El corazón de la evangelización
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El corazón de la evangelización

Redescubre el papel de Dios y el nuestro en la evangelización

  1. 432 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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El corazón de la evangelización

Redescubre el papel de Dios y el nuestro en la evangelización

Descripción del libro

Los cristianos, sin excepción, tenemos un llamado. Llamados a amar a Dios con todo lo que somos; llamados a servirle; llamados a acercarnos a los que se encuentran perdidos. Sin embargo, es este último llamado al que más nos cuesta responder. Dispuestos de buen grado a apoyar ministerios de evangelización puestos en marcha por otros, muchos de nosotros pronto nos desalentamos en los intentos de testimonio personal, porque, sencillamente, sucede que las estrategias que hemos tratado de poner en práctica no parecen estar dando resultado. Al comprobar cómo va obrando Dios en las vidas de las personas, descubrirás el privilegio de vivir la realidad de la evangelización: en genuino amor a las personas en Cristo.

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Información

Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788494605802
- CAPÍTULO 1 -
Enviados a todas las naciones
En el conjunto de los cuatro Evangelios y en el primer capítulo del libro de Hechos, tenemos el privilegio de seguir las conversaciones de Jesús con una serie de personas. Es como si estuviéramos ¡escuchando a escondidas a Dios! Las tres últimas, de esa serie de conversaciones, tal como aparecen recogidas en el Nuevo Testamento, tratan de la tarea que Jesús encarga a sus discípulos tras su retorno al Padre. Los cristianos hacen referencia a menudo a esa tarea, encomendada por Jesús a sus discípulos, como la Gran Comisión, que fue dada en los días previos a la ascensión de nuestro Salvador a los cielos, transcurridas unas semanas de su Resurrección.
A pesar de unas dudas persistentes en el ánimo de sus discípulos, lentos para creer y duros de corazón para sentir, como podemos ser tú y yo hoy día, la mayoría de ellos estaban completamente persuadidos de que Jesús había sido levantado realmente de entre los muertos, creyendo por ello con plena convicción que Él era el Cristo, el verdadero Hijo de Dios, una verdad firmemente establecida. Esa era la razón de que estuvieran dispuestos a recibir la orden de ponerse en marcha, e igualmente a oír de su boca qué obra deberían llevar a cabo. Jesús habló de la Gran Comisión en más de una ocasión, y en distintas maneras, de forma tal que no había lugar para la duda o la incertidumbre.
Examinaremos, pues, en primer lugar, el relato que encontramos al final del Evangelio de Mateo (28:18-20). Jesús se apareció a los discípulos en un monte de Galilea, lugar del que eran oriundos, junto al lago de ese nombre. Allí les encomendó una tarea, añadiendo unas palabras de ánimo.
Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que os he mandado. Y os aseguro que estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.
¡Id y haced discípulos!
Jesús ordenó a sus discípulos que “hicieran discípulos de todas las naciones”. Estas son palabras tan bien conocidas que apenas si nos paramos a pensar en el reto que tuvieron que suponer para quienes las oyeron por primera vez de boca de Jesús. Ese pequeño grupo, integrado por once personas de lo más común, tenía que dirigirse a todas las naciones de la tierra y tratar de hacer, de aquellos que les escucharan, verdaderos discípulos de Jesús. Sin duda, les estaba ya resultando bastante difícil creer en Él, a pesar de los tres años pasados en su compañía y tras haber presenciado hechos fuera de lo común y, más en particular todavía, en esas pocas semanas tras la muerte y resurrección de Jesús. Aun así, ese pequeño grupo, al que tanto le había costado creer, ¡iban a ser ahora agentes de conversión para todas las naciones del mundo!
Es muy probable que algunos de ellos no hubieran viajado hasta entonces fuera de su propio lugar de origen, pequeños reinos y provincias a ambos lados del Jordán, y más allá de Israel hasta la costa del Mediterráneo. Habrían oído, sin duda, de labios de viajeros de la existencia de otras partes dentro del vasto Imperio romano que se prolongaba hasta el norte de África, adentrándose en Europa hasta su norte y su occidente, quedando incluidos Turquía y Armenia, hasta los límites de las fronteras con Persia en Asia Menor (actual Irán). Aun así, es muy probable que no tuvieran conocimiento de primera mano de esos lejanos lugares y de las distintas naciones más allá de posibles descripciones de uso generalizado.
Sin embargo, fueron esos hombres de escasa preparación académica los que acometieran la titánica empresa de instruir a las naciones del orbe conocido en todo cuanto el Señor les había enseñado a ellos para obediencia, bautizándoles en esa fe al hacerse seguidores de Jesús. Pensemos por un momento en el reto tan tremendo que sigue suponiendo esa comisión hoy día, teniendo en cuenta, además, que formamos parte de una Iglesia de cobertura mundial cuyos seguidores se cuentan por millones. ¡Imagina qué impacto tan grande tuvieron que experimentar los apóstoles!
La autoridad de Cristo
A tan tremenda ordenanza, Jesús añadió palabras reconfortantes (¡que tan necesarias eran!). Así, “Me ha sido dada oportuna autoridad tanto en el cielo como en la tierra”. Jesús gobierna por encima del mundo de los espíritus, triunfando igualmente sobre los demonios, derrotando a los falsos dioses de las naciones al anular su poder, impulsando así, a los discípulos, a que salieran al mundo confiadamente. Saben, por tanto, que, en su proclamación del Evangelio, Jesús tiene el nombre que está por encima de cualquier otro en las regiones celestiales, del poder de las tinieblas y por encima de todo posible espíritu maligno. Los discípulos del Señor sabían sobradamente que, tanto en el seno del Imperio de Roma como asimismo más allá de sus confines, las gentes rendían culto a muchos dioses distintos. Estaban, pues, siendo enviados al mundo pagano, donde la mayoría de las personas a las que se dirigieran estarían bajo el influjo de falsos dioses y espíritus. Ya habían experimentado de primera mano el poder de las huestes de Satanás al tener que enfrentarse a enemigos que ponían a prueba sus convicciones al tiempo que buscaban acabar con la vida de Jesús. Pero lo cierto es que ahora su confianza provenía de un Jesús que había vencido a Satanás en la cruz y con su resurrección, anulando las maquinaciones de su adversario, y ello de tal forma que Jesús gobernaba a los poderes celestiales en medio del mundo pagano.
Gobernante de las naciones
Jesús les había exhortado a salir al mundo con la convicción de que todo posible poder le había sido conferido sobre este mundo. Jesús regiría sobre todas las naciones a las que se encaminaran. Abriría puertas en lugares que parecían inaccesibles, como Señor por encima de todo señor, y como Rey por encima de los reyes de este mundo. Incluso el César, emperador de un área de proporciones inimaginables hasta entonces, sería súbdito de Jesús. Esas fueron las primeras palabras de aliento que recibieron los discípulos junto con ese llamamiento tan “imposible”.
Y así es igualmente hoy día para nosotros. Todos las naciones del mundo, junto con los poderes ocultos de las tinieblas, están sujetos ahora a Cristo. De hecho, hay un único poder superior en el mundo hoy, que no es ni Estados Unidos ni su presidente. Es el del Señor Jesucristo. Él es quien gobierna a las naciones a causa del Evangelio y de su Iglesia en el concierto de las naciones.
La presencia de Jesús
Jesús tenía otras palabras más de aliento para sus discípulos. En primer lugar, en referencia al poder. En segundo lugar, a título personal. Jesús había prometido que Él mismo estaría a su lado. Allá donde estuvieran, por duro que fuera el camino, por grande el reto a superar, por hosco el recibimiento, y con independencia de su propia sensación de ineptitud, Él estaría a su lado animándoles y ayudándoles a ser más fuertes y a resistir, como ya lo había hecho con anterioridad en el pasado durante su ministerio en la tierra. Ciertamente nunca más iban a estar solos. Y esa promesa, realizada en su tiempo a los discípulos, sigue estando vigente hoy día a favor nuestro, acompañándonos en el camino que Él nos llame a emprender.
- CAPÍTULO 2 -
El poder del Espíritu
Nuestro segundo ejemplo, en relación a esa Gran Comisión dada por Jesús a sus discípulos, lo encontramos en el primer capítulo de Hechos, justo antes de tener lugar la Ascensión. Jesús ya les había instado con anterioridad a esperar en Jerusalén el bautismo del Espíritu Santo bendiciéndoles con su presencia. El Espíritu Santo iba a ser el don prometido por el Padre a favor de los discípulos. La noche previa a su muerte, al igual que en otras muchas ocasiones anteriores, Jesús había hecho mención del don del Espíritu que habrían de recibir. Ahora, les dijo, ese don está punto de hacerse realidad en el Día de Pentecostés y que nosotros, en la actualidad, recibimos cuando nos acercamos a la fe en Jesucristo (véase Romanos 8:9; 1 Corintios 12:12-13; Efesios 1:13-14).
Los discípulos todavía estaban esperando la llegada de ese don cuando vieron a Jesús por última vez. Su pregunta final fue: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino a Israel?” (Hechos 1:6). Quedaba lejos de su pensamiento la tarea qu...

Índice

  1. Índice
  2. Prólogo a la serie
  3. Introducción
  4. - SECCIÓN PRIMERA - Misión al mundo
  5. - CAPÍTULO 1 - Enviados a todas las naciones
  6. - CAPÍTULO 2 - El poder del Espíritu
  7. - CAPÍTULO 3 - Horizontes para nuestra misión
  8. - CAPÍTULO 4 - ¿Era claro Jesús?
  9. - CAPÍTULO 5 - ¿A quién enviaré? y ¿Quién irá por mí?
  10. - CAPÍTULO 6 - ¿En qué situación me encuentro?
  11. - CAPÍTULO 7 - ¿Por dónde empezar?
  12. - CAPÍTULO 8 - ¿A favor de qué tenemos que orar?
  13. - CAPÍTULO 10 - Vivir la fidelidad en el lugar de trabajo
  14. - CAPÍTULO 11 - Una vida en amor
  15. - CAPÍTULO 12 - Un hogar abierto
  16. - CAPÍTULO 13 - La nueva comunidad
  17. - SECCIÓN SEGUNDA - La bondad y perseverancia de Dios
  18. - CAPÍTULO 14 - ¿Es Dios reticente?
  19. - CAPÍTULO 15 - Un evangelista reticente
  20. - CAPÍTULO 16 - La importancia de nuestra historia
  21. - CAPÍTULO 17 - La infinita variedad de los medios de Dios (I)
  22. - CAPÍTULO 18 - La infinita variedad de los medios de Dios (II)
  23. - CAPÍTULO 19 - Un testimonio personal
  24. - SECCIÓN TERCERA - Barreras que impiden la comunicación del Evangelio
  25. - CAPÍTULO 20 - Barreras en nuestro interior
  26. - CAPÍTULO 21 - Barreras entre la iglesia y el mundo (I)
  27. - CAPÍTULO 22 - Barreras entre la iglesia y el mundo (II)
  28. - CAPÍTULO 23 - Barreras entre el mundo y la iglesia
  29. - CAPÍTULO 24 - ¿Qué piensa de mí mi vecino?
  30. - CAPÍTULO 25 - El fariseo en nuestro interior
  31. - CAPÍTULO 26 - Resúmenes memorizados del Evangelio
  32. - SECCIÓN CUARTA - Dar a conocer el Evangelio
  33. - CAPÍTULO 27 - Todas las cosas para todas las personas
  34. - CAPÍTULO 28 - Mostrar respeto: Principio I
  35. - CAPÍTULO 29 - Jesús nos muestra el camino
  36. - CAPÍTULO 30 - Construir puentes para el Evangelio: Principio II
  37. - CAPÍTULO 31 - Entender lo que otros creen: Principio III
  38. - CAPÍTULO 32 - Revelar los secretos del corazón (I)
  39. - CAPÍTULO 33 - Revelar los secretos del corazón (II)
  40. - CAPÍTULO 34 - Utilizar un lenguaje adecuado: Principio IV
  41. - CAPÍTULO 35 - Persuasión razonada: Principio V
  42. - CAPÍTULO 36 - Responder a las objeciones a la persuasión razonada
  43. - CAPÍTULO 37 - Expresar de forma clara las buenas noticias: Principio VI
  44. - CAPÍTULO 38 - Retar al corazón y a la mente: Principio VII
  45. Conclusión
  46. Iglesias y entidades colaboradoras de esta serie