RECUERDOS DE UN VIAJE POR EL NORDESTE
DE ANTIOQUIA, 1867
Presentación
Para 1867, el antiguo cantón del Nordeste había digerido una serie de cambios administrativos, todos desacertados. Veinte años atrás, la cabecera cantonal había pasado de Remedios a la nueva y pujante población de Amalfi, para desagrado de los remedianos y de los conservadores de Santa Rosa. Una división territorial de 1859 había partido en dos el antiguo cantón, cuando se establecieron dos nuevos departamentos: el de Amalfi y el de Santa Rosa. Cuando Uribe Ángel hizo su viaje al Nordeste ya era oficial el “Departamento del Norte”, con la capitalidad en Santa Rosa.
En el tiempo en que Uribe Ángel emprendió el viaje al Nordeste del Estado todavía se sentían los efectos de dos eventos importantes: el Cisma dentro del clero y el olor a pólvora. Con el proyecto político del general Tomás Cipriano de Mosquera, algunos clérigos se sometieron al gobierno y a los dos decretos más importantes del caudillo: los de Tuición de Cultos y el de Desamortización de los bienes de Manos Muertas. Después de algunas incidencias y el destierro del obispo, muchos clérigos se resistieron a los mandatos del padre Lino Garro, nuevo Vicario y clérigo sometido. Los curas y los sacerdotes tuvieron claro el panorama con el Cisma Antioqueño: los de la resistencia solamente obedecían lo ordenado por el expresidente Ospina Rodríguez y por el clérigo doctor José Joaquín Isaza, gran perjudicado en sus rentas de extintas capellanías.
Los reaccionarios se apoyaron en dos clérigos marinillos, Valerio Jiménez y Vicente Arbeláez. Los resistentes forzaron a Jiménez para que fuera Vicario, también. Una diócesis en crisis, con dos vicarios simultáneos, había dado ocasión para que el Cisma —que ya llevaba unos quince años de entablado— terminara con la muerte del obispo, las mutuas excomuniones, las cartas al Papa, las acusaciones políticas, la pérdida de la sede obispal y el traslado de la capitalidad de la diócesis de la ciudad de Antioquia a la de Medellín, con la degradación de aquella catedral, que perdió su silla, a la categoría de “iglesia municipal”.
Además, hacía tres años que el gobierno del Estado había vuelto a las manos hegemónicas de los conservadores, y gobernaba quien se había transformado en el más moderado y estricto: Pedro Justo Berrío (enero de 1864 a 1873), claro líder del grupo berriísta. Aunque los políticos antioqueños eran favorables al sistema federal, los liberales más radicales lamentaban la muerte violenta dada al Presidente Pascual Bravo, y los conservadores deseaban mermar la temperatura en materia religiosa y educativa. La anterior Constitución liberal y la división territorial habían durado 15 meses.
Los vencedores, con Berrío al mando de su gobierno de crisis, reunieron una Asamblea Constituyente que aprobó la nueva Constitución para el Estado de Antioquia, con la consabida división territorial favorable a sus intereses electorales: en el anterior régimen coexistían los municipios de Amalfi y de Santa Rosa con 11 distritos entre ambos. Mas con la división política de 1864 el reordenamiento causó sobresaltos en unos y alegría en los hegemónicos: el poderoso y poblado departamento del Norte, con la capitalidad de Santa Rosa, abarcaba 19 distritos, desde las primeras minas de oro de Entrerríos hasta la última explotación del Nordeste. Uribe Ángel, pues, salió de viaje desde el departamento de Medellín y visitó casi todo el territorio del nuevo departamento del Norte, que en el manuscrito del viaje se dio en llamar “El Nordeste”.
Y es que desde las primeras décadas del siglo xix individuos, tanto extranjeros como nacionales, comenzaron a recorrer el territorio antioqueño y a planear alternativas de explotación de sus recursos naturales. Sobre el llamado cantón del Nordeste se hacía énfasis en la copiosidad de yacimientos auríferos y el poco desarrollo que había experimentado la minería. En los albores de la vida independiente, se decía que “solamente la minería ha permanecido en el estado abyecto en que la dejó el réjimen colonial sin esperimentar ninguna de aquellas reformas saludables que se han introducido con buen suceso en otros ramos”.
Ese llamado de atención era algo generalizado entre quienes veían con optimismo las promisorias posibilidades de explotación aurífera en Antioquia. De ahí que, a lo largo del siglo xix, su territorio se convirtiera en un “laboratorio tecnológico”, en el que se pusieron en marcha algunos de los adelantos más significativos de la minería en el mundo. Estas innovaciones tenían una rápida difusión por las zonas mineras de Antioquia y, en ese sentido, pueden catalogarse como los principales adelantos técnicos en la minería antioqueña durante el siglo xix: el molino de pisones, las técnicas de fundición, el monitor hidráulico y la draga.
Y es que, después de la Independencia, se pudo disponer de técnicas mineralógicas, americanas y europeas; se ampliaron las posibilidades del comercio con el exterior y se desarrolló un interés por explotar las minas de veta y no solo las de aluvión. Precisamente, esa introducción de conocimientos mineralógicos y las visitas llevadas a cabo por ingenieros europeos a algunos establecimientos mineros de Antioquia, iniciaron una verdadera revolución tecnológica en las vetas de su territorio. Esos adelantos repercutieron en la apertura de la frontera minera de Antioquia, toda vez que abrían las posibilidades de explotación hacia otra clase de yacimientos. Zonas ricas en ellos aumentaron las expectativas de inversión y explotación mineral: resurgieron los distritos mineros del Nordeste de Antioquia y se realizaron ingentes esfuerzos de explotación mineral en distritos como Titiribí, al Suroeste de la provincia. La apertura colonizadora hacia el Nordeste permitió el surgimiento de distritos parroquiales como Amalfi, Segovia, Yalí y Yolombó.
Precisamente, una colonia que alcanzó considerable importancia pocos años después de su establecimiento fue Amalfi, segregada del territorio de Cancán, dependiente de Remedios. En 1833, cuando mineros oriundos del altiplano de Rionegro eran señores de mina en buena parte del altiplano de Los Osos, el gobierno republicano le otorgó once leguas de baldíos al comerciante español Pedro Sáenz, vecino de Rionegro y parte integral de la familia más importante de Antioquia y de las más emprendedoras de la Nueva Granada. Tales tierras se le dieron en el cantón del Nordeste, inmediatas al nuevo lavadero del Riachón, entre la decandente parroquia de Cancán y la disminuida ciudad de Remedios.
La colonia de mineros estaba liderada por capitalistas y mineros de Rionegro, La Ceja, Cancán, Yolombó, y muchos de Carolina. Poco después tuvieron la necesidad de una colonia urbana, que fue trasladada del Pueblo Viejo a la Nueva Población, esta trazada en un valle por el minero sueco Carlos Segismundo De Greiff. Con los años se la llamó Amalfi, y fue parroquia y distrito.
Concentraron sus laboreos en los minerales del Riachón, Víbora, Viborita y Cancana, entre Cancán y Remedios. En su trasegar decidieron establecerse en un pequeño valle, junto a la confluencia de la quebrada Santa Bárbara con el Riachón. Ese fue el lugar donde se estableció el primer caserío que, dos años después, fue trasladado al punto donde se ubica hoy dicho municipio.
Tal traslado fue impulsado, entre otros, por el presbítero Juan José Rojas, su primer cura, en unión con Antonio Aguilar, José Domingo, Casiano Botero, Nepomuceno Botero, José Santa María, Alberto Escobar, Nazario Echavarria, Nepomuceno Uribe, Esteban Álvarez, Vicente Mejía y Pedro Bernal, quienes acordaron mudar el villorrio a la parte Sur del valle, en terrenos de Pedro Sáenz.
De igual manera, acordaron denominarlo Nueva Población. Es importante señalar que quien diseñó el trazado de las calles y de la plaza central fue Carlos Segismundo de Greiff, como ya se ha dicho. Unos años después, en la visita llevada a cabo por el obispo de Antioquia, Juan de la Cruz Gómez Plata, se le asignó el nombre de Amalfi. En 1843 fue erigido en Distrito Parroquial, agregando a su jurisdicción parte del de Cancán, “con excepción del paraje denominado ‘Pantano’ que se // agrega a la de Yolombó”.
Amalfi contribuyó al aumento de las expectativas de explotación aurífera en el Nordeste de Antioquia. Su acelerado crecimiento y la importancia que fue adquiriendo, llevaron a sus vecinos a solicitar ante las autoridades de Antioquia, en febrero de 1847, que se trasladara la cabecera del Cantón del Nordeste hacia aquel distrito, argumentando además que era más próspero que Los Remedios, que había aguantado la capitalidad durante 30 años. Esas voces llegaron a instancias presidenciales y, en efecto, el 20 de mayo de 1847, el Presidente de la República expidió un decreto por el cual dispuso se trasladase “la cabecera del cantón del Nordeste en la provincia de Antioquia, de Remedios a Amalfi”. En ese año, fueron repartidas entre “los nuevos pobladores de Amalfi” 900 fanegadas de tierras baldías en las cabeceras del río Pocoró.
Al año se presentó el proyecto de crear la “Provincia de Amalfi”, con la capitalidad en Santa Rosa de Osos, pero en el mismo año el Congreso aprobó la división regional al crear en el Nordeste dos departamentos, los ya mencionados de Amalfi y Santa Rosa.
Cuando Remedios ajustaba cinco años de lamentos porque había perdido la capitalidad del cantón del Nordeste en beneficio de su rival Amalfi, dos vecinos de aquella y mineros en Zaragoza, Joaquín Beníto Zuelata Jiménez y José María Bataller, describieron los “diferentes ramos de riqueza” de Los Remedios, al hacer un completo inventario de los bienes existentes en su jurisdicción. Así, informaron que contaba con “un edifico que sirbe de carsel, local i casa de escuela, de teja i tapias”, “una iglecia de paja i bareque”, “155 casas de paja de particulares en la población” y “124 casas de paja de particulares en el campo”. Dijeron además que en el distrito había dos molinos de pisones, seis trapiches de bestias, un trapiche de agua, una plantación de cacao y café, siete plantaciones de caña dulce, 28 almudes de plátano, 18 almudes de yuca y algunos cultivos de maíz, arroz y batatas, 144 reses vacunas, 80 caballares, 324 mulares, 8 ovejas, 2 burros, 203 perros, 75 gatos y alrededor de 2000 aves domésticas.
Las minas estaban dispersas por la jurisdicción; sin embargo, los esfuerzos por mantener una comunicación constante y que permitiera el abastecimiento de víveres, mercancías y la introducción de herramientas y maquinaria, llevaron a sus propietarios a invertir en la construcción y mantenimiento de los caminos en esta zona. En ocasiones, los dueños de minas se asociaban para construir o refaccionar caminos, tal como lo hicieron Julián Vásquez, de Santa Rosa y Luis María Arango y Benito Alejandro Balcázar, de Medellín, como representantes de las minas “Sucre”, “San Nicolás” y “Córdoba”, respectivamente. Estos manifestaron que la vía de acceso a sus minas se encontraba en un estado l...