El Opus Dei en la Iglesia
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El Opus Dei en la Iglesia

  1. 352 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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El Opus Dei en la Iglesia

Descripción del libro

Reflexión sobre el mensaje y misión del Opus Dei, que ayuda a entender cual es su contribución dentro de la Iglesia católica. Sus autores, dice el beato Álvaro del Portillo en el prólogo, "captan la eclesialidad del Opus Dei en dos fuentes principales: los escritos del Fundador y la realidad viva de la Prelatura", cuyos Estatutos -sancionados por Juan Pablo II en 1982- se incluyen como apéndice del libro.

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Información

Año
2014
ISBN del libro electrónico
9788432144646
Categoría
Religión

CAPÍTULO PRIMERO
EL OPUS DEI COMO REALIDAD ECLESIOLÓGICA

por PEDRO RODRÍGUEZ
El 2 de octubre de 1958, durante un encuentro informal con Mons. Escrivá de Balaguer —era en Roma, a media mañana, y estábamos con él una docena de personas— el Fundador del Opus Dei rememoraba, lleno de agradecimiento, treinta años de vida de la Obra: «una historia de las misericordias del Señor», decía. El Opus Dei tenía detrás y, sobre todo, delante —y bien lo sabía su Fundador— un desarrollo institucional trabajoso (que solo se despejaría después de su muerte, al ser erigido como Prelatura personal[1]). En aquel ya lejano 1958, a la pregunta por lo que es el Opus Dei dio esta sencilla respuesta: «el Opus Dei es una partecica de la Iglesia».
Si traigo aquí esta expresión coloquial del Fundador es precisamente por la voluntad que en ella se manifiesta de dejar a un lado los módulos jurídicos que entonces configuraban institucionalmente a la Obra, para retrotraerse a lo esencial: «una partecica de la Iglesia». Esta palabra, precisamente por su contenido tan elemental y primario, me pareció entonces —y lo mismo pienso ahora— que señalaba el camino para intentar una comprensión eclesiológica del Opus Dei. En efecto, hablar del Opus Dei, pensar el Opus Dei es algo que remite radicalmente y ante todo a la Iglesia misma, a la riqueza salvífica que en ella se encuentra: todo lo que el Opus Dei es, lo es en el misterio de la Iglesia y, por tanto, su estudio solo puede abordarse desde una eclesiología rigurosa. Es en este gran marco eclesial donde debe inscribirse la consideración temática de la «partecica», para hacer emerger de manera coherente su naturaleza in Ecclesia. Es esto lo que se propone este primer capítulo: abordar la realidad del Opus Dei bajo su aspecto formalmente eclesiológico[2].
El Santo Padre Juan Pablo II, en el proemio de la Const. Apost. Ut sit (28.XI.1992), por la que se otorgaba al Opus Dei su definitiva configuración jurídica como Prelatura personal en la Iglesia, afirma que a eso se llegó «después de examinar la naturaleza teológica y originaria de esta institución»[3]. Aparece así lo «originario» y lo «teológico» como aspectos mutuamente implicados en la realidad, que fundan toda configuración canónica y se constituyen por tanto en su permanente referencia hermenéutica. De ahí el interés por pensar teológicamente lo originario en orden a establecer el lugar y la posición que esa realidad —el Opus Dei— ocupa en la estructura de la Iglesia; y a conocer cómo y en qué medida se dan e inciden allí los diferentes elementos de aquella estructura; y, finalmente, describir las peculiaridades institucionales del Opus Dei.

I. El Opus Dei en el horizonte de la misión de la Iglesia

San Josemaría Escrivá de Balaguer hablaba con mucha frecuencia del «fenómeno pastoral del Opus Dei»[4]. Bajo esta expresión designaba la realidad espiritual, institucional y apostólica que el Señor le hizo ver el 2 de octubre de 1928, en cuanto que se pone en marcha y se desarrolla en la Iglesia de una manera creciente bajo la guía amorosa del Señor[5]. La articulación eclesiológica de ese fenómeno pastoral es una realidad polivalente, ciertamente unitaria, pero que abarca aspectos diversos de vida eclesial, que deben ser tenidos en cuenta. Piénsese, por ejemplo, que esta realidad que llamamos Opus Dei no es solo la Prelatura personal en sentido estricto: incluye esa importante dimensión institucional de la Obra que es la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, una asociación de clérigos propia e inseparablemente unida a la Prelatura. Ambas constituyen un quid unum, pero son distintas: los socios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz incardinados en las Diócesis son del Opus Dei, pero no se encuentran bajo la jurisdicción del Prelado del Opus Dei ni pertenecen bajo ningún concepto al presbiterio de la Prelatura, sino que permanecen en el ámbito jurisdiccional de sus respectivos Obispos diocesanos[6]. Y, por otra parte, el «espíritu o espiritualidad del Opus Dei» es evidentemente una realidad operativa, en la vida de tantos cristianos, que trasciende al Opus Dei, entendido este como realidad institucional[7].
El 2 de octubre de 1931 Josemaría Escrivá anotaba: «Día de los Ángeles, vísperas de Santa Teresita: Hoy hace tres años que, en el Convento de los Paúles, recopilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando; desde aquel día, el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, había puesto sobre sus espaldas» Allí mismo, en relectura posterior, escribió al margen: «Ese día el Señor fundó su Obra: desde entonces comencé a tratar almas de seglares, estudiantes o no, pero jóvenes. Y a formar grupos. Y a rezar y a hacer rezar. Y a sufrir…»[8]. Y en una Instrucción de 1934 decía a los miembros del Opus Dei: «La Obra de Dios no la ha imaginado un hombre […]. Hace muchos años que el Señor la inspiraba a un instrumento inepto y sordo, que la vio por vez primera el día de los Santos Ángeles Custodios, dos de octubre de 1928»[9]. Estas palabras de Josemaría Escrivá nos remiten a una iniciativa divina. O lo que es lo mismo, nos dicen que la «partecica» in Ecclesia, antes que institución, fue carisma; o mejor, que se origina en un carisma, en una concreta e histórica irrupción de Dios en la vida de la Iglesia a través del hombre llamado para esa tarea; carisma que declara una voluntad de Dios, un mandato imperativo de Cristo —señalando una tarea y una misión apostólica—; carisma al que sigue, primero, la «conciencia» subjetiva de la misión y del mandato, y, a continuación, su inmediata puesta en práctica, es decir, eso que la Escritura llama la «obediencia de fe». El Concilio Vaticano II dirá que el Espíritu Santo enriquece y dirige a su Iglesia con diversos dones jerárquicos y carismáticos[10]. Aquí, como se ve, estamos ante un caso muy claro de esta experiencia de siglos.
Metodológicamente este dato histórico es de capital importancia para nuestro trabajo. El carisma que Josemaría Escrivá recibió aquel 2 de octubre es la raíz permanente del «fenómeno pastoral» que entonces comenzó y se prolonga hasta nuestros días, con su ya larga historia de realidades apostólicas y desarrollos institucionales. Pero, por eso mismo, lo que el Fundador del Opus Dei «vio» en esa gran ocasión —porque Dios se lo hizo «ver»— se constituye en el criterio teológico («fundacional») para comprender la naturaleza eclesiológica de la «partecica de la Iglesia» que entonces nacía.
No es esta una novedad: en realidad estamos aquí, como en otros momentos de la historia de la Iglesia, ante la misma estructura que posee el «canon» que domina la entera economía de la salvación. Cristo —el Verbo de Dios que se hace hombre y nos redime en su Cruz y en su Resurrección— es lo que es por razón de la misión redentora: propter nos homines et propter nostram salutem. La misma constitución de su ser-Cristo —su «éxodo» de la Trinidad al hombre en unión hipostática— es misión desde el Padre y es para la misión redentora: «He aquí, oh Dios, que vengo, para cumplir tu voluntad»[11]. Y la Iglesia de Cristo, como su Señor, participa de ese modo divino de la salvación: «como mi Padre me envió a mí así os envío yo a vosotros»[12]. Ella —la Iglesia— no se explica por sí misma, no es para sí misma, sino para Cristo y para la humanidad. Se origina en la misión (trinitaria) —en la doble misión del Hijo y del Espíritu— y es para la misión (redentora). Por eso, como en Cristo, la Iglesia tiene todo su ser determinado por la misión[13]. Su Fundador y Cabeza ha dotado a su Iglesia de aquella precisa y fundamental estructura (sacramental y carismática) que le permite realizar la misión, continuar el «envío» originado en el Padre… Una relación semejante entre misión y estructura es la que se da en el fenómeno pastoral del Opus Dei. Por eso, debemos comenzar tratando de conocer el mandato imperativo y la misión que en el seno de la Iglesia han dado origen y fundamento al Opus Dei.
1. Mensaje, misión e institución
Como hemos visto en los textos que hemos aportado más arriba, Josemaría Escrivá de Balaguer tuvo una conciencia clara, desde el primer momento, del significado —para su vida personal y para la vida de la Iglesia— del acontecimiento del 2 de octubre. Rememorando fecha tan entrañable, escribía, como hemos visto: «Ese día el Señor fundó su Obra». Es interesante notar, aunque sea de pasada, el tenor literal de la expresión —«el Señor fundó», no «fundé yo»—: tan de Dios y no suya, tan previa a sus propios actos se le aparecía la Obra, tan determinada por la misión… ¿Qué vio aquel joven sacerdote en aquella mañana otoñal, mientras ordenaba unas notas personales[14]?; ¿qué luces divinas, qué gracias operativas infundió el Espíritu Santo en su alma? El cogollo del acontecimiento tiene una evidente naturaleza mística, con la dificultad de lenguaje que esto comporta tanto para el sujeto, que recibió aquella gracia, a la hora de tratar de referir la inefable comunicación de Dios, como para el estudioso que trata años después de analizar y conceptualizar lo referido. Sobre aquella jornada hay ya estudios y descripciones de utilidad, no solo en perspectiva biográfica, sino también realizados desde el análisis teológico[15]. Nosotros nos acercamos a ella desde la intencionalidad eclesiológica que mueve nuestro discurso. Y lo hacemos aun a riesgo de «disecar» lo que fue ante todo inefable intimidad de Dios con su criatura.
Pues bien, nuestra meditación sobre el tema en esta perspectiva nos ha llevado a discernir dos aspectos o dimensiones en aquella interna luz de Dios. Por una parte, el hecho de que la iluminación toma, ante Josemaría Escrivá, la forma de lo que podríamos llamar un «mensaje», una palabra de Dios para su Iglesia. A la vez, y en el seno de esa Iglesia, «ve» que Dios quiere dar origen a una «comunidad eclesial» —el Opus Dei— entregada con alma y cuerpo al servicio de ese mensaje; una institución, pues, un coetus fidelium, cuya razón de ser está totalmente finalizada en el mensaje mismo, y cuya entidad y estructura eclesial tendrán que ser las que internamente vengan determinadas y exigidas por el mensaje en cuestión. No hay a priori de ningún tipo. O si se prefiere: no hay más a priori que el mensaje mismo y la reali...

Índice

  1. Portadilla
  2. Índice
  3. Presentación
  4. Prólogo
  5. Capítulo primero. El Opus Dei como realidad eclesiológica
  6. Capítulo segundo. La vocación al Opus Dei como vocación en la Iglesia
  7. Capítulo tercero. Iglesia en el mundo: la secularidad de los miembros del Opus Dei
  8. Epílogo
  9. Apéndice I: Constitutio Apostolica Sanctae Crucis Et Operis Dei
  10. Apéndice II: Codex Iuris Particularis Operis Dei
  11. Créditos