Sanar la culpa
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Sanar la culpa

Alejandro Rocamora, José Carlos Bermejo, Toni Catalá

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Sanar la culpa

Alejandro Rocamora, José Carlos Bermejo, Toni Catalá

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Información del libro

La culpa es un fenómeno complejo que puede ser contemplado desde diferentes puntos de vista. Suele ser considerada como una emoción con sabor desagradable que, aunque a nadie le gusta experimentar, es también necesaria para la correcta adaptación a nuestro entorno. Este libro quiere ofrecer una reflexión que contribuya a humanizar la relaciones y el modo de vivirse uno mismo en la conciencia y en el corazón: hay que poner la culpa en su lugar, no permitir que se convierta en un aguijón que daña sin necesidad, pero tampoco eliminarla del mapa, porque puede cumplir una función en el desarrollo personal y comunitario.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2019
ISBN
9788428833783
SEGUNDA PARTE

CULPA Y PERDÓN:
MIRADA TERAPÉUTICA

ALEJANDRO ROCAMORA BONILLA

1

INTRODUCCIÓN

En la primera parte se ha descrito de forma rigurosa el sentimiento de culpa: desde una nítida «radiografía» de ella (cómo es, tipos, origen, etc.) hasta el cuestionamiento de qué hacer con la culpa, pasando por un análisis microscópico y telescópico de la misma.
En esta segunda parte, teniendo como fondo el diagnóstico de la vivencia de la culpa y del perdón, se da un paso más y se propone una «mirada terapéutica» que, partiendo de un concepto de salud mental integrador y de sanación, indique las acciones de acompañamiento más adecuadas. Así pues, en las siguientes páginas se encontrarán claves para descifrar el siempre complicado jeroglífico de la culpa y la vergüenza y acciones que puedan ayudar a salir del laberinto emocional de las mismas.
2

EL PROCESO DE SANACIÓN

1. Salud mental
Existen dos definiciones de salud mental que son mis favoritas: una es del Congreso de Médicos y Biólogos de lengua catalana del año 1976, y otra de Freud. La primera dice así: «La salud mental es aquella manera de vivir que es gozosa, autónoma y solidaria». Es decir, pone el énfasis en el bienestar personal, partiendo del convencimiento de que el ser humano es único e irrepetible y, por tanto, que necesita mantener su autonomía, lo que no es óbice para que tenga en cuenta al otro y sea solidario.
Y Freud, ya anciano, pues era el verano de 1939, ante la pregunta de un periodista de qué era para él una persona sana, madura e integrada en la sociedad, responde de forma breve e intuitiva: «Amigo mío, cualquier persona capaz de amar y trabajar». El periodista, que esperaba un largo discurso, se quedó sorprendido con la brevedad de la respuesta. Amar, como necesidad del ser humano de proyectar sobre otros sus propios afectos y también recibir de los demás valoración y aprecio; y trabajar, no como sinónimo de realizar una tarea remunerada, sino más bien como la posibilidad que toda persona tiene de modificar la realidad y de crear. De alguna manera, V. Frankl completa esta visión al insistir en que en la realización de «valores creativos» y «valores vivenciales», junto con los «valores de actitud», la persona encuentra el sentido en el sufrimiento, la culpa o la muerte. Aquí se confirma el aserto de V. Frankl, cuando en varias ocasiones afirma que se considera un enano encima de un gigante (Freud), pues consigue una visión más amplia y por eso incorpora también los «valores de actitud» como esenciales para encontrar el sentido.
La salud mental, en definitiva, es el resultado dialéctico entre el sujeto –en su totalidad– y el ambiente. Este proceso dialéctico puede ser progresivo o recesivo; es decir, puede proporcionar un avance o un retroceso en la evolución del individuo. Es más, esta dinámica no es lineal, sino que puede seguir un «curso quebrado», con paradas, avances y retrocesos, dependiendo de múltiples factores y, sobre todo, de cómo el sujeto va elaborando los diferentes acontecimientos de su vida.
La locura también es un juego de fuerzas que abarca la influencia de los padres, la escuela, la misma sociedad y el propio desarrollo psicológico del niño, junto a una predisposición genética que hoy día no sabemos concretar. Esta interacción del yo con el no yo se altera si se producen cambios en alguno de los términos de la relación. Es como los vasos comunicantes: una modificación de un elemento (familia, escuela, etc.) puede provocar una perturbación en el otro. Pero, sobre todo, la mutación dependerá del individuo y de su propia actitud ante la vida. Eso sí, podemos concluir que el enfermo mental no nace –en sentido estricto–, sino que se va configurando a lo largo de su existencia.
Bellamente lo exponen Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke:
El camino del individuo va de lo insano a lo sano, de la enfermedad a la salud y a la salvación. La enfermedad no es un obstáculo que se cruza en el camino, sino el camino por el que el individuo va hacia la curación. Cuanto más conscientemente contemplemos el camino, mejor podrá cumplir su cometido. Nuestro objetivo no es combatir la enfermedad, sino servirnos de ella; para conseguir esto debemos ampliar nuestro horizonte23.
Nosotros añadimos que este recorrido no se hace solo, sino en compañía de todas las personas que están próximas al sujeto.
No obstante, nosotros consideramos que la enfermedad mental es un proceso complejo en el que intervienen aspectos biológicos, psicológicos, sociales y noéticos. Es más, y aunque admitimos que las vivencias infantiles de los primeros años de existencia son muy importantes en el desarrollo psicológico de la persona, tampoco son determinantes.
El mismo E. Fromm comparó en alguna ocasión la vida con una partida de ajedrez, donde, aunque la apertura es esencial –los primeros años de la vida del sujeto–, no es definitiva. La vida, por su propia esencia, es cambio y, por tanto, es posible corregir una «mala jugada». Podemos modificar hasta una mala «apertura». Todos tenemos posibilidades de triunfo, aunque juguemos con las «blancas» o con las «negras», aunque comencemos la vida en un medio no excesivamente apto. Siempre podemos ganar, llegar al final de la partida sin sufrir «jaque mate» y sin tener necesidad de abandonar.
Y esto es así porque, pese a las circunstancias más o menos adversas, siempre el individuo tiene capacidad para elaborar y rectificar. Es decir, lo definitivo no es la vivencia traumática, sino cómo el individuo la asume. Cada persona, en esencia, es responsable de su éxito o fracaso, de su particular partida de ajedrez que es su propia vida.
La enfermedad mental y la salud mental es un continuum. No existen los «sanos» y los «locos» como estados estancos, sino que podemos ir saltando de un bando a otro. Por eso una buena representación de lo que es la salud mental se puede hacer con la cinta de Möbius. Esta es una superficie con una sola cara y un solo borde. Tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable. Fue descubierta independientemente por los matemáticos alemanes Möbius y Listing en 1858. Es un continuum. Es el símbolo gráfico internacional del reciclaje, que indica la cualidad cíclica de muchos procesos de la naturaleza. Una de sus aplicaciones prácticas es como cinta transportadora, que se desgasta por igual por las dos caras. Así, la locura y la cordura no son dos estadios estancos diferenciados, sino que todos podemos apropiarnos la definición que dio Sancho Panza de Don Quijote: «Es un loco cuerdo».
2. El proceso de sanación: un jeroglífico y un laberinto
a) La adversidad
«Adversidad», del latín adversitas, es la cualidad de lo adverso. Se refiere a algo o alguien que resulta desfavorable, contrario o enemigo. Es decir, la adversidad es una situación difícil de sobrellevar y que rompe el devenir de la vida cotidiana de un ser hum...

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