
- 360 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
La defensa marítima de los dominios españoles fue insuficiente durante el s. XVII, y con el cambio de siglo comenzó a preocupar seriamente a la Corona.
Los nuevos tiempos exigían rehacer la marina y formar oficiales guerreros, que fueran también cosmógrafos y científicos. Pronto sobresalieron los vascos, que dirigieron expediciones cartográficas y de observación científica, defendieron el Mediterráneo contra los turcos y el Pacífico contra los corsarios, y mantuvieron a Inglaterra en jaque hasta la batalla de Trafalgar.
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Información
Categoría
HistoriaCategoría
Historia militar y marítimaANEXO
OCHO NOTAS BIOGRÁFICAS
Antonio Gaztañeta Iturribalzaga
Nació en Motrico en 1656 y murió en Madrid en 1728. Vivió entre los dos siglos, en los deprimentes últimos años del reinado de Carlos II y los primeros de Felipe V de la nueva dinastía Borbón. Al primer período de su juventud pertenece el cultivo de su heredada fibra de nauta universal que le venía de su padre —navegante de la Carrera de Indias—, que Antonio desarrolló con ánimo recrecido desde 1684 con su entrega al servicio de la Real Armada. En el nuevo siglo, en el que vivió veintiocho años sumamente fructíferos, destacó su dedicación a la construcción naval en la cual fue autoridad en todo el ámbito europeo. Siempre brilló su afán investigador náutico y su sentido innovador en la ingeniería naval. Efectivamente, compatibilizó ambas vertientes marinas, ya que tras participar en sucesivas campañas militares, cuando en 1702 fue nombrado Superintendente General de los astilleros de Cantabria, había ya profundizado en cómo debían ser básicamente definidos los barcos de guerra y cómo proyectados y construidos, cuestiones de carácter interdisciplinar como fue su propia formación.
El pintor holandés Landesbergh en 1718 le hizo un gran retrato[1] y acertó al subrayar el tiempo intersecular de Gaztañeta y la amplitud de sus conocimientos, que también tuvo en profundidad, junto a unas aptitudes generosamente trabajadas. En aquel retrato, nuestro gran marino e ingeniero naval, peina una larga peluca con mil rizos, viste una armadura de acero y su rostro desvela resolución; bajo su dominio el artista representa un globo terráqueo y un navío en construcción. No habían llegado aún los días de la casaca azul con ribetes rojos y dorados y la peluca corta, pero el teniente general estaba anímicamente años por delante de los atuendos guerreros de sus primeros tiempos y participaba de un modo práctico y destacado, en el despertar español y en la construcción de la nueva Armada, necesidad perentoria reconocida por toda la nación. Gaztañeta fue enlace y avance.
En el «Prólogo al lector» de su obra Proporciones de las medidas más esenciales para la fábrica de navíos y fragatas de guerra..., el motriqués narra brevemente su historia. Dice escribir por obediencia a su Majestad y añade la consideración siguiente: «con seguridad, espera él la censura de los inteligentes que si no profesan la Náutica, tendrán la tacha de hablar de lo que ignoran y si la profesan solo como principiantes, son aún más dignos de lástima porque su vana satisfacción hace imposible la esperanza de aprender. Los inteligentes pueden tener razones agudas con que impugnar sus discursos, pero los experimentales son en lo Náutico los más fuertes». Insistía mucho a todos los responsables de las construcciones navales en que tuvieran siempre presentes las fuerzas del océano, la longitud de los viajes y los factores desconocidos que los navíos tenían que superar. En una palabra recomendaba meditar y reconocer la interminable inmensidad del mar.
Gaztañeta desde muy joven cultivó las razones agudas y las experiencias prácticas. Ya en 1672 —esto es, cuando tenía dieciséis años— fue bien instruido por un maestro consumado en los principios teóricos de matemáticas, cosmografía y pilotaje e hizo viajes en galeones del rey con oficiales de mar muy aventajados. Estudió lo especulativo y practicó lo estudiado, como debía ser. Viajó a Veracruz en un navío de aviso[2] al mando de su padre que falleció en el puerto terminal de las Flotas, y al tornaviaje, con la seguridad que ofrecían sus trabajos experimentales, se hizo cargo de calcular y marcar la derrota de la travesía que terminó con feliz exactitud en Pasajes. En aquel tiempo, hasta que le nombraron Piloto Mayor responsable de la dirección de las navegaciones en la Real Armada del Mar Océano, hizo once viajes en navíos sueltos, de aviso, flotas y galeones: dos a Buenos Aires, cinco a Tierra Firme y cuatro a Nueva España. Con toda su experiencia náutica publicó en 1692 su obra El norte de la navegación hallado por el cuadrante de reducción.
Tanto en tiempos serenos como en los tormentosos, se desveló por examinar y calibrar la variedad de fábricas de los barcos de todas las naciones en que navegó, visitó astilleros, sacó proporciones, analizó formas de carena, contrastó cálculos y con su facilidad para el dibujo, tomó apuntes de todo lo más interesante. Quizás a petición suya o bien por el conocimiento de sus experiencias que tenían sus superiores, hacia 1686, recibió de estos el encargo de seguir en Santoña la construcción ya muy avanzada de la Capitana Real y en Colindres el inicio de las obras de la Almiranta Real. Este era el nombre que se daba al navío que iba el último en la retaguardia de los convoyes atlánticos y aquel —la Capitana Real—, el del primero en vanguardia. Gaztañeta quiso aprovechar aquella gran oportunidad y aprender el arte de construir barcos de guerra del que estimaba tener un conocimiento solamente superficial. Cuaderno en mano, fue haciendo anotaciones escritas y dibujos detallados de todo lo que veía en los dos astilleros. Todo lo rumió, lo pensó, lo racionalizó y plasmó finalmente en una obra manuscrita que tituló Arte de Fabricar Reales[3] y fechó en 1688. La Capitana fue conocida como «Nuestra Señora de la Concepción y de las Ánimas», navío del que se expone en el museo naval de Madrid un modelo extraordinario por su realismo y su belleza.
El año 1702 parecía que su vida se abría definitivamente a nuevos horizontes al ser nombrado, con facultades más amplias, Superintendente General de los Astilleros de Cantabria. Gaztañeta se puso al trabajo con ahínco sin dejar de atacar aspectos políticos comprometidos que necesitaban la mayor atención. De este período data la construcción en el astillero de La Habana de seis fragatas de sesenta cañones, proyecto suyo, que se entregaron en el año 1713 para la lucha corsaria en el Caribe y para viajes a Buenos Aires. Una de ellas fue apresada por los holandeses que la copiaron íntegramente para su servicio en las líneas de las Indias Orientales. También en el País Vasco proyectó barcos para construir en Pasajes, Orio y Zorroza (Ría de Bilbao), algunos de ellos bastante revolucionarios.
Al poco de dar por terminada la guerra de Sucesión hubo que bloquear la plaza fuerte de Barcelona y tanto por la nulidad de nuestra flota al terminar el siglo y por la urgencia, se compraron seis navíos que entraron en servicio en 1714, cuando todo había concluido. Más tarde, también con prisas, se compraron otros veintidós buques con menor armamento del que montaban Inglaterra, Holanda y Francia. Ello supuso alejamiento de la estrategia de estado basada en la centralidad del Atlántico, mucho más acertada que la derivada de los objetivos italianos de la reina Isabel de Farnesio y de Alberoni. En aquellos días, la preocupación por las posesiones dinásticas, por los corsarios y los combates caribeños ponderaban para la corona más que el dominio del mar.
Cinco años después del tratado de Utrecht (1713) con el que se cerró la guerra de Sucesión, Felipe V y su primera esposa Mª Luisa de Saboya consideraron inaceptable que las posesiones españolas en Italia, especialmente Sicilia, pasaran por voluntad de la Cuádruple Alianza, al Archiduque Carlos y decidieron realizar una campaña para recuperarlas. Nuestro gran marino tuvo un papel destacado en aquella guerra que terminó desfavorablemente para España y puso fin a sus pretensiones en Italia. Una importante flota de doce navíos, diecisiete fragatas y siete galeras, al mando de Gaztañeta, en la que iba Patiño de plenipotenciario, escoltaba a un gran convoy con tropas, 16.000 hombres y 8.000 caballos, mandadas por el marqués de Lede. Desembarcaron sin resistencia, con buena acogida de los sicilianos y la isla fue ocupada. Sin embargo, cuando la armada española navegaba a la altura del Cabo Passaro, apareció sorpresivamente una formación británica, mandada por el almirante Bing, a la que Gaztañeta no tomó como enemiga al estar entonces en paz las dos naciones y por tanto, no sospechó un ataque para el que no estaba prevenido. El general español, al percatarse de la hostilidad inglesa, intentó formar línea con sus navíos, pero no tuvo tiempo bastante y el combate se generalizó sin preparación y con gran desorden. Gaztañeta, con su insignia en el Real Felipe, se enfrentó con dos navíos británicos de setenta cañones, uno por cada banda, a los que dejó mal parados y de los que recibió muchos proyectiles que desarbolaron su palo mesana y rompieron jarcias, velas y aparejos. Varios navíos británicos se sumaron al ataque simultáneo contra el Real Felipe y el mismo almirante inglés, con una bocina, conminó a su rendición, a lo que Gaztañeta, sin ceder en todo el día, respondió con más fuego. Nuestro general recibió un tiro de fusil en la pierna y su segundo fue también herido de astillazo. Una fragata española acudió en defensa del Real Felipe y combatió cuatro horas hasta que deshecha, casi hundida, se rindió. El Real Felipe tenía más de doscientas bajas y casi todos sus oficiales fuera de combate, por lo que tuvo que arriar bandera. Los buques españoles habían combatido en gran inferioridad numérica y posicional y los que no fueron apresados se dispersaron. Gaztañeta luchó fieramente, fue hecho prisionero y quedó muy dolido por su salida sin tomar prevenciones. Tuvo doscientos muertos en sus tripulaciones. Los ingleses publicaron que se habían visto obligados a combatir «por empezar el fuego los españoles».
Gaztañeta que se distinguió sobre todo como ingeniero naval, ya con setenta años siguió en el servicio de mar. Al mando de una escuadra capeó un fuertísimo temporal que puso en peligro sus barcos que escoltaban y transportaban tres mil soldados a La Habana. Al año siguiente, con una flota de dieciocho buques llevó un importante cargamento de oro y plata desde la capital cubana hasta Cádiz, burlando de noche una escuadra británica apostada para impedir su paso. Fue el último servicio del teniente general de la Real Armada que falleció en 1728.
* * *
Aun cuando sea muy someramente, es interesante conocer la vertiente técnica ingenieril del gran motriqués. Entre 1726 y 1737, bajo el ministerio de José Patiño, se llevó a cabo la construcción de treintaiséis navíos: el primer Real Felipe de ciento catorce cañones, otros nueve de setenta cañones, uno de ochenta y otros veinticinco de entre cincuenta y sesentaicinco. De ellos veintitrés fueron construidos en Guarnizo, en el fondo de la bahía de Santander, en lugar muy poco vulnerable por mar, con las dimensiones, guía y consejos técnicos de Gaztañeta. Los buques se hacían entonces según el capricho de los constructores, hasta que nuestro gran hombre introdujo sabias ideas innovadoras de normalización y de trabajo según planos, tan necesarios ambos avances para la producción, la organización y la economía de los astilleros y de la marina.
En cuanto a los planteamientos básicos, Gaztañeta lideró la tendencia de los constructores navales españoles, a veces oscilante pero muy clara, hacia el alargamiento del cuerpo del navío. La relación entre la eslora en la quilla y la manga había pasado históricamente, de dos a tres y luego hasta 3,8. A pesar de la decadencia marítima, esto nos puso en primera fila de los países europeos que discutían el que construyéramos los buques excesivamente largos. Su principal argumento era que la mucha eslora daba lugar a poca solidez y de ahí la necesidad de su disminución a todo trance. Es cierto que a más longitud las fuerzas de quebranto sobre el oleaje son mayores, pero el buen sentido recomendaba perfeccionar la construcción y las «ligazones» longitudinales según la experiencia que decía lo mucho que se podía y debía mejorar y así Gaztañeta aconsejaba no retirarse de una modernización que se hacía imprescindible al aumentar la potencia artillera y el tamaño de los buques, lo cual sucedió de forma imparable al construirse y experimentarse los primeros navíos de tres puentes. Gaztañeta defendía la eslora por proporcionar mayor espacio para cañones, por la velocidad del navío que resultaba algo superior y por el mejor ceñir al viento. Por otra parte no era mucho el alargamiento de tres codos más de quilla que recomendaba. Nuestro gran arquitecto naval no favorecía por otra parte el exceso de manga en la cubierta superior porque aumentaba el trabajo en ella y en la maniobra de las velas. Tuvo empeño en la resistencia estructural y en la solidez a toda prueba que en sus construcciones fue legendaria. Ya fallecido Gaztañeta, entre los barcos de guerra en servicio destacaba, de nombre repetido, el Real Felipe, de tres puentes y 114 cañones, el mayor construido hasta entonces en España. Con el estilo de Gaztañeta, gran potencia de fuego y robustez de construcción, resultó sobresaliente en el combate de Cabo Sicié de 1744, donde aquel formidable navío aguantó vencedor, aunque maltrecho, la arremetida de cuatro ingleses que se tuvieron que retirarse del combate medio destrozados.
Fue también una sabia y práctica innovación de Don Antonio el trabajar en los astilleros con planos y dibujos. Propugnó que las formas de la obra viva fueran algo más llenas desde el centro hacia la proa y más suave la salida de agua hacia el codaste y el timón, como se ve en los peces. Así lo dibujaba y lo ordenaba. En cuanto a la construcción dejaba poco al arbitrio de los carpinteros de ribera: describía y dibujaba la cuaderna maestra, llevaba los gálibos de las secciones del buque en los distintos puntos, trazaba la cubierta principal y recomendaba fuertemente dibujar absolutamente todas las piezas que formaban el buque.
Don Antonio Gaztañeta publicó en 1720, su obra Proporción de las medidas más esenciales para la Fábrica de Navíos y Fragatas de guerra, que supuso un enlace con la construcción naval española anterior y un avance sobre lo rutinario, tal como en algunos puntos, hemos referido. Navíos de la construcción Gaztañeta cayeron en poder de los ingleses, como fue el caso del Princesa y del heroico Glorioso que fueron exactamente copiados en escala mayor, cuando se construyó el Royal George encomiadísimo por la crítica británica.
* * *
En 1743, a Patiño le sucedió en la Secretaría de Marina Don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, el gran renovador que se mantuvo en el puesto hasta 1754. Poco pudo hacer mientras duró la guerra contra Inglaterra, pero en 1749, con ideas estratégicas más orientadas al dominio atlántico, se construyeron navíos más poderosos y competitivos con los de las principales marinas europeas. El oficial de la Armada con mayor capacidad científica e ingenieril que tuvo España fue Jorge Juan (1713-1773), hombre afín a Ensenada que este promovió al frente de las construcciones navales. Sucesor de Gaztañeta, era un gran matemático y conocía bien la construcción naval y los astilleros ingleses que visitó durante dos años. Una de sus obras más admirables fue el Examen Marítimo en el que con desarrollos científicos, matemáticos y físicos, expuso los problemas principales de la navegación y de la construcción naval, los resolvió con elegancia difícil de superar y criticó duramente la omnisciencia teorizante de los franceses. Cuando con él se trajeron ...
Índice
- PORTADA
- PORTADA INTERIOR
- CRÉDITOS
- ÍNDICE
- AGRADECIMIENTOS
- PRÓLOGO
- I. LOS VASCOS EN EL NUEVO MUNDO
- II. LAS GUERRAS NAVALES DE LOS SIGLOS XVI y XVII
- III. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA
- IV. APORTACIONES CIENTÍFICAS Y TÉCNICAS DE ESPAÑA
- V. EL PACÍFICO
- VI. LOS TRES PRIMEROS REYES DE LA DINASTÍA BORBÓN
- VII. REINADO DE CARLOS IV
- VIII. LA VICTORIA INGLESA
- IX. GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814)
- OCHO NOTAS BIOGRÁFICAS
- BIBLIOGRAFÍA
- MAPAS