Matar a otro perro
  1. 200 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

Híbrido de novela negra, sátira y fábula existencial, "Matar a otro perro" es la crónica de una estafa perpetrada por dos timadores polacos emigrados a Israel cuya especialidad es desplumar a turistas adineradas. Los pocos días que dedican a planear y ejecutar uno de sus golpes, condensados en una vertiginosa sucesión de diálogos, le bastan a Marek H?asko para articular un relato magistral y perfilar a dos personajes memorables: Jakub, galán en horas bajas con un pasado traumático y más escrúpulos de los aconsejables; y Robert, el cerebro de la farsa, teórico teatral de café y gran enamorado de Shakespeare, para quien, además de sacar un buen mordisco, lo fundamental es ofrecer una representación digna de su "público femenino".

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Información

Editorial
MALPASO
Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788416665228
Edición
1
Categoría
Literature

Desde Haifa había más de dos horas de viaje y, casi a medio camino, nos dimos cuenta de que aquel individuo estaba muy mal. El taxista dijo que ya faltaba poco para Tel Aviv, mientras conducía su vieja carraca a toda pastilla, haciendo chirriar los neumáticos en las curvas. Nos sentíamos un poco como actores de una película de gánsteres. En un momento dado, incluso intentó pararnos un policía; levantó la mano, pero el taxista no se detuvo. Por el retrovisor vimos que el policía iba a buscar la Harley, que tenía aparcada a la sombra, pero al final desistió; hacía demasiado calor. Se quitó el casco y se quedó allí, plantado en el centro de la carretera, enjugándose con la mano el sudor de la cara.
—¿Cómo está? —preguntó el taxista sin volver la cabeza.
—En las últimas —dijo Robert; se volvió hacia mí—. Silencio y oscuridad no le van a faltar ahora. A ver si se vuelve a sentir decepcionado.
—¿Lo conocíais? —preguntó el taxista.
—No —dije.
Tenía que sujetar al perro por el collar: llevaba un buen rato gruñendo, muy agitado. Seguramente el moribundo lo ponía nervioso.
Al llegar a Tel Aviv, el hombre la diñó apenas lo hubimos sacado del taxi entre los tres: Robert, el taxista y yo. Lo dejamos sobre un banco a la espera de la ambulancia, y un alma caritativa le cubrió la cabeza con una revista ilustrada desde la que el retrato de un actor nos miraba ahora con los ojos coloreados. Robert levantó la revista y echó una ojeada al rostro del muerto.
—Parece rumano —dijo—. Recién llegado de Europa, seguro. No sabía aún ni papa de hebreo.
—Lo más gracioso es que ya no le dará tiempo para aprenderlo —dije.
—Mala cosa.
—¿Lo dices por él?
—Sí —dijo—. Soy supersticioso. Este tío nos va a joder el negocio. Tendríamos que haber venido en tren.
—Aún no se ha enfriado en la tumba y ya tiene un nuevo enemigo —dije.
—Eso, ¡al ataúd con el muy hijo de puta! —dijo Robert, y miró al taxista, que se había inclinado sobre el cadáver y trataba de leer el nombre del actor—. Nos vamos, jefe. No podemos esperar más.
—Es John Wayne —dijo el taxista, y se volvió hacia nosotros—. ¿No podéis esperar un poco? Ya sabéis cómo son los polis. Siempre creen que las cosas fueron muy distintas de como uno se las cuenta. Me haríais un favor.
—Tenemos que resolver un asunto —le dije—. Estaremos en el cincuenta y seis de Allenby. Díselo si te preguntan por nosotros.
—¿Cómo no me van a preguntar? —dijo el taxista, y volvió a inclinarse sobre el muerto—. Pero entonces el de Perseguido no era John Wayne. Sería otro...
Cruzamos la calle y entramos en el hotel. El recepcionista estaba sentado en su sillón, leyendo. Pensé en el muerto y eché un vistazo a la cubierta del libro, donde un gilipollas asesinaba a una mujer, o puede que fuera al revés.
—¿Ha sido largo el viaje? —preguntó el recepcionista.
—Más de dos horas —dije—, y se nos ha muerto un hombre en el taxi. Se ha pasado todo el viaje recostado en Robert.
—El muy hijo de puta —dijo Robert—. No es buen augurio. ¿Tienes dos camas, Harry?
El recepcionista escuchaba como quien oye llover, sin dejar de leer, y yo volví a mirar la cubierta multicolor.
—Pagamos a tocateja —dijo Robert.
Sólo entonces dejó el libro y se volvió.
—¿Pensáis quedaros mucho tiempo?
—Eso está por ver —dije—. Hemos venido para sacarnos unos cuartos. Por eso está tan furioso. Cree que el fiambre dará con el plan al traste.
—¿Vas a casarlo otra vez? —le preguntó a Robert.
—Por ahora no lo he casado mal, ¿verdad?
El recepcionista me miró de hito en hito.
—Está viejo —dijo al rato—. Y hecho un guiñapo.
—No te preocupes por mí, Harry —le dije—. Eso déjaselo a Robert. Él sabe cómo sacarles la pasta.
—Pues claro —dijo Robert—. Es como dibujar. Lo más importante del dibujo es la idea. Y aún tengo un montón de ideas para él.
—Está viejo —repitió el recepcionista.
—Déjamelo a mí. Sé muy bien lo que tengo que hacer. A esa facha tristona suya le sacaré un dineral. ¿Nos vas a dar esas malditas camas?
—Tendréis que pagar por el perro —dijo el recepcionista—. Normas de la casa.
—Ya hemos pagado por él. Al comprarlo.
—¿Cuánto?
—Casi cien libras. Es un perro de raza. ¿Qué te crees, que nos lo han regalado? ¡Claro, y con una cuidadora de propina! ¿A ti qué te parece?
—Se paga por adelantado —dijo el recepcionista—. Cuatro libras. Y no quiero ver al chucho rondando por el hotel.
—Está siempre con nosotros —dije—. No tenemos secretos para él.
El recepcionista volvió a mirarme. Vi que tenía muchas ganas de dedicarme una sonrisa desagradable, pero no lo consiguió: esbozó apenas un conato de mueca; el calor apretaba demasiado para esforzarse más.
—Un día te pasarás de dosis y se acabará la fiesta —me dijo—...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Índice
  4. Dedicatoria
  5. Desde Haifa había más de dos horas...
  6. Por la mañana me despertó un alboroto...
  7. Estaba fumándome un cigarrillo...
  8. Volvimos al hotel...
  9. Robert se fue a dormir a casa...
  10. Robert bajó a la playa...
  11. Me desperté al cabo de dos horas...
  12. El hombre volvió con el perro...
  13. Al tercer día todo había terminado...
  14. Se marchaban al día siguiente...
  15. APÉNDICE BIOGRÁFICO
  16. MAREK HŁASKO: LA VIDA COMO ALAMBIQUE LITERARIO
  17. Colofón