Apocalipsis: Interpretación eficaz hoy
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Apocalipsis: Interpretación eficaz hoy

Samuel Pagán

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Apocalipsis: Interpretación eficaz hoy

Samuel Pagán

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¿Un libro más sobre el Apocalipsis? ¡NO! Un libro distinto, como no podía ser de otra manera dada la personalidad y talla intelectual de su autor. La apocalíptica parece ejercer funciones de imán en la creatividad de muchos escritores cristianos. Las librerías están abarrotadas de libros que tratan de comprender y explicar las complejidades teológicas, literarias y exegéticas de las visiones de Juan. Por desgracia, muchos de ellos con un enfoque dogmático e irrelevante, cuando no errado o incluso herético. Y casi todos con muy poca calidad teológica, menos virtud literaria y escaso valor homilético y pastoral. Por tal motivo, cuando un escritor del calibre de Samuel Pagan decide tomar la pluma y escribir sobre el Apocalipsis, hay motivos sobrados para congratularnos, pues sabemos que su aportación será magistral, su enfoque diferente e innovador, y el lector no saldrá defraudado. En lugar de ahondar en el manido y trillado tema favorito de los agoreros de la catástrofe, que tanto se regocijan en describir plagas y calamidades futuras, identificar símbolos y descifrar códigos, Samuel Pagan, toma otro rumbo: el de la esperanza, como mensaje fundamental. Afirma que Juan escribió las revelaciones para edificar y consolar, no para amedrentar, confundir o atribular a los cristianos. Hace una contextualización de la revelación apocalíptica, de crisis vivida por la naciente iglesia cristiana a quién iba dirigida, a la crisis que azota nuestro mundo actual, aportando respuestas a las necesidades de los creyentes en medio de las realidades sociales, económicas, políticas y espirituales de nuestra sociedad. Cabe decir que este libro aporta una nueva visión de la visión; presenta el Apocalipsis como una epístola de consolación y afirmación en los momentos de dificultad, la clave para trocar la imperante sociología de la desesperanza en teología de la esperanza.

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Información

Año
2015
ISBN
9788482678924

1
Bienaventurado el que lee y los que oyen…

Bienaventurado el que lee y los que oyen
las palabras de esta profecía,
y guardan las cosas en ella escritas,
porque el tiempo está cerca.
Apocalipsis 1.3

Literatura apocalíptica en la Biblia

Antes de estudiar los grandes temas del libro apocalíptico por excelencia, debemos ubicar ese tipo de literatura bíblica en el marco general de las Sagradas Escrituras1. Además del libro de Daniel, en la Biblia se pueden identificar varias porciones importantes que manifiestan claras características teológicas, temáticas y literarias similares a las del Apocalipsis de Juan. Entre esos textos, generalmente conocidos como proto-apocalípticos, pueden mencionarse los siguientes: Isaías 24—27 y 34—35; Zacarías 1—6 y 9—14; Daniel 7—12; y Ezequiel 37—392.
Estas porciones bíblicas, que provienen de diferentes contextos históricos y han sido escritas por diferentes autores en épocas variadas, revelan un marcado interés por el desenlace final de la historia. Esa inminente preocupación teológica y sociológica se comunica con un lenguaje de alto contenido simbólico. Los autores y redactores de esos escritos aseguran que los eventos y las experiencias descritas han llegado a ellos a través de una revelación especial de Dios. Esta revelación puede llegar en forma de sueños o visiones.
Los autores y redactores de esos escritos aseguran que los eventos y las experiencias descritas han llegado a ellos a través de una revelación especial de Dios. Esta revelación puede llegar en forma de sueños o visiones.
La palabra «apocalipsis» se deriva de un verbo griego que significa «descubrir» o «levantar el velo que cubre algo oculto». El término se usa en el libro de Apocalipsis para describir el mensaje que se incluye en las revelaciones de Juan (ver Ap 1.1), designa en la actualidad una percepción del mundo y una concepción de la historia y, además, identifica un particular género literario.
La historia, según esta singular corriente teológica, suele dividirse en dos grandes eras: la actual, llena de conflictos, problemas, desafíos y pecados; y la venidera, descrita como un gran período de paz, bonanza y prosperidad. Como género literario también manifiesta características definidas3.
Entre los temas más importantes que se incluyen en esta literatura están los siguientes4:
1. La urgente expectativa de que las condiciones presentes del mundo van a ser radicalmente transformadas en el futuro inmediato.
2. El fin llegará acompañado de una catástrofe cósmica magna, que afectará sustancialmente a todo lo creado.
3. La relación íntima entre el fin del tiempo y la historia, y la división de esa historia mundial en períodos o segmentos; esos segmentos históricos, además, están prefijados desde la creación.
4. La intervención de ejércitos demoníacos y angélicos en las realidades humanas.
5. La salvación llegará a Israel, aunque no solo a Israel, luego de la catástrofe final.
6. La transición del desastre a la salvación, como resultado directo de un acto dirigido desde el mismo trono del Señor; ese acto produce y manifiesta el Reino de Dios en la tierra.
7. La distinción entre el mundo presente y temporal y el porvenir.
8. La presencia frecuente de un mediador para explicar el simbolismo de las revelaciones.
9. El uso de la palabra «gloria» para describir la era venidera.
La palabra «apocalipsis» se deriva de un verbo griego que significa «descubrir» o «levantar el velo que cubre algo oculto».
Para la comprensión adecuada de la literatura apocalíptica, necesitamos definir con precisión algunas palabras y conceptos importantes. «Apocalipsis», como sustantivo, describe un género literario; y la «escatología apocalíptica» es una perspectiva reli-giosa y teológica que analiza y comprende la historia humana de acuerdo con los planes establecidos de antemano por Dios. Finalmente «apocalipticismo» es un movimiento socio-religioso, un sistema de pensamiento, una ideología que surge en grupos cuya estructura social está basada en la alienación y desesperanza5.
El género apocalíptico es un tipo muy particular de literatura en la cual se incluye una revelación divina especial, enmarcada en una estructura narrativa, aunque se pueden incluir algunos poemas cortos, en la cual la manifestación de Dios a la humanidad es mediada por un personaje angelical que comunica un mensaje, que, a la vez, es temporal, ya que presenta la salvación al fin de los tiempos, y también es eterno pues incluye la creencia en otro mundo extraordinario y mejor6. Este género literario presupone una situación de gran crisis política, social y religiosa, e intenta ofrecer consuelo y esperanza de salvación a las personas alienadas de las estructuras de poder del mundo y la sociedad presente. Al sentirse impotentes ante las presentes realidades políticas, sociales y religiosas, imaginan y «construyen» una mejor sociedad o mundo en el cual se les haga justicia.
Este género literario presupone una situación de gran crisis política, social y religiosa, e intenta ofrecer consuelo y esperanza de salvación a las personas alienadas de las estructuras de poder del mundo y la sociedad presente.
El libro de Apocalipsis incluye, en sus primeros dos versículos, un buen modelo de la estructura narrativa de este género: se presenta claramente una revelación divina a Juan sobre las cosas que han de venir, a través de un mediador o agente angelical. Posteriormente se incluyen advertencias y se presenta con claridad, pero en símbolos, lo fundamental del mensaje: ante la persecución de los creyentes y la desesperanza, la gente de Dios confía en las promesas divinas y «persevera» hasta el fin. La narración de las visiones de Juan también incluye varios géneros literarios menores; como: epístola, doxología, cántico de victoria y bendiciones.

Apocalíptica y profetismo

Aunque la literatura apocalíptica incorpora varios elementos destacados de los sapienciales7, es el género profético el que más la ha influenciado. En efecto, Juan, el vidente y autor del libro de Apocalipsis, se presenta a sí mismo como «profeta» (ver 1.3; 10.7; 11.18; 22.6, 9, 18). Su fuente de autoridad primaria es Dios, y su credencial fundamental es de profeta.
El profeta en el Antiguo Testamento era esencialmente un mensajero e intérprete de la palabra de Dios al pueblo; era el enviado del Señor encargado de recordar constantemente a la comunidad las obligaciones y exigencias de la Alianza o Pacto8. Los profetas eran pregoneros de la justicia y mensajeros de la paz; y en el desempeño de sus labores, amonestaban al pueblo y lo llamaban a vivir una vida santa, agradable a Dios. Además, desafiaban a la comunidad a vivir en solidaridad con los necesitados y desposeídos de la tierra.
Los profetas eran pregoneros de la justicia y mensajeros de la paz; y en el desempeño de sus labores, amonestaban al pueblo y lo llamaban a vivir una vida santa, agradable a Dios.
Para cumplir con esa importante misión teológica y social, los profetas aseguraban que eran favorecidos por Dios con revelaciones especiales. Estas teofanías, o auto-manifestaciones extraordinarias del Señor, eran la base fundamental del mensaje profético. La fórmula del mensajero, es decir, la frase que introduce y presenta los oráculos, destaca ese fundamental componente: «Así ha dicho el Señor»9.
La autoridad indiscutible del profeta no reside en su capacidad intelectual o inteligencia, ni en sus destrezas metodológicas de análisis de las dinámicas que afectan a la comunidad; se basa evidentemente en que Dios le ha llamado y le ha encomendado una responsabilidad y un mensaje.
Ante la revelación divina, de acuerdo con las Escrituras, Isaías decía: «Heme aquí, envíame a mí» (Is 6.8). Amós respondía a sus críticos, diciendo: «No soy profeta ni soy hijo de profeta... y Jehová me tomó de detrás del ganado y me dijo: «Ve y profetiza a mi pueblo Israel» (Am 7.14-15). Ante la duda de Jeremías, según el texto bíblico, Dios mismo le dice: «No digas: Soy un muchacho, porque a todo lo que te envíe irás, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte» (Jer 1.7-8).
Con la autoridad divina, el profeta prevé, describe y anuncia anticipadamente los castigos que han de sobrevenir, si el pueblo persiste en su actitud obstinada de infidelidad a la Alianza o Pacto. De igual forma, auguraba salvación y paz en momentos de crisis; pregonaba la esperanza y liberación en tiempos de cautiverio y prometía el retorno y un «nuevo éxodo» en época del destierro.
Uno de los grandes profetas de la Biblia, cuyo mensaje extraordinario y pertinente se encuentra en Isaías 40—55, destaca con gran capacidad literaria y profundidad espiritual el componente de la esperanza, la dimensión salvadora, el interés liberador de Dios10. En uno de sus más famosos oráculos decía:
Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
Isaías 43.1-2 (RVR-1960)
En medio del cautiverio, cuando el pueblo sufría las penurias de haber sido derrotado por los ejércitos babilónicos, y con el recuerdo de haber visto el templo de Jerusalén destruido y las instituciones nacionales desmanteladas, el profeta levantó su voz de triunfo para decir:
Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.
Isaías 40.29-31 (RVR-1960)
Los profetas, en esos momentos de dificultad nacional e internacional, recordaban al pueblo la capacidad divina de intervención en medio de la historia humana. Anunciaban la restauración futura y el fin de los dolores y las causas del sufrimiento, pues recordaban que Dios había liberado a Israel de Egipto y ni aun el faraón, con sus poderosos ejércitos y armamentos, pudo detener el paso triunfante de un pueblo que marchaba al futuro, a la Tierra Prometida, en el nombre del Señor11.
Los profetas, en esos momentos de dificultad nacional e internacional, recordaban al pueblo la capacidad divina de intervención en medio de la historia humana.

El Apocalipsis de Juan y la literatura profética

La influencia del Antiguo Testamento en el Apocalipsis de Juan es extensa e intensa12. El importante tema del éxodo, por ejemplo, se utiliza como prototipo de las grandes liberaciones del pueblo de Dios. Se incluye, entre otros, la revelación del nombre de Dios (Ex 3.14; cf. Ap 1.4, 8; 4.8; 11.17; 16.5); las plagas de Egipto (Ex 7—10; cf. Ap 9; 18); el cruce del Mar ...

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