Escritos 1
eBook - ePub

Escritos 1

Jacques Lacan

Compartir libro
  1. 496 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Escritos 1

Jacques Lacan

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

La primera edición en español se publicó en 1971. Incluía una selección de los trabajos del autor. La edición completa siguiendo el orden de la edición francesa de los Escritos data de 1984. En las distintas etapas intervinieron como revisores el propio autor, Juan David Nasio y Armando Suárez.Es preciso haber leído esta compilación, y a todo lo largo, para sentir que allí se prosigue un solo debate, siempre el mismo, y que, aunque pareciera quedar así fechado, se reconoce por ser el debate de las luces. Y es que hay un dominio en que la aurora misma tarda: el que va de un prejuicio, del que no acaba de desembarazarse la psicopatología, a la falsa evidencia de la que el yo reclama un título para ostentar la existencia. Lo oscuro pasa allí por objeto y florece con el oscurantismo que encuentra allí mismo sus valores. Nada tiene, pues, de sorprendente que sea allí mismo donde se resista al descubrimiento de Freud, término que se prolonga aquí con una anfibología: el descubrimiento de Freud por Jacques Lacan.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es Escritos 1 un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a Escritos 1 de Jacques Lacan en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Psicología y Psicoanálisis. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2013
ISBN
9786070304033
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoanálisis

Cuatro

Del sujeto por fin cuestionado



Un grano de entusiasmo es en un escrito el rastro más seguro que pueda dejarse
para que revele su época, en el sentido lamentable. Lamentémoslo para el discurso de Roma, tan seco, para lo cual las circunstancias que menciona no aportan nada atenuante.
Al publicarlo, suponemos un interés en su lectura, incluyendo el malentendido.
Aun si deseásemos la precaución, no añadiríamos a su destinación original (al Congreso) unas “palabras destinadas al lector” cuando la constante, de la que advertimos desde el principio, de nuestro dirigirnos al psicoanalista, culmina aquí al adecuarse a un grupo que solicita nuestra ayuda.
Redoblar el interés sería más bien nuestra réplica, si es que no equivale a dividirlo revelar lo que, sea lo que sea para la conciencia del sujeto, gobierna ese interés.
Queremos hablar del sujeto cuestionado por ese discurso, cuando volverlo a situar aquí desde el punto en que por nuestra parte no le fallamos, es tan sólo hacer justicia al punto donde nos daba cita.
En cuanto al lector, ya no haremos, salvo el apunte un poco más allá del designio de nuestro seminario, sino fiarnos a su enfrentamiento con textos sin duda no más fáciles, pero ubicables intrínsecamente.
Meta, el mojón que señala la vuelta que ha de cerrarse en una carrera, es la metáfora de la que le haremos viático para recordarle el discurso inédito que proseguimos desde entonces cada miércoles del año docente, y que pudiera ser que lo asista (si no asiste a él) al circular por otra parte.
Sobre el sujeto cuestionado, el psicoanálisis didáctico será nuestro punto de partida. Es sabido que se llama así a un psicoanálisis que se propone uno emprender con un designio de formación, especialmente como elemento de la habilitación para practicar el psicoanálisis.
El psicoanálisis, cuando está especificado por esta exigencia, es considerado por ello como modificado en los datos que se suponen en él ordinarios, y el psicoanalista juzga debe hacer frente a ello.
Que acepte conducirlo en esas condiciones supone una responsabilidad. Es curioso comprobar cómo se la desplaza, por las garantías que se toman.
Pues el bautismo inesperado que recibe lo que allí se propone de “psicoanálisis personal”1 (como si los hubiese diferentes), si las cosas vuelven a ponerse efectivamente en el áspero punto que se desea, no nos parece incumbir para nada a lo que la proposición aporta en el sujeto así acogido, al desatenderla en suma.
Acaso se vea más claro purificando a dicho sujeto de las preocupaciones que expresa el término de propaganda: el efectivo que ensanchar, la fe que propagar, el estándar que proteger.
Extraigamos de ellas al sujeto que implica la demanda en que se presenta. Quien nos lee da un primer paso en la observación de que el inconsciente le da un asiento poco propicio para reducirlo a lo que la referencia a los instrumentos de precisión designa como error subjetivo; sin renuencia a añadir que el psicoanálisis no tiene el privilegio de un sujeto más consistente, sino que más bien debe permitir iluminarlo igualmente en las avenidas de otras disciplinas.
Esta empresa de envergadura nos distraería indebidamente de dar sus derechos a lo que de hecho se alega: o sea, el sujeto al que se califica (significativamente) de paciente, el cual no es el sujeto estrictamente implicado por su demanda, sino más bien el producto que se desearía determinado por ella.
Es decir que se ahoga al pez en la operación de su pesca. En nombre de ese paciente la escucha también será paciente. Es por su bien por lo que se elabora la técnica de saber medir su ayuda. De esa paciencia y mesura se trata de hacer capaz al psicoanalista. Pero después de todo, la incertidumbre que subsiste sobre la finalidad misma del análisis tiene como efecto no dejar entre el paciente y el sujeto que se le anexa sino la diferencia, prometida al segundo, de la repetición de la experiencia, quedando incluso legitimado el que su equivalencia de principio se mantenga con todo su efecto en la contratransferencia. ¿Por qué entonces el didáctico sería un problema?
No hay en este balance ninguna intención negativa. Apuntamos un estado de cosas donde asoman muchas observaciones oportunas, una vuelta a cuestionar permanente de la técnica, de los destellos a veces singulares en la verbosidad de la confesión, en suma, una riqueza que puede muy bien concebirse como fruto del relativismo propio de la disciplina, devolviéndole su garantía.
Incluso la objeción deducible del black-out que subsiste sobre el fin del didáctico puede quedar como letra muerta ante lo intocable de la rutina usual.
Sólo lo intocado del umbral mantenido en la habilitación del psicoanalista para hacer didácticos (donde el recurso a la antigüedad es irrisorio) nos recuerda que es el sujeto cuestionado en el psicoanálisis didáctico el que constituye un problema y sigue siendo sujeto intacto.
1 Medio por el cual se ahorra uno el tener que decidir primero si un psicoanálisis será o no didáctico.
¿No habría que concebir más bien el psicoanálisis didáctico como la forma perfecta con que se iluminaría la naturaleza del psicoanálisis a secas: aportando una restricción?
Tal es el vuelco que antes de nosotros no se le había ocurrido a nadie. Parece sin embargo imponerse. Porque si el psicoanálisis tiene un campo específico, la preocupación terapéutica justifica en él cortocircuitos, incluso moderación; pero si hay un caso que prohíba toda reducción semejante, debe ser el psicoanálisis didáctico.
Mal inspirado estaría quien emitiese la sospecha de que sugerimos que la formación de los analistas es lo más defendible que el psicoanálisis puede presentar. Pues esa insolencia, si existiese, no tocaría a los psicoanalistas. Más bien a alguna falla por colmar en la civilización, pero que no está todavía bastante circunscrita para que nadie pueda jactarse de tomarla a su cargo.
Para ello sólo prepara una teoría adecuada para mantener el psicoanálisis en el estatuto que preserva su relación con la ciencia.
Que el psicoanálisis nació de la ciencia es cosa manifiesta. Que hubiese podido aparecer desde otro campo es inconcebible.
Que la pretensión de no tener otro sostén siga siendo lo que se considera obvio, allí donde se distingue por ser freudiano, y lo que no deja en efecto ninguna transición con el esoterismo que estructura prácticas vecinas en apariencia, ello no es azar, sino consecuencia.
¿Cómo entonces dar cuenta de las equivocaciones evidentes que se muestran en las conceptualizaciones en curso en los círculos instituidos? Arréglense como se pueda sus diferentes maneras —desde la pretendida efusión unitiva donde, en el culmen del tratamiento, se recobraría la beatitud que habría que considerar inaugurante del desarrollo libidinal, hasta los milagros tan alabados de la obtención de la madurez genital, con su facilidad sublime para moverse en todas las regresiones—, en todas partes se reconocerá ese espejismo que ni siquiera es discutido: la completud del sujeto, que se confiesa incluso formalmente considerar como una meta de derecho posible de alcanzar, si en los hechos algunas cojeras atribuibles a la técnica o a las secuelas de la historia la mantienen en el rango de un ideal demasiado apartado.
Tal es el principio de la extravagancia teórica, en el sentido propio de este término, en que demuestra poder caer el más auténtico interrogador de su responsabilidad de terapeuta tanto como el escrutador más riguroso de los conceptos: confírmese con el parangón que evocamos primero, Ferenczi, en sus expresiones de delirio biológico sobre el amphimixis, o para el segundo, en el cual pensamos en Jones, mídase en ese paso en falso fenomenológico, la aphanisis del deseo, en que lo hace deslizarse su necesidad de asegurar la igualdad-de-derecho entre los sexos respecto de esa piedra de escándalo que sólo se admite renunciando a la completud del sujeto: la castración, para llamarla por su nombre.
Al lado de estos ilustres ejemplos asombra menos la profusión de esos recentramientos de la economía a que se entrega cada quien, extrapolando de la cura al desarrollo, incluso a la historia humana; tales la retrotracción de la fantasía de la castración a la fase anal, el fundamento tomado de una neurosis oral universal… sin límite asignable a su etc. En el mejor de los casos hay que tomarlo como manifestando lo que llamaremos la ingenuidad de la perversión personal, quedando la cosa entendida para dejar lugar a alguna iluminación.
Ninguna referencia en estas palabras a la inanidad del término psicoanálisis personal,del que puede decirse que con demasiada frecuencia lo que designa se le iguala, no sancionando sino redistribuciones extremadamente prácticas. De donde rebota la cuestión del beneficio de esa curiosa fabulación.
Sin duda el practicante no endurecido no es insensible a una realidad que se hace más nostálgica por alzarse a su encuentro, y responde en ese caso a la relación esencial del velo con su experiencia por esbozos de mito.
Un hecho contradice esta calificación, y es que se reconozcan en ella no mitos auténticos (entendamos simplemente de esos que han sido recogidos sobre el terreno), los cuales sin falta dejan siempre legible la incompletud del sujeto, sino fragmentos folclóricos de esos mitos, y precisamente los que han retenido las religiones de propaganda en sus temas de salvación. Lo discutirán aquellos para quienes esos temas abrigan su verdad, demasiado dichosos de encontrar en ellos cómo confortarla con lo que ellos llaman hermenéutica.
(Explotación a la que una sana reforma de la ortografía permitiría darle el alcance de un práctica famillonaria: la del falfilósofo, por ejemplo, o la de la fluosofía, sin poner más puntos ni más íes.)
El vicio radical se designa en la transmisión del saber. En el mejor de los casos ésta se defendería con una referencia a aquellos oficios en los cuales, durante siglos, no se ha hecho sino bajo un velo, mantenido por la institución de la cofradía gremial. Una maestría en artes y unos grados protegen el secreto de un saber sustancial. (De todas formas es a las artes liberales que no practican el arcano a las que nos referimos más abajo para evocar con ellas la juventud del psicoanálisis.)
Por atenuada que pueda ser, la comparación no se sostiene. Hasta el punto de que podría decirse que la realidad está hecha de la intolerancia a esta comparación, puesto que lo que exige es una posición totalmente distinta del sujeto.
La teoría, o más bien el machacar que lleva ese nombre y que es tan variable en sus enunciados que a veces parece que sólo su insipidez mantenga en ella un factor común, no es más que el rellenamiento de un lugar donde una carencia se demuestra, sin que se sepa ni siquiera formularla.
Intentamos un álgebra que respondería, en el sitio así definido, a lo que efectúa por su parte la clase de lógica que llaman simbólica: cuando de la práctica matemática fija los derechos.
No sin el sentimiento de la parte de prudencia y de cuidados que convienen para ello.
Que se trata de conservar allí la disponibilidad de la experiencia adquirida por el sujeto, en la estructura propia de desplazamiento y de escisión en que ella ha debido constituirse, es todo lo que podemos decir aquí, remitiendo a nuestros desarrollos efectivos.
Lo que hemos de subrayar aquí es que pretendemos allanar la posición científica, al analizar bajo qué modo está ya implicada en lo más íntimo del descubrimiento psicoanalítico.
Esta reforma del sujeto, que es aquí inaugurante, debe ser referida a la que se produce en el principio de la ciencia, ya que esta última supone cierto aplazamiento tomado respecto de las cuestiones ambiguas que podemos llamar las cuestiones de la verdad.
Es difícil no ver introducida, desde antes del psicoanálisis, una dimensión que podría denominarse del síntoma, que se articula por el hecho de que representa el retorno de la verdad como tal en la falla de un saber.
No se trata del problema clásico del error, sino de una manifestación concreta que ha de apreciarse “clínicamente”, donde se revela no un defecto de representación, sino una verdad de otra referencia que aquello, representación o no, cuyo bello orden viene a turbar…
En este sentido puede decirse que esa dimensión, incluso no estando explicitada, está altamente diferenciada en la crítica de Marx. Y que una parte del vuelco que opera a partir de Hegel está constituida por el retorno (materialista, precisamente por darle figura y cuerpo) de la cuestión de la verdad. Ésta en los hechos se impone, diríamos casi, no siguiendo el hilo de la astucia de la razón, forma sutil con que Hegel la pone en vacaciones, sino perturbando esas astucias (léanse los escritos políticos) que no son de razón sino disfrazadas…
Sabemos cuál es la precisión con que convendría acompañar a esa temática de la verdad y de su sesgo en el saber, principio no obstante, nos parece, de la filosofía como tal.
La ponemos de manifiesto sólo para denotar allí el salto de la operación freudiana.
Se distingue por articular clar...

Índice