Una guía bajo la imagen bíblica del buen Pastor, que apoya el trabajo de los coordinadores y servidores de grupos y comunidades, que tienen bajo su responsabilidad el acompañamiento y guía espiritual.
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Una de las escenas evangélicas que más ha impresionado a pintores, músicos y poetas es la que presenta a Jesús como pastor que busca a la oveja extraviada y la rescata de las zarzas y del abismo, para luego, radiante de gozo, devolverla al redil.
La historia de la oveja perdida se cuenta en estos versos:
Yo soy la oveja perdida,
la que Tú buscas, Pastor;
me alejé de la majada,
creyendo que era mejor
andar sola y extraviada,
expuesta al lobo feroz
o enredarme entre zarzales
lacerada con dolor.
Con sed y con frío peno,
con hambre estremecedor;
de un ovil no tengo abrigo
ni un cayado protector.
¡Cómo lamento la huida
que en mala hora emprendí!
Hoy me siento lastimada,
triste, sola e infeliz.
Yo quisiera, Jesucristo,
me salieras a buscar.
Me llevaras en tus hombros,
me volvieras al corral,
y luego me condujeras
al agua del manantial
donde bebe tu rebaño,
lo mismo que al pastizal
de verdes hierbas y gramas
cultivadas con amor.
Me llamaras por mi nombre,
(¡Cómo anhelo oír tu voz!)
y me dijeras muy quedo,
hablándome al corazón,
que me sanas y perdonas
porque Tú eres mi Pastor.
Podríamos citar muchos más poemas que aluden a una bella parábola de Jesús, transmitida hasta nosotros por san Mateo y san Lucas. Cuentan esos evangelistas que un pastor tenía cien ovejas y que una de ellas se extravió. Al darse cuenta de esa pérdida, el pastor dejó las 99 restantes en los montes, como dice san Mateo, o en el desierto, como explica san Lucas, y se va a buscar a la ovejita ausente (cf Mt 18,12-14; Luc 15,4-5).
Por esa oveja, única para el cariño del Pastor, comenta san Hilario de Poitiers, “hay que entender al hombre, y en ese hombre único hay que ver la totalidad de los hombres. Cristo es el que busca, y en Cristo volverá el hombre perdido a encontrar la alegría del cielo”.
El padre La Puente, en sus meditaciones espirituales, comenta así el drama de la oveja perdida: “No conoce a su pastor ni los bienes que tiene Él, ni hace estima de lo que es estar debajo de su protección y en compañía de los justos. Además, hácesele pesado oír su voz y guardar sus mandamientos, teniéndolos por duros; siente mucho seguir los pasos del Pastor, que son escabrosos, de cruz y mortificación.
“Tiene hastío del pasto de doctrina y sacramentos, y gusta de los pastos del mundo y de la carne y, finalmente, quiere para sí la lana, la leche y las crías, ordenando la hacienda, dignidades, oficios y todas sus obras para su honra y provecho, amándose a sí misma con amor propio y desordenado, rehusando dar algo de esto a Dios. Por estas causas, o algunas de ellas, se sale del rebaño y se pone en peligro de condenación eterna, dando en la boca de los lobos infernales, que andan rabiando por despedazarla y tragarla”.
LAALEGRÍADEDIOS
La acción abnegada y generosa de Jesús expresa a mil maravillas el cuidado de Dios por su pueblo escogido. El Antiguo Testamento nos presenta a nuestro Padre celestial preocupado por su rebaño, figura poética que representa al pueblo de Israel y que en las páginas de la Nueva Alianza se aplica a los discípulos de Jesús, buen Pastor.
En la Biblia abundan los adjetivos que describen a las ovejas de Israel desoladas, angustiadas, desorientadas, vejadas, abatidas, enfermas, heridas, dispersas, desparramadas, errantes y perdidas.
“Todos nosotros, como ovejas, andábamos errantes, cada cual siguiendo su propio camino”, leemos en el profeta Isaías (53, 6).
“Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré Yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas... Buscaré a la oveja perdida, tomaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma”, dice Ezequiel (34, 11-12.16).
“Yo recogeré el resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus pastos, criarán...