La Guerra Civil como moda literaria
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La Guerra Civil como moda literaria

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La Guerra Civil como moda literaria

Descripción del libro

En las últimas décadas hemos asistido a una proliferación tan considerable de novelas sobre la Guerra Civil española quem sin duda, podemos claificar este fenómeno como una suerte de moda literaria. David Becerra se pregunta: ¿a qué se debe esta eclosión de títulos que parecen cuestionar el pacto de silencio y olvido de la Transición? Pero, ¿verdaderamente lo cuestionan?, ¿son novelas que reivindican la memoria histórica o, al contrario, solamente utilizan la Guerra Civil como telón de fondo? ¿Cómo nos están contando la Guerra Civil las novelas que se escriben en la actualidad? La respuesta es este libro. "La Guerra Civil como moda literaria propone un estudio riguroso de novelas que se limitan a usar la Guerra Civil como telón de fondo, escenario histórico atractivo y familiar para el lector español. Novelas que consciente o inconscientemente reproducen la versión franquista de la guerra civil –no la versión gruesa del primer franquismo, obviamente, sino la reelaboración más sofisticada que en los últimos años de la dictadura se hizo y que dio por buena la Transición–. Novelas que despolitizan y desideologizan una guerra tan politizada e ideologizada como aquella. Novelas históricas deshistorizadas –según los mandatos de una posmodernidad capitalista que Becerra sacude con dureza-–. Novelas que nos mueven a la reconciliación y delimitan una memoria de corto alcance, sin reparación ni justicia." Del prólogo de Isaac Rosa

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Información

TERCERA PARTE:

LA LIQUIDACIÓN DE LA HISTORICIDAD

I

LA TEORÍA DE LA EQUIDISTANCIA

La novela de la Guerra Civil escrita en la actualidad no solo promueve una reconstrucción del pasado en la que, en algunos casos, se llega incluso a reproducir, como se ha visto en el capítulo anterior, los mitos que construyó el franquismo para legitimar un golpe de Estado y cuatro décadas de dictadura, sino que además podemos observar cómo, en esta reconstrucción del pasado, se ponen en funcionamiento distintos postulados posmodernos que terminan por deconstruir la propia Historia, liquidando su historicidad y negando, incluso, su propia existencia objetiva. Porque el común denominador de la novela de temática guerracivilista en la actualidad es la liquidación de la historicidad. Los mecanismos ideológicos y estéticos que se activan en la novela española actual para que esta liquidación se produzca son múltiples y variados. Vamos a identificar algunos de ellos para establecer el paradigma: la teoría de la equidistancia, puesta en práctica en buena parte de las novelas, la descripción aideológica y despolitizada del pasado novelado y, por último, el cuestionamiento de los paradigmas objetivistas que conducen a interpretar el pasado como un objeto inaprehensible, son algunos de las estrategias ideológicas que contribuyen, en la novela guerracivilista actual, a la liquidación de la historicidad.
Es preciso, pues, comenzar señalando que en numerosos casos se aplica en las novelas sobre la Guerra Civil la teoría de la equidistancia, entendida esta como la proyección de «la imagen de los dos bandos enfrentados, repetida con buenas o malas intenciones a lo largo de los años, [que] alude al odioso postulado de la simetría entre las dos caras de una moneda o entre las dos bordas –las dos bandas– de un barco»[307]. Pero, en efecto, y como sugería Carmen Negrín en las IX Jornadas sobre la cultura de la República, celebradas durante el mes de abril de 2011 en la Universidad Autónoma de Madrid y dirigidas por el profesor Julio Rodríguez Puértolas, «Bando: ¿dos bandos? Un gobierno no es un bando»[308]. La novela española actual, sin embargo, contribuye a reforzar la idea de que el Gobierno legítimo republicano sea considerado un bando, situándolo en una posición de simetría con respecto al bando –ahora sí es de rigor el uso del sustantivo– franquista. No es casualidad encontrar en las novelas afirmaciones encaminadas a apuntalar la idea de que en ambos lados y por igual se cometieron todo tipo de atrocidades.
La teoría de la equidistancia está muy presente en la narrativa española actual y se pone en práctica, por ejemplo, en Soldados de Salamina de Javier Cercas (Tusquets, 2001), cuando sitúa en posición simétrica la muerte de Antonio Machado y el frustrado fusilamiento del escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas desde el principio mismo de la novela:
Un día de principios de febrero de 1999, el año del sesenta aniversario del final de la guerra civil, alguien del periódico sugirió la idea de escribir un artículo conmemorativo del final tristísimo del poeta Antonio Machado, que en enero de 1939, en compañía de su madre, de su hermano José y de otros cientos de miles de españoles despavoridos, empujado por el avance de las tropas franquistas huyó desde Barcelona hasta Collioure, al otro lado de la frontera francesa, donde murió poco después. El episodio era muy conocido, y pensé con razón que no habría periódico catalán (o no catalán) que por esas fechas no acabara evocándolo, así que ya me disponía a escribir el consabido artículo rutinario cuando me acordé de Sánchez Mazas y de que su frustrado fusilamiento había ocurrido más o menos al mismo tiempo que la muerte de Machado, solo que del lado español de la frontera. Imaginé entonces que la simetría y el contraste entre esos dos hechos terribles –casi un quiasmo de la historia– quizá no era casual y que, si conseguía contarlos sin pérdida en un mismo artículo, su extraño paralelismo acaso podía dotarlos de un significado inédito [...]. El resultado fue un artículo titulado «Un secreto esencial»[309].
Obsérvese el modo en que Cercas utiliza, de buen seguro de forma intencionada, la palabra «simetría» para establecer un paralelismo entre la muerte de Antonio Machado y el fusilamiento fallido del poeta falangista.
La teoría de la equidistancia coloca en simétrica posición a las víctimas y a sus verdugos, como si a ambas partes del conflicto hubiera que atribuirle la misma responsabilidad. No resulta difícil localizar en las novelas que sobre la Guerra Civil se escriben en la actualidad sentencias del tipo «en esta guerra y posguerra se han cometido muchas atrocidades por ambos bandos. Repito: por ambos bandos», extraída de la novela Donde nadie te encuentre de Alicia Giménez Bartlett[310]; o en Dime quién soy de Julia Navarro: «¿Asesinos? Sí, en este país hay y han habido muchos asesinos, pero no solo los nacionales, no, también los otros han matado a muchos inocentes»[311]. También Javier Marías habla en Tu rostro mañana de que el terror era el «mismo en ambas zonas, en siniestra simetría demente»[312]. Pero igualar a los verdugos con las víctimas supone falsear la historia por medio de su descripción equidistante, como, contrariamente, el propio Marías afirma en otro lugar de su novela, cuando el protagonista le pregunta a su padre los motivos por los cuales nunca pensó en vengarse de la persona que le delató y que, por culpa de la misma, no solo sufrió años de cárcel, sino que también fue privado del ejercicio de la docencia durante el periodo que duró la dictadura franquista:
…le habría dado una especie de justificación a posteriori, un falso asidero, un motivo anacrónico para su acción. Ten en cuenta que en el conjunto de una vida lo cronológico va perdiendo importancia, no se distingue tanto lo que vino antes de lo que vino luego, ni los actos de sus consecuencias, ni las decisiones de lo que desencadenan. Él habría podido pensar que al fin y al cabo yo le había hecho algo, qué más daba cuándo, y haberse ido a la tumba más conforme consigo mismo[313].
El paso del tiempo en efecto termina borrando las huellas de la Historia, difumina las diferencias, altera la cronología y acaso contribuye a la confusión de las causas y los efectos, como imprime la metáfora de las tres casas distintas pero igualadas con los años en Soldados de Salamina de Javier Cercas:
Sesenta años atrás habrían sido sin duda tres casas muy distintas, pero el tiempo las había igualado, y su aire común de desamparo, de esqueletos en piedra entre cuyos costillares descarnados gime el viento en las tardes de otoño, no contenía una sola sugestión de que alguien, alguna vez, hubiera vivido en ellas[314].
El tiempo borra las huellas y dificulta la tarea de discernir entre las causas y los efectos, entre las víctimas y sus verdugos. Parece que la novela española actual que convierte la Guerra Civil en materia novelable participa de dicha confusión equidistante. La inculpación y la exigencia de responsabilidad a «los unos y los otros» por la tragedia desatada es un tema recurrente en nuestra literatura guerracivilista. El historiador Francisco Espinosa Maestre, en su ensayo El fenómeno revisionista o los fantasmas de la derecha, donde desmonta las teorías construidas por la historiografía revisionista actual sobre la Guerra Civil, saca a colación el modo en que la teoría de la equidistancia es empleada por Lorenzo Silva, autor de Carta blanca (Espasa, Calpe, 2004), cuando el novelista dice, en relación con la ocupación de Badajoz, que su novela «refleja el heroísmo y la infamia de los dos bandos. Los republicanos fusilaron, por ejemplo, a jubilados; y la represión nacional fue inhumana; pero entre sus filas hubo quien se jugó el tipo». Ante una proposición de este tipo, Espinosa Maestre no puede sino apuntar:
Ahora resulta que los republicanos fusilaron a jubilados y que los fascistas se jugaron el tipo [...]. Y ya como colofón, y tras decir que en el palacio de congresos que se ha construido en lo que fue la plaza de toros de Badajoz, convendría que «haya un recuerdo de lo que significó aquello», Silva el ecuánime repite: «También vi que en el baluarte de Trinidad hay un monumento a los héroes de la Legión. Esto está bien porque fue gente que se dejó el pellejo; pero cabría colocar otro monumento a los carabineros que lucharon por la República en la ciudad». Parece que no importa nada que unos se dejaran el pellejo defendiendo la democracia y otros el fascismo. Por lo visto el tiempo todo lo iguala. Por esta regla de tres Europa estaría cuajada de monumentos a los nazis que se dejaron el pellejo...[315]
Ante reconstrucciones del pasado de este tipo, es de rigor esgrimir que situar en el mismo plano de responsabilidad a un gobierno legítimo y a los golpistas que atentan contra su legalidad responde, como afirma Serge Salaün, a una insidiosa maniobra revisionista:
Desde hace algunos años se propaga una nueva manera de enfocar la literatura y la cultura de la guerra de España, alrededor del dogma de la «equidistancia». El punto de partida se sitúa a mediados de los años ochenta cuando, después de la Transición y asentada la democracia, se pretende enfocar la historia de la guerra hacia perspectivas menos partidarias, menos doctrinarias y, sobre todo, menos maniqueas. Como si el fantasma de la guerra o de la dictadura fuera ya inofensivo, como si la visión supuestamente primitiva y drástica entre «buenos» y «malos» necesitara matizarse o suavizarse, hacia unas posiciones más humanas de perdón, reconciliación u olvido de un pasado que se quiere superado[316].
Más adelante señala Salaün que la teoría de la equidistancia no solamente produce y legitima «cierta reescritura sesgada de la Historia, o ciertas omisiones»[317]debido a que «la doctrina del “justo medio” encaja mal con la realidad social, ideológica y política»[318]; advierte además sobre la peligrosidad política que conllevan este tipo de lecturas (o de reescrituras) de la Historia al señalar que «suele ser el terreno abonado para empresas ideológicas solapadas de rehabilitación de este pasado dictatorial, presentado como ominoso durante más de una década»[319].
La novela de Antonio Muñoz Molina, La noche de los tiempos (Seix Barral, 2009), ya citada en el capítulo anterior, propone del mismo modo una igualación entre «los unos y los otros» a partir del potencial carácter golpista que ostenta cada una de las partes desde los tiempos republicanos hasta el estallido de la Guerra Civil. La propaganda política cumple la función, en la novela, de igualar, desde el fanatismo y el apego irracional al dogma, a las izquierdas y las derechas como parte indisoluble del mismo problema. No establece Muñoz Molina una diferenciación política entre fascistas y republicanos de izquierda, pues el conflicto en la novela no es racional, sino impulsivo, responde al sentir irracional del pueblo español. No hay luz/razón en el tiempo histórico que narra la novela, solo noche/barbarie. La simbología –desde el título mismo: La noche de los tiempos– es clara. La novela defiende que la política no existe, solo la propaganda. En este sentido, la propaganda se configura como protagonista central de La noche de los tiempos porque no es sino la propaganda la que articula los discursos y los actos –sobre todo los actos– de los sujetos alienados que, bajo su dominio, provocarán el inicio del conflicto bélico e iniciarán la barbarie guerracivilista. La política, en tanto que correlato de la propaganda, se describe como «una venda alrededor de sus ojos»[320]o como una ceguera voluntaria[321]. En lugar de presentar la política como un espacio de comunidad donde, por medio de diálogo y la discusión, se pueda construir un proyecto común y democrático, la política –y el debate político– es definido en términos de crueldad y de aniquilación del adversario:
…el apasionamiento frío de una discusión política en la que era urgente sobre todo aniquilar al adversario, dejándolo sin razones, condenándola a una intemperie de tinieblas como la que durante algún tiempo pareció haberse tragado a Leon Trotsky[322].
Por otro lado, Ignacio Abel, su protagonista, definirá la propaganda política en términos de mala literatura. Tras escuchar que el hijo del capataz de las obras de la Ciudad Universitaria se ha afiliado a la Juventud Comunista y al anunciar que su proyecto político es «traer otro mundo»[323], Ignacio Abel, en una suerte de monólogo interior, señala:
Literatura de nuevo, pensaba [......

Índice

  1. Portadilla
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Prólogo. Y pese a todo, necesitamos más novelas sobre la Guerra Civil
  5. Dedicatoria
  6. Primera Parte: El boom de la memoria
  7. Segunda Parte: El mito de la Cruzada en la narrativa española actual
  8. Tercera Parte: La liquidación de la historicidad
  9. Coda: Entre la memoria y la nostalgia
  10. Anexo: El corpus narrativo
  11. Bibliografía
  12. Agradecimientos
  13. Notas