Predicando a Personas del S.XXI
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Predicando a Personas del S.XXI

  1. 176 páginas
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Predicando a Personas del S.XXI

Descripción del libro

"Hay personas que predican durante una hora y parece que hayan pasado veinte minutos, y hay otras que predican durante veinte minutos y parece que haya pasado una hora. ¿Por qué esa diferencia? Me he pasado toda la vida intentado responder a esta pregunta", afirma Haddon Robinson. ¿Qué podría ser más útil para pastores, maestros y miembros en general de las iglesias que un libro sobre la predicación, escrito por tres grandes y reconocidos predicadores? Éste es un libro muy útil para cualquier persona con ministerio. Su lectura le ayudará a entender el hecho en sí de la predicación, las tentaciones a las que el predicador se tiene que enfrentar, y cómo resistirlas. Le ayudará a conocer mejor a las personas para quienes predica semana tras semana, y a ver cuáles son sus necesidades. Le ayudará a enseñar sobre temas tan actuales como el dinero, el sexo y el poder. Este libro está escrito en lenguaje claro y cita ejemplos reales de las experiencias de estos tres grandes predicadores, lo cual facilita la comprensión de los conceptos que exponen. Bill Hybels es pastor de Willow Creek Community Church, en las afueras de Chicago, y es autor de libros como Conviértase en un cristiano contagioso, Liderazgo audaz y No tengo tiempo para orar. Stuart Briscoe es pastor de Elmbrook Church en una ciudad de Wisconsin. Haddon Robinson es presidente del Denver Theological Seminary y autor de La predicación bíblica.

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Información

Año
2008
ISBN del libro electrónico
9788482676494
Parte 1
EL OYENTE
CONTEMPORÁNEO
La opinión que la gente tiene de los pastores ha ido cambiando con el tiempo. Quizá aún no nos han metido en el saco de los estafadores o de los demagogos y manipuladores, pero lo cierto es que tenemos que volver a ganar el respeto de la gente, la credibilidad y la autoridad.
Haddon Robinson
1
¿Qué autoridad tiene el predicador en la actualidad?
Asisto a un estudio bíblico con ejecutivos y hombres de negocios, y hace poco un hombre comentó que en todos los años en los que ha trabajado en el mundo empresarial, su pastor nunca ha ido a visitar su oficina.
“Es normal”, le dijo otro. “Cualquier pastor se sentiría como un pez fuera del agua si viniera a mi oficina”. Como yo soy pastor, me sentí aludido y le pedí que explicara qué quería decir exactamente.
“La mayoría de pastores que conozco se saben mover muy bien en el hospital y en la iglesia, porque ése es su territorio”. Continuó diciendo que, según él, el mundo de los pastores y el mundo de la gente de negocios son muy diferentes. “El pastor está acostumbrado a trabajar en solitario, o con un equipo bastante reducido, y su trabajo está basado en las relaciones personales. El mundo de los negocios es mucho más impersonal.
Los pastores saben cómo tratar el tema del duelo, de la soledad, y de la ética interpersonal, que tiene que ver con no robar, no codiciar, no fornicar, etcétera. Pero no conozco a muchos pastores que hablen del conflicto de lealtades que tenemos las personas que trabajamos en organizaciones más grandes”.
Otro hombre que dirige una gran empresa de construcción, respaldó lo que se acababa de decir, y puso otro ejemplo: “Un socio que murió hace poco nos debía 500.000 dólares. Él y su mujer tenían una casa que vale 150.000 dólares. La pregunta a la que nos tuvimos que enfrentar fue: ¿incluimos la vivienda en la demanda, aunque eso signifique que para pagar la deuda de su marido, la mujer se quede sin casa?”
Continuó diciendo: “Si eres el dueño de la compañía, si quieres puedes tomar una decisión compasiva. Pero cuando tienes que rendir cuentas a los accionistas, y tu tarea es cancelar las deudas pendientes, ¿a quién le debes lealtad? Quizá puedas pensar, “Por 150.000 dólares, no vale la pena”. Pero, imagínate que la casa vale 500.000 dólares. ¿Entonces sí valdría la pena? ¿Y si valiera un millón? ¿Es ético ir a por la casa de 500.000 dólares, pero no es ético ir a por la de 150.000?”.
El hombre de negocios asentía enérgicamente, pues en la iglesia en raras ocasiones se tratan o se mencionan este tipo de cuestiones. Y, sin embargo, son el pan de cada día de muchas personas. Muchos cristianos que trabajan en el mundo de los negocios tienen que vivir su fe en medio de estas situaciones complejas y moralmente ambiguas.
“Mientras el predicador habla de absolutos, de lo que está bien y lo que está mal”, dijo otro, “la mayoría de nosotros nos encontramos en medio de situaciones donde no hay ni blanco ni negro, sino un gris poco definido”.
Ya por último, alguien añadió: “Aunque valoro mucho a mi pastor, y disfruto sus predicaciones, casi nunca habla del mundo en el que me muevo”.
Salí de allí muy apesadumbrado. No todo el mundo estaría de acuerdo con estos hombres de negocios, pues algunos solo esperan que su pastor diga algo que les ayude a comprender un poco mejor las grandes cuestiones de la vida. Por desgracia, no son muchos los que esperan que el predicador sea capaz de transmitir enseñanzas aplicables al mundo concreto en el que se mueven.
El gran cambio
La opinión que la gente tiene de los pastores ha ido cambiando con el tiempo. Hoy en día, por lo general nadie decide ser pastor por el estatus o la posición que va a ocupar.
Hace un siglo, al pastor se le veía como alguien sabio e íntegro. Tenía autoridad debido a ese cargo o posición de pastor. Normalmente, el ministro era la persona mejor formada de la ciudad, aquel a quien la gente acudía para poder interpretar el mundo que les rodeaba. Tenía la oportunidad única de leer y estudiar, y con frecuencia era quien decidía cómo debía reaccionar la comunidad ante las diferentes situaciones morales o religiosas.
Pero en la actualidad el ciudadano medio tiene una visión muy diferente de los pastores y los predicadores. Quizá no nos meten en el mismo saco que a los estafadores o a los demagogos y manipuladores, pero lo cierto es que tenemos que volver a ganar el respeto de la gente, la credibilidad y la autoridad.
En vista del desprecio de nuestra sociedad, o del hecho de que se nos relegue a la esfera de lo PRIVADO y lo ESPIRITUAL, muchos predicadores luchamos con el tema de la autoridad. ¿Por qué nos van a escuchar? ¿Cuál es la fuente de nuestra credibilidad? En medio de esta situación, ¿cómo podemos recuperar la autoridad legítima que nuestra predicación necesita para comunicar el Evangelio con autoridad y eficacia?
Sugiero aquí cinco ideas que a mí me han sido de mucha utilidad.
Verbaliza los sentimientos de los oyentes
Una forma de ganar credibilidad en medio de las congregaciones del siglo XXI es dejar que la gente vea que entendemos su situación. Mucha gente de la que nos escucha cree que los predicadores vivimos en otro mundo. Quizá escuchen educadamente, viéndonos como alguien que les informa del distante pasado bíblico. Pero no lograremos nada a menos que se den cuenta de que estamos aplicando la verdad bíblica a su situación.
Es por eso por lo que, en una predicación, antes de hablar a la gente que tengo delante, hablo por ella. ¿Alguna vez al escuchar a un predicador te has sorprendido a ti mismo diciendo: “Exacto, tienes razón; yo también tengo esa reacción”? Eso es porque el predicador ha verbalizado tus sentimientos y quizá los ha expresado mucho mejor de lo que lo habrías hecho tú. Ha sido como si te conociera y te explicara lo que sientes.
Captamos la atención de la gente cuando les mostramos que nuestra experiencia tiene que ver con la suya. Por ejemplo, un predicador podría decir: “En la tabla de máximos goleadores no hay lugar para el que está por debajo de 5 goles por temporada”. Si los oyentes saben de deporte, saben que eso es verdad. El predicador habrá usado el lenguaje de sus oyentes. O el pastor puede coger una frase de una tira de cómic, o usar algún artículo de las revistas de negocios más conocidas. A cualquier empresario que esté sentado en el banco le sonará familiar, y verá que a ese pastor le interesa la vida real. A través de ilustraciones, el predicador deja que la gente vea qué le gusta leer, cuánto conoce y qué piensa sobre la vida real. Cuando hay áreas de la vida del predicador que coinciden con la del oyente, es más probable que éste escuche con interés. El pastor habrá ganado cierta credibilidad. Uno de los ingredientes de la predicación eficaz es el uso de material que conecte con las vidas de la gente de la congregación.
La congregación invisible
Otro modo eficaz en el que los predicadores llegan a conectar con los oyentes es haber realizado el siguiente ejercicio mental: en el momento de la preparación, imagínate que te sientas a la mesa de estudio con seis o siete personas más. Yo, en mi mente, me he formado un equipo así, y para mí son tan reales como si fueran de verdad.
En ese equipo cuento con un amigo que es un cínico declarado. Mientras releo el material que he preparado, muchas veces le oigo decir: “Haddon, debes de estar de broma. Lo que me estás diciendo no es más que comida-basura espiritualoide. ¿En qué mundo vives?”.
Otro de los miembros de mi equipo es una mujer mayor, una creyente sencilla, que se toma a los predicadores y sus predicaciones muy en serio. Y mientras preparo mis predicaciones, me pregunto: “Estas preguntas que quiero lanzar, ¿le van a hacer bien o la van a confundir? ¿Le ayudará esta predicación?”.
También tengo a mi lado, sentada hacia atrás con cara de desconfianza, a una adolescente que se está preguntando cuánto rato va a durar la predicación. ¿Qué le digo a alguien así?
Esos son cuatro de los siete componentes de mi equipo. El quinto es un no creyente que no entiende la jerga religiosa y que, aunque no sabe muy bien por qué, ha acabado viniendo a la iglesia ese domingo. El sexto es un hombre rudo que trabaja en el puerto industrial. Está muy involucrado en un sindicato, piensa que los gerentes de su empresa son unos estafadores, cuando se enfada insulta a todo el que se le cruza en su camino, y su hobby es ir a jugar a los bolos el jueves por la noche.
El séptimo es una profesora de raza negra que preferiría asistir a una iglesia de gente negra, pero asiste a nuestra iglesia porque su marido cree que es mejor para sus hijos. Es creyente, pero se enfrenta a la vida con amargura. Está muy a la defensiva cuando oye comentarios racistas y machistas, y siempre viene a decirme algo después de la predicación si cree que he presentado los valores de la clase media blanca como absolutos bíblicos.
A veces cambio de equipo, invitando a alguna persona más. Pero siempre incluyo a gente que conozco en la vida real. Gente que conozco por nombre, y que tiene una voz propia. Y aunque ellos no lo sepan, cada uno de ellos tiene un papel importante en la preparación de mi predicación.
Admite la complejidad de la vida
Admitámoslo. La vida es compleja. Pero a veces predicamos como si no lo fuera.
Una vez, después de predicar sobre el amor, un hombre se me acercó y me dijo: “Has dicho que el amor es buscar siempre el bien de los demás”.
“Exacto”.
“Vale, pero por mi negocio, estoy en una relación de competencia con otro hermano de esta congregación. Nuestra gestión es muy competente y eso nos permite vender nuestro producto a un precio inferior que el suyo. Pensando en el amor que acabas de describir, ¿qué debo hacer? ¿Mantener un precio similar al suyo? ¿O poner el precio que puedo poner, y como es más bajo que el suyo, quedarme con algunos de sus clientes?
Antes de que pudiera responder, siguió explicándome su problema.
“Y ésa no es la parte más compleja. Acaba de llegar a la ciudad una gran empresa que vende el mismo producto. Para seguir en el negocio, voy a tener que bajar los precios aún más. Tanto, que es probable que nuestro hermano caiga en bancarrota.
Yo quiero amar a este hermano. Estamos en el mismo grupo de estudio bíblico. Además, soy el entrenador de sus hijos. Quiero actuar de forma que no salga perjudicado. Pero en el mundo de los negocios, si no sale perjudicado él, saldré perjudicado yo. ¿Por qué los predicadores no mencionan este tipo de temas cuando hablan del amor?”.
Para poder hablar con autoridad, tenemos que ponernos en la piel de esos cristianos que se enfrentan a situaciones complejas, ya sea en el hogar, o en el trabajo. No importa lo difíciles y complejos que sean esos temas. Tenemos que estar dispuestos a decir: “Como pastor, debo predicar sobre las cuestiones delicadas”. Y en nuestra predicación, tenemos que reconocer la complejidad de dichos temas. ¿Cómo podemos hacerlo?
En primer lugar, es bueno admitir la tensión existente, y describirla. Toda verdad nos viene dada en un contexto de tensión. La tensión entre el Amor de Dios y su Santidad es evidente. No es sencillo explicar la forma en que Dios aplica a la vez su Amor y su Justicia.
Yo creo firmemente que Dios honra los intentos sinceros. Y la gente debe saber esto. A veces explico que podemos tener una buena motivación y aun así tomar una decisión equivocada, que es muy diferente de tomar una decisión correcta, pero estar movidos por una motivación incorrecta. Que yo sepa, en la Biblia nunca dice que una acción sea correcta en sí misma. La Biblia deja bien claro que sí hay acciones incorrectas: asesinar, matar, adulterar. Pero no es tan fácil hacer una clasificación de las conductas correctas.
Jesús habló de dos hombres que fueron al templo a orar, que es una práctica religiosa buena, pero dice que uno fue justificado, y el otro no. Jesús también habló de gente que daba y ofrendaba, lo cual es bueno, pero el problema es que algunos lo hacían para ser vistos. Y eso no está bien.
Así que desde la perspectiva de Dios, la motivación que nos mueve a hacer las cosas es un elemento clave. Una de las cosas que los predicadores podemos decir con autoridad es lo siguiente: “En situaciones así, es importante desarrollar todas nuestras habilidades para tomar las decisiones adecuadas. Pero lo más importante es responder a la pregunta siguiente: ¿Cuál es mi motivación? ¿Estás dispuesto a ser el embajador de Dios en esa situación? ¿Estoy buscando lo mejor para la gente que hay a mi alrededor? A veces nos sentimos confundidos y no sabemos qué decisión tomar. Necesitamos la sabiduría de Dios. Y Dios muchas veces nos ayuda a través de amigos cristianos y de consejeros cristianos”.
Habla con autoridad
Está claro que los predicadores hemos de ser algo más que un simple “compañero de luchas”. No vamos a poder ayudar a nadie si le transmitimos que es un perdedor y que nosotros también lo somos, por lo que la única salida que nos queda es seguir perdiendo juntos.
La gente quiere creer que tú has seguido los consejos que das y que, aunque aún no has llegado a la meta, vas hacia ella y tienes ganas de llegar: “Nunca aprenderás a ser un buen delantero observando a cuatro jugadores que marcan menos de 5 goles por temporada. Tienes que observar al que marca más de 20. Aunque fallará en alguna ocasión, sabe cómo encarar la portería.”
Del mismo modo, la gente quiere escuchar a alguien que conozca sus luchas, pero que también se haya tomado en serio el mensaje de la Biblia y sepa por donde guiarles.
Es verdad que nosotros nos identificamos con las necesidades y las experiencias de los nuestros; y también somos tan humanos como ellos. Pero nuestra tarea es trasmitir palabras que sean cualitativamente diferentes de la conversación normal. La predicación eficaz combina las dos y ofrece a las personas la esperanza de que puedan ser mejores de lo que son.
Cuando la combinación es adecuada, predicamos con autoridad, que es distinto a ser autoritario. Predicaremos con autoridad si hemos hecho los deberes. Conoces las luchas y el dolor de los tuyos. Pero también conoces la Biblia y la Teología. Puedes explicar la Biblia de forma clara. Los predicadores no están siendo autoritarios cuando intentan llamar la atención de la gente para que mire a la Biblia. Cuando Billy Graham empieza su frase con las palabras “La Biblia dice…”, no está apelando a su propia autoridad, sino a la autoridad de la Palabra de Dios, y nos muestra que esa autoridad tiene sentido. Cuando nuestra predicación es bíblica, ganamos credibilidad.
Por otro lado, el predicador autoritario es alguien que habla sobre las cosas bíblicas y las cosas no bíblicas con el mismo tono de voz. Hablo con la misma certeza y convicción ya sea que hable del Mundial de Fútbol o de la Segunda Venida.
Me di cuenta de la diferencia una noche cuando mi mujer, Bonnie, me dijo: “Llevas mucho tiempo predicando, y has llegado al punto en el que cuando compartes tu opinión sobre política o deporte, hablas con el mismo tono que si estuvieras predicando sobre Gálatas”. Es fácil caer en eso. Un tono autoritario que no vaya acompañado de una genuina autoridad bíblica es como un sonido aterrador que no significa nada.
Cuando hablamos con autoridad, predicamos el mensaje de la Biblia sin complejos, pero también transmitimos que no somos perfectos, y que no siempre sabemos cómo aplicar la fe a la vida.
Sé preciso en las descripciones
La autoridad también viene dada por el deseo de cuidar la información de la que uno está hablando y así no distorsionar los hechos. Es muy importante ser preciso al hacer definiciones o descripciones, ya sea que estemos definiendo el trasfondo histórico del texto o dando una ilustración. La exactitud da una mayor credibilidad.
Una vez usé una ilustración sobre serpientes y las ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Índice
  5. Presentación de la Colección Teológica Contemporánea
  6. Introducción (Marshall Shelley)
  7. Parte 1 El oyente contemporáneo
  8. Parte 2 La predicación contemporánea
  9. Parte 3 Los temas más difíciles
  10. Parte 4 El predicador contemporáneo
  11. Epílogo (Marshall Shelley)
  12. Bibliografía