Javier Calvo y Javier Ambrossi
LA LLAMADA
Prólogo de Miguel del Arco
PRÓLOGO
Acudí una noche al hall del Teatro Lara a ver, en el marco de su programación off, La Llamada. No tenía más información sobre esta función que la que me había pasado Ana López, la figurinista con la que he trabajado en mis últimos montajes. Ana me repetía insistentemente que el montaje era una «locura» comandada por dos «Javis», Calvo y Ambrossi, que firmaban tanto el texto como la dirección. La primera locura me parecía, sin duda, montar un off en el Lara con cinco actores y una banda de rock en directo. Conozco de primera mano lo que puede dar de sí la venta de entradas con el escaso aforo que puede albergar este maravilloso hall y el esfuerzo que supone montar y desmontar una función todos los días a la velocidad de la luz para que no se haga más intempestiva la hora de abrir las puertas al público. Es decir, que allí, para empezar, había mucho «amor al arte». Ana me decía que estos dos jóvenes dramaturgos y directores eran puro entusiasmo y energía. Y eso fue lo que encontré tan pronto como se apagaron la luces y comenzó la representación: entusiasmo y energía suficientes como para hacer que no vuelva a pensar en dios como un triángulo ciclópeo sino en un tipo con un traje de lentejuelas y leve acento británico que canta por Whitney Houston.
Dos jóvenes y deslumbrantes actrices, Macarena García y Andrea Ros me arrancaron las primeras carcajadas y me introdujeron con pasmosa facilidad en el delirante campamento cristiano «La Brújula» donde se desarrolla toda la acción de esta no menos delirante comedia musical. La «divina» aparición de Richard Collins-Moore y la más pedestre —pero no por eso menos divina— de Llum Barrera y Belén Cuesta terminaron de redondear un reparto «en estado de gracia» (en el caso que nos ocupa algo «religiosamente» cierto). Y cuatro estupendos músicos en complicidad permanente con los intérpretes.
Creo que La Llamada es un claro exponente de esa efervescencia creativa que estamos viviendo en Madrid: profesionales del teatro que se reúnen alrededor de un proyecto y lo sacan adelante con entusiasmo y rigor. Sin prejuicios sobre lo que debe o no debe ser el teatro. Fieles a su visión, a su historia, a su manera de contar, tan infinitas como las historias. Proyectos que unen sin complejos a profesionales veteranos con recién llegados, a directores, autores, iluminadores, actores y actrices, sonidistas, figurinistas, músicos… invitando a que esa misma mezcla heterogénea y plural se produzca en el público al que intenta seducir (¡y vaya si lo hizo La Llamada el día que yo vi la función!). Esa pluralidad es la que mantiene el teatro vivo incluso en estos tiempos en los que parece que la única misión posible es la de subsistir. ¿Quién quiere una misión tan pobre? Todos queremos sentir la llamada, sea cual sea. Ese golpe de felicidad que se produce cuando descubres, aunque sea nada más que por un instante, tu lugar en el mundo.
Conocí a Javier Calvo y Javier Ambrossi al finalizar la representación. Dos jóvenes directores-autores a los que habrá que seguir muy de cerca. Fue apenas un momento. Sonrientes, entusiasmados por la reacción del público. Y con el mismo entusiasmo se fueron a la carrera para desmontar el espectáculo y dejar libre el hall del Lara. Estoy seguro de q...