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Descripción del libro

Un recopilatorio de maravillosas obras de arte de autores como Dalí, Tàpies, Picasso, Casas o Rusiñol y una apasionante investigación sobre las mujeres que inspiraron a estos grandes artistas. El artista siempre parte de la realidad para crear algo que la transciende, algo mágico que llamamos arte y a cuyo aliento críticos, especialistas, curiosos y aficionados escriben, investigan, reflexionan y sienten. Lejos queda el origen, la chispa que lo originó, tal vez el incendio. La cultura clásica posee una deidad específica para representar eso, que solemos llamar inspiración: las musas. Hijas de Zeus y de Mnemosine (la memoria) obran en el artista que la magia sea posible.Este libro propone el camino hacia atrás, desde unas maravillosas obras de arte que se hallan en los mejores museos y colecciones privadas de Barcelona hasta las musas en carne y hueso que las originaron. Fueron mujeres que transitaron sus calles, con las que probablemente nosotros o nuestros antepasados se cruzaron, que celebraron con su ciudad tantas fiestas como nosotros. No siempre es un recorrido fácil, pero aquí cuenta con el trabajo de diecinueve periodistas y colaboradores de La Vanguardia que, desde sus distintas especialidades, escrudiñan en la obra, en el saber de especialistas y en la memoria viva de familias y conservadores, con el fin de rescatar del tiempo a la mujer sin la cual dicha obra no existiría.

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Información

Año
2015
ISBN del libro electrónico
9788496642881
Categoría
Arte
Categoría
Arte europeo

UNAS SEÑORITAS DE BARCELONA

Lluís Permanyer
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La pintura más revolucionaria de Picasso, en lo que a ruptura y apertura artística se refiere, se inspiró en una calle barcelonesa y en sus putas. El título original que le había dado el artista era directo y descriptivo, pero fue eliminado por esa hipocresía muy característica de los franceses, que ni siquiera obvió Sartre; Salmon y Kahnweiler se quedaron descansados al bautizarlo como Las señoritas de Aviñón. Se añadía un disparate geográfico, muy habitual en el ejercicio del chauvinismo.
Aunque la obra no está en Barcelona (al contrario que la mayoría de las que aparecen en este libro), sí estaba el tema inspirador. Por su transcendencia en la historia de la pintura moderna, bien justifica la excepción.
Hasta los años setenta coló y se perpetuó semejante contrasentido, incluso en ambientes barceloneses, y lo aceptaban Rafael Santos Torroella y Alexandre Cirici. Yo reivindiqué entonces que si no era posible relacionarlo con las putas, cuando menos se vinculara a nuestra ciudad: Les senyoretes del carrer d’Avinyó.
Uno de los motivos que se esgrimieron entonces en contra, se basaba en el argumento de que en una calle tan señorial no podía haber prostíbulos; y se la tenía por señorial a causa de los vecinos allí residentes y también por hallarse entonces anclado el Bolsín. Tengo para mí que precisamente la existencia de aquella institución financiera era la que brindaba a los encopetados burgueses una coartada exquisita. “Montserrat, me’n vaig al Bolsín”, comunicaba aquel señor de Barcelona a su esposa; y ella se quedaba tan tranquila, mientras él podía dirigirse a un determinado portal próximo, que conocía muy bien.
Mi amigo Joaquim Ventalló, periodista y político, me informó de que en la calle Avinyó había varios prostíbulos de una cierta relevancia y me confesó que en sus años estudiantiles él los había visitado, sobre todo el del número 20; me rogó que este extremo lo silenciara, para no disgustar a su esposa.
Tengo algunas guías nocturnas de la época. Y bajo títulos insinuantes como “Direcciones que se buscan” o “Casas de huéspedes para caballeros”, sigue un listado de prostitutas, con dirección, horario y precio. En la calle de Avinyó 26, 2.º se anuncia Casa Joaquina, en la que se recibe a cualquier hora por 5 pesetas. Y en el mismo número, pero en el primer piso, Casa Ventura: sólo tardes, por 2 y 3 pesetas.
Mi estimado y añorado Sempronio me informó de que, a raíz de la polémica registrada en su día a propósito de mis artículos sobre el tema, una señora le había contado que su familia tenía en aquel principio de siglo un colmado en la citada calle Avinyó. Pues bien, eran clientas conocidas las putas que allí rendían visita para adquirir velas y ponerlas luego ante una pequeña imagen de la Virgen. Algo muy español...
Que Picasso escogiera aquella temática nada tiene de sorprendente. Se trataba de un mundo que conocía muy bien. Descubrió el placer sexual muy joven, según le había precisado a Palau i Fabre. La llegada a Barcelona supuso una liberación en este sentido, habida cuenta de la colosal oferta y libertad moral que aquí halló. El único problema era que solía andar alcanzado y no se podía permitir todas las alegrías y la frecuencia que habría deseado. Su introductor fue el gran amigote Pallarés, varios años mayor que él y con dinero en el bolsillo.
Picasso frecuentó los burdeles y, claro, resultó víctima de venéreas; el doctor Fontbona le curó y recibió así un blau formidable y alusivo. Picasso aprovechó aquellos ambientes, aquellas mujeres y aquellas relaciones para ambientar incontables obras del más variado género que febrilmente realizaba entonces, desde apuntes en cualquier pedazo de papel hasta grandes pinturas.
Lo que considero más indicativo son los incontables dibujos preparatorios. En ellos está la clave: aparecen una serie de elementos que finalmente no incluyó en la pintura definitiva, por razones puramente estéticas.
A la izquierda había situado en pie a un joven bien vestido. En unos bocetos porta un libro en la mano; en otros, una calavera. Es una evocación privada que el pintor hizo de su gran amigo el doctor Cinto Reventós, hermano del malogrado escritor bohemio y calavera Ramon. Fue Cinto quien le condujo un día al corralet del Hospital de la Santa Creu; tan impresionado quedó ante la omnipresencia de la muerte, que pintó una obra de una anciana muerta, que donó a la Fundació Picasso-Reventós.
En el centro y sentado, perfiló la presencia de otro hombre: el marinero. Ambos personajes casaban mucho en aquel ambiente. En efecto, los estudiantes se iniciaban en los prostíbulos y de forma patética en los secretos del sexo, que no del amor. Los marineros eran una fauna habitual ya desde la Barcelona medieval, al imponerse como un puerto de referencia, que acabó por ser el más importante del Mediterráneo. Al recalar, las tripulaciones, luego una larga travesía, iban directos al burdel. El de Madame Petit exhibía una gran pizarra con la cotización de las principales monedas del mundo.
Sobre la mesa, el porrón. Un símbolo fálico que ya había representado en otras obras. Tenía un sentido al estar cabe el plato con varios cortes de una fruta. Algunos mencionan melón; craso error: sandía; y es que le otorga la misión de constituir el contrapunto al falo: el sexo femenino. El color rojo encendido resulta fundamental en este contexto. ¿Muy propio y representativo todo ello de la francesa ciudad de Aviñón, sin universidad ni puerto e ignorante de lo que es el artefacto porrón? Un poco de formalidad.
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Estudio preparatorio en lápiz y pastel, para Las señoritas de Avinyó, en que destacan un porrón, un estudiante y un marinero
Kahnweiler, el marchante de Picasso, cuenta en sus recuerdos que el pintor le confesó cuánto le cabreaba el título del cuadro; y añadía que conocía a la perfección la barcelonesa calle de Avinyó, al rendir frecuente visita a la tienda de utillaje artístico para comprar colores.
Un John Richardson mal asesorado sobre el ambiente histórico de aquella Barcelona a caballo del XIX y el XX dictaminó que el cuadro nada tenía que ver con Barcelona. En 1994 Jacint Reventós i Conti había ya publicado un artículo en La Vanguardia sobre esta pintura magistral y había recogido de boca de su...

Índice

  1. Portada
  2. Índice
  3. Prólogo de Miquel Molina, Veinticinco miradas barcelonesas
  4. Musas de Barcelona
  5. Ignacio Orovio, La bailarina de la mayoría
  6. José Enrique Ruiz Domènec, Una barcelonesa del siglo XV
  7. José Enrique Ruiz Domènec, El espíritu del Palau Requesens
  8. Miquel Molina, La barcelonesa errante
  9. Miquel Molina, Lúbricos sueños barceloneses
  10. Silvia Angulo, La dama de Barcelona
  11. Màrius Carol, La leal esposa de un trotamundos
  12. Sergio Vila-Sanjuán, El club de Isabel Llorach
  13. Teresa Sesé, Picasso, ¿amor secreto?
  14. Carles Barba, Plácidas mujeres del hogar
  15. Ignacio Orovio, Inspiración, esposa y biógrafa
  16. Núria Escur, Pintar las flores de la pobreza
  17. Maricel Chavarría, Retrato después del placer
  18. Maricel Chavarría, La anónima desconsolada
  19. Lluís Permanyer, Unas señoritas de Barcelona
  20. Josep Playà Maset, Misteriosa Ramoneta Montsalvatge
  21. Josep Playà Maset, Icono de la Guerra Civil
  22. Isabel Gómez Melenchón, Una simbiosis barcelonesa
  23. Josep Massot, T de Teresa
  24. Carina Farreras, La bien plantada
  25. Josep Sandoval, Y Fata Morgana se hizo mujer
  26. Joaquín Luna, La fotógrafa del Flash Flash
  27. Ignasi Moya, La stripper periférica
  28. Llàtzer Moix, Petra, la mascota paralímpica
  29. Sergio Vila-Sanjuán, Carmen Balcells, dentro y fuera de la escena
  30. Sobre el libro
  31. Sobre el autor
  32. Créditos