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Animal de lenguaje
Hacia una visión integral de la capacidad humana de lenguaje
- 452 páginas
- Spanish
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Animal de lenguaje
Hacia una visión integral de la capacidad humana de lenguaje
Descripción del libro
Durante siglos, los filósofos han estado divididos acerca de la naturaleza del lenguaje. Los de tradición empirista afirman que el lenguaje es una herramienta desarrollada por los seres humanos para codificar y comunicar información.
Pero esta visión, afirma Taylor, descuida el papel crucial que desempeña el lenguaje en la formación del mismo pensamiento: este no se limita a describir; constituye un significado y conforma la experiencia humana de manera definitiva. La capacidad lingüística humana no es algo que poseemos de modo innato. Primero aprendemos el lenguaje de los demás, y luego, inducidos a conversar, emerge nuestro ser individual. El lenguaje es intelectual, pero también queda representado en retratos, gestos, tonos de voz, metáforas… No reconoce fronteras entre mente y cuerpo. Al mostrar la plena capacidad de ese "animal de lenguaje", Taylor arroja luz sobre qué es, en definitiva, el ser humano.
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Información
PARTE II
DE LA DESCRIPCIÓN A LA CONSTITUCIÓN
4.
LA TEORÍA DE HOBBES – LOCKE – CONDILLAC
1
VAMOS A RETROCEDER un poco, para detenernos a analizar la que he estado llamando teoría HLC. Me refiero a la explicación del lenguaje desarrollada, entre otros, en el paradigma de varios pensadores de los siglos XVII y XVIII. Quiero destacar a Hobbes, Locke, y Condillac. Es la teoría que rebatió Herder, bajo la forma de una tesis de Condillac sobre el origen del lenguaje.
Empezaremos por Hobbes. En su Leviatán defiende que el poder de discurso ha sido un gran don a la humanidad, porque es esencial para la sociedad. «Sin él no hubiera existido entre los hombres ni gobierno ni sociedad, ni contrato ni paz, ni más que lo existente entre leones, osos y lobos»[1].
«El uso general del lenguaje consiste en trasponer nuestros discursos mentales en verbales: o la serie de nuestros pensamientos en una serie de palabras»[2]. Esta transposición sirve a dos usos principales: el registro del pensamiento y la comunicación[3]. En el primer caso, el lenguaje se usa como “notas”, en el segundo como “signos”. Hobbes es el origen de la comprensión moderna del lenguaje como forma de codificación de información. Las “notas” codifican pensamientos. Y después los “signos” transmiten esos pensamientos codificados a otras personas.
Este segundo momento es esencial en nuestra vida política, que nos sitúa por encima de la condición de lobos, osos, y leones. Pero también el primero es esencial para nosotros. Nos permite pensar de forma mucho más eficaz. Gracias al lenguaje podemos pensar en universales, como solemos decir, con el uso de los conceptos y no solo nombres propios. «Un nombre propio recuerda solamente una cosa, los universales recuerdan cada una de esas cosas diversas»[4]. Y Hobbes propone entonces su famoso ejemplo: un sordomudo (que no tiene lenguaje) puede ser capaz de descifrar que los ángulos de un triángulo determinado suman 180 grados. Pero necesitaría volver a emprender ese arduo estudio empírico en cada nuevo triángulo. En cambio, gracias al discurso podemos establecer la verdad universal sobre los triángulos en una sola operación.
De esta forma, el discurso nos permite razonar de forma realmente eficaz. Hobbes entiende el razonamiento como una especie de cálculo. Tomemos, por ejemplo, el cálculo en un contexto en que nos proponemos llegar al total de entidades de cierto tipo. Se puede lograr de forma mucho más ágil si tenemos las cosas agrupadas en subtipos (ya contados). El discurso hace que esto sea posible.
Esta comprensión del razonamiento se basa en el inmenso prestigio del método resolutivo y compositivo, a partir del nuevo modelo de ciencia desde Galileo. Entender la realidad consiste en dividirla según las partes que la componen, y después elaborar la forma en que se combinan. Hobbes utilizó este mismo método para encontrar el sentido del sistema de gobierno[5]. Era un método que ya estaba quedando encerrado en la epistemología moderna, cuyo exponente más influyente era Descartes. Esta epistemología subrayaba que nuestro conocimiento del mundo estaba construido a partir de partículas de “ideas”, o representaciones internas de la realidad externa. Las combinamos, para producir nuestra cosmovisión. El error no se produce en las partículas de ideas, sino en la forma en que nosotros las combinamos, en nuestro pensamiento. Necesitamos elaborarlo de forma cuidadosa y metódica para llegar a la verdad. Por eso, el problema decisivo es la búsqueda de un método.
La noción que tiene Hobbes de la razón como cálculo encuentra su sentido en este contexto. El razonamiento es una combinación, y el lenguaje nos ayuda a hacerla de forma ágil y a gran escala. El gran requisito es que tengamos claro el significado de nuestros términos. Cada uno de ellos tiene que estar cuidadosamente definido desde el punto de vista semántico, y después debe mantener el mismo significado en todos los numerosos cálculos en los que figure. De otro modo, cuando las definiciones originales son vagas o imprecisas, o si quedan olvidadas en el razonamiento sucesivo, nos veremos enredados en nuestros pensamientos, «como un pájaro en el lazo»[6]. Nuestro gran peligro es que asumamos, por la autoridad de la tradición, términos que están mal definidos, y que esto nos haga acabar en el absurdo. Esto ya es bastante malo, pero peor aún es que los sembradores de la sedición pueden usar esos argumentos para destruir el orden del que dependen nuestra vida y nuestra seguridad. «Usan los hombres sabios las palabras para sus propios cálculos, y razonan con ellas: pero hay multitud de locos que las evalúan por la autoridad de un Aristóteles, de un Cicerón o de un Tomás»[7].
«En conclusión: la luz de la mente humana la constituyen las palabras claras o perspicuas, pero libres y depuradas de la ambigüedad mediante definiciones exactas; la razón es el paso; el incremento de ciencia, el camino; y el beneficio del género humano, el fin. Por el contrario, las metáforas y palabras sin sentido, o ambiguas, son como fuegos fatuos; razonar a base de ellas equivale a deambular entre absurdos innumerables; y su fin es el litigio y la sedición, o el desdén»[8].
En el contexto de la epistemología moderna, Hobbes comprende el lenguaje como primariamente designativo; es decir, las palabras adquieren su significado desde el objeto que designan. En segundo lugar, le da un uso instrumental. La designación clara, la fijación inequívoca del significado de cada término, es el instrumento indispensable del razonamiento.
El uso de una palabra, es decir, de un sonido o de una marca, para designar algo, es puramente arbitrario. Había una tradición distinta en el Renacimiento, basada en la cábala, y también en otras concepciones antiguas de la creación como un ensamblado de “signos”. Postulaba un lenguaje en sintonía con la realidad, en el que cada término permitía la comprensión del objeto que designaba. Es lo que se expresa en la leyenda sobre un lenguaje adámico, basada en el capítulo del Génesis en el que Adán da nombre a los distintos animales[9]. La Biblia parece estar diciendo que los nombres que Adán dio a las cosas eran los correctos. Tal vez esto se debía a que se adecuaban realmente a los animales que estaban nombrando. Hago referencia a esto aquí porque, como voy a explicar en mi próxima guía introductoria, estas ideas volvieron a presentarse en el Romanticismo, en la época de Hamann y Herder, y constituyen el contexto de algunos temas importantes en la poesía y el pensamiento post-Románticos.
Pero todo este conjunto de nociones era profundamente extraño a Hobbes y a los otros pensadores de la teoría HLC. La palabra solo se puede presentar para designar una idea que ha surgido en la mente. Su sentido completo está encerrado en esta designación. No puede existir un significado sobrante que esté contenido en el propio nombre. Este nombre es puramente arbitrario.
En este aspecto, HLC se sitúa en la línea de un tema dominante en la lingüística moderna, que sería expresado por Saussure. La asignación de un significante concreto a un “significado” dado es bastante arbitraria, o “inmotivada”, como se dice con frecuencia. Esto nos devuelve a un problema muy antiguo, planteado por Platón en su diálogo Crátilo, donde el personaje epónimo expone ante Sócrates la tesis, opuesta a Saussure, de que las palabras no son arbitrarias, sino que sus mismos sonidos indican el objeto que describen. Sócrates parece aceptar el argumento, pero más adelante vuelve sobre él para destruirlo. Quiero volver más adelante sobre la complejidad de asuntos implicados en esto.
Por el momento, vemos que Hobbes se sitúa decididamente en el extremo opuesto al Crátilo. Toda la empresa del razonamiento (= cálculo) quedaría subvertida por este supuesto excedente de significado implícito en el nombre. Y por la misma razón, las metáforas han de ser prohibidas. La expresión metafórica proclama que revela algo en el objeto “blanco” porque se refiere a él en unos términos tomados de la “fuente”. Precisamente es muy difícil decir hasta dónde llega esta comprensión extra, y si se pudiera decir con claridad se estaría traduciendo la metáfora al discurso literal. Así que esta, junto a otros tropos, y también a los trucos de retórica, debe ser evitada escrupulosamente si es que el lenguaje se propone servir a la razón. Veremos lo sólida que es esta resistencia a los tropos en toda la tradición de pensamiento en la que se inscribe HLC.
Por su parte, Locke asume la teoría básica de la mente en la naturaleza que tenía Hobbes, y también las exigencias que pide al pensamiento.
(1). Las exigencias del pensamiento son: autoanálisis y reconstrucción según principios defendibles. Esto exige descomponer nuestro pensamiento hasta sus átomos, y ver cómo se pueden conectar de forma responsable. En el libro 4 del Ensayo sobre el entendimiento humano[10], Locke establece los principios para unas conexiones cuidadosamente inductivas; de lo que más adelante se va a llamar empirismo.
(2). El retrato de la mente en la naturaleza se ha visto afectado por el mundo mediante la percepción. Las ideas «se producen […] por la operación de partículas insensibles sobre nuestros sentidos»[11]. Esto hace mella en la mente: en la recepción primaria de los datos, la comprensión es puramente pasiva.
El pensamiento es la tarea de trabajar sobre una materia prima inerte. Es, al mismo tiempo, la construcción y los materiales con los que se realiza. La mente es como una habitación, en la que están contenidos los materiales que usamos para construir[12]. El lenguaje forma parte de la maquinaria de construcción.
Es una cuestión de control. Necesitamos del lenguaje para construir una imagen creíble del mundo. El peligro está en que podamos vernos arrastrados por nuestro instrumento. Necesitamos claridad, perspicacia, para tener siempre en mente los fundamentos de la palabra en el pensamiento. Como consecuencia, las definiciones son decisivas. Hay un cierto ideal de transparencia en el lenguaje, de discreción, tendría que dejar que el pensamiento se pueda describir adecuadamente.
Locke crea una cierta cosificación de la mente, que se ha convertido en parte decisiva de su legado a la posteridad. En esto podemos apreciar que su teoría del lenguaje se inserta en la epistemología moderna, y también el mismo doble motivo por el que potencia ambas.
La exigencia del pensamiento (1) requiere autoanálisis, volverse hacia el interior, para hacer una reflexión radical. Exige un pensamiento r...
Índice
- PORTADA
- PORTADA INTERIOR
- CRÉDITOS
- ESTE LIBRO
- SUMARIO
- PRIMERA PARTE. EL LENGUAJE EN CUANTO CONSTITUTIVO
- SEGUNDA PARTE. DE LA DESCRIPCIÓN A LA CONSTITUCIÓN
- TERCERA PARTE. OTRAS APLICACIONES