
- 160 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
Un libro teórico y práctico, con una gran base teológica y de practicidad, escrito por un autor que ha demostrado su capacidad en el mundo de los negocios y en el mundo espiritual, uniendo fe y trabajo como
modelo de vida integral en este siglo XXI.
Muchos libros de negocios señalan ciertos valores o hábitos que han de practicarse y cultivarse. Pero necesitamos algo más que unos principios abstractos para guiarnos en la búsqueda de un buen negocio. Más que eso, necesitamos experimentar genuinamente la presencia dinámica de Dios obrando en nuestro trabajo.
Muchos libros de negocios señalan ciertos valores o hábitos que han de practicarse y cultivarse. Pero necesitamos algo más que unos principios abstractos para guiarnos en la búsqueda de un buen negocio. Más que eso, necesitamos experimentar genuinamente la presencia dinámica de Dios obrando en nuestro trabajo.
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Información
Categoría
Theology & ReligionCategoría
ReligionTERCERA PARTE
Propósitos de Dios para el trabajo y los negocios
8
Más allá de los principios
[David] tomó su bastón, fue al río a escoger cinco piedras lisas, y las metió en su bolsa de pastor.
(1Samuel 17:40)
En mi viaje a Rusia oriental, todo fue difícil: vuelos retrasados, pérdidas de equipaje, problemas informáticos y una comunicación difícil.
Vladivostok era el centro de operaciones de la Flota naval soviética del Pacífico. Hasta hace algunos años, era una ciudad cerrada, incluso para la mayoría de los rusos. Hoy, como una olvidada San Francisco, se esfuerza por emerger de sus setenta años de desolación bajo el control del comunismo. Los desafíos son enormes. A siete horas de diferencia horaria de Moscú, Vladivostok es la última parada del Transiberiano. De hecho, esta región del lejano oriente ruso, que tiene frontera con China, parece de muchas formas más asiática que rusa.
Era, pues, muy poco probable que alguien invitara a un pequeño equipo de nuestra organización para que dirigiera un seminario de dos días sobre la actividad empresarial desde una óptica bíblica en aquella ciudad; la primera vez que se impartía este tipo de enseñanza (hasta donde nosotros sabíamos) en aquella parte del mundo. ¡Nunca habríamos podido imaginar el impacto que nuestra visita tendría sobre aquellas personas, y sobre nosotros!
No nos sorprendió demasiado que nuestras reuniones se celebraran en una sala utilizada por el partido comunista para llevar a cabo sus sesiones de adoctrinamiento. Lo sorprendente era la asistencia de 160 personas, algunas de las cuales desplazándose desde el Círculo Polar Ártico. ¡Estábamos asombrados! Difícilmente habrían podido estas personas, solo una década atrás, imaginarse un día en que dirigirían sus propias empresas, participando en procesos de formación de capital, fabricación, mercadotecnia, ventas, distribución y generación de beneficios. Ahora, eran los alumnos más motivados de Rusia, deseosos de entrar en el ámbito de los negocios y el comercio a escala mundial. Y ahí estábamos nosotros, invitados a ayudar. Mi desafío personal era construir un fundamento bíblico bajo sus actividades. Decidí centrarme en cinco temas del ámbito empresarial, en los que la Biblia y los negocios se encuentran de un modo muy claro y contundente. Los agrupé bajo el título: «Propósitos de Dios para el ámbito laboral».
Los nuevos empresarios rusos me escuchaban atentamente, tomaban notas, hacían preguntas difíciles, y hablaban a todas horas de la aplicación de estas cosas a su vida y trabajo. El entusiasmo de aquellos hombres y mujeres era increíble. Hacia el final de nuestro tiempo decidieron que habían sido, sin duda, llamados al ámbito comercial y pidieron oración para confirmar su compromiso. Prometieron mantenerse firmes contra la corrupción y los miles de obstáculos que afrontaban. Se ofrecieron para ser siervos de Dios en el mundo de los negocios y el comercio.
Cinco temas relacionados con el trabajo y los negocios
A medida que he ido estudiando los pasajes bíblicos que se aplican al ámbito del trabajo, he encontrado ideas que caen en dos categorías principales. La primera gira alrededor de ciertas personas y lo que podemos aprender de ellas —hombres y mujeres que van desde Adán a Ester, o desde Booz a Lidia—, los «compañeros de viaje» de que hemos hablado en capítulos anteriores.
La segunda categoría no tiene que ver específicamente con personas, sino con ciertos temas: las principales ideas bíblicas relativas al trabajo y los negocios, temas que trascienden el tiempo, las circunstancias y las personas. Se trata de principios y patrones que impregnan la Palabra de Dios. Grandes ideas que aparecen una y otra vez, y que, por su repetición, merecen una atención especial. Elementos estructurales sobre los que pueden construirse políticas y prácticas. Puntos de conexión que relacionan la verdad bíblica con las necesidades comerciales. Puntos de apoyo para alcanzar una mayor efectividad. No son las típicas materias que aparecen en los planes de estudio de las escuelas de negocios (aunque su inclusión beneficiaría a todo aspirante a dirigente empresarial).
Los cinco temas que abordaremos en las páginas siguientes constituyen los «propósitos de Dios para el trabajo y los negocios». Tras varias décadas trabajando en actividades comerciales, he descubierto que, cuando mi trabajo se alinea con estos temas, la paz y el favor de Dios se hacen evidentes de muchas formas.
Alguien podría argumentar que hay más de cinco temas importantes o decidir que éstos son un número menor. Personalmente, he encontrado que estos temas en concreto cubren el asunto de forma completa y nos brindan una ayuda verdadera y práctica. Igual que las «cinco piedras lisas» que David usó para derrotar a su adversario, puede que estos cinco temas sean justo lo que necesitas en tu arsenal para el ámbito laboral y los negocios. (Dicho sea de paso, David tomó cinco piedras en lugar de la armadura del rey Saúl, que para él era un peso inútil. Hemos de tener cuidado de que la gran profusión de ideas populares y prometedoras sobre la gestión empresarial no nos entorpezca también a nosotros).
Los cinco temas que cubriremos en los siguientes capítulos son:
Propósito. Las personas y las organizaciones funcionan con mucha mayor efectividad cuando tienen un claro sentido de propósito. Todos nosotros hemos de preguntarnos: «¿Para qué estoy aquí?». Conocer nuestro propósito nos libera de diversiones que nos debilitan y nos ayuda a enfocarnos en lo que es más importante.
Valores. Los valores esenciales son como un giroscopio interno, que nos ayuda a mantener el rumbo. Éstos nos recuerdan a nosotros e informan a otros sobre «las cosas que apoyamos». Tales valores definen los límites. Nos dirigen hacia lo que es noble, bueno y sostenible.
Personas. Las personas son la prioridad de Dios. Cuando ponemos a otros por delante de nosotros, nos alineamos con su programa. Mantener un profundo respeto por cada persona puede transformar el carácter y la cultura del ámbito laboral.
Mayordomía. El concepto de mayordomía tiene que ver con la propiedad. ¿A quién pertenece aquello de que somos responsables? ¿Es nuestro o de Dios? Entender esta distinción influye decisivamente en la gestión de nuestro tiempo, posesiones y otros recursos. Nos ayuda a perseverar en medio de las dificultades y a conseguir el verdadero éxito.
Servicio. Un acercamiento a estas cuestiones desde la óptica del servicio refleja el corazón de Jesús, quien no vino para ser servido, sino para servir. Enfocarnos en el servicio nos orienta hacia las necesidades de los demás, incluidas las de nuestros compradores y clientes.
Te recomiendo que consideres cómo se aplican estos cinco temas a tu trabajo. Utilízalos como puntos de referencia para mantenerte bien encaminado, bien encaminada. Es incluso posible que haya formas de reflejarlos en los documentos rectores de tu organización.
Más que principios
Estos cinco temas no deben entenderse como «fórmulas». No creo que, para la aplicación de la verdad bíblica, los acercamientos formulistas sean realmente adecuados, aunque tales acercamientos son muy populares en la literatura moderna sobre temas empresariales, y encuentran una notable receptividad en la gente. Muchos, incluso personas no cristianas, creen que, limitándose a aplicar un determinado principio o precepto, «tendremos la bendición de Dios» y automáticamente seguirán los resultados. Naturalmente, Dios quiere bendecir, pero nunca permitirá que se le reduzca a una mera fórmula. Su propósito no es cumplir nuestras órdenes como si fuera un «genio» (un término que utiliza David Bryant en su libro Christ Is All! [¡Cristo lo es todo!]).
Dios actúa de manera distinta. Aunque sus caminos siguen ciertos patrones y principios, éstos no son automáticos ni manifiestamente previsibles, ni son tampoco la suma de su interacción con nosotros. Él actúa por el poder de su Espíritu Santo y en línea con su Palabra. Él obra por medio de relaciones personales con su pueblo, a través de la rendición y obediencia de los suyos. Él se acerca a quienes le buscan primero a él, y está decidido a implicarse personalmente.
Por tanto, como hicimos con nuestros amigos rusos, que fueron tan estimulados y fortalecidos durante los días que pasamos juntos —y con su compromiso de servir a Dios en el ámbito empresarial sonando todavía en mis oídos—, consideremos más de cerca los propósitos de Dios para esta esfera de nuestra vida.
9
El poder del propósito
Los ejecutivos eficaces toman dos tareas y dedican a ellas sus energías. Cuando las han terminado, no pasan a la número tres, sino que hacen una nueva lista.
Peter Drucker
Para el cumplimiento de algo específico un hombre renuncia a todo lo demás.
George Santayana
El día que nuestra empresa afrontó su mayor amenaza fue el día en que dejamos de tener objetivos claros.
Para entender nuestra difícil situación, hemos de remontarnos algunos años, al tiempo en que se creó la empresa. Los desafíos de aquellos primeros años fueron de una gran magnitud, tanto que hundieron muchos negocios poco afianzados.
Nuestra empresa tuvo un déficit de capital desde su inicio en 1937. Mi padre había perdido sus ahorros durante la Gran Depresión y hubo de comenzar su nuevo negocio con recursos muy limitados. Introdujo a un socio con un modesto capital, a cambio de la mitad de la propiedad de la empresa. Un acuerdo costoso, pero necesario para poder avanzar.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la empresa solo llevaba unos años funcionando. Como mencioné en un capítulo anterior, la escasez de piezas impidió, al poco tiempo, que siguiéramos fabricando nuestro producto estrella. La respuesta de mi padre fue llevar a la empresa por un nuevo camino durante los años siguientes, en que nos dedicamos al aislamiento de viviendas. Este paso, aunque supuso un notable alejamiento de nuestra principal actividad, permitió que la empresa, no solo sobreviviera, sino que pudiera conservar a todos sus empleados.
Después de la guerra, la empresa volvió a sus orígenes, fabricando quemadores de petróleo para la instalación de calefacciones en casas, escuelas, iglesias y pequeños negocios. La producción se incrementó rápidamente. De hecho, a comienzos de la década de 1950-60, el volumen de ventas permitió que mi padre sorprendiera a la familia con la compra de un Chrysler Sedan, nuestro primer coche nuevo en diez años. Entonces, justamente cuando nuestra prosperidad iba en aumento, surgió una nueva y siniestra amenaza. En aquel momento, yo estaba en la universidad, absorto en mi mundo, sin darme cuenta de la crisis que mi padre estaba experimentando. Más adelante, supe lo que había sucedido; tuve conocimiento de que habíamos perdido nuestro sentido de propósito.
El día que perdimos nuestro objetivo
El petróleo de calefacción era un combustible fácil de conseguir durante los primeros años de nuestro negocio. El gas natural, que ahora domina el sector de la calefacción residencial, se consideraba poco valioso. El gas se quemaba al aire libre, en la misma boca del pozo, como un subproducto de la producción de crudo. Pero, pasado un tiempo, los productores de crudo comenzaron a recoger este «subproducto desechable» y a transportarlo hasta las principales ciudades del Medio Oeste mediante una nueva red de gasoductos. La transformación a gran escala de este económico combustible se convirtió en algo muy común.
Mi padre se resignó a la conclusión de que la industria de la calefacción de petróleo no podría nunca competir con el gas natural. Era solo cuestión de tiempo. La competencia del gas natural acabaría hundiendo su joven negocio. Así fue como la empresa dejó de tener objetivos.
Desmoralizado, a mi padre se le ocurrió invertir nuestras modestas ganancias, precisamente, en unas minas de amianto de Canadá. Pronto salió a la luz la preocupación —hoy legendaria— sobre los peligros del amianto, y, de la noche a la mañana, sus inversiones perdieron todo su valor. La empresa, ahora sin liquidez, estuvo a punto de hundirse.
Finalmente, mi padre dejó atrás esta mala decisión y comenzó laboriosamente a actualizar y mejorar nuestros productos principales. Algunos mercados seguían siendo fuertes, especialmente en la zona noreste, donde la competencia del gas natural era menor. La empresa fue avanzando lentamente hasta la rentabilidad, perfeccionando constantemente su tecnología. Uno de sus amigos me dijo más adelante que, cuando mi padre tomó la decisión de volver a «lo esencial», volvió a sentir entusiasmo y trabajó hacia el futuro con un enorme despliegue de energía.
En los años que siguieron, la empresa afrontaría otros desafíos, algunos de ellos colosales. Pero ninguno superaba al peligro que enfrentamos en aquella ocasión, el día en que la Beckett Corporation perdió su sentido de dirección, sus objetivos.
La lección aprendida
Me habría gustado tener una charla sosegada con mi padre, en algún momento, sobre este difícil episodio de su trayectoria empresarial que, por lo demás, fue exitosa. Imagino que, de haber podido hablar con él al respecto, me habría dicho algo así:
John, comencé este negocio para ofrecer a la gente un tipo de calor limpio, práctico y asequible en climas fríos. Recuerdo como si fuera ayer, la experiencia de llenar de carbón el horno de casa con una pala durante mi infancia. A mediados de la década de 1920-30, comenzó a aceptarse generalmente que la calefacción de petróleo suponía una gran mejora sobre la de carbón. Era más limpia y automática. ¡Se acabó palear carbón! Suponía realmente un gran avance técnico. Yo estaba tan entusiasmado en cuanto al futuro de la calefacción de petróleo que, cuando tuve ocasión de entrar en el negocio, mi única meta era diseñar y fabricar los mejores quemadores del mundo.
Pero, tras cierto éxito inicial, permití que la amenaza de otro combustible me ofuscara y no me permitiera pensar con claridad. Perdí de vista nuestro objetivo y me desanimé. Esto me impidió ver oportunidades sin explotar dentro de nuestra principal actividad. Finalmente, me di cuenta de que podíamos corregir nuestros productos y estrategias de marketing y seguir teniendo un papel vital en el cumplimiento de nuestro propósito original.
El poder del propósito
Cuando una persona o una empresa encuentran y mantienen su propósito, su impacto puede ser enorme. Tener un objetivo hace que algo desordenado, fragmentado y fuera de armonía se convierta en un proyecto bien perfilado, cohesionado, ordenado y apasionante.
¿Alguna vez has escuchado una orquesta sinfónica haciendo ejercicios de calentamiento? ¡Suena como una pelea de gatos! Los violines y los clarinetes suenan cada uno por su lado, subiendo y bajando escalas; las trompetas y los trombones retumban con sonidos ampulosos; los tambores y los címbalos estallan estrepitosamente, en una rutina que permite a los músicos ejercitar los dedos, humedecer las cañas y flexionar los músculos. (Todos estos sonidos aleatorios no son muy distintos de la cacofonía que se oye en algunas organizaciones de nuestro tiempo).
El primer indicio de orden se produce cuando el director apunta al oboísta, y pide que le dé un quejumbroso «la»: la nota de referencia que permite afinar a los demás instrumentos. Los músicos hacen sus últimos ajustes. Entonces, sobre el escenario y en la sala cae un misterioso silencio. Todos los ojos están fijos en el maestro que, levanta su batuta y, con el primer compás... ¡Música! ¡Armonía! ¡Energía! ¡Propósito! Con un rápido movimiento de batuta, aquello que era confuso y aleatorio se define y se convierte en algo estratégico. Cien personas trabajan juntas, en voluntaria interdependencia, para conseguir una meta común.
Esta es la clase de armonía digna de tu vida y de la de tu organización. Esta es la naturaleza y poder transformador del propósito.
Dónde tiene su origen el propósito
En su superventas, Una vida con propósito, Rick Warren afirma con audacia: «Solo en Dios descubrimos nuestro origen, identidad, significado, propósito, trascendencia y destino. Cualquier otro camino acaba en un callejón sin salida» (pág. 18 del original en inglés).
Warren contrasta esta perspectiva teocéntrica con los populares acercamientos centrados en uno mismo. «Por regla general, los libros de autoayuda, incluso los cristianos, ofrecen los mismos pasos previsibles para encontrar el propósito de tu vida: Define tus valores. Trázate metas. Averigua cuál es tu fuerte. Apunta a lo más alto».
Aunque estos acercamientos tan manidos pueden tener una cierta validez, la Biblia nos asegura, desde una óptica teocéntrica, que nuestro Padre celestial tiene planes y propósitos para nosotros que trascienden a lo mejor que podamos concebir por nosotros mismos. Por ejemplo, el profeta Jeremías le dijo a una nación en cautiverio: «Porque yo sé muy bien los planes qu...
Índice
- Página del título
- Derechos de autor
- Recomendaciones
- Dedicatoria
- Índice General
- Prólogo
- Reconocimientos
- Introducción
- Primera parte: Mi recorrido personal
- Segunda parte: Compañeros de viaje
- Tercera parte: Propósitos de Dios para el trabajo y los negocios
- Epílogo
- Sobre el autor