ETHOS DE LA FISIOTERAPIA: REFLEXIONES SOBRE SU CARÁCTER DE CONOCIMIENTO
César Augusto Niño Hernández
Para iniciar
El presente trabajo deriva de reflexiones acerca de las relaciones entre las categorías cuerpo-movimiento-salud, reconocidas históricamente como ejes problematizadores y campo de conocimiento de la fisioterapia, resaltando que en el centro de este pensar –y, por ende, actuar– están y son reconocidas las personas, en relación consigo mismas, con otros y con el entorno. Orientar este pensamiento desde y hacia las personas implica hacerlo en el marco de las diferencias que atraviesa el desarrollo humano desde lo indivisible cuerpo-movimiento-salud, visibilizando sus capacidades y potencialidades, y no exclusivamente sus limitaciones o deficiencias. No obstante, la pretensión de este capítulo no busca trabajar con estas categorías tácitamente, sino, por el contrario, reflexionar a partir de sus constructos y analizarlas a la luz de cómo ellas se hacen visibles y conforman el ethos de la fisioterapia. Se sugiere una lectura comprometida y sin afanes de entendimiento.
La indisoluble interacción que se teje entre dichas categorías aquí se comprende como un complejo entramado de análisis que pretende ampliar el tipo de saberes que se han ido y se van constituyendo a lo largo del desarrollo de la profesión hacia la consolidación de las prácticas profesionales en diferentes ámbitos y escenarios. Independiente de los múltiples campos de actuación, el foco de este pensar está plasmado precisamente en el sentido práctico más allá del mero hecho de hacer cosas. De ahí que mirar las prácticas profesionales recurriendo a elementos éticos, sociales y políticos del ejercer profesional sean los derroteros centrales de este capítulo.
Para dar un panorama ampliado del propósito de este escrito, entender primero las prácticas profesionales como un sistema de dispositivos que configuran la fisioterapia en sí misma es un argumento orientador bajo la lectura de la constitución de un ethos profesional. Seguido a esto, se dedicarán algunas líneas para recontextualizar los modelos de conocimiento que delinean los caminos, establecen las rutas y los medios de acción y que se han apostado históricamente en este campo del saber, en un sentido arqueológico-genealógico (sin entrar profundamente en él) (Sarmiento, Cruz, Molina y Martínez, 1994) y no lineal como una sucesión cronológica de hechos. Finalmente, se describirá el ethos profesional desde su imbricado relacionamiento con el conocimiento práctico, subsumido en la conciencia moral, la reflexión de sí sobre sí y la prudencia profesional.
Ethos profesional
Una apretada aproximación al concepto de ethos se puede presentar como “el espíritu que permea a un grupo social, un conjunto de actitudes y valores, de hábitos arraigados en el grupo” (Guzmán, 2007, p. 137). A manera de ejemplos, el ethos filosófico está representado en la filiación de una comunidad de seres humanos integrada en torno a la verdad, que rechaza el engaño social y está permeada en su totalidad por un espíritu crítico social (Guzmán, 2007). Por otra parte, el ethos de la universidad “es el de la identidad de cada comunidad académica con sus tradiciones e ideales y, a la vez, su apertura a otras comunidades, el reconocimiento de la diferencia y la actitud crítica para buscar en el diálogo la verdad, lo correcto y lo auténtico” (Hoyos, 2000, p. 16).
Sumado a estos, abordar el pensamiento de Bourdieu ayuda a superar la ligera comprensión del ethos, ubicándolo en una dimensión práctica. El sociólogo francés explica el ethos, en oposición a la ética, como un “conjunto objetivamente sistemático de disposiciones con dimensión ética, de principios prácticos” (2003, p. 132), agregando que algunas personas pueden “ser incapaces de responder a problemas de ética al tiempo que son capaces de responder en la práctica a las situaciones que plantean las cuestiones correspondientes” (p. 132). Según Romero y Yurén, la vinculación del ethos con lo práctico de las profesiones se entiende no solo con el saber hacer cosas, sino con la capacidad de las personas para la “solución de problemas en situaciones conflictivas del campo profesional [es] lo que contribuye a forjar la sabiduría práctica que se requerirá a lo largo del ejercicio de la profesión” (Romero y Yurén, 2007, p. 28).
Entender el ethos profesional, siguiendo a Yurén, como un “conjunto de disposiciones (saberes, motivaciones, actitudes, ideales, intenciones) […] que se activa frente a problemas del ámbito socio-moral [del convivir] en el campo profesional” (2013, p. 8), abre la posibilidad de pensar la fisioterapia desde dimensiones que no involucran exclusivamente el campo de conocimiento técnico-científico, sino que a la vez lo trascienden para comprender que el ejercicio profesional se configura como un sistema de dispositivos. Estos, en el sentido metafórico utilizado por Deleuze (1990), son como una especie de ovillo o madeja de lana que se encuentra atravesado por múltiples líneas de diferente naturaleza (podría ser color, textura, longitud) que siguen direcciones diversas y ocupan lugares tan cercanos como lejanos entre ellas mismas. Para García, parafraseando a Giorgio Agamben, un dispositivo es “cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, conductas, opiniones y los discursos de los seres vivientes” (2011, p. 5), porque conforman una red establecida por las relaciones entre el saber y el poder y la forma como se constituyen las subjetividades [modos de ser] de los profesionales (figura 1).
Figura 1. Ethos como dispositivo
Fuente: elaboración propia.
Con lo anterior, hay que decir que los elementos que conforman los dispositivos son la red de relaciones que se tejen entre los discursos, prácticas, saberes, instituciones, leyes, etc. que se inscriben en el cuerpo (García, 2011), pero que también dan la posibilidad de entender el cuerpo mismo como dispositivo. Piense en la ropa que lleva puesta, el lenguaje que utiliza en su vida diaria, los programas de televisión que suele ver, el tiempo que dedica a revisar su celular durante el día, las rutinas de aseo que aprendió en su familia, así como las normas sociales y de urbanidad que allí se gestaron inicialmente, el tipo de amigos que frecuenta, las actividades que realizaba durante una jornada en la escuela (tradicional); ahora reflexione cómo estos dispositivos han quedado grabados en su cuerpo y en la manera en que se manifiestan en las interacciones sociales más cotidianas. En términos de García (2011), Foucault diría que los dispositivos producen formas de subjetividad, es decir, modos o formas de ser. Ahí cobra mayor sentido remitirse a la lectura desde los dispositivos, para explorar una comprensión del ethos profesional, con una intencionalidad reflexiva más que explicativa y prescriptiva.
Para Yurén, el ethos profesional lo constituyen tres elementos: “la eticidad profesional internalizada (bajo la forma de creencias, valores e intenciones), los criterios y habilidades para juzgar la rectitud de una norma o principio, y los modos de auto-regulación y la capacidad de juicio prudencial” (2013, p. 8). El primer elemento mencionado por la autora hace referencia al “conjunto de pautas de valor, códigos de conducta, derechos y obligaciones de los profesionales que han sido establecidos explícita o tácitamente como válidos” (Yurén, 2005, p. 38) y que pretenden enaltecer la profesión ajustando sus decisiones y acciones a las disposiciones y prescripciones normativo-jurídicas (Congreso de la República de Colombia, 1999).
Hacen parte también de este elemento las competencias transversales del fisioterapeuta en Colombia, que dispone a los profesionales hacia un “ejercicio autónomo y autorregulado de las prácticas y saberes profesionales, de acuerdo con los fundamentos éticos, políticos y técnico científicos mundialmente establecidos y acatados por el colectivo profesional y socialmente legitimados por el Estado colombiano” (Ascofi, Ascofafi, Colfi y Acefit, 2015, p. 45). Adicionalmente, se vinculan con los otros dos elementos del ethos profesional, particularmente con los modos de auto-regulación y la capacidad de juicio prudencial, que se desarrollarán más adelante.
Los marcos institucionales, como el universitario, desde la definición de su propio ethos como “la búsqueda irrenunciable de la verdad, la transmisión del saber y la discusión abierta, crítica y libre sobre cualesquiera temas” (Cortina, como se citó en Vargas, 2010, p. 81), y mediante los valores corporativos que asume y consiguientes comportamientos de los miembros de la comunidad académica, constituyen también este primer elemento del ethos del fisioterapeuta, en formación y profesional.
Los anteriores dispositivos legales o normativos cobran vida en la cotidianidad profesional, mientras cada uno de los profesionales le asigne sentido y reflexión, es decir, haga como propios estos discursos. Para lograrlo, dicen Yurén (2005) y Romero y Yurén (2007), se requiere una estructura motivacional, entendida como aquello que mueve al sujeto a que actúe “apegándose a la autoridad de otro, buscando obtener un premio, eludir un castigo, [respondiendo] a roles o normas, o conforme a principios autónomamente determinados” (2007, p. 23). En resumidas cuentas, el profesional debe interiorizar las disposiciones, códigos o prescripciones para configurar el ethos, convirtiéndose el procedimiento de interiorización en su segundo elemento.
Este otro elemento le confiere al ethos la dimensión de moralidad (Romero y Yurén, 2007), pues en él reposa lo que Foucault menciona como la relación consigo mismo, que llamó ética, y “que determina cómo se supone que el individuo se constituye como un sujeto moral de sus propias acciones” (Dreyfus y Rabinow, 1982, p. 238). Es precisamente a esta dimensión a la que la formación profesional debe atender con fuerza, perspicacia y agilidad, antes de que las habilidades mercantilistas de las sociedades contemporáneas dispongan sobre los profesionales el privilegio por una razón instrumental, o mejor, una razón que para De Sousa Santos es indolente porque es “inerme ante la necesidad que ella imagina como si le fuera externa y displicente porque no siente la necesidad de ejercitarse porque se imagina incondicionalmente libre” (2003, p. 44). Privilegiado este tipo de razón, los profesionales ejercen en zonas de comodidad y confort, sin darse la oportunidad de mirarse y preguntarse (en la relación consigo mismo) el sentido mismo de su praxis y los valores que a esta le atribuye, limitándose a la experiencia del paradigma dominante sustentado en los principios de la ciencia moderna, la cual recae en los hombros de las ciencias naturales.
Comprender lo anterior para la constitución del ethos de la fisioterapia implica explorar ese mirarse y preguntarse sobre su carácter de conocimiento que deviene en la visión humana de las personas y las categorías de interacción sobre las que problematizan todos los fisioterapeutas, cuerpo-movimiento-salud, superando la lógica científica arraigada en el conocimiento newtoniano y cartesiano. En palabras de Gadamer, “históricamente el saber de lo humano se ha construido por fuera de las ciencias; no surge, pues, con su cientifización, ni alcanza su positividad por fundamentarse en un método” (como se citó en Herrera, 2010, p. 108). Esto conduce a un ethos sumergido en las profundas sensibilidades de lo humano que no se deja arrollar ni se limita a mirar la práctica profesional por la destreza con la que aplica una técnica, sino que gracias a unas reflexiones inconclusas trasciende la constitución profesional como emancipatoria.
En relación con los criterios y habilidades para juzgar la rectitud de una norma o principio como el segundo elemento del ethos profesional (Yurén, 2013), Gadamer ofrece una perspectiva sobre la capacidad de juicio: “El que posee un sano juicio no está simplemente capacitado para juzgar lo particular según puntos de vista generales, sino que también sabe qué es lo que realmente importa, esto es, enfoca las cosas de...