Revelaciones de una espía
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Revelaciones de una espía

  1. 256 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Revelaciones de una espía

Descripción del libro

De auxiliadora de la guerrilla a perseguida. Esta es la historia de la Felina, una mujer colombiana que, valiéndose de su liderazgo natural, se infiltró en un grupo guerrillero a mediados de los ochenta. Camuflada como estudiante universitaria y cantante de folk, recorría selvas, mesetas y llanos para llevar mensajes cifrados cuyo significado casi siempre desconocía. La inocencia de su juventud le impedía ser consciente del peligro que corría, aunque la Felina siempre se las arreglaba para cumplir cada misión. Años después, ya fuera de la guerrilla, descubre una cara muy distinta de la organización y decide emprender una lucha sin cuartel contra quienes habían sido sus camaradas. La Felina, escurridiza como siempre, pudo escapar de su persecución y nos relata su historia en estas páginas. Revelaciones de una espía es una novela autobiográfica que retrata muchas de las experiencias de su autora. Una historia cargada de drama, traumas, muerte y supervivencia.

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Información

Capítulo 1. Recuerdos de la Felina
El teléfono sonaba insistentemente en una noche llena de sorpresas y estruendos que levantaban polvareda en el interior de cada uno de los pobladores del lugar, «La noche va a ser larga», pensó intrigada la Felina, quien días antes había llegado exhausta a su hogar después de un largo viaje por el Medio Oriente, que cambió su condición de vida, su concepto de esas hermosas y lejanas tierras y su expectativa respecto a su relación íntima con el creador del universo. En un respiro profundo que alivió su pequeña humanidad, decidió ignorar al intruso que interrumpió su descanso.
Fatigada, la Felina merodeaba en lo profundo de sus sueños, en la lista innumerable de viajes a un lugar especial donde estaba rodeada de entes buenos, paisajes coloridos y sonidos clásicos, todo junto entrelazado en una armonía perfecta. En ese preciado lugar, seres inimaginablemente hermosos daban la bienvenida a los habitantes del planeta con una pieza musical grandiosa e invitaban al asistente a este fascinante espectáculo, a disfrutar, amar y valorar toda clase de pájaros cantando melodías indescifrables. Entre dormida y despierta, la Felina podía escuchar el sonido apacible de las golondrinas, que volaban impacientes dando trinos de felicidad. En el invierno viajaban a un sitio más templado, buscando un lugar más cálido, porque hasta los animales conocen el calendario profético y se postran a Él.
La madrugada era fría y la soledad imponía un silencio que invitaba a la reflexión. «Ya es tiempo de despertar de este lindo y anhelado viaje», resolvió la Felina, preparada para otro día, para dar la batalla en contra de las adversidades que golpean nuestro espacio interior como buitres y vampiros hambrientos que aspiran dejarnos sin aliento y esculpir, saciados de odio, su verdad. La Felina se levantó de su cama, sacó de su escondite un café gourmet hecho en las montañas de Colombia, y lo preparó siguiendo las instrucciones de la abuela Concha, para deleitarse con el sabor inigualable de esa bebida única con el que imprescindiblemente inician su labor los labradores de la tierra. Sorbo a sorbo tomó su café, fijó la mirada en ese bello paisaje que le brindaba una paz inefable, observó por la ventana que el lago seguía ahí, intacto, y que en sus reposadas aguas reflejaban una belleza indescriptible, árboles de follajes verdes, que hacían un maravilloso y colorido juego con las hojas secas que empezaban a caer al ritmo de los vientos y que, en su despacioso movimiento, declaraban un lamento que se tomaba el lugar.
Mientras estuviera en su casa, esta mujer de mirada apacible disfrutaba ataviarse con una manta guajira, un vestido largo y de tela fresca que usan las bellas mujeres del norte de su país, que les permite moverse holgadamente en medio del sofocante calor. A través de esta hermosa prenda, la Felina intentaba honrar a su raza y a las musas de esa región exótica perteneciente a la cultura Wayú. Percibía en su existencia el afable encuentro con la libertad; quería volar como las mariposas, que dejan en sus alas la sensación maravillosa de sentirse vivas, y quería percibir desde la lejanía, el olor del mar en el Cabo de la Vela y avistar los pájaros que, con cantos altivos, inundan de paz a sus moradores. Su cabello era rizado y desordenado. Lo único que resaltaba en la cara de esa mujer de baja estatura, era la grandeza y el lenguaje de sus ojos color miel que, endulzados con una sonrisa, declaraban su capacidad inquebrantable y decidida para empezar la batalla diaria.
La mañana era gris y el viento intentaba allanar los lugares más tranquilos y seguros de la casa. La Felina respiró profundamente, era un lunes en que debía ir a trabajar para generar el ingreso que garantizaría la sobrevivencia de su prole. «¿Quién habrá sido el intruso que llamó anoche? ¿Y tan tarde?» recordó aturdida. No le dio más importancia al tema e inició su rutina diaria: solía traer a su memoria cada cosa que había hecho el día anterior para describir y resarcir las veces en que había pecado de nuevo, en que había agredido de nuevo, en que había amado y en que había abrazado de nuevo. Al final, reconoció sus errores y, con la intención de ser mejor persona, prometió cambiar su manera de sentir, expresar y amar.
El teléfono sonó de nuevo, una y otra vez. Cuando la Felina finalmente contestó, supo que era su hermano menor quien la había llamado la noche anterior.
—Hola, Esdras. Qué alegría escucharte. Creo que anoche me llamaste, pero estaba dormida… ¿Qué pasó con la llamada? —preguntó la Felina.
—No sé, realmente, intenté varias veces —contestó su hermano—. ¿Cómo están todos?
La Felina aprovechó el tiempo para preguntar por cada uno de los miembros de su familia: sus sobrinos, que amaba con locura; su mamá, cuyo estado de salud no era óptimo, como quiera que había sido diagnosticada con un problema serio en su retina; y su perro, Káiser, que estaba casi ciego por su estado de vejez. Así, siguió indagando por sus allegados, uno por uno. Su hermano, Esdras, que siempre había sentido un gran aprecio y amor por su hermana la puso al tanto de las nuevas noticias:
—Mi mamá está mejorando. Todos estamos bien, gracias a Dios —hizo una pausa, y luego continuó con un tono sombrío—. Te llamaba para comentarte que ha habido movimientos raros alrededor de la casa. Ha venido gente extraña a preguntar por ti; es mejor que no te aparezcas por un largo período de tiempo. Los guerrilleros están intentando hacer un proceso de paz con el gobierno, pero, como ya sabes, es un contubernio que lo único que deja es corrupción...
—¿Verdad? —interrumpió la Felina—Gracias por advertírmelo, esta guerra es una epidemia que no va a terminar jamás. —Hizo una pausa, perdiéndose de nuevo en sus reflexiones por un momento—. En fin, salúdame a toda la familia—se despidió la Felina de su hermano.
Con la nostalgia por sentir su regreso aún más lejano, se devolvió al sofá sin musitar palabra. No obstante, tras un rato en silencio, decidió levantarse y recargar sus baterías para vivir otro día determinado por la confianza en un personaje patético que se manifiesta de diferentes maneras: un enemigo que se hace llamar amigo; una sombra negra que pretende ser blanca; un ser que odia y que hipócritamente ama; y una risa amable que en realidad es hiel. El morboso maridaje que tiene el humano con esa malvada entidad, a la postre, mostrará las consecuencias de esa temporal e ilícita relación que deja ruinas y desolación.
El tiempo corría dando pasos gigantes, como las aves cuando desaparecen en la inmensidad del firmamento. Sus sombras llaman al olvido, como ese periódico que, siendo vigente en la mañana, se vuelve basura al atardecer. Había llegado la noche, que resplandeciente exponía con su belleza la existencia de un Creador que mueve con una perfección inexplicable la dinámica cósmica. De manera inentendible amalgama la oscuridad con la luz, los días se comunican entre sí, garantizándonos todos los recursos que necesitamos para sobrevivir; el sol ronda por todo lado haciendo gala de su inmensidad, sin que nadie logre escapar de su calor, la luna cómplice como celestina, inspira a los enamorados que en cada parque procuran confesar su amor. Ya en la madrugada, la Felina regresó a su meditación, agradecida porque, pese a las penas del mundo, ella lograba sobrevivir en paz y con provisión; con la presencia de amigos especiales que, siempre con su cálida sonrisa, esperaban pacientes subir a sus moradas celestiales.
En su estado de ensimismamiento, la Felina se preguntaba una y otra vez: «¿Cómo es posible moverse en esos linderos de la subconsciencia, espacios incomprensibles al ojo humano?». Igualmente, manifestaba su deseo de quedarse por siempre allí, disfrutando el estado perfecto de la creación, el encanto infinito que producen esos paisajes nunca vistos, esos ríos colmados de color azul intenso… Pensaba también en la enorme cantidad de seres vivos habitando esos lugares; en ellos se podía sentir infinita paz en la que vivían. Se deleitaban corriendo por las hermosas e inmensas llanuras de pastos verdes donde la Felina irradiaba felicidad en compañía de su más fiel amigo: su perro Coco. A pesar de este sentimiento, nada de lo que presenciaba respondía a sus desmedidas inquietudes acerca de las experiencias que solía tener en sueños.
Pasaban los días, la incertidumbre enajenaba el corazón de la Felina, porque en su amado terruño los transeúntes que tiempos atrás reflejaban paz, y que al sonido de la música y el jolgorio expresaban su amor por la vida, ahora irradiaban tristeza y sus acongojados ojos expresaban angustia y ansias de volar a otros linderos. La guerra, mal perpetuo de la humanidad, azotaba a este país y producía el temor que descansa sobre la indecible e inesperada situación del mañana. «¿Acaso tenemos los humanos algún tipo de esperanza en la inclemencia y el dolor que se desplazan a ritmo de improvisación, violencia y corrupción en las calles del mundo?» se preguntaba la Felina una vez más. En su país de origen, las aves danzan al vaivén de las olas del mar. Los hombres y mujeres valientes son orgullo de una raza pujante. Las creaciones musicales permiten a sus moradores un gemido profundo que atraviesa su interior, que invade sus recuerdos y abren un espacio en lo más recóndito de su existencia.
Ya en el ambiente sosegado y frío del país que la acogió pero que no era el suyo, la Felina inundó su mente con recuerdos y pensamientos que la condujeron a un viaje con la realidad, esa que era difícil de reconocer. La Felina no pudo evitar que sus ojos derramaran una lágrima, que percibió en la comisura de sus labios haciendo honor a la angustia, dándole la bienvenida a la tristeza. Tendría que seguir su camino a pesar del inmisericorde dolor que, con cada minuto que pasaba, le quitaba la calma y le generaba una profunda sensación de vértigo, hasta que, incluso, llegaba a sentir la presencia de la muerte. Ella hubiera deseado estar inmersa en una pesadilla pasajera, pero, aunque el tiempo para la Felina transcurría en aparente tranquilidad, los vientos de guerra y la insensatez de los hombres se replicaban cada minuto en los noticieros que se lucraban de su dolor, al reproducir los padecimientos de miles de seres masacrados por sus creencias, color o incluso, por su tragedia.
Un macabro escalofrío invadió su cuerpo, al notar la inminente guerra en diferentes partes del planeta, como el Medio Oriente, leitmotiv de las noticias alrededor del mundo. Para la Felina era inconcebible entender cómo el hombre, amparado en sus más temerarias argucias y su miserableza, justificaba la destrucción de un lugar del hemisferio, en donde el hambre se incrustaba en las envejecidas paredes de las humildes casas de los más necesitados. Todo el sufrimiento era provocado por la intención maquiavélica de tener una fuerte incidencia sobre el petróleo, fuente natural imprescindible para el desarrollo, que algunos países tienen el gran privilegio de poseer. Este mineral precioso que produce escozor y las más libidinosas pasiones en un pequeño manojo de personas, incluidos los políticos de turno, sirve como pretexto para preservar la paz, irónicamente haciendo la guerra y con ello aumentando el mercado bélico y su preponderancia sobre la tierra, empobreciendo cada día aún más los pueblos, todo como resultado de su más atroz, enfermiza y desmedida ambición
«¡Ay! ¡Mundo infiel y despiadado! Es tan necio que se empecina en creer en dioses imaginarios para no reconocer su propia verdad. ¡Ay! ¿Cuánto dolor padecerá?». Se preguntaba la Felina con angustia. «Por sus locuras sin fin, por sus mentiras que claman luz y verdad, el mundo experimentará el dolor de un fuego interno; la soberbia, la necedad, la lujuria y la locura traerán sufrimientos incomparables; el Holocausto, que acribilló a tantos seres inocentes, será como un juego de niños comparado con los dolores que se avecinan». La Felina se negaba a aceptar que se estuvieran repitiendo los sufrimientos del pasado de la misma manera, o aun peor. «¿Acaso el Holocausto Nazi no había sido un buen escenario de aprendizaje para evitar repetir la catástrofe allí vivida?».
La Felina recordó también sus años de adolescencia, en los que nunca hubiera imaginado que algún día llegaría a vivir en carne propia momentos tan complicados de entender, ya que para ese entonces todos esos eventos eran parte del constante análisis que le generaba la apasionada lectura de temas políticos y literarios. La guerra; la violación a los derechos humanos; los ataques de hombres descarriados a escuelas, en los que se perdía la vida a inocentes; los dictadores de países vecinos empobreciendo hasta la muerte a sus nacionales; y otros sucesos producidos por una sociedad enfermiza, eran ahora parte de su realidad. Los rizos de su cabellera se entrelazaban al ritmo de sus dedos que se movían desesperadamente, tal vez para apaciguar la ansiedad y las náuseas, producto de la intolerancia que la rampante situación dejaba a su paso. A la Felina la consumía la impotencia y la culpa porque, por un lado, no se permitía, por su manera de pensar, quedarse estática en la crítica sin hacer nada y, por otro lado, porque muchas veces, tal vez por evitar el dolor, ella había hecho caso omiso a vejámenes, como violaciones, tragedias y asesinatos, sin sentir en su interior un ápice de piedad o misericordia por aquellos que sufren día a día la sensación de vulnerabilidad ante sus necesidades físicas no resueltas.
Una lágrima corría de nuevo por su pálido rostro. Sus pensamientos, más que causar un asomo de dolor, reflejaban en su expresión una mirada de desconcierto. Ella reconoció ante el Todopoderoso que las cosas pasan como resultado de la maldad humana, que la tierra está llegando a su último estado de degradación, que ahora lo bueno para el hombre del común es malo y lo malo es bueno, en una franca inversión de valores que obviamente trae como resultado el desorden generalizado de nuestros patrones de comportamiento. Aunque difícil de entender, esta pequeña mujer reconoció que, pese a las tragedias padecidas en cada lugar del mundo, en su vida las cosas habían salido bien. Tuvo un espacio especial para traer a colación los tiempos en que trabajó como espía en un grupo selecto de inteligencia al servicio de la guerrilla en su amada tierrita.
A pesar de que su concepto de vida había cambiado dramáticamente tras su experiencia, nunca se arrepentiría de lo que había hecho en sus años mozos, cuando su energía y gallardía fueron el motivo de su reclutamiento. Esta mujer en medio de las actividades sociales típicas de su edad utilizaba sus grandes dotes de cantante y líder estudiantil para posar como una joven normal. En realidad, usaba su fuerte personalidad para cumplir misiones ilícitas encomendadas por los jefes del frente guerrillero que la reclutó. La Felina, quien era poseedora de una sagacidad innata, hacía su trabajo clandestino cuidadosamente y sin de...

Índice

  1. PROLOGO
  2. Capítulo 1. Recuerdos de la Felina
  3. Capítulo 2. Una historia en el Medio Oriente
  4. Capítulo 3. Una historia de amor
  5. Capítulo 4. La espía de la guerrilla
  6. Capítulo 5. La misión en la manigua
  7. Capítulo 6. Regreso a casa desde el frente
  8. Capítulo 7. La clandestinidad
  9. Capítulo 8. El asesinato del último integrante del grupo
  10. Capítulo 9. El exilio
  11. Capítulo 10. Mi hija Ruth
  12. Capítulo 11. Reflexiones de la Felina