Capítulo 1
1. INCLUSIÓN DE LA DIMENSIÓN AMBIENTAL
EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
En este capítulo se recogen y exponen algunos antecedentes del orden internacional así como nacional sobre diferentes sucesos (conferencias, congresos, seminarios, programas, entre otros) y lineamientos institucionales que dieron luces y aportaron evidencias importantes y significativas relacionadas con los procesos adelantados tanto por el Estado como por las universidades sobre la inclusión de la dimensión ambiental en la Educación Superior.
Estos antecedentes deben ser analizados puesto que ya se cumplieron en el mundo cuatro décadas hablando sobre la inclusión del componente ambiental en las universidades y seis décadas de las voces que alertaron sobre el deterioro ambiental causado por la creciente industrialización y contaminación, el aumento exponencial de la población, así como del incremento en la demanda de recursos naturales y energéticos desde la posguerra.
En el caso colombiano, es importante aclarar que según la Ley 30 de 1992 que regula dentro de las Instituciones de Educación Superior (IES) la Educación Superior en Colombia, las universidades son reconocidas por desempeñar tres funciones sustantivas: Docencia, Investigación y Proyección Social o Extensión Universitaria. Por tanto, ante la crisis ambiental planetaria y al papel que se le otorgó a la educación y los educadores como piezas clave en el conocimiento y la solución de los problemas ambientales, desde las conferencias internacionales como: Estocolmo (1972), Tbilisi (1977), Moscú (1987), Tbilisi +30 en Ahmadabad-India (2007), Río de Janeiro (1992) y Río+20 (2012), se iniciaron y continuaron cuestionamientos y reflexiones sobre la importancia de incluir la dimensión ambiental en la Educación Superior, no sólo en los procesos de formación y capacitación de docentes sino frente a la responsabilidad de la Universidad por ser un ente propiciador de cambios paradigmáticos en el modelo de desarrollo insostenible impuesto hasta el momento. Este capítulo se inicia con el recuento de algunos antecedentes internacionales.
1.1. Antecedentes internacionales
Algunos de los antecedentes internacionales que se registran con relación a la inclusión de la dimensión ambiental en la Educación Superior, posiblemente los más antiguos y de mayor constancia en el tiempo, son los hechos relacionados con la promoción de la educación ambiental universitaria y la necesidad de promover programas relacionados con la formación en temas ambientales.
En orden cronológico se puede registrar la conformación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en 1948 y de su Comisión de educación en 1949. A partir de ese momento se publicaron varios estudios y aumentó el interés por la Educación Ambiental Universitaria, especialmente en Programas de Ciencias Naturales (UNESCO et al., 1985).
De la misma manera, se reconoce la Reunión Internacional del Programa sobre el Hombre y la Biósfera (MAB), realizada en París (1971) por la UNESCO. MAB, por sus siglas en inglés, es un programa científico intergubernamental e interdisciplinar que “combina las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales, la economía y la educación con el fin de mejorar las condiciones de vida de los seres humanos y salvaguardar los ecosistemas naturales” (UNESCO, 2013: párrafo 3). Este registro da muestra de acciones de investigación referentes a la relación hombre-naturaleza, adelantadas desde la década de los 70.
No obstante, es importante agregar a este recuento algunos hechos significativos de la década de los 60 que alertaron sobre el futuro de la humanidad ante la crisis ambiental de la posguerra. Uno de los hitos que suscitó controversia fue el presentado por la bióloga marina y ecóloga Rachel Carson en 1962 con su libro titulado Primavera silenciosa, en el cual alertó a la opinión pública del peligro del uso de los pesticidas sobre el ambiente. En especial, la autora hizo referencia al impacto del Dicloro-difenil-tricloroetano o DDT, el cual fue utilizado por los EEUU para el tratamiento de piojos en los soldados durante la segunda guerra mundial, así como en el control de los mosquitos transmisores de la malaria, en la India, bajo la afirmación de no causar ninguna afectación sobre la salud humana.
No obstante, Carson logró demostrar el efecto del DDT en el descenso de la población de águilas calvas en los lagos de EEUU, así como su relación con la presencia de cáncer en ratones por el consumo de alimentos tratados con pesticidas debido a la acumulación y aumento de la concentración de estas sustancias en el tejido graso de los animales a medida que se asciende en la cadena alimenticia (bioacumulación), lo que hace más resistentes a las plagas y más frágil al ecosistema al alterar su equilibrio. La obra de Carson causó polémica entre las multinacionales, los agricultores y el Gobierno, quienes se dedicaron a desprestigiarla. Sólo tiempo después se reconocieron sus aportes en la regulación en el uso de pesticidas, la prohibición del DDT y al inicio de movimientos ambientalistas, ya que su libro sobresale como la primera obra divulgativa sobre impactos ambientales en la salud de los ecosistemas.
Otro hecho significativo de finales de los sesenta e inicios de los setenta, fue el informe presentado por el Club de Roma, ONG creada en 1968 y conformada por un grupo de científicos, políticos e investigadores quienes pusieron de manifiesto su preocupación en 1972 y presentaron su escrito denominado Límites del Crecimiento (Meadows et al., The Limits to Growth, Pan Books, London, 1983). El mensaje base del informe es, que es imposible un crecimiento ilimitado en un planeta limitado, y su principal conclusión fue:
Si las actuales tendencias de crecimiento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y el agotamiento de los recursos continúan sin cambios, los límites del crecimiento de este planeta se alcanzarán antes de los próximos cien años. El resultado más probable será un descenso incontrolable y repentino tanto de la población como de la capacidad industrial (Meadows, 1999)
Los hechos descritos en los párrafos anteriores hacen parte de las múltiples expresiones que pusieron de manifiesto la crisis ambiental planetaria, ante lo cual Naciones Unidas (UN) convocó en junio de 1972 a la Conferencia de UN sobre el Medio Humano, realizada en Estocolmo, Suecia, la cual “sentó las bases para avanzar en la comprensión del carácter interdisciplinario y sistémico de los problemas ambientales” (UNESCO et al., 1985:15).
Dentro de los avances más importantes logrados en Estocolmo se destacan: la declaración de 26 principios y 109 recomendaciones sobre los derechos y deberes ambientales de la humanidad; la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA); la recomendación 96 de la Conferencia que encarga a la UNESCO establecer un Programa Internacional de Educación Ambiental (PIEA). Al mismo tiempo, se estableció el 5 de junio como el día Internacional de Medio Ambiente en coincidencia con la fecha de la conferencia. Sin embargo, es en Estocolmo donde se habla por primera vez de Educación Ambiental, específicamente en el Principio 19, que consigna:
Es indispensable una labor de educación en cuestiones ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes como a los adultos y que preste la debida atención al sector de la población menos privilegiado, para ensanchar las bases de una opinión pública bien informada y de una conducta de los individuos, de las empresas y de las colectividades inspirada en el sentido de su responsabilidad en cuanto a la protección y mejoramiento del medio en toda su dimensión humana. Es también esencial que los medios de comunicación de masas eviten contribuir al deterioro del medio humano y difundan, por el contrario, información de carácter educativo sobre la necesidad de protegerlo y mejorarlo, a fin de que el hombre pueda desarrollarse en todos los aspectos (UN, 1972: 3).
De acuerdo con González Gaudiano (1999), la Conferencia de Estocolmo del 72 no recogió las preocupaciones sobre las diferencias en los problemas ambientales de los países en desarrollo frente a los países desarrollados, puesto que, dichas manifestaciones fueron presentadas tímidamente por los países latinoamericanos en la reunión preparatoria en 1971 en Founex, Suiza. Tampoco hizo visible la necesidad de “incrementar la asistencia técnica y económica para poder emprender acciones en pro del ambiente” (p.12).
Así mismo, el autor resalta que la declaración es un tanto ingenua al impulsar medidas voluntarias, y que responde al educacionismo propio de la época “pareciera que basta con educar a la población para modificar cualitativamente el estado de cosas imperante. Se concibe una educación acorde con la visión de la problemática ambiental del mundo industrializado, es decir, entendida como problemática ecológica” (p.13).
Sin duda, los hechos descritos hasta aquí marcaron el origen mesiánico y el derrotero propuesto inicialmente por Naciones Unidas a la Educación Ambiental como estrategia para la solución de la crisis ambiental desde un enfoque reduccionista y meramente ecológico. Esta afirmación se puede corroborar en las acciones planteadas en el primer proyecto trienal del PIEA que se resume en incluir la temática ambiental dentro de la enseñanza de las Ciencias Naturales como se verá más adelante.
En el contexto descrito en los párrafos anteriores, en 1975, UNESCO y PNUMA crearon el Programa Internacional de Educación Ambiental (PIEA):
A cargo de William Stapp, de la Escuela de Recursos Naturales de la Universidad de Michigan en Estados Unidos de Norteamérica. El PIEA operó hasta 1995, cuando el PNUMA suspendió su contribución a la UNESCO para la operación del mismo (…) El PIEA orientó sus objetivos hacia el diseño y l...