
- 320 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Con un sueño en África
Descripción del libro
A finales de los años cincuenta, el Opus Dei impulsó el comienzo de su labor apostólica en África. Olga Marlin y otras jóvenes de varias naciones fueron a Kenia con la idea de iniciar el primer proyecto educativo del país para chicas de todos los credos y razas.
No podían imaginar que su escuela profesional llegaría a ser un College de notable prestigio. En poco tiempo lograron poner las bases para que las alumnas tuvieran deseos de superación, responsabilidad, y unos conocimientos que las preparaban para ejercer su papel en la sociedad, el trabajo y la familia.
Con estilo cálido y cercano, la autora cuenta cómo la fe en su misión se mantuvo a pesar de los obstáculos, y dio fruto: "Cuando llegué a África, vine con un sueño que se ha convertido en realidad: personas de toda clase y condición consideran su trabajo como medio de acercarse a Dios y de servir a los demás".
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Información
Editorial
Ediciones Rialp, S.A.Año
2006ISBN del libro electrónico
97884321402111. Aquí empezó todo
Octubre iniciaba su andadura. Era 1955. Estaba tocando el piano, en parte para distraer mi soledad, cuando oí una débil llamada con los nudillos en la puerta. La abrí, y me encontré con una joven, de cara redonda y amistosa, ojos inteligentes tras unas gafas con montura dorada y, en contraste, unos mechones de pelo corto, rojizos y rizados.
-¿Eres Olga Marlin? -me preguntó con timidez.
-Sí.
-Soy Teddy Burke, sobrina del Padre John Costello. -¡Oh!
Recordé entonces que este sacerdote era amigo de mi madre. El día que vino a despedirse de mi familia, fijándose en mí, me dijo: «Tengo una sobrina que está haciendo algo que creo te podría interesar». Tuve intención de seguir el asunto pero, con el trauma de la separación familiar, no había hecho nada. Y ni siquiera le había preguntado el nombre de la sobrina.
-Entra -le contesté, sintiéndome un tanto culpable.
La hice pasar al salón y le ofrecí asiento en una de las butacas frente a la chimenea. Era una casa de estilo georgiano. Gina Jackson, otra estudiante, y yo ocupábamos uno de los pisos. La luz del otoño entraba a raudales por el amplio ventanal.
-Mi tío John me ha hablado de tu familia -dijo Teddy-. Aprecia mucho a tu madre; me dijo que es holandesa y artista, y que se convirtió al catolicismo. Pero tú eres canadiense, ¿verdad?
-No -respondí-. Yo nací en Nueva York, y mis otros cinco hermanos nacieron en Washington D.C. Vivíamos en Montreal por el trabajo de mi padre.
-Y, ¿qué te ha traído a Dublín?
-Cuando terminé el bachillerato, mi padre quería que yo estudiara en el Trinity College, su antigua universidad. Y aquí nos vinimos toda la familia.
-¿Qué curso haces? -preguntó Teddy, con sus serenos y brillantes ojos grises.
-Me hubiera gustado matricularme en Latín e Inglés, pero mis conocimientos de latín no eran suficientes, y me he cambiado a Francés e Inglés. Después, quisiera graduarme en Educación, para dedicarme a la enseñanza.
Teddy asentía con la cabeza.
-Yo también estudié Lengua y Literatura. Tengo un Máster (M.A.) en inglés, español y francés. Pero nunca pensé en enseñar; creo que no tengo suficiente paciencia.
-¿Y a qué te dedicas?
-Ayudo en la dirección de una residencia para chicas estudiantes en Northbrook Road. Acabamos de empezar.
-¿No vives con tu familia? -pregunté, sorprendida.
-Mi familia vive en Sligo. Mi padre es médico, ya jubilado. Yo soy la hija pequeña, y los otros cuatro trabajan en diferentes sitios -dudó por un momento, y continuó-: No sé si debería explicarte que pertenezco al Opus Dei.
-¿Y eso qué es? -no había oído ni el nombre.
-Es una nueva institución de la Iglesia Católica, un camino de santidad para la gente corriente en el trabajo diario y en las circunstancias ordinarias. El Fundador es un sacerdote español, Monseñor Josemaría Escrivá.
-¿Santidad en el trabajo y en la vida ordinaria? -me sonó raro-. ¿Cómo se compaginan?
-Parece complicado, pero, en realidad, es muy sencillo. Haces tu trabajo, el que sea, lo mejor que puedes, y lo ofreces a Dios. Esto es lo que significa Opus Dei: obra de Dios.
Por un momento pensé en mis estudios bajo esta nueva luz, y me sentí incómoda, pues yo no era lo que se dice una estudiante disciplinada. Nunca se me había ocurrido buscar a Dios en mis estudios. Así se lo dije.
Teddy se rió de buena gana:
-Poca gente lo hace. Tampoco yo, hasta que me puse en contacto con la Obra. ¿Te gustaría venir a ver la residencia donde vivo?
-¿Ahora? -la súbita propuesta me cogió por sorpresa.
-¿Por qué no, si no estás ocupada?
En verdad no tenía inconveniente. Ante mi propio asombro, acepté la invitación.
Montamos en nuestras bicicletas, y juntas nos dirigimos hacia Leeson Park y Northbrook Road, hasta pararnos frente a una casa grande, de estilo georgiano, con los muros cubiertos de hiedra. Teddy abrió la cancela de hierro, subimos unos escalones altos que conducían a un porche con arcos, y llamó a la puerta. Una joven, de aspecto maternal, rubia, con ojos azules y graciosos hoyuelos en las mejillas, nos recibió con una calurosa acogida.
-¡Entrad, entrad!
Mientras nos acompañaba hacia el cuarto de estar, Teddy nos presentó:
-Olga Marlin, Maire Gibbons.
Nos saludamos estrechándonos la mano, y Maire me cogió el abrigo.
-¿Te gustaría ver el oratorio? -me invitó, sin ambages.
La distribución de un piso estilo georgiano, igual en todas las casas, me era ya familiar. Cuando Maire abrió la puerta del oratorio, pensé que entrábamos en el comedor, y mi asombro fue ver un altar, con sagrario, y una gran pintura de la Virgen con el Niño, enmarcada en caoba sobre el muro del fondo. Así pues, estas chicas tenían el Santísimo ¡en su propia casa!: no podía creerlo.
Después, me pasaron al cuarto de estar: grande y con techo alto, ofreciéndome asiento. Por unos minutos me quedé sola, oyendo voces y risas que venían del piso de abajo. Maire regresó en seguida, con otras tres jóvenes y, entre una y otra presentación informal, conocí a Anna Barret, Carmen Torrente y Beatriz Montserrat. Carmen y Beatriz eran españolas. Maire me dijo:
-Perdona que te haya dejado sola: es que Teddy acaba de saber que debe ir a Roma y está tratando de organizarse.
Charlamos durante un rato y, antes de marcharme, Anna me preguntó si me gustaría asistir a Misa por las mañanas. Me agradó la idea, pues aquel pequeño oratorio invitaba a la intimidad, y las chicas eran alegres y acogedoras.
Pedí a Therese que viniera conmigo, y también se quedó impresionada por el ambiente de la residencia y el atractivo de su sencillez. «Es como una familia, todas son cariñosas y simpáticas», fue su modo de describir el encuentro.
Maire, diplomada en Ciencias Domésticas, dirigía la cocina y el comedor, y me invitó a echarle una mano cuando tuviera tiempo. Ir a la Residencia Northbrook me resultaba más agradable que estar sola en mi apartamento; Gina pasaba casi todo el día fuera de casa, y yo estaba acostumbrada a tener la familia alrededor. Por eso, las visitas a Northbrook se hicieron pronto habituales, para ayudar a Maire en la cocina, donde siempre había algo que hacer. Se ponía una bata blanca impecable, y preparaba uno u otro plato con soltura y habilidad: masa de hojaldre, carne embuchada, puddings al baño María, en los que yo participaba cortando zanahorias o desgranando guisantes. Mientras tanto charlábamos animadamente.
-Mi madre es vegetariana -le dije-, en mi casa siempre había mucha fruta y verdura. Ella decía que seguía el régimen «rohkost», en alemán, es decir alimentos naturales, crudos. Algunas veces no comíamos otra cosa durante días y días. Encima de la mesa siempre se dejaba una fuente honda con muesli, una mezcla de fruta y leche conden-sada...
Al decir esto evocaba, con añoranza, la imagen de las manos de mi madre disfrutando al coger una fruta tras otra para rallarla o cortarla en rodajas. «Lo mejor de la manzana es el corazón», solía decirme, mientras la dejaba caer en la ensaladera dibujando un arco en el aire con un gracioso movimiento. Mi madre apreciaba todo lo natural, lo sano.
-¡Oh, enséñame a hacerlo! -exclamó Maire, atraída por lo novedoso.
Al día siguiente me presenté con todos los ingredientes y preparamos el muesli. A la hora de la merienda, las demás de la casa bajaron al comedor. Una estrecha escalera conducía a la planta baja, alegremente decorada: una gran mesa redonda y manteles individuales de cuadros rojos y blancos con servilletas a juego. Con el recelo que permite la educación, se sirvieron discretamente un poco de lo desconocido, a lo que a alguien se le ocurrió llamar «gachas». Maire se llenó el plato para demostrarme su aprobación, afirmando que estaba delicioso. Naturalmente, yo comprendí que tenía mucho que aprender antes de llegar a la habilidad culinaria de mi madre.
Tardé poco en sentirme como en mi casa. Era muy acogedor llegar a Northbrook las tardes del otoño húmedo y frío, encontrar los ventanales iluminados como para darnos la bienvenida, y a Carmen cosiendo en el «cuarto verde», la única salita de la casa. Yo me sentaba contemplando la habilidad y ligereza de sus dedos, que dejaban en la tela puntadas invisibles. Un día me confió que le gustaba trabajar en aquella sala, porque así podía saludar a las residentes que entraban en la casa, y «siempre tienen muchas cosas que contar».
Pronto me di cuenta de que el oratorio era el lugar más importante de la casa. Antes de entrar o salir, todas abrían la puerta y se paraban un momento. Una vez a la semana, el capellán de la residencia, D. José de la Torre, dirigía una meditación a las universitarias. Me uní a ellas, y empecé a asistir asiduamente.
Solía hacer preguntas a Carmen, que me contestaba prestándome Camino, un libro escrito por el Fundador del Opus Dei.
Cuando se lo devolví, se interesó:
-¿Te ha gustado?
-Me ha gustado mucho -respondí. Y me quedé callada por un rato; hasta que la verdadera interrogación cobró voz en mi mente-: Pero, ¿cómo sabe una persona que tiene vocación?
-Es algo que Dios pone en tu corazón; nadie más puede dártelo. Es como un convencimiento inquietante de que Dios te pide más, y un deseo de corresponder, aunque con miedo muchas veces, porque supone un compromiso.
-¿Te comprometes a ser del Opus Dei para siempre? -yo era muy joven, y en ese «para siempre» veía la extensión de un tiempo muy largo.
-Sí, es un compromiso para toda la vida.
Compromiso para toda la vida. Permanecí pensativa un buen rato.
-Entonces, ¿qué diferencia hay entre esto y la vocación a la vida religiosa? -pregunté, un tanto confusa.
-La misma diferencia que existe entre tú y una religiosa. Las personas que son del Opus Dei no dejan el mundo; continúan donde estaban, en sus estudios, trabajo o profesión, y situación de vida. El Opus Dei les ofrece la orientación espiritual que necesitan para llevar a cabo el compromiso de esforzarse por buscar la santidad, viviendo con verdadero espíritu cristiano, ejercitando las virtudes, cumpliendo con los deberes de su estado. En el Opus Dei caben todo tipo de personas: casados y solteros, jóvenes y mayores, sanos y enfermos.
Las palabras de Carmen me hicieron pensar: vocación es algo que Dios pone en el corazón, algo que nadie más te puede dar. Me trasladé con la imaginación a los tiempos de colegio en Washington D.C.; recuerdo que, de los seis a los diez años, pasaba a diario en fila por el pasillo ante una imagen del Niño Jesús, de tamaño natural. Tenía los pies desnudos, y una mano en alto con dos dedos levantados en actitud de instruir; la otra mano sostenía un libro en el que estaba escrito:
«Si me Ven, sí-
amas gueme»
Cuando apenas empezaba a aprender a leer, el guión de separación atrajo poderosamente mi atención, y las palabras se grabaron...
Índice
- Índice
- Prólogo
- 1. Aquí empezó todo
- 2. Asentándome
- 3. Por fin, profesora
- 4. El Colegio Romano
- 5. Preparativos para África
- 6. Comienzo de una aventura
- 7. Kenya High School
- 8. Crisis en el Congo
- 9. Una llamada del Padre
- 10. Primeras experiencias
- 11. Creando un hogar
- 12. Kianda College
- 13. Uhuru!
- 14. Uhuru también para las mujeres
- 15. Kianda Residence
- 16. Tom Mboya
- 17. La familia crece
- 18. Expansión hacia el oeste
- 19. Lagoon College
- 20. El Padre en el cielo
- 21. Kianda School
- 22. La clínica de la Universidad de Navarra
- 23. Centro Cultural Fanusi
- 24. Elders kenianos
- 25. Mejorando el nivel de vida
- 26. Kibondeni College
- 27. Seis veces diez
- Epílogo
- Galería fotográfica