
- 192 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
¿Cómo tomamos decisiones las personas? ¿Cómo las podríamos tomar para que fueran realmente decisiones libres, responsables, del tipo de esas que nos dejarían a gusto con nuestra conciencia, porque son realmente "nuestras" y porque generan bien? Este libro quiere ser un servicio prestado al lector para ayudarle a humanizar los procesos de toma de decisiones conectando con el interior, muy útil para la vida personal y muy necesario para quienes tienen roles de liderazgo y acompañamiento personal y de coordinación de equipos.
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Información
PRIMERA PARTE
TOMAR DECISIONES
DISCERNIR, DELIBERAR Y DECIDIR
Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las habrá dominado todavía. Las pasiones se encuentran entonces en la casa contigua y, sin que él lo advierta, puede surgir una llama y pasar a su propia casa. En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga o casi se olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado o pospuesto vuelva con redoblada fuerza.
CARL GUSTAV JUNG, Recuerdos, sueños, pensamientos.
El proceso de decidir
Tomamos decisiones, sí. Es un ejercicio cotidiano, ocurre antes de que pongamos un pie en el suelo cada mañana y a lo largo de todo el día, de cada día de toda la vida. Levantarme una hora antes para hacer deporte, salir o no puntual del trabajo para volver a casa a la hora prometida, adoptar una actitud u otra en la relación con los demás, estas cosas, de pequeña o de gran importancia, comprometen mi inteligencia y mi voluntad.
Tomar decisiones me complica. Hay decisiones sencillas, de escasas consecuencias. Si me pongo en una fila u otra del supermercado acertaré más o menos, pero si me equivoco en los cálculos solo me supondrá gastar unos minutos más; no es grave. Hay decisiones complejas que involucran toda la vida y a toda la persona. Si elijo una, otra o ninguna pareja, si me caso o me separo, si decido tener un hijo o consagrarme como religiosa, si estudio medicina o magisterio, si digo que sí o que no a un cargo directivo, eso puede transformar mi forma de vida, me llevará a la felicidad o al infierno. Sin duda, estas decisiones son las que requieren un proceso más hondo de reflexión.
La cuestión es que, sencilla o compleja, para un instante o teóricamente para siempre, tomamos decisiones con más o menos conocimiento, con más o menos reflexión, y las tomamos aun cuando creemos que no las estamos tomando, pues no decidir, dejarse llevar por la inercia de los acontecimientos, ya es decidir.
La toma de decisiones nos diferencia. Hay personas que catalogamos de muy decididas: ven lo que quieren y van a por ello. Hay otras que dudan y dudan, que dan vueltas, que lo piensan. Mirar atrás y ver cómo se han tomado las decisiones dibuja a una persona, define su pasionalidad o racionalidad, su valentía o su zozobra. Ese personaje que soy yo, que somos cada uno de nosotros, también se proyecta hacia adelante y, viendo cómo ha sido el pasado, aprende a tomar las decisiones siguientes. Ardua tarea.
A veces, cuando decido, sé antes lo que no quiero, lo que no me va, por eliminación, por rechazo a las imágenes proyectadas de mí mismo hasta ahora o lo que observo en los demás. Dice Hans Jonas que sabemos mucho antes lo que no queremos que lo que queremos, y para averiguar lo que realmente apreciamos hemos de consultar antes a nuestros temores que a nuestros deseos1.
Decidir, en definitiva, es decir cómo soy, quién soy. Tanto en cómo lo hago como en el contenido de la decisión. Decidir es ponerse en juego. Es exponerse, dejar que salga mi verdadero yo. Si decido, si opto entre un camino u otro, entonces me pronuncio, estoy diciendo cuáles son mis tendencias, mis preferencias, mis metas, mis valores. Todo esto soy yo.
Empecemos con un ejemplo.
Una decisión difícil fue para mí dejar un trabajo que me iba bien en mi ciudad, entre mi gente, y escoger otro que estaba a 200 kilómetros, bien comunicado. El puesto era de más responsabilidad, con otra proyección, muy interesante. Un reto. Suponía estar más lejos de mi hija, dormir muchos días fuera y estar pendiente del teléfono y el correo cuando no estuviera en el trabajo. También una mayor remuneración, que no me venía nada mal. Todo esto me generó una extraña ansiedad. Estaba intranquila, pero también sentía paz. Hice un proceso de discernimiento y de deliberación, con gran atención a los pros, los contras, y a conectar conmigo misma. Consulté con varias personas que me conocían bien, y la decisión fue aceptar el empleo. Allí pasé muchos momentos malos y, para colmo, mi hija siempre me recuerda que «me fui». Eso me hace sentir culpable de una manera irracional, porque yo creí que hacía lo mejor. También había motivos menos aparentes: necesidad de reconocimiento, sentirme importante, necesidad de aventura tal vez… En fin, ¿tomé una buena decisión? Atendiendo a los resultados quizá tendría que decir que no. Fue una época difícil de mi vida. Pero la decisión siguió un proceso adecuado, utilicé los procedimientos que tenía a mi alcance, vislumbré las ventajas e inconvenientes de cada alternativa, estaba en línea con mis valores y con mi «yo profundo», y en ese sentido puedo decir que fue adecuada, o sea, una buena decisión.
De este ejemplo podemos extraer diez premisas, extrapolables a otras decisiones:
| 1) | Siempre que elegimos lo hacemos entre, al menos, dos alternativas, es decir, que para elegir necesitamos vislumbrar alternativas. ¡Mejor si somos capaces de ver más de dos! |
| 2) | Elegir tiene que ver conmigo, quién no quiero ser y quién sí, requiere conexión con mi interior. Las decisiones perfilan mi ser, definen algo de mí. |
| 3) | La decisión requiere diálogo. Si no existe, no nos exponemos a la confrontación, no se abren nuevas perspectivas. |
| 4) | En las decisiones hay motivos que no digo, pero que también operan en la decisión. Es necesario desvelarlos, aunque a veces no reflejen las mejores facetas de mí mismo. |
| 5) | Si los resultados son aparentemente negativos, eso no indica que la decisión haya sido inadecuada, sino que asumir el riesgo conlleva que las cosas no salgan según lo previsto, que hay aspectos que no podemos controlar; donde hay elección hay incertidumbre. |
| 6) | Hay que estar dispuesto a asumir los costes de toda decisión, las desventajas, y adelantar medios para paliarlas; si no es así siempre llevaremos un «peso» encima. |
| 7) | Los ... |
Índice
- Portadilla
- Dedicatoria
- Prólogo, de José Carlos Bermejo
- Introducción
- Primera parte. Tomar decisiones. Discernir, deliberar y decidir
- Segunda parte. El telón de fondo en la toma de decisiones
- Epílogo
- Contenido
- Créditos
- Notas