Capítulo I
EL CULTO CRISTIANO:
SU DEFINICIÓN, PRÓPOSITO Y ELEMENTOS PRINCIPALES
I. ¿QUÉ ES EL CULTO CRISTIANO?
a. El culto: definición
El culto a Dios, la adoración, es una de las primeras actividades humanas mencionada en la Biblia (Gn. 4:3-4), asimismo es lo primero que hacen Noé y su familia después del diluvio bajo la nueva creación (Gn. 8:20), y será la última y única actividad de los redimidos cuando estemos en el cielo (Ap. 4:4). En latín la palabra culto (cultus)4 viene de «cultivar» haciendo referencia a alguien «culto» en el sentido de preparado o capacitado, que practica, trabaja y cuida de algo. De manera que uno puede «cultivar» en el sentido agrícola de plantar algo, uno puede ser «culto» en el sentido de persona capacitada intelectual y culturalmente, y uno puede «ofrecer un culto» en el sentido de un tiempo preparado, trabajado y ofrecido a Dios.
Básicamente podemos definir el culto cristiano como un servicio, un homenaje, una ofrenda de adoración y acción de gracias que encierra en sí misma un triple testimonio: honrar a Dios con la adoración, bendecir a la iglesia con la edificación, y testificar al mundo con la proclamación. Por tanto, el culto puede entenderse fundamentalmente como un acto comunitario de servicio y ofrenda a Dios en acción voluntaria, en respuesta agradecida a lo que Él ya hizo por nosotros. En torno a esta base, la comunidad, la iglesia local, se siente impulsada a la alabanza, la oración, la meditación de la Palabra, y la celebración de los sacramentos. Citando a Maxwell:
«El culto consiste en nuestras palabras y acciones. Es la expresión externa de nuestro homenaje y adoración, cuando estamos reunidos en la presencia de Dios. Estas palabras y acciones están gobernadas por dos cosas: nuestro conocimiento del Dios a quien adoramos, y los recursos humanos que somos capaces de aportar a ese culto. El culto cristiano se diferencia de todos los demás cultos en que se dirige al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.»5
De manera que si el culto cristiano es un servicio ofrecido a Dios, una respuesta a lo que Él ha hecho por nosotros, y un acto corporativo con ese sentido de celebración comunitaria, no podemos dejar de mencionar el elemento festivo que encierra en si mismo. Es decir, el culto no conmemora un recuerdo desilusionado6 como ocurriera con los discípulos en el día de la Pascua antes de la aparición del Señor, no, el culto revive en cada celebración al Cristo resucitado, se regocija en su presencia, se esperanza con la parusía, y en definitiva se convierte en una necesidad del alma redimida que busca y necesita reconocer al Autor de esa obra redentora.
b. El culto: Terminología
En cuanto a los términos griegos usados para referirse al culto dentro del NT, estudiaremos los propios, así como otras expresiones directamente relacionadas con la palabra culto, cuyo significado, como ya hemos visto, es cultivar o practicar algo, y que bajo un sentido religioso, se entiende como un homenaje que se tributa a Dios.
Latreia (λατρεια). Relacionado con latreuo, término que hace referencia en principio a un servicio pagado. En la Biblia se usa en relación con el servicio a Dios en el contexto del Tabernáculo (He. 9:1; Ro. 9:4), y en relación con el culto racional7 de los creyentes al presentar nuestros cuerpos a Dios en sacrificio (Ro. 12:1). Otros textos donde aparece este término con el sentido general de servicio, son: Hechos 7:42; 26:7; Hebreos 13:10; Apocalipsis 7:15. De esta misma raíz derivan los vocablos oficio y ritual. El primero, en la Biblia hace referencia al servicio ofrecido a Dios conforme a las demandas de la ley levítica (los oficios del culto u oficios religiosos, He. 9:6). Del segundo, ritual, decir que su uso está circunscrito al servicio sacerdotal bajo el Antiguo Testamento y al sistema cúltico de la ley.
Proskuneo. (ροσκυνεω). Este vocablo, en su uso bíblico, debe ser considerado como sinónimo de culto. Su significado es adorar, pero adorar en el sentido de prosternarse8 en reverencia y sumisión a la majestad de Dios. El énfasis es el de una adoración ofrecida en total entrega. Adorar tiene el sentido de «rendir culto a Dios», culto que puede darse en el sentido mencionado de inclinarse a tierra9, o bien lo contrario, levantar el rostro y las manos hacia Dios reconociendo su Santidad y Perfección (Mt. 2:2; 4:10; Lc. 4:8; Jn. 4:20-24; Hch. 10:25; 1 Co. 14:25; Ap. 7:15; 19:4).
Servicio. Del griego leitourgeo10 (λειτουργεω) «servicio» o «ministerio». Se dice del servicio religioso que los levitas prestaban junto con los sacerdotes en el AT (He. 8:2-6). También significa ministrar a Dios o a la iglesia (Hch. 13:2; Fil. 2:17).
Ethelothreskeia (εθελοθρησκεια). Palabra compuesta de ethelo querer, y threskeia adoración. Denota un culto y una adoración voluntaria nacida no de las exigencias de la ley, sino de un anhelo personal de buscar y rendir culto a Dios (Col. 2:18 y 23).
Ofrenda: Del griego (ροσφερω), o (αναφερω). El primero significa «traer a» u «ofrecer» en el sentido de una presentación u ofrenda de dones sacrificiales (He. 5:3; 10:2). El segundo vocablo griego se traduce como «conducir o llevar arriba». Mencionamos también el vocablo (α αρχη) que es un término técnico del lenguaje sacrificial que hace alusión a los primeros frutos o primicias de algo. Podemos considerarlo un término sinónimo de «sacrificio».
En cuanto al vocablo liturgia, más adelante le concedemos un apartado específico. Los términos que ahora veremos, si bien no se pueden aplicar específicamente como sinónimos de culto, sí están directamente relacionados con el mismo. Son los siguientes:
Doxa: Del griego (δοξα). En principio significa buena opinión, estimación. En el contexto bíblico se traduce por «gloria», aludiendo a la naturaleza y a los actos de Dios. También se puede traducir como «honor y majestad», siempre dentro de las cualidades divinas que el hombre se limita a reconocer (Hch. 12:23; Ro. 1:23; 1 P. 4:11; Ap. 1:6; 19:7).
Eulogeo: Del griego (ευλογεω), verbo formado por el adverbio eu (bien) y la raíz log (hablar), por tanto su significado sería «hablar bien», «elogiar.» En el contexto cúltico se usa con el sentido de impartir bendición, bendecir (1 Co. 10:16; He. 12:17; Ap. 7:12).
Aineo: Del griego (αινεω), cuyo significado es «alabar», «ensalzar». Se enmarca dentro de las reacciones y respuestas del creyente que alaba y eleva sus exclamaciones de reconocimiento al Dios soberano (Lc. 18:43; Hch. 2:47; Ap. 19:5).
c. El culto: Propósito
El propósito y el objetivo principal del culto cristiano, es la adoración. Adoración al único que la merece, el Dios creador y sustentador de todas las cosas. Dicha adoración debe cumplir asimismo un doble propósito: glorificar a Dios y edificar a su Iglesia. Si la adoración es la vocación suprema del hombre, y el culto es el trabajo más noble al que el hombre puede aspirar, el culto se convierte en el canal más digno, para que tributemos a Dios la adoración que sólo Él se merece. Esa adoración, que es una necesidad inherente al ser humano, si no se satisface a través del culto cristiano, se satisfará a través de cualquier otro culto. Debido a esa necesidad, si el hombre no adora al Dios creador, acabará rindiendo culto a otra supuesta divinidad11 o cualquier elemento de la creación (Ro. 1:23-25).
Como ya hemos dicho, el hombre posee un instinto religioso que le impele a buscar a Dios, por tanto, también debemos entender el propósito del culto como una respuesta humana de adoración y acción de gracias, hacia un Dios al que le ha placido revelarse tomando así la iniciativa. En palabras de R. Paquier: «Dios sólo puede ser el objeto de nuestro culto si primero es el Sujeto que nos da el culto..., los paganos se imaginaban un culto esperando ganarse el favor de los dioses por medio de él. El culto de los hebreos era una respuesta a lo que Dios ya había hecho por ellos».12
El culto es para Dios. Al culto hay que venir aportando una actitud reverente, una actitud ya sea de gozo o de arrepentimiento, pero nunca de indiferencia, pues la Palabra dice en Deuteronomio 16:16: «Ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías». Diremos más, el culto es una ofrenda para Dios en respuesta a lo que Él ha hecho por nosotros, y en esa respuesta agradecida de adoración y acción de gracias, o de súplica, arrepentimiento o búsqueda, en ese acto de darse, de ofrendarse a si misma, la iglesia es edificada y consolada, recibiendo la bendición como consecuencia directa de cumplir el mandato bíblico: «Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás» (Mt. 4:10).
Adorar es reconocer. Elevarnos por encima de nuestra condición, para acabar comparándola con la majestad de Dios, y en ese dramático contraste, dar a luz a un profundo deseo de santidad. En la adoración, el creyente reconoce la condición propia y la de Dios, y desde esa visión privilegiada, brota la alabanza, la gratitud, el arrepentimiento, la dependencia, la sumisión y el compromiso. El propósito del culto es la adoración, el propósito de la adoración es el reconocimiento de nuestra propia realidad frente a la de Dios, y el propósito de ese reconocimiento, es el cambio, la búsqueda de la santidad. Si leemos que nadie se presentará delante de Jehová con las manos vacías, también debemos decir que nadie se despedirá de delante de Jehová con las manos vacías. Si el culto no trasforma la vida de la comunidad, no transforma nada.
II. TEXTOS BÍBLICOS RELATIVOS AL CULTO
Seleccionamos en el NT seis textos que nos dan pautas sobre cómo ha de ser nuestro culto, nuestra manera de adorar y buscar a Dios. Son Mateo 2:11; Mateo 4:9, 10; Juan 4:19-24; Hechos 2:42; Romanos 12:1, 2, y Apocalipsis 4:1-1...