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Los cómplices económicos de la dictadura

Horacio Verbitsky, Juan Pablo Bohoslavsky

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Los cómplices económicos de la dictadura

Horacio Verbitsky, Juan Pablo Bohoslavsky

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Hasta hoy la justicia argentina tuvo el mérito de investigar los delitos de sangre cometidos durante la última dictadura, pero dejó fuera del radar a los actores económicos que la promovieron, es decir, a las personas, instituciones y empresas que suministraron bienes y servicios al gobierno o que obtuvieron beneficios a cambio de apoyar la ejecución del plan criminal. Muchas de ellas son en la actualidad actores civiles y económicos de peso, integrados al juego democrático.Coautores, socios, instigadores, conspiradores, ejecutores, cómplices, beneficiarios son algunos de los posibles formatos de estos vínculos, que deben ser esclarecidos. En lo que constituye una investigación pionera, Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky, junto con un equipo de prestigiosos autores, sacan a la luz los casos de complicidad civil y económica con la dictadura. Esos casos involucran empresas como Ledesma, Ford, Acindar, Techint o Mercedes Benz, cuyos directivos están acusados o sospechados de entregar trabajadores que luego fueron desaparecidos, así como organismos creados para extorsionar empresarios poco afines y expropiar sus bienes, como sucedió con Papel Prensa y con los hermanos Iaccarino.La trama se completa con corporaciones patronales agropecuarias o industriales; el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires; los grandes prestamistas internacionales, como el Citybank y el Lloyd's Bank; los think tanks como FIEL o CEMA, que aportaron hombres e ideas a la dictadura; sectores de la cúpula sindical; operaciones mediáticas de diarios como La Nueva Provincia, Clarín o La Nación, o la impactante actitud de la cúpula de la Iglesia católica, que, mientras bendecía la represión, aprovechaba los cuantiosos beneficios que recibía de los militares.Al ofrecer la primera investigación sólida y sistemática, este libro abrirá una nueva etapa, además de contribuir a una narrativa más completa de los años del llamado "Proceso".

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Información

La macroeconomía de la dictadura
4. El legado dictatorial
El nuevo patrón de acumulación de capital, la desindustrialización y el ocaso de los trabajadores[92]
Eduardo M. Basualdo
Presentación
Este capítulo tiene como objeto de análisis la última dictadura militar, que a pesar de haber terminado hace treinta años aún goza de una presencia notable en nuestros días. Una de las razones de su vigencia es la culminación de los juicios a los represores, que recién a partir de 2003 encontraron un curso institucional sin claudicaciones. Otro de los motivos es que desde 2008 en adelante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no sólo debe enfrentar al capital financiero y los organismos internacionales de crédito sino también a los grupos económicos locales, los que ejercieron la hegemonía política durante aquellos trágicos años para la sociedad.
Se propone aquí un abordaje que parte de los aspectos económicos y los vincula con algunos elementos políticos y sociales. Establecer esta conexión resulta inevitable, dado que la hipótesis central de este trabajo es que la dictadura militar puso en marcha un patrón de acumulación de capital específico.[93] En otras palabras, la dictadura impulsó un proceso económico, político y social que tuvo una entidad equivalente a lo que fue el modelo agroexportador de principios del siglo XX conducido por la oligarquía pampeana; o a la primera etapa de sustitución de importaciones que le sucedió, la cual culminó durante el quinquenio inicial de la década de 1950 con los primeros gobiernos peronistas; o a la segunda etapa de sustitución de importaciones, que consistió en la instalación de la industria pesada en el país y su despliegue desde 1958 en adelante, en el marco de la expansión transnacional de posguerra.
Este ensayo se aboca a explorar dos temas fundamentales. Luego de la presentación se aborda un sintético estudio de la segunda sustitución de importaciones. Analizarla es relevante porque durante su desarrollo se conforma el contexto en que surgirá la dictadura militar que se inicia en marzo de 1976. No sólo se alteraron las relaciones de fuerza entre la clase trabajadora y los sectores de poder, y las Fuerzas Armadas se constituyeron en un partido militar que expresaba los intereses de los sectores dominantes, sino que también en esos años se definieron dos fracciones internas (los denominados “Azules” y “Colorados”) que se enfrentaron entre sí en el marco de la resistencia popular a la dictadura.
La indagación de esta etapa es igualmente significativa porque la creencia de que a mediados de los setenta la industrialización estaba agotada y debía replantearse el rumbo económico forma parte del sentido común, así como de algunas concepciones académicas.[94] De acuerdo con esta visión, se imponía entonces un drástico giro en la política económica que introdujera cambios estructurales a fin de recuperar la expansión perdida. De este desafío, supuestamente, se habría hecho cargo la dictadura militar.
La segunda problemática es el proceso económico y social durante la dictadura, que dio como resultado un nuevo patrón de acumulación de capital. La génesis de la revancha clasista iniciada en el momento mismo del golpe militar, que impuso a sangre y fuego la eliminación de las conquistas de los trabajadores y una inédita regresividad distributiva que de allí en más se instaló como un hecho estructural, es sin duda uno de los elementos cruciales en ese análisis. Otro es la centralidad que adquirieron la deuda externa y la fuga de capitales, así como su relación con el bloque de poder emergente en esas nuevas circunstancias.
Antecedentes: la segunda etapa de sustitución de importaciones
Los gobiernos peronistas dilataron innecesariamente la industrialización liviana; de ahí que una de las principales cuentas pendientes de esos gobiernos haya sido no haber plasmado –aunque lo intentaron, e incluso la producción metalmecánica creció por encima del promedio manufacturero–[95] una profundización de la industrialización en el país.[96]
La industria pesada se puso en marcha con posterioridad al golpe de Estado que interrumpió el segundo mandato del peronismo, pero con concepciones y condiciones muy distintas, en el contexto del predominio de la transnacionalización de posguerra a nivel mundial. En ese marco se inició la segunda etapa de sustitución de importaciones, sustentada en la radicación de capital extranjero, que pasó a ejercer el predominio industrial sobre la base de las actividades que se incorporaron durante esos años (automotriz, químico-petroquímica, siderurgia, etc.), y que fueron las producciones más dinámicas de una industria que lideró el proceso económico en su conjunto.[97]
Sin realizar un análisis minucioso de ese patrón de acumulación, sobre el cual existe una profusa e importante bibliografía, cabe mencionar que entre 1956 y 1974 se registró un crecimiento del producto bruto interno (PBI) considerable (4,2% anual acumulativo) pero sin utilizar toda su capacidad productiva potencial debido a los periódicos estrangulamientos en el sector externo, que determinaban el típico ciclo de corto plazo basado en el “pare y siga” (o stop and go).
Tal como indican algunos estudios, dentro de la segunda época de sustitución de importaciones se desplegaron dos etapas con diferencias trascendentales para la problemática aquí analizada.[98] La primera abarcó desde 1956 hasta 1963, período en el que el PBI creció a una tasa del 2,1% anual y los ciclos de corto plazo acarrearon, en su fase descendente, una disminución del producto en términos absolutos (tasas negativas). La otra se desplegó entre 1964 y 1974, con un crecimiento del PBI del 5,1% anual, resultado de una expansión acelerada en la fase positiva de los ciclos cortos y de tasas anuales más reducidas pero positivas (desaceleración) en la fase descendente. El tránsito de una caída absoluta a una desaceleración en la fase descendente del ciclo es aún más relevante porque ocurrió a pesar de tratarse de una industria que trabajaba con “series cortas” de producción, una elevada diversificación y un escaso desarrollo de la tecnología de procesos y productos.[99] En esta segunda etapa se concretó la década de mayor crecimiento ininterrumpido de la producción industrial hasta ese momento, y también de la economía argentina, con un aumento significativo de la productividad, la ocupación y el tamaño medio de las plantas fabriles.
Esta modificación del ciclo corto es crucial porque indica una creciente sustentabilidad macroeconómica y no una progresiva debilidad o agotamiento de la etapa sustitutiva. Esas transformaciones no modificaron la naturaleza del patrón de acumulación, pero implicaron necesariamente alteraciones en las variables económicas y, en especial, en aquellas que hasta entonces habían provocado la caída del PBI en términos absolutos durante la fase declinante del ciclo.
Dichas transformaciones estuvieron asociadas al ritmo de expansión de las exportaciones, que evolucionaron por encima del PBI.[100] El crecimiento más pronunciado se constató en las manufacturas de origen industrial (20,0% anual acumulativo entre 1962 y 1975), pero incluso las de los productos agropecuarios superaron el crecimiento económico (7,1% anual acumulativo durante el mismo período).
La acentuada expansión de las exportaciones tanto agropecuarias como industriales estuvo vinculada a la naturaleza de esa industrialización. En las manufacturas, su asociación con el férreo predomino extranjero y el colapso de las firmas nacionales resulta indiscutible. La profunda retracción de las exportaciones textiles (cayeron al 18,1% anual acumulativo entre 1962 y 1975) fue una manifestación de la declinación de la burguesía nacional del peronismo, mientras que el incremento de las ventas externas de maquinaria, aparatos y material eléctrico (que en ese mismo lapso crecieron al 37,5% anual), y sobre todo de material de transporte (que llegó al 64,7% anual acumulativo), expresó el auge del capital extranjero. Por cierto, hubo otras producciones que también expandieron su inserción exportadora en forma significativa (como la química, la petroquímica y la metalurgia), pero el rasgo común de todas ellas fue el predominio de las firmas oligopólicas extranjeras.[101]
El papel de las ventas externas fue un factor clave para la modificación del ciclo corto sustitutivo, aunque no el único, ya que la deuda externa contribuyó en el mismo sentido. A medida que avanzó la segunda sustitución de importaciones se incrementó el endeudamiento con el exterior, principalmente del sector público, que siguió siendo mayoritario, acompañado por una creciente deuda externa privada. Cabe enfatizar que, debido al proceso iniciado con la dictadura militar, tanto el endeudamiento público como el privado variaron en función de la expansión industrial.[102]
La conjunción de ambos fenómenos –expansión exportadora y endeudamiento con el exterior– determinó una tendencia creciente de las reservas disponibles en el Banco Central de la República Argentina (BCRA), que señala un avance significativo en la sustentabilidad del proceso de industrialización. Es indudable que esta realidad objetiva contradice la convicción instalada en el sentido común que afirma, como fue mencionado, que ese proceso de sustitución de importaciones estaba definitivamente agotado a mediados de los setenta.
Las diferencias que exhibieron las dos etapas de la segunda sustitución no fueron sólo económicas sino también políticas y sociales, ya que a lo largo del tiempo se desplegaron modificaciones sustanciales en las relaciones de fuerza vigentes entre los sectores populares y el bloque de poder dominante.
Por lo general hay acuerdo en que a partir del golpe de Estado que derrocó al peronismo se aplicaron por primera vez políticas de ajuste del FMI[103] y comenzó la etapa más dura de la resistencia peronista debido a la represión dictatorial sobre los sectores populares. Esta situación se p...

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