
- 256 páginas
- Spanish
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- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
De Buenaventura a la Nasa
Descripción del libro
Algunas de las tecnologías que se están tramitando para descontaminar la planta nuclear de Fukushima en Japón fueron desarrolladas por el inventor y científico colombiano Raúl G. Cuero.
Así mismo, otro de sus inventos podría emplearse para degradar de manera natural la contaminación por vertido de petróleo en el Golfo de México. Estos son solo dos de los casos que pueden citarse para hablar de las contribuciones científicas que ha logrado este colombiano ejemplar, quien a pesar de ser uno de los científicos más importantes del mundo, es prácticamente un desconocido en su patria.
"De Buenaventura a la NASA" narra la trayectoria vital de este hijo de Buenaventura, que creció en medio de la escasez de posibilidades pero que gracias a su creatividad y empeño logró, aparte de salir adelante, destacarse no solo como científico a nivel mundial, sino también como deportista, pues no pocos recordarán que fue un destacado jugador profesional de baloncesto, integrante de la selección nacional compuesta por los precursores de este deporte en la década de los setenta.
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Información
Categoría
Technologie et ingénierieTERCERA PARTE
MIS VIAJES POR EL MUNDO

LA DIÁSPORA Y YO
En mis viajes, me di cuenta de que las culturas, aun estando separadas
geográfica o ambientalmente, tienen rasgos similares de origen
La diáspora es necesaria en el progreso del individuo y de los pueblos. La diáspora es reentrar en nuestra universalidad, lo cual nos trae un sentido legítimo de pertenencia universal y mayor creatividad. Ha traído progreso tangible a los judíos, a los europeos y a los chinos; sin embargo, los africanos y latinoamericanos no han tomado ventaja de ella.
He tenido la oportunidad de conocer el mundo, es decir, de percibir directamente las principales culturas en su ambiente natural: África, Oriente Medio, Asía, Europa, América Latina, América del Norte, el Pacífico Sur y el Caribe. He tenido la fortuna de viajar por el mundo constantemente, como científico visitante, asesor en ciencia y tecnología, conferencista o presentador en convenciones científicas, seminarios, etcétera. Durante mi juventud, como atleta tuve la gran oportunidad de viajar ampliamente por Norte, Centro y Sur América, compitiendo en torneos internacionales de baloncesto. Aunque también viajo alrededor del mundo por placer o en mis tiempos libres, nunca viajo como un típico turista, pues me da la impresión de ser pasivo, poco arriesgado, mecánico y poco creativo; es despojarse del sentido de la aventura. Los turistas son fácilmente influenciables por la actitud protectora de la gente local; yo disfruto siendo parte de la cultura dinámica con la que estoy interactuando, sintiéndome así como miembro de ella y no como una persona extraña o ajena. Dada mi condición de científico y atleta, viajar ha sido fácil para mí, pues esto ha permitido a las personas de diferentes culturas aceptarme libre y abiertamente, sin una actitud protectora ni condescendiente.
Viajar me ha permitido desarrollar un gran aprecio por todas las culturas, las cuales han madurado mi comportamiento y armonizado mi espíritu. A través de estos viajes he encontrado todos los biotipos humanos posibles, dentro y fuera de sus respectivas culturas. Como resultado de estas interacciones, me he impregnado de esas culturas y esas actitudes que hoy son parte de mi interior y me permiten trascender cualquier prejuicio racial y social. He encontrado personas de todas las razas, edades, géneros, contextos étnicos, estatus sociales, económicos y políticos, filiaciones religiosas y diversos niveles intelectuales. He adquirido relaciones mundiales con miembros de la nobleza, proletarios, personas comunes y corrientes, jefes de tribus, líderes políticos y religiosos, campesinos, hombres primitivos, intelectuales de renombre, ganadores de premios Nobel, científicos, eruditos, académicos, profesionales, artistas (músicos, escritores, pintores, etcétera), diplomáticos, celebridades, reinas de la belleza, deportistas y otros.
Al viajar me he propuesto ser como una esponja que absorbe todos los elementos requeridos para balancear mi noción de pertenencia como individuo y miembro de una sociedad humana. Esto crea puntos de referencia más amplios y diversos, junto con la creatividad, el sentido de estabilidad, la ecuanimidad, la tolerancia y el respeto en la relación con otros. Viajar a diferentes civilizaciones fortalece las percepciones humanas y también construye nuevos receptores que nos permiten interactuar libremente con cualquier ser humano y cualquier cultura en el mundo sin prejuicios. Viajar es comparar y compensar, lo cual da un sentido de igualdad o ecuanimidad. Usualmente, viajo para percibir y no sólo para ver. Nunca establezco expectativas acerca del lugar adonde voy. Esto me permite percibir libre y armoniosamente e interactuar con las personas y enterarme abiertamente, a través del conocimiento y la comprensión de la cultura. Nunca viajo con actitud de enseñar o imponer, más bien con actitud de aprender. Trato también de vivir todos los aspectos de esa cultura incluyendo el idioma, el hábitat social y las costumbres. Incluso, al mismo tiempo, desarrollo relaciones personales con mujeres, hombres y familias pertenecientes a esa cultura particular, lo cual me permite de ese modo una comprensión más profunda y un sentimiento natural de la cultura con la que vivo en ese momento. Siempre necesitamos un incentivo para experimentar lo desconocido, y la amistad es el mejor de ellos.
Por mis viajes extensos alrededor del mundo, he llegado a convencerme de que entre las culturas hay más semejanzas que diferencias. Todas las culturas parecen tener relación de un modo u otro. Este entendimiento me ha hecho desarrollar una actitud sin prejuicios, basada en un gran respeto hacia las personas. Las experiencias al viajar me hicieron darme cuenta de que las culturas actuales, y aun los grupos étnicos, son un resultado de migraciones previas y de cruce de razas, especialmente en Occidente. Por consiguiente, los argentinos de hoy en día no son nativos de Argentina, los colombianos de hoy en día no somos nativos de Colombia y los brasileños de hoy en día tampoco son nativos de Brasil. De modo semejante, el francés y el norteamericano no son nativos de Francia o de América del Norte, respectivamente. El denominado indígena nativo de las Américas pudo haber emigrado del Lejano Oriente a las Américas por el estrecho de Bering. Lo que esto quiere decir, es que las personas, originalmente de otras regiones, con solo desplazarse a otra cultura o país desarrollan mecanismos de adaptación para ese nuevo ambiente usando sus habilidades originales, pero modificadas para poder sobrevivir. Una vez que están adaptados, las habilidades originales pasan al olvido y se abandonan. Esto da como resultado estereotipos étnicos nuevos que se legitiman en el nuevo ambiente como indígenas o nativos. Esta legitimación o reclamación puede ser una justificación inconsciente o consciente de su desapego o de la falta de identificación con su cultura original. De ahí que sea más difícil beneficiarse de individuos que viven en otras culturas o países como modelos para sus grupos étnicos que de aquellos que viven en el país o cultura de origen. Es como tratar de utilizar características fenotípicas (las cuales están formadas principalmente por el ambiente) para aumentar las características genotípicas (las cuales son inherentes a los rasgos, a través de los genes); o usar el ARN como una plantilla o molde directo para hacer el genoma del ADN, lo que solo se podría lograr si se hiciera una copia del ADN de la población original entera, lo cual es casi imposible. Por lo tanto, la población latinoamericana que vive en Estados Unidos no puede ser utilizada como modelo de la vida hispánica en Latinoamérica, ni tomar al americano negro de Estados Unidos o Latinoamérica como modelo del africano negro que vive en África. Sin embargo, a pesar de nuestro nuevo estereotipo, las anteriores características básicas de los individuos no cambian a través del tiempo: solo hay cambios de forma.
Recuerdo una vez que hablé acerca de la cultura mundial con una mujer brasileña que afirmaba ser brasileña genuina. Ella mostraba armonía, comodidad y gusto al interactuar conmigo. Sin embargo, tan pronto como le di a entender su similitud en el carácter y el físico con los grupos étnicos árabes, inmediatamente lo negó diciendo que de haber tal conexión étnica, sería demasiado remota y no debería tener relación con el pasado tan lejano; pero todo su comportamiento, durante la conversación, fue idéntico al de una persona árabe con la cual yo había tenido experiencias antes. De hecho, le dije a ella que la razón principal por la que estábamos cómodos en nuestra conversación, era porque yo interactuaba con ella bajo la suposición que estaba delante de una persona árabe en vez de una brasileña.
Algunas veces tendemos a reclamar la singularidad de una cultura como una justificación para vernos diferentes y, por supuesto, sentirnos superiores. A menudo mantenemos esta tendencia de singularidad como un mecanismo para preseleccionar, e incluso discriminar, a otros, impidiendo así la mezcla o cruce de razas. Las diferencias son el resultado del proceso de adaptación de los mismos individuos a un ambiente diferente con el propósito de sobrevivir, para lo cual deben hacer uso de los recursos a su alcance. Por lo tanto, todos los seres humanos hacen lo propio para sobrevivir pero usan un método diferente para adaptarse a su ambiente externo, no necesariamente como resultado de su plan o propósito interior.
Estas diferentes formas de adaptación son lo que reconocemos como cultura. Por supuesto, a un gran número de personas no le gusta usar el término “cultura” como un mecanismo de supervivencia, especialmente aquellas que están en posiciones privilegiadas. La supervivencia es un término que para muchos significa lucha o dificultad, en lugar de vida. Sin embargo, la cultura parece ser el medio más fuerte de supervivencia, ya que la adquisición de habilidades culturales permitiría satisfacer las demandas ambientales. En mis experiencias de viajero y mi entender científico, me he dado cuenta de que la cultura es ciertamente el mecanismo que permite al individuo sobrevivir y afianzar la prolongación de la especie en la sociedad. En conclusión, la cultura comenzó con el primer hombre en su esfuerzo por adaptarse a sus condiciones ambientales, independientemente del modo en que sus habilidades rudimentarias dieron la apariencia de una cultura primitiva. Luego, junto con la diáspora o la migración desde su punto de origen a los nuevos nichos, el hombre modificó y mejoró sus habilidades. Esta es la razón por la que cada vez que entro en contacto con una cultura, soy cauteloso al hablar de ella como nueva, diferente o única.
La diáspora y el éxodo representan lo mismo, con la diferencia de que la diáspora es una migración voluntaria, mientras que el éxodo es impuesto. Sin embargo, ambas son “condición necesaria” para complementar la universalidad, lo cual hace al hombre más creativo y con mejor sentido de pertenencia. Aunque literalmente diáspora o éxodo significan dispersión o salida, en la práctica ambas son como “reentrar” y aumentar el espacio y las percepciones. La historia ha demostrado cómo los pueblos han tenido grandes progresos después de sus diásporas y éxodos, pues los han expuesto a otras condiciones de vida, a nuevas experiencias y a paradigmas que han inducido o disparado la creatividad y los han llevado a desarrollar mejores habilidades de supervivencia. La diáspora y el éxodo han demostrado mayor impacto positivo en pueblos que no han sido cultural o mentalmente colonizados, incluso a pesar de las invasiones. Los judíos desarrollaron una mayor con de pertenencia y de universalidad después del éxodo que siguió al cautiverio en Babilonia; la diáspora europea ayudó tangiblemente al desarrollo de Europa, y tuvo también como resultado un gran país progresista como los Estados Unidos de América; la diáspora africana, en cambio, no ha producido todavía los beneficios esperados, debido, en parte, a la colonización cultural que sufrieron antes de ella y durante el proceso de la esclavitud. Igualmente, la reciente diáspora latinoamericana no refleja todavía un beneficio para sus países de origen, ni un beneficio marcado para los individuos en los países a donde han emigrado, dado que funcionan o se comportan con pensamientos ajenos a los suyos. Esta actitud influenciada o inducida les impide percibir la universalidad y aprovechar la creatividad que surge ante el conocimiento de una nueva cultura. Los judíos y europeos lo lograron por su sentir libre y su pensamiento no influenciado.
Incluso si algunas culturas usan una herramienta más efectiva, tal como una sierra para cortar árboles, mientras las otras están usando un machete (porque el concepto de emplear una sierra fue derivado del machete y ambos sirven para el mismo propósito), este todavía no es suficiente criterio para establecer diferencias entre las dos culturas. De modo semejante, solo porque las diferentes culturas llaman al pan con nombres diferentes (pan, anaan, maná, etcétera) y de harina diferente (trigo, maíz, sorgo), estos no son criterios suficientes para que las culturas sean diferentes, pues destinan el pan para el mismo propósito; sencillamente aciertan en usar el tipo de harina de acuerdo con el grano que puede crecer en ese clima en particular. Incluso los diferentes nombres para el pan son más claros cuando consideramos que las palabras (pan, anaan, maná) son, por supuesto, no solo sinónimas en su significado, sino también similares en la composición de las letras, que aciertan a ser reorganizadas en un orden diferente dependiendo de la pronunciación o el acento dado por diferentes grupos de personas de áreas geográficas distintas.
El concepto de familia extendida es en la práctica sobreenfatizado por personas de África, América Latina e India como un rasgo único de su geo-cultura. He visto el mismo concepto usado por todas las diferentes culturas en las cuales he vivido alrededor del mundo; los propósitos son los mismos, incluyendo el apoyo de la familia en el trabajo, especialmente en aquellas como la africana y la asiática, donde la actividad laboral es la fuente principal de supervivencia. En otras culturas (la europea y la norteamericana), donde la tecnología está bien desarrollada, esta acumulación alta de miembros familiares para la actividad laboral no se ve. Sin embargo, todavía mantienen el concepto de familia extendida a través de otras actividades de sustento menos visuales. De hecho, algunas de estas culturas, como la judía, usan el concepto de familia extendida en una forma más efectiva hacia el progreso de la nación entera y todos los miembros de su cultura. Las sociedades hindúes, africanas y latinoamericanas están más extendidas hacia una tribu particular o un grupo familiar o social de la nación o de la cultura; es un apoyo centrípeto hacia los propios y no hacia afuera o hacia otros fuera de la familia. Así crean un progreso parcial o preferencial, en vez de nacional.
Las prácticas religiosas monoteístas alrededor del mundo parecen ser similares; todos ellos adoran al mismo Dios con nombres diferentes, a través de un significado común en el ambiente de su cultura con el cual estén familiarizados. Los cristianos adoran a un Dios a través de una imagen humana (Jesús) cercana a su propia semblanza. De modo semejante, los musulmanes adoran a un Dios poderoso parecido al cristiano, a través de un profeta (Mahoma). El budista también hace adoración a una energía superior a través de diferentes budistas con imágenes antropocéntricas que se parecen a los individuos humanos cercanos a ellos. Incluso el uso de íconos en las prácticas de religión es común en la mayoría de las culturas. Estos íconos son representados o bosquejados según imágenes familiares para la cultura local; todos ellos tienen el mismo significado universal. Por ejemplo, los ángeles de aspecto blanco con cabello lacio en los que cree el cristiano europeo son los mismos ángeles de aspecto mulato con pelo rizado en los que creen quienes pertenecen a la cultura cristiana etíope.
Curiosamente, por haber crecido en Colombia y haber vivido entre otras culturas latinoamericanas, pensaba que el fetichismo por el uso de íconos rodeados por velas encendidas en esquinas de la casa o detrás de las puertas era único de estas culturas. Sin embargo, encontré expresiones simbólicas similares en China y en algunas partes de la India. Del mismo modo, muchas costumbres y actividades sociales que practicamos en mi ciudad natal fueron réplicas de culturas africanas. Por ejemplo, la vieja forma de construir casas con techos elaborados de hojas secas y paredes hechas de bambú, bareque o madera. De esta forma estaba construida la casa de mi abuela, donde pasé gran parte de mi niñez. La manera de sazonar la comida con especias naturales y salsas, la forma en que solíamos comer con mi abuela, sentados sobre el suelo alrededor de la comida y usando nuestros dedos para la escogencia ordenada de las porciones, y la naturaleza de la comida basada en pescado, plátano y arroz, es también influencia africana. Después de todo, no es simplemente una coincidencia, pues África es la raíz de la gente de mi ciudad natal. Esto prueba que el tiempo no cambia la esencia de las culturas, sino la forma o estilo de presentarse. De allí que las tradiciones pueden ser herencia de errores o de virtudes; por lo tanto, debemos estar alertas a esta situación, especialmente en sociedades homogenizadas donde un solo pensamiento y actitud tiende a ser dominante. Como consecuencia de esta repetición, se produce un desgaste que afecta negativamente el progreso.
También he comprobado la gran similitud entre las culturas a través de la música. Pensé que la música folclórica de la costa pacífica colombiana era única en el mundo, llamada “currulao”, jota, candomblé y otros bailes y expresiones musicales; es una música cantada al unísono y tocada con diversos instrumentos que incluyen tambores y marimbas. Las personas bailan en círculos, hacia adelante o hacia atrás mientras marcan el paso. Después de visitar África, encontré grandes similitudes entre este tipo de música y sus instrumentos, especialmente con la que se oye alrededor de Uganda y algunas partes del oeste de África, en especial Nigeria y Guinea. Todas las experiencias mencionadas anteriormente son, ciertamente, la prueba evidente de que los objetivos o los propósitos son los que dan las similitudes entre las culturas.
He encontrado una fuerte y similar afinidad entre la cultura brasileña negra y la del oeste de África, especialmente la de Nigeria, Ghana y Senegal. Cada vez que visito a Bahía es como estar en el área del delta del río alrededor de la región Calabar de la tierra del Ebo en Nigeria. Bahía, localizado a lo largo de la costa noreste de Brasil, es una verdadera extensión tangible de la costa oeste de África. Este lugar es para mí como mi ciudad natal; de hecho, es uno de los pocos lugares en el mundo donde he percibido un sentido total de pertenencia. Ambos aspectos, el geográfico y el cultural, de estas dos costas son sorprendentemente similares, como si no hubieran cambiado en lo absoluto a lo largo de los años. El perfil de las dos costas con su agua de mar clara, sus olas fuertes y sus playas amplias y rodeadas por altas palmeras las hacen únicas. Las características y el grado de intensidad de la pigmentación de las personas negras de Salvador en Brasil son casi una copia fiel de la gente de la costa oeste de África, en particular de Nigeria, Ghana y Senegal. Los vestidos femeninos típicos bahianos son largos trajes de noche, y son palpables reproducciones de los vestidos nigerianos y ghaneses. La comida de Bahía es la verdadera expresión de una vieja costumbre de la costa africana. Por ejemplo, el popular plato caraje es también un legado del oeste africano; se vende no solo en típicos restaurantes folclóricos, sino también en quioscos callejeros, y es cocinado ahumado al horno por brasileños negros con camarón cebado en harina de maíz y chile (pimiento rojo). De hecho, las personas negras de Bahía usan el caraje como una manera de encuentro entre ellos. Otro plato popular que siempre como en Bahía es el encocao, una sopa espesa hecha con mariscos, yuca y algunas veces leche de coco, similar al que comía en mi región; en efecto, tiene el mismo nombre y los mismos ingredientes. Tiene también una pequeña similitud con el gumbo, cocinado originalmente por los negros en Luisiana, especialmente en Nueva Orleáns, preparado también por la gente “cajun” de Luisiana.
Las culturas salvadoreña (en Brasil) y africana están tan vívidamente relacionadas que hoy en día el bahiano todavía adora los dioses de las culturas africanas antiguas. Por ejemplo, es tradición en Bahía utilizar la comida del caraje como parte del ritual cuando evocan al dios Orixaes. Este ritual también me recuerda el tiempo, cuando era niño (entre los cuatro y los ocho años de edad), en que yo me sentaba diariamente con mi bisabuela Petrona a comer en el piso de su casa. Ella siempre me hacía coger un “bocado” y esparcirlo a través de los espacios del piso de madera y al mismo tiempo me hacía evocar entes espirituales que ella llamaba “ánimas” (espíritus dotados con poder divino). Es extraordinario para mí que después de tantos años todavía el bahiano adore a los dioses africanos: Eyemaya (dios del mar), a Ogum (dios de las batallas) y a Ochala (dios de la Tierra); aunque más interesante aún fue descubrir que estos mismos dioses son venerados en Cuba y Haití, al punto que hasta en la música salsa cubana más popular cantantes como Celia Cruz alegóricamente los mencionan. Las mujeres de Salvador de Bahía que trabajan en ciertos restaurantes típicos sirviendo estos platos todavía se visten de colores diferentes cada día de la semana en honor a estos dioses. Por ejemplo, los martes (tercera feria), se visten en azul para honrar a Ogum; el viernes (sexta feria), se visten de blanco en honor ...
Índice
- PORTADA
- PORTADILLA
- INTRODUCCIÓN
- PRIMERA PARTE
- SEGUNDA PARTE
- TERCERA PARTE
- CUARTA PARTE
- CRÉDITOS
- BIOGRAFÍA