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La palanca del éxito S.L.
Activa tu inteligencia emocional y relánzate
- 144 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
"La palanca del éxito" es una metodología práctica y eficaz de desarrollo de la inteligencia emocional para aumentar nuestro nivel de autoconocimiento y mejorar nuestra motivación y nuestro bienestar personal así como las relaciones con los que nos rodean y de esta manera poder cambiar nuestras vidas.Aquí encontrarás una historia real inspiradora que te ayudará a detectar y corregir esas creencias, ilusiones y apegos que nos hacen creernos seguros y que te recordará las alas que tú también posees para volar y alcanzar tus sueños. Un libro para emprendedores y, en general, para cualquiera que quiera salir de la zona de confort y cambiar su vida y su profesión para obtener un impacto positivo en los demás y en el mundo.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788416364855Categoría
Desarrollo personalCategoría
Salud mental y bienestarSEGUNDA PARTE
CAPÍTULO UNO
Las claves de la inteligencia emocional
Amable lector o lectora, espero que te haya resultado inspiradora la primera parte de este libro. «La palanca del éxito» es un concepto y una metodología que he creado para el desarrollo de la inteligencia emocional como cimentación para construir el robusto edificio que todo ser humano podemos llegar a ser.
Los estudios científicos sobre inteligencia emocional, aunque se han desarrollado muy recientemente con la eclosión de la vertiente positiva de la psicología, tienen sus antecedentes en el siglo XX. Ya en 1920, Edward Thorndike introdujo el concepto de «inteligencia social» para referirse a la habilidad de una persona de comprender y manejar adecuadamente a otras personas e involucrarse en interacciones sociales adaptativas.
En realidad, la atención a las emociones empezó con los filósofos y físicos de las civilizaciones griega y romana. Más tarde, Charles Darwin en su publicación de 1872, La expresión de las emociones en los animales y en el hombre, propuso tres principios que siguen vigentes en la actualidad.
El primero, «hábitos útiles asociados», reconoce que la expresión emocional tiene una función adaptativa. El segundo principio, «antítesis», describe cómo cada emoción tiene expresiones faciales opuestas como la tristeza y la alegría. Por último, la «acción directa del sistema nervioso», explica la asociación de las emociones a cambios fisiológicos que posibilitan la adaptación y la expresión.
Una emoción es una respuesta compleja de nuestro organismo a un estímulo externo (una situación) o interno (un pensamiento).
Esta respuesta tiene un componente fisiológico (se tensan o aflojan los músculos, aumentan o disminuyen la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, sudamos o nos quedamos fríos, aumenta o disminuye nuestro nivel de energía, los niveles de glucosa varían, se redistribuye el flujo sanguíneo, etc.), un componente cognitivo, que llamamos sentimiento (lo que pensamos acerca de la emoción), y un tercer componente conductual que nos impulsa a realizar alguna acción, a evitarla o regularla. Cada emoción tiene un patrón bastante peculiar de estos tres componentes.
Pero no es mi intención profundizar más en la parte teórica de las emociones. Para ello, el lector interesado tiene una larga lista bibliográfica al final de este libro.
Sólo quiero aclarar que la emoción suele tener una duración corta y una intensidad alta o moderada; el sentimiento puede tener una duración mayor, aunque menor intensidad. La frecuencia de emociones de similares características puede llegar a producir lo que llamamos «estados de ánimo» que son de mucha mayor duración, aunque de muy baja intensidad.
El estado de ánimo es como un poso emocional que queda tras sentir reiteradamente emociones iguales o de similar valencia (agradable o desagradable). Esto nos lleva a levantarnos cada día con un tono emocional muy similar al del día anterior, y así semana tras semana, si no hacemos nada al respecto.
Por ello, si no nos gusta nuestro estado de ánimo, deberíamos cambiar qué emociones sentimos más a menudo y por qué. Esto lo veremos más adelante.
Gracias a los avances tecnológicos en neurociencia cognitivo-afectiva, hoy podemos ver cómo se activa el cerebro de una persona en vivo a través de, por ejemplo, imágenes de resonancia magnética funcional (IRMF) o de tomografía por emisión de positrones (TEP).
Ha ayudado mucho a conocer cómo funciona nuestro cerebro el poder observar qué áreas se activan «en reposo» y qué áreas lo hacen cuando procesamos información (pensando, tomando decisiones, sintiendo, planificando, etc.)
Ahora sabemos que la información llega primero, a través de los sentidos, a las zonas más profundas del cerebro (tálamo), desde donde se distribuye a las zonas de procesamiento emocional (núcleo accumbens, corteza orbitofrontal, amígdala, hipocampo e ínsula, entre otras) para dotarla de información afectiva en base a recuerdos, experiencias pasadas, expectativas, creencias y otras influencias inconscientes (estado de salud, estado de ánimo, contexto, etc.)
Sólo después la información llega a zonas más superficiales del cerebro (corteza sensorial y otras regiones corticales) donde se produce un procesamiento más elaborado de la misma, lo que llamamos «razonamiento». El hecho de que la información que utiliza la razón lleve ya un tinte emocional, nos impide ser totalmente objetivos, lo queramos o no, nos guste o no, especialmente en situaciones complejas en las que hay muchas posibilidades en juego y un elevado nivel de incertidumbre de manera que la razón no puede hacer un balance claro de previsión de costes y beneficios (especialmente cuando hay que decidir con rapidez).
Podemos decir –y así es–, que primero sentimos y después pensamos ante un acontecimiento externo; ese pensamiento lleva, por tanto, una carga de información afectiva. Esto puede ser muy útil si somos conscientes de ello y usamos esa información a nuestro favor.
Si no somos conscientes de este proceso y nos aferramos a nuestra emoción, nos podemos meter en más de un problema o complicar una situación. (Después, al mirarlo con mayor perspectiva y tranquilidad, nos arrepentiremos o nos reiremos de lo tontos que fuimos).
La información emocional que llega a nuestra consciencia siempre es buena puesto que nos proporciona una información muy valiosa sobre nosotros mismos y sobre la situación. Por ello es importante atenderla y procesarla conscientemente; para aprender más sobre nosotros, sobre nuestras creencias (racionales o irracionales, limitantes o amplificadoras de vida) y sobre nuestros valores e intereses auténticos. Ello nos permitirá tomar decisiones sobre qué aspectos de nosotros mismos podemos cambiar o mejorar (si queremos).
Es en las situaciones cotidianas (convivir con la familia, en el trabajo, con los amigos) cuando nuestras creencias o experiencias personales ponen en marcha interpretaciones subjetivas que activan emociones muy diferentes en cada persona ante la misma situación, y llevan a un comportamiento u otro.
Por esta razón, cuando alguien, por ejemplo, no nos cae bien (por el motivo que sea), da igual lo que diga; aunque su comentario o su consejo pueda aportarnos algo bueno, lo veremos como una información sin valor o incluso como una tontería que nos fastidia. Esto demuestra lo poco racionales y lo muy emocionales que somos.
Racionalmente sabemos que lo que nos mata es «el cianuro que alguien echa en nuestro café». Sin embargo, le damos más importancia a quién lo echa que a lo que echa.
Actuamos movidos por los sentimientos, aunque después pongamos argumentos encima de la mesa. Éstos simplemente «racionalizan» o revisten de lógica nuestras emociones para justificarlas.
C
A partir de aquí nos centraremos en los aspectos prácticos clave que, desde mi conocimiento y experiencia, es bueno que tengamos en cuenta a la hora de trabajar sobre nuestra propia inteligencia emocional o competencia emocional, para centrar nuestros esfuerzos en lo más fundamental de esta habilidad.
Para ello me basaré en el modelo teórico más apoyado por la comunidad científica: el «modelo de habilidad» de Salovey y Mayer (1997, 2007), procedente de Estados Unidos. Es un modelo llamado «de 4 ramas» porque contempla cuatro habilidades (por orden de adquisición) que agruparemos en tres:
- Percepción y expresión emocional
- Uso de las emociones para favorecer el razonamiento y la conducta y comprensión de las mismas (de dónde surgen y cómo evolucionan)
- Regulación emocional (para el bienestar y la toma de decisiones)
Las cuatro ramas incluyen la vertiente intrapersonal (o personal) y la vertiente interpersonal (o social) que nos permiten ir creciendo a nivel personal y desarrollando habilidades socioemocionales.
1. Percepción y expresión emocional
Nuestras emociones constituyen un potente sistema de información inteligente –rudimentario, eso sí– y siempre valiosa que, en caso de peligro inminente, nos puede salvar la vida. Por eso estamos hoy aquí, yo escribiendo y tú leyendo.
Para desarrollar nuestra inteligencia emocional hay que ...
Índice
- Portada
- Título
- Copyright
- Dedicatoria
- Nota del autor
- Prólogo
- Introducción: el error del ego
- PRIMERA PARTE
- SEGUNDA PARTE
- Epílogo
- Bibliografía
- Acerca de Juan Pedro Sánchez Martínez
- Libro solidario