Estudios sobre lengua de señas,
cognición y enseñanza
Cognición y aprendizaje en las personas sordas
Miguel Ángel Villa-Rodríguez
Introducción
La organización cerebral es un proceso dinámico que se inicia muy temprano y se continúa durante toda la vida. Las personas que nacen con una deficiencia sensorial es probable que tengan una organización cerebral diferente a quienes no tienen esa deficiencia, pero la plasticidad cerebral permite que estructuras destinadas a una función se mantengan al margen del input sensorial. Como lo han documentado ampliamente investigadores como Karen Emmorey, Corina Bellugi, etcétera, al señalar que áreas del lóbulo temporal en las personas oyentes participan en el análisis fonológico del lenguaje, son las mismas estructuras que participan en las personas sordas para el análisis visual de aspectos lingüísticos de la lengua de señas equiparables a la fonología auditiva. Más allá de estereotipos sobre la sordera, como decir que los sordos son concretos o que son intelectualmente inferiores a los oyentes, es necesario investigar cómo se organizan los procesos cognitivos, cuál es el impacto que la carencia sensorial y el uso de la lengua de señas tiene sobre todas las funciones cognitivas. Además del aporte científico sobre la cognición en los sordos, este conocimiento tiene un interés particular en las estrategias educativas que deben seguirse para la enseñanza de esta población. Hasta muy recientemente se han investigado las habilidades cognitivas de las personas sordas y las intervenciones pedagógicas se basan en la intuición o la experiencia, pero sin un apoyo sólido en la investigación científica (Marschark y Hauser, 2008). Marschark y Hauser (2008) señalan en el prefacio de su libro sobre la cognición en los sordos que las investigaciones recientes sugieren que los retos educativos radican más en los procesos cognitivos que sustentan el aprendizaje de las personas sordas y no en las barreras de la comunicación.
En este capítulo revisaré la literatura sobre los procesos cognitivos en las personas sordas. Por procesos cognitivos entiendo los procedimientos que utilizamos para adquirir nuevos conocimientos y tomar decisiones; se incluyen la atención, la percepción, la memoria, el aprendizaje, el lenguaje y las funciones ejecutivas.
Atención y percepción
La atención es básicamente un proceso de selección activa de la inmensa cantidad de información a la que tenemos acceso por medio de los sentidos. En la atención también participan nuestra memoria y otros procesos cognoscitivos. Es el paso previo de la percepción y es la base de la memoria y el aprendizaje. Incluye tanto procesos conscientes como inconscientes (Sternberg, 2011).
(Dye, Hauser y Bavelier, 2008) señalan que los niños sordos tienen problemas conductuales relacionados con la impulsividad y la incapacidad para focalizar la atención. Estos reportes se basan tanto en la observación conductual como en la aplicación de escalas clínicas; sin embargo no son consistentes los resultados debido a la naturaleza subjetiva de las escalas y reportes. Cuando se aplican pruebas neuropsicológicas para medir los aspectos básicos de la atención no se encuentran diferencias. Por ejemplo, Hauser, Cohen, Dye y Bavelier (2007) no encontraron diferencias entre estudiantes de bachillerato oyentes y sordos en pruebas con las que se medían habilidades viso motoras, como la prueba de la figura compleja de Rey y reproducción visual de figuras en la prueba de Wechsler. Cruz-Aldrete y Villa-Rodríguez (2016) compararon la ejecución de alumnos de Conalep del Estado de Morelos en una prueba de atención viso espacial (cubos de Corsi) y en la copia y reproducción de memoria en el test de la figura compleja de Rey y tampoco encontraron diferencias significativas entre los grupos, con excepción de la reproducción de los cubos de Corsi en orden inverso, pero esta tarea, además de la atención, tiene un alto contenido de la memoria de trabajo de la que hablaremos después. Dye y Hauser, (2014) no encontraron diferencias en la atención sostenida en pruebas de ejecución contínua. En este tipo de pruebas se utilizan medidas computarizadas de la atención en tareas en las que se pide a los participantes que respondan a un flujo continuo de estímulos bajo ciertas reglas, por ejemplo se presentan en la pantalla una secuencia de números y se pide que respondan al número 9 siempre que esté precedido del número 1. Debe responder a la secuencia 1-9; debe inhibir la respuesta ante secuencias como 4-9 ó 3-9 y no dar respuesta tampoco ante secuencias en las que aparece el número 1 seguido de otro número diferente al número 9. Los errores del primer tipo, se consideran déficits del control inhibitorio, los del segundo se consideran medidas de la impulsividad. Los autores estudiaron la ejecución de 37 niños sordos, hijos de padres sordos en dos grupos de edad, 6 a 8 años y de 9 a 13 y los compararon con niños oyentes con los mismos rangos de edad. Los niños más pequeños tenían una atención sostenida más pobre que los mayores, pero no hubo diferencias entre sordos y oyentes. En otra parte del experimento se siguió el mismo procedimiento y se pedían las mismas respuestas, pero se presentaban números distractores a la izquierda o a la derecha del objetivo que siempre estaba en el centro; se trató de medir la atención selectiva, es decir la capacidad para inhibir estímulos irrelevantes presentados en la periferia del campo visual. Los niños sordos más pequeños tuvieron más errores de la atención selectiva que los niños oyentes de la misma edad, fueron menos hábiles para inhibir los estímulos distractores. Pero en los niños mayores (9-13 años) no hubo diferencias entre sordos y oyentes. Los autores interpretan el déficit de la atención selectiva de los niños más pequeños, no como un defecto de la atención en sí misma sino del control atencional, de la red fronto parietal encargada del control cognitivo. Se demuestra una plasticidad neural adaptativa de un organismo que tiene que depender de la visión para monitorear eventos en la periferia dado que no puede utilizar la audición para localizar eventos o a sus interlocutores. Los niños mayores ya han adquirido el control de este proceso y pueden, cuando se requiere, focalizar la atención en los estímulos que se presentan en el centro del campo visual (Dye y Hauser, 2014). Bavelier, Dye y Hauser (2006) demuestran la plasticidad cerebral de niños sordos, hijos de padres sordos que tuvieron una exposición temprana a la lengua de señas. El déficit del input auditivo es compensado por una redistribución de las áreas corticales vinculadas con la atención periférica y con la percepción del movimiento, incluso en áreas sensoriales primarias.
Sin embargo, esta habilidad adquirida de poder distribuir la atención en las áreas periféricas del campo visual, aunque tiene un valor adaptativo para la localización de eventos o de interlocutores en el medio natural, como por ejemplo al cruzar una calle, no parece ser una ventaja en el el salón de clase. En éste las personas sordas deben distribuir su atención entre el profesor, el intérprete y el pizarrón o la pantalla en la que frecuentemente se proyectan imágenes o texto resumido. Marschark et al. (2005) realizaron una serie de experimentos en los que analizaron el tiempo relativo que dedicaban los estudiantes a atender a estas tres situaciones. Formaron tres grupos, 10 personas sordas que habían aprendido la lengua de señas antes de los tres años (expertos en lengua de señas); 11 que la habían aprendido alrededor de los 15 años (nuevos en lengua de señas) y 10 oyentes que sirvieron como el grupo de control. Los resultados son reveladores de la situación de desventaja de los aprendices sordos. Las personas oyentes dedicaban el 62% del tiempo atendiendo al profesor, el 34% a la pantalla de la presentación visual y el 4% al intérprete. Los alumnos sordos, tanto los expertos como los nuevos en la lengua de señas, mostraron el patrón inverso 60% y 66% del tiempo lo dedicaban a mirar al intérprete; 12% y 18% al instructor y 22% a la pantalla. Pero además, el tiempo que mantenían la mirada en los diferentes objetivos también es revelador. Cuando los oyentes miraban al intérprete lo hacían durante menos de un segundo; cuando lo hacían los sordos la mirada la sostenían entre cuatro y seis segundos.
Esta distribución de la atención se relaciona con lo que se reporta sobre el desempeño de las personas sordas en el aprendizaje escolar y en las habilidades lectoras que están determinadas en gran medida por el mayor esfuerzo que tienen que hacer en comparación con sus compañeros oyentes, pues tienen que atender por...