctoritas, no un liderazgo de masas. En un momento estelar, después de muchos fracasos, apareció como una alternativa de autoridad, de formación, y aunque las masas no lo comprendieran, entendían que necesitaban a alguien que supiera más que ellos, y eso fue una suerte para Caldera.
El segundo componente de la frescura es la juventud. La juventud no es necesariamente un tema de edad, aunque en el caso de Chávez era un hombre joven, pero no se refiere solo a la edad, tú puedes tener 80 años y ser revoltoso, estar dispuesto permanentemente a cambiar, ser informal, hasta inmaduro, pero con una inmadurez característica de la creatividad. Si tú logras ese concepto eres fresco, porque te renuevas permanentemente frente a los actores de conexión.
Y el tercer elemento básico de la frescura es la simpatía. Es igual a enamorarse. Si agarras a tu hija y le cuadras una cita con el hijo de fulano que es el novio perfecto, estudioso, trabajador, una familia espectacular, con valores, la primera pregunta que le tienes que hacer a la carajita cuando regresa a la casa es si se divirtió. No tiene sentido que le preguntes si el tipo es inteligente o si la llevó a un restaurante muy fino. Es si se divirtió o no. Y eso tiene que ver con la capacidad de la persona, porque no todos somos divertidos, algunos son y otros no.
Ese concepto de frescura germánico lo tenía Chávez completico y lo aprovechó construyendo un carisma que sin duda era excepcional. A lo mejor no era un tipo brillante, en otras cosas, no sabía cómo manejar la economía, pero era excepcional en la frescura y eso sin duda generó un líder muy fuerte, a quien todo le fue más fácil porque tenía plata.
—¿El liderazgo que llega a tener Jaime Lusinchi en el sentido del lema de campaña de «Jaime es como tú» es un síntoma de que allí estaba el espacio para un líder como Chávez?
—Jaime Lusinchi y Luis Herrera Campíns eran líderes llanos, de discurso simplista, que se conectaron con el «sabrosón» venezolano; es decir, Jaime Lusinchi era como tú, y era verdad: un tipo simpático, echador de broma, bebedor de caña, mujeriego; era el venezolano común que de alguna manera sería el anticipo al tema de Chávez por la noción de representar a la masa en la manera de ser, en el discurso chistoso, en la forma. Ese proceso viene desde Jaime Lusinchi.
Y el otro anticipo es Rafael Caldera cuando gana por segunda vez la presidencia porque es elegido como un outsider, como una rebelión contra el establishment aun siendo uno de los fundadores del sistema. Es un anticipo, ya te estaba diciendo que el sistema político venezolano quería cambios. Y entonces aparece Hugo Chávez como ese irreverente, carismático, con muchísima labia, con un discurso totalmente emocional, simplista, con el único mensaje de que necesitamos cambios, yo te represento y te voy a dar a ti, al pueblo, el empoderamiento. Es lo que los norteamericanos llaman el chastiser, el vengador, algo que Chávez aprovecha muy bien en su primera campaña electoral.
—Es cierto que en Venezuela siempre ha existido presidencialismo, centralismo y estatismo, pero llama la atención que Chávez se convierte prácticamente en un monarca que controla los poderes públicos, utiliza el dinero de la nación como si fuese su propiedad privada, con una gran discrecionalidad, y logra que se le apruebe la reelección indefinida. ¿Existe una fibra en el venezolano que lo lleva a aceptar un sistema de subordinación?
—Se lo entregaron en bandeja de plata; el pasado fue terriblemente malo y la población se frustró. No es que la oposición fuera un desastre permanentemente; construyó un país, hay muchísimas cosas y valores positivos que podemos rescatar en los años de democracia pre-Chávez, miles de cosas importantísimas y que además hoy podemos recordar con envidia. Pero también es verdad que se perdieron en el camino. Se perdieron en el tema de corrupción, en la búsqueda de una estabilidad macroeconómica olvidándose de las necesidades microeconómicas de la población. Además construyeron una partidocracia terriblemente ineficiente. Todos esos elementos le abrieron un espacio al vengador y una de las cosas que te piden cuando te eligen como vengador es que concretes la venganza. Y la venganza fue la destrucción de las instituciones sin construir sustitutas.
Chávez se fue directo a la construcción del triángulo líder, masa, ejército; y ese triángulo no quería intermediarios. ¿Qué son las instituciones?, los intermediarios entre el Estado y la población; si tú no quieres intermediarios destruyes la institucionalidad. El liderazgo opositor no fue capaz de reorganizarse para luchar en la defensa de las instituciones. Las elecciones terminaron siendo como un trapiche de caña de azúcar que lo que dejaba era el bagazo, se metían los líderes y salían como bagazo de caña porque se perdieron, no encontraron cómo reagruparse. Entonces eso le permitió a Chávez avanzar en la concentración de poder.
Lo segundo es que Chávez fue rompiendo mitos. Si hubieras entrevistado a cualquiera de los presidentes de Venezuela previos a Chávez todos sentían que Pdvsa era un Estado dentro del Estado y hubieran querido quitarle poder a la tecnoestructura petrolera, pero no se atrevían. Todos pensaban que los medios de comunicación abusaban y nadie se atrevía a tocarlos. Nadie soñaba meterse con la Iglesia, porque en una sociedad católica, meterse con la iglesia y tener a los curas en contra podía ser desastroso en términos de popularidad. Todos esos son mitos. Hugo Chávez tomó el control de Pdvsa, la destruyó y no pasó nada. Se cogió los medios de comunicación, los penetró, los cerró, tuvo vaivenes de popularidad, pero estaba ahí. Se metió con la Iglesia, la mandó para el infierno, o sea, hizo lo que le dio la gana, y no pasó nada. Y cuando él aprendió que todas esas restricciones a la concentración de poder eran mitos, entonces simplemente le dio una patada a la lámpara.
Pero hay un elemento que está detrás de tu pregunta, que tiene que ver con qué es el venezolano. El venezolano es hombre, no es mujer. En psicología eso está estudiado. Las niñas establecen vínculos que resuelven entre ellas, y mientras más plana sea la relación más efectiva es porque eventualmente se interrelacionan y ninguna se deja mandar por la siguiente, porque eso genera conflicto; ahí el liderazgo único genera conflicto. Los varones necesitan una instrucción y después que tú das la instrucción todos se alinean para conseguir ese objetivo. ¿Y eso qué significa?, que necesitan al líder. Esta es una sociedad piramidal, no es plana, es una sociedad masculina.
La máxima experiencia es la oposición porque no tiene ningún líder sólido, tiene un montón de líderes intermedios. Hace un año si un opositor se levantaba el sábado y quería apoyar alguna iniciativa podía seguir la propuesta de Leopoldo López de firmar por una Asamblea Nacional Constituyente; o la propuesta de Henrique Capriles de conformar partidos para ir camino a unas elecciones o acudir a unos congresos ciudadanos convocados por María Corina Machado para levantar la calle en contra del dictador. ¿Qué hacía? Nada. Ninguna iniciativa podía ser exitosa porque no había lineamiento. Y en esta sociedad si no hay un lineamiento claro, además, simple, directo, chiquitico, no hay forma de que eso vaya para ningún lado.
Pero eso además explica por qué esta es una sociedad militarista a pesar de tener 50 años de democracia. El sector militar ha estado permanentemente en los primeros tres niveles de aprobación popular; interesante saber por qué. Yo no tengo nada en contra de los militares, creo que el país necesita su sector militar, pero ¿cómo es que Yubileizy en el barrio 5 de Julio podía comparar la acción de la Iglesia o de los medios de comunicación con una acción militar si no es fundamentalmente por un tema de auctoritas? Y el tema auctoritas se representaba en ese militar. Bueno, Chávez tenía esa condición.
Chávez, siendo popular, colonizó la democracia y destruyó la institucionalidad y los intermediarios con la elección. Siendo popular lograba elegirse, siendo elegido lograba legitimidad de origen y fuerza para destruir la base de la democracia que es la división de poderes, la representación de las minorías y la alternancia en el poder. Se voló la institucionalidad, pero no por la fuerza como un dictador sino por la elección. ¿Cómo definía el venezolano común la democracia? Básicamente como votar. ¿Cuándo votaste más que con Hugo Chávez? Para un venezolano común Chávez era hiperdemocrático, porque votaron seis veces.
—El 8 de diciembre de 2012 Hugo Chávez nombró a Nicolás Maduro como su sucesor pidiendo de corazón que fuese elegido como Presidente si él moría, como sucedió el 5 de marzo de 2013. Luego hubo elecciones el 19 de abril de 2013 y Maduro ganó pero con una mínima diferencia de 1,5% respecto a Henrique Capriles. El chavismo había quedado muy unido tras la muerte del líder. ¿Por qué Maduro pierde tanto capital político en tan poco tiempo?
—Lo primero que es importante entender es que este no era un país de chavismo y oposición. Este era un país chavista, de oposición e independientes, y esos independientes oscilan entre el 30 y 40% de la población. Dependiendo del momento en que los estudies y hacen la mayoría, ni el Gobierno ni la oposición pueden ganar sin ellos. ¿Qué ocurría en el pasado? Que Chávez era capaz de enamorar independientes, venderles la idea de que votar por él era la mejor opción, a veces porque los convencía, a veces porque les daba miedo el cambio. Chávez no les proponía que él era mejor sino que la oposición era un vacío y como la oposición tampoco tenía una oferta alternativa creíble que los enamorara –déjame cambiar el tiempo de verbo: no tiene– entonces los independientes quedaban como en un limbo y su decisión terminaba siendo entre sostener lo que había, porque era mejor no asumir un riesgo, o no votar y convertirs...