Hay vida después de los Beatles…
La separación…y lo advierto desde ahora: no fue Yoko Ono
Una medida del alcance y trascendencia de un hecho histórico es cuando acaba convirtiéndose en género literario o cinematográfico. La guerra civil, la segunda guerra mundial, la separación de los Beatles, en fin, las guerras en general, son ya géneros de ficción.
En los inicios del verano de 2014 un autor desconocido para mí, Jesús Pérez García, me envió una obra de teatro que acababa de publicar: Good Bye Beatles. Se trata de una obra breve, como la propia historia del grupo. Breve pero intensa. A fin de cuentas, eso es lo que relata el autor: los intensos diálogos entre John, Paul, George y Ringo acompañados de los personajes que fueron testigos de sus últimos días, de su separación en directo. A partir del relato del concierto de la azotea en la Apple Corps, existe en la obra algún flashback que nos transporta al bar Indra de Hamburgo, donde los Beatles, con Stu y Pete, comienzan como destajistas del rock, regalándonos el autor la ironía de una historia que empieza y acaba con sendas intervenciones policiales separadas por una década de diferencia. Hemos leído tanto material biográfico sobre este grupo que todos los seguidores de esta banda hemos construido, casi sin proponérnoslo, un perfil psicológico para cada uno de sus integrantes. Hasta de los secundarios. ¿Quién no reconoce la paciente y resignada fidelidad de Mal Evans, la británica parsimonia de George Martin, la locuacidad de Paul, la aparente superficialidad de Ringo, la efervescencia imprudente de John o la contenida resignación de George, tan descarnadamente visible por poner un ejemplo cuando es recriminado por Paul en su fallido punteo de «Let It Be», a lo que le replica algo así como, “Hago lo que tú me digas y, si lo prefieres, no hago nada”? Por eso, debido a esta coherencia entre perfil psicológico imaginado y diálogo propuesto por el autor, a la altura de la segunda página del libreto, a uno se le olvida por completo que está leyendo una obra teatral, resultando inevitable experimentar la sensación de que todo pudo ocurrir tal y como se detalla en la obra. En el fondo, como dice el autor, “es una historia de amor, de amistad, de relaciones, contada a través de un mito contemporáneo, y en la que todos podemos habernos visto identificados en nuestra vida, negándonos a ver lo evidente”.
Quien esté libre de identificarse con esta historia de relaciones que se agotan que tire la primera piedra. Y es que la vida es puro teatro. El problema es cuando a un personaje se le otorga un protagonismo que nunca tuvo. Antes de que Paul McCartney se posicionara al respecto, siempre sostuve la exculpación de Yoko Ono de toda responsabilidad en la separación de la banda. O casi. La japonesa era un síntoma, no la causa. La fiebre por ejemplo, también es un síntoma, pero no es la causante de la gripe.
Siempre empiezo por esta analogía cuando me preguntan por el papel de Yoko Ono en la separación de los Beatles. Es casi una estrategia psicológica: la exculpo con una sutil pátina de inocencia, pero la comparo con la fiebre. Y es que no cabe duda de que su constante presencia en los estudios mientras los Beatles grababan debía resultar necesariamente incómoda para todos. Para todos salvo para John Lennon, que incluso para ir al baño lo hacía custodiado por la japonesa hasta la puerta misma donde le esperaba pacientemente. Y esto fue la fase soportable, ya que durante las sesiones de grabación del álbum Abbey Road, Yoko se hizo traer a los estudios una cama de los almacenes Harrods para atender a las visitas y dar opiniones musicales que solo John (que se refería a ella como “madre”) tomaba en serio (en fin, no hace falta ser psicólogo). Pero no, no fue Yoko. Insisto, solo era fiebre que acabó resultando una pieza más del mobiliario de los estudios de Abbey Road.
Probablemente, si dejáramos de especular y escucháramos con atención el relato de cada uno de sus protagonistas –de los cuatro Beatles y de su círculo inmediato–, nos íbamos a encontrar con el llamado ‘efecto Rashômon’. Dicho fenómeno hace referencia a una película inmensa de Akira Kurosawa que, por extensión, da nombre a uno de los recursos narrativos cinematográficos más interesantes y psicológicos. El elemento clave es, precisamente, el punto de vista de los personajes. Se plantea la misma historia desde la perspectiva de diferentes narradores reflejando la subjetividad de cada uno de ellos, lo que da como resultado diferentes relatos de una misma realidad. Lo hemos visto en Pulp Fiction o Corre, Lola, corre y en tantas otras. Y sin duda lo podríamos observar en ‘la película’ de la separación de los Beatles a partir de los relatos de Paul, John, George y Ringo.
En realidad, si tengo que apostar por la hipótesis más simple diría que, rondando todos ya los treinta años, con esposas, algunos con hijos, tenían –cómo decirlo–mucha carretera a sus espaldas. Demasiado recorrido juntos. Hay una escena de la película Help que lo resume todo muy visualmente. Se ve a los cuatro chicos entrando en cuatro casas inglesas diferentes por sus cuatro puertas respectivas pero, una vez dentro, se encuentran en la misma estancia. Un inmenso loft (cuando todavía no se había inventado esta palabra para designar este tipo de espacios diáfanos) donde comparten ensayos, historias surrealistas y sueños. Así fueron sus vidas durante más de una década. Fin de la historia. Todo lo demás creo que está rela...