Nostalgia del más allá
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Nostalgia del más allá

  1. 192 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Nostalgia del más allá

Descripción del libro

Nostalgia del más allá busca ser una donación de la Psicología a la Sociedad. Un texto inteligente y seductor. En nada efímero. Un escrito fantástico que nos lleva a la reflexión de qué somos y qué buscamos, que invita a la acción.Transmisión de vida que se lee deprisa por lo ameno y se saborea despacio por lo profundo. Escrito —recordando a Cervantes— por una persona que ha leído mucho, que ha andado mucho y que sabe mucho. Un análisis exhaustivo de la naturaleza humana.El estilo, un tsunami de ideas, fresco y original. Una pluma seria y elegante. Avanzando lentamente por decantación, creciendo como las estalactitas y estalagmitas. Así se ha elaborado Nostalgia del más allá.

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Información

ISBN de la versión impresa
9788471129109
ISBN del libro electrónico
9788471129130
1
CUANDO DESPERTÓ, ¡ESTABA MUERTO!
Apreció que la muerte lapida la envidia, posibilita el reconocimiento, el prestigio.
Constató que no es lo más importante la edad exacta en la que morimos, en la que volvemos allí, de donde provenimos antes de haber nacido. Dudó, ¿quizás nacer sea un estado posterior a la muerte?
Pensó que llegada la muerte, ya no se vive, y que nunca tuvo el valor de elegir el morir bien, ante la constatación de vivir mal.
Se preguntó si se necesita una razón para morir.
Rio al percatarse de que ya no moriría, pero quedó consternado al recordar su anterior capacidad para reírse sabedor de que moriría.
Intentó contabilizar la de veces que se había despedido durante su denominada existencia.
Concentrado en sí mismo, rodeado de un desierto de su silencio, abrió la ventana interior para encontrar lo mejor que tenía: la soledad.
Constató que ya no tenía instinto de muerte, que debajo del agua se muere en silencio y que no lamentaba lo que no había hecho.
Su efímera eternidad, le propiciaba esa soledad creativa, en la que la memoria se diluye como el agua en el agua. Recordaba que tenía que recordar, ¿el qué? Se emocionaba al comprender la verdad oculta.
Desde la noción de impermanencia eludió diseccionar el alma.
Entendió que la paz se alcanza en el cementerio, que se va muy deprisa a donde el tiempo está detenido, que el currículum cabe en dos palabras: “Aquí yace”.
Sintió ternura por esa vergüenza que anticipa un cuerpo inerme, abandonado tras la muerte.
Escuchó frases cual eco: “La muerte de los ancianos es un arribo a puerto, la de un joven, un naufragio”, “La muerte viene de cara al anciano, pero se esconde a la espalda del joven”.
Comprendió a los de su especie, pues todos asumen que la muerte es inevitable y que alcanza a todos, pareciera que ese conocimiento debiera en algo facilitar su asunción. Pues no.
Hizo balance, comprobando que esta vida requiere bastante esfuerzo, que se va con muchas prisas, como si no se encontrara el sentido de la vida y siempre se estuviera buscando. Verificó que lo único permanente es la impermanencia y que denominamos destino al casi infinito número de relaciones que se entrecruzan.
Se planteó si seguía siendo tiempo y agonía, o ya se confundía con el universo; captó que la luz vence a las sombras, desde la dignidad intelectual planteó que resulta difícil pensar que Dios existe, y también creer que no existe. Sabedor de que no podemos pensar lo que no alcanzamos a imaginar, ni nombrar, y desde esa humana limitación concluyó que la Fe en un ser Creador, exige ser interpelada.
Sintió que tenemos miedo a la muerte, pero no a ser abrazados por el sueño; dio gracias a la gratitud al saberse vivo en el corazón de otro ser, en la mente de otros.
Recuerdos de aquellos que viven sin ser conscientes de que cada momento cuenta para afrontar y obtener, pues pocos son los que, ya en vida, se convierten en leyenda de sí mismos.
Pensó en los otros, es decir, los demás, o sea lo de menos; se avergonzó pues reconoció que son muchos los humanos que derrochan generosidad, que comparten un altruismo que no en todo se sustenta en su heredad y genética.
Hay quien entrega su vida por una convicción, por una razón de vida, y por el contrario, hay quien abandona ese pequeño mundo al no encontrar razones para vivir.
Al escribir estas reflexiones percibió que hacía algo original con su existencia, se sintió autor, también de su vida o de una muerte ya superada.
Consciente de que nunca alcanzaremos el eterno reto de conocernos a nosotros mismos y a los demás, ni a comunicarnos perfectamente, intentó asumir sus límites, gustar de la modestia, de la humildad, de la duda y la cautela, para repensar, anticipando que no alcanzamos a comprender las leyes de la naturaleza, las fuerzas que mueven y están detrás de las constelaciones.
Cual niño se sintió atraído por lo misterioso, extasiado ante un descubrimiento, maravillado en presencia de lo imprevisible, invitado por lo desconocido.
Sin miedo vital, sin manejarse con expectativas modestas, sin encorsetarse con criterios académicos, sin anticipar frustraciones, sabedor de la capacidad que lucimos de perdonar, perdonarse y dejarse perdonar, se animó al intuir que al igual que el sabio puede errar, el idiota puede tener un acierto.
Ya había constatado que al inicio de su deambular lo creía todo; luego filtró y matizó. Fue después cuando no creyó nada y en lo que pareció ser el final, volvió a creer.
Con los ojos bien abiertos, y mientras dormía la muerte, recordó que la extrapolación de hechos del pasado con el objetivo de predecir conductas futuras puede conllevar errores.
Dormido, creyó soñar que vivía, y se cuestionó si lo que hacía en la vida tenía eco en la eternidad, si al elaborar planes provocaba la sonrisa de Dios.
Apreció que ensayamos la vida, no la estrenamos, deambulamos aturdidos ante el abismo de la nada.
Solo quien muere sin desaparecer es eterno, siendo que a la mayoría la vida se le escapa, al no alcanzar lo que anhela ser.
Una cosa es ser un personaje, y otra, una personalidad que sabe ser uno mismo, ser quien es, en cualquier lugar, en cualquier momento, que no negocia los principios, pues sabe que “El honor es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios”1.
Desde la belleza de los sueños, conversó con la buena gente que gusta de la compañía inteligente, sonriente. Confirmó que la gente te escucha cuando te estás muriendo.
Desde la estrenada capacidad para sorprenderse a sí mismo atisbó el porqué, el para qué y, sobre todo, el para quién de la existencia.
Paladeando la melancolía, degustó la felicidad de estar triste, sabiéndose heredero de sí mismo.
Entrevió la vida vivida en los demás, en la biblioteca callada
y en la sonora tertulia del bar. Junto a Jorge Luis BORGES2 recordó, que “estamos hechos de olvido”, por lo que todo está por descubrir.
Desde la férrea voluntad de no perder jamás la esperanza interpeló a SARTRE cuando nos espeta que estamos “condenados a ser libres”.
Día habrá en que no merezca ser cobarde, hipócrita, corrupto o vendido. Lo anticipó Groucho MARX: “El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido”.
Entornó los ojos, tomó prestado el título a André MALRAUX de “La condición humana” y jugó con la hipótesis de dejar de echar la culpa a los demás. Vino entonces en su ayuda Pablo NERUDA: “Algún día, en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y esa, solo esa, puede ser la más feliz o más amarga de tus horas”.
Confirmó que somos desde nuestras decisiones, que lo importante no es el tiempo, es la vida, que pensar es necesario, pero no suficiente, hay que sentir y hacer.
Dudando de lo que pensaba, pero consciente de lo que sentía se dijo que nuestro pensamiento por lineal es equívoco, que esa coincidencia entre el después de morir y el antes de nacer, anticipa una existencia interrelacionada y eterna.
Se planteó que desde la capacidad para modificar los pensamientos se puede cambiar el destino, pero se interrogó sobre si somos dueños de nuestros pensamientos.
Suspiró, reconoció que las buenas ideas son de un valor incalculable, pero el agua, la luz del sol o el aire nos son esenciales, que más allá de la ciencia, lo que distingue lo real de lo irreal está en el corazón.
Permitiéndose el sueño de la razón, entendió empobrecedor el “pienso luego existo”, pues carece del siento y comparto, y aún más, otros piensan y se relacionan conmigo. Atisbó que la sociedad perfecta es una utopía inviable, pues no hay dos seres humanos que coincidan en su conceptualización. Revisó si su vida estaba b...

Índice

  1. Primeras páginas
  2. Créditos
  3. Contenido
  4. Prólogo
  5. Capítulo 1: Cuando despertó, ¡estaba muerto!
  6. Capítulo 2: La lucha dentro de mí
  7. Capítulo 3: Obligados a ser
  8. Capítulo 4: Excéntrico
  9. Capítulo 5: La última lección
  10. Capítulo 6: Si volviera a nacer
  11. Índice de nombres y materias