La adivinanza, un género en “las dos orillas” del Atlántico. México y España
Este breve estudio del género de las adivinanzas en lo que llamamos “las dos orillas” (cuyo precedente es el libro referido en la nota a pie), tiene como objetivo analizar desde dos miradas –la española y la mexicana– representaciones de dos tradiciones hispánicas, mostrando lo que las acerca y lo que las aleja, las semejanzas y las diferencias de carácter histórico, dejando para los interesados en el tema todo lo relacionado con sus variantes, temática, léxico, estilo, métrica o estructura el libro mencionado (Vid. Cerrillo y Miaja, 2011).
Estas dos tradiciones, mexicana e hispana, se han armonizado a través de los siglos, como testimonio de un encuentro que ha resultado afortunado y que es muestra de la riqueza y versatilidad de un patrimonio cultural, más allá de los límites temporales y espaciales. Si en España es sabido que la tradición del género se ha delimitado alrededor del enigma, el acertijo y la adivinanza, no es tan conocido su antecedente en los zazaniles o zazanilli y quisicosas prehispánicos, a pesar de haber sido consignados por fray Bernardino de Sahagún en su Historia general de las cosas de Nueva España, ya en 1557.
De este modo, nos proponemos privilegiar el género de la adivinanza, uno entre todos los antes enunciados, desde las dos orillas (la española y la mexicana), a la luz de su presencia en una y otra tradición, por un lado; y, por otro, revisar la forma en que ambas se han armonizado a través de los siglos.
Veamos. El enigma se caracteriza por tener el propósito de esconder un problema de difícil solución en cuya respuesta generalmente se ofrece una enseñanza y el acertijo por ser expresado en prosa, pero nos interesa la adivinanza, composición lírica breve de tipo popular y tradicional que ha sido definida de múltiples maneras. Para José Luis Gárfer y Concha Fernández (1994, VII), reconocidos especialistas en este género: “Primero fue el acertijo y, cuando este se arropó con el verso, nació la adivinanza, una pequeña y valiosa joya poética de nuestra literatura popular”.
Tanto el acertijo como la adivinanza coinciden en plantear una pregunta ingeniosa, sin embargo, como dijimos, el acertijo lo hace en prosa y la adivinanza en verso, y esta, además, dentro de una estructura más compleja y elaborada, y con parámetros más definidos en su construcción. En los dos destaca el empleo de un lenguaje simbólico y rimado con el que se expresa un juego de palabras en el que se suele esconder la clave a resolver. Para algunos, la esencia de la adivinanza está en el hecho de ser un ejercicio intelectual, un juego en el que se reta a un contrario, de forma ingeniosa, a que resuelva un breve enigma o problema, en el cual puede o no presentarse una clave, a veces verdadera, pero otras falsa o encubierta. Para otros estudiosos, como María Gabriela González, la adivinanza es:
Uno de los primeros y más difundidos tipos de pensamiento formulado; es el resultado del proceso primario de asociación mental, de la comparación y la percepción de parecidos y diferencias aunados al humor y al ingenio. La sorpresa al descubrir similitud entre objetos, en los que de ordinario no se esperaría encontrarla, es un elemento básico para su elaboración: sin sorpresa no hay adivinanza (González 1999: 21).
Para Francisco Rodríguez Marín (1981) la adivinanza es “un ejercicio intelectual”. José L. Gárfer y Concepción Fernández (1983: 10), por su parte, afirman que es “una ingeniosa descripción en verso de un mensaje que el receptor debe descubrir”. Y Arturo Medina (1963, I: 9) considera que las adivinanzas son: “Auténticos ejemplos de ingenio popular que despiertan la curiosidad infantil”. Y así podríamos continuar enunciando las muchas definiciones que se han dado de la adivinanza.
Sin embargo, nuestro propósito es acercarnos a las adivinanzas desde nuestras dos miradas, la española y la mexicana, la europea y la americana, puesto que representan solo una muestra de las dos tradiciones hispánicas y ver en ambas lo que las acerca y lo que las aleja, las semejanzas y las diferencias, porque estamos convencidos de que la adivinanza es todo eso que han afirmado nuestros colegas y mucho más: por un lado, un tipo de composición lírica popular y tradicional con un breve enunciado que contiene, más o menos explícitamente, aspectos, cualidades, conjeturas o imágenes de algo que no se dice abiertamente y que debe ser descubierto; y, por otro lado, un breve poema, arcón de un secreto, que por ser añejo en sus orígenes, por mantenerse fiel a su estructura y por cumplir siempre la misma función es capaz de irse adaptando a las distintas circunstancias culturales, sociales e históricas, generando nuevas versiones de una tradición tan arraigada en el sentir popular como lo es esta forma lírica de comunicación del arte de saber y entretener. Ingenio y poesía unidos en un juego mental y verbal que ha perdurado por siglos haciendo las delicias de niños y adultos, en una y otra orilla.
En estas consideraciones históricas sobre la adivinanza en las dos orillas, que queremos ofrecer al lector de La memoria olvidada, nos referimos a la tradición prehispánica y novohispana, por un lado; y a la tradición española medieval, renacentista y barroca, por otro, con unas breves notas añadidas sobre la tradición románica de la adivinanza y un apartado final sobre las funciones de la adivinanza.
Las tradiciones prehispánica y novohispánica en la adivinanza mexicana
Antonio Paredes-Candia menciona que sobre el origen y la definición de la palabra adivinanza, el folklorista Ralph Steele Boggs, escribió lo siguiente:
Sobre deus “dios” el latín clásico formó el adjetivo dius, entonces divus y por fin divinus, de o perteneciente a un dios divino; se aplicaba a lo que tenía que ver con los dioses: al ejercicio religioso, a la adoración divina, a los sacrificios, etc. Luego divinus llegó a significar “divinamente, inspirado, profético”, y entonces como sustantivo, “profeta, adivino, pronosticador”. Sobre esta b...