
eBook - ePub
Donde los cristianos mueren
- 240 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Donde los cristianos mueren
Descripción del libro
De Egipto a Iraq, de la India a Indonesia, de Nigeria a Corea del Norte, de Argelia a la Turquía "laica", millones de cristianos viven en condiciones de minoría religiosa. Muchos sufren discriminaciones y presiones sociales que hacen difícil la existencia diaria y son causa de separación social, cultural y política.Este libro se basa en los testimonios directos de los protagonistas, cuenta la historia de los cristianos, hombres y mujeres, misioneros, sacerdotes, obispos o simples fieles, discriminados por su fe religiosa. Son personascon nombre y apellido. La autora, una periodista italiana que narra con soltura y profundidad acontecimientos que no podemos dejar pasar de largo.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Donde los cristianos mueren de Francesca Paci, Pablo Juan d'Ors Führer, Gabriella Bellini, Pablo Juan d'Ors Führer,Gabriella Bellini en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Teología y religión y Cristianismo. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
1
BAGDAD: SUNDAY BLOODY SUNDAY
31 de octubre de 2010, un domingo cualquiera en Bagdad. El sol de la tarde hace centelleear el agua del Tigris. Fátima enhebra una chaqueta de terciopelo claro, sale para ir a misa. La iglesia de Nuestro Señora de la Salvación, que destaca por encima de las casas bajas gracias a su gran cruz, se encuentra a un par de manzanas de su casa, en el barrio de Karrada.
–Llevaba vaqueros, me visto siempre más o menos como hoy –dice Fátima, pasando repetidamente las manos sobre sus «Levi’s» decorados con lentejuelas, como si quisiera borrar alguna mancha. Cuando fue llevada al policlínico Gemelli de Roma, junto a los demás supervivientes de la matanza de Al-Qaeda, no pensó en qué meter en la maleta. Desde entonces, no hace otra cosa que volver mentalmente a ese día.
Fátima tiene 28 años, el pelo largo y negro y una mirada penetrante, que tanto sus ojeras como el kajal hace aún más intensa. Cuando relata «aquel día», lo hace en presente, como si todo estuviera ocurriendo de nuevo y aquí, en esta pequeña sala aséptica de la residencia sanitaria del policlínico Gemelli. Dice:
–Antes de entrar en la iglesia, me doy cuenta de que a la puerta hay un solo coche de policía, en lugar de dos, como suele ser lo habitual. También me doy cuenta de que los bloques de cemento que hay frente a la iglesia y en sus laterales han sido removidos. Pienso en que antes o después tendremos que volver a la normalidad. Dentro hay al menos doscientas personas. Yo formo parte del coro y tomo sitio entre los bancos que hay junto al muro, donde el padre Rafael está dando sus últimas instrucciones. A las 15:15 una serie de ráfagas de ametralladoras nos ensordecen e impiden escuchar el final de la homilía del padre Thair. Nos miramos unos a otros; las ráfagas han sonado cerca, pero en Bagdad estamos ya acostumbrados a los enfrentamientos armados. Mientras que el padre Thair invita a la calma, tomo el micrófono y entono un canto a la Virgen. Sucedió todo en un instante. Los terroristas abrieron el portón y comenzaron a disparar por todas partes; hubo un estallido a la altura del ábside; un terrorista se sube al altar de un salto, da gracias a Alá y derriba el crucifijo. Los terroristas están con el rostro descubierto, son jóvenes, con apenas una sombra de barba; visten el uniforme de la policía iraquí y llevan el cinturón con explosivos. Me tiro al suelo y trato de decidir a qué parte arrastrarme para protegerme. El padre Wasim, el confesor, intenta detenerlos, pero un chico le dispara en la barriga. Oigo voces. Hablan en árabe clásico; no son iraquíes, no reconozco nuestro dialecto. Uno grita: «¿Pero qué has hecho? ¡Has disparado a un cura!». Y el primero, como respuesta, dispara de nuevo contra el cuerpo del sacerdote, retorcido en el suelo. Huele a sangre, sangre que me cae desde el banco bajo el que me escondo, mezclándose con la mía, pues los vidrios de las lámparas destruidas por las bombas de mano me han herido en la cabeza y en las piernas. Junto a mí, un colega del coro agoniza; logro entender que intenta decir a su mujer embarazada que salve al niño. Los terroristas invocan Allahu Akbar («Alá es grande») y repiten que ellos irán al paraíso, mientras que nosotros nos quemaremos en el infierno. No se percatan que ya estamos en el infierno. Parecen poseídos, pero completamente serenos. Matan con frialdad, veo a uno que probablemente no tiene ni quince años. Al crepúsculo, se ponen a rezar, algunos se arrodillan hacia La Meca, mientras que los demás van dando la vuelta a los cuerpos para controlar si hay alguien que aún respira y poder darle así el golpe tiro de gracia. Me hago la muerta, debo estar inmóvil, retener el aliento, pienso en mis padres, en mis hermanos, en mis hermanas, en los sobrinos que me esperan en casa; si alguien se percata que estoy viva, ya no los veré nunca más.
El relato de Fátima es la reconstrucción del más sanguinario atentado de la posguerra contra los cristianos iraquíes, la matanza que probablemente marca un giro en su estrategia de terror. Aquí crónica e historia se confunden. El pretexto del atentado es la noticia, enseguida desmentida por el movimiento islámico egipcio de los Hermanos musulmanes, de que la Iglesia copta egipcia habría encerrado en un convento como castigo por su conversión al islam a las mujeres de dos sacerdotes coptos, Camelia Shehata y Wafa Constantine. A cambio de la vida de los doscientos fieles, los secuestradores de la organización islámica de Irak, la célula iraquí de la red de Osama Bin Laden, pide la liberación de las mujeres y de algunos miembros de Al-Qaeda encarcelados en Irak y en Egipto. La impresión más generalizada, sin embargo, es que este secuestro no contempla ninguna negociación, sino que es la realización de un plan más amplio. El obispo caldeo de Kirkuk, Louis Zako, amenazado tras la matanza y secuestro por un e-mail en el que se le advertía de que «pagaréis un precio altísimo, si no os sometéis a nuestras exigencias», habla de «verdadera limpieza étnica».
Este resultado trágico –observa el ex párroco de Nuestro Señora de la Salvación, el padre Aysad Saaed, abrazando a Fátima– da razón a los pesimistas:
–En el 2004, yo era el responsable de la iglesia; también entonces fuimos atacados y hubo víctimas. Pero ahora es diferente. Antes utilizaban coches explosivos; esta vez han entrado dentro y han cogido a la gente como rehenes, para así tener más víctimas. El clima es muy cargante. Desde 2002 estamos literalmente perseguidos y esta es la confrontación decisiva. ¿Os habéis percatado de la llamada a la matanza de Al-Qaeda? Desde el atentado del 31 de octubre vienen a buscarnos casa por casa.
Antes de que concluyeran los funerales en la iglesia medio destruida pero engalanada de rosas, flores de naranjo y grandes hojas de alocasia, las llamadas «orejas de elefante», ya había algunos comandos armados con bombas artesanales y morteros que estaban matando en Almiriya, Monsour, Dora, Zaytouna y Camp Sara, barrios de la capital donde viven los cristiano-sunitas. Pocos días después, la pareja Himan Sammak y Sabira Sabri fue acuchillada en su casa, en el barrio chiita de Baladiyat, en Bagdad, mientras que seleccionaban de qué vestidos y objetos debían deshacerse antes de la fuga.
Es difícil mirar a Fátima a los ojos, puesto que esos ojos parecen retener aún los fotogramas del miedo. Según el laboratorio de ideas americano Pew, tanto Fátima, agarrada a ese no lugar que es el hospital italiano en que es atendida, como el padre Saaed y todos los iraquíes (cada vez más asustados de llevar la cruz al cuello), arriesgan lo que el periodista Massimo Franco llama en el libro Había una vez un Vaticano «el fin del Panda», es decir, ese proceso irreversible de extinción que se aceleró con el conflicto del 2003.
El hilo del destino se pierde aquí en la noche de los tiempos. El Medio Oriente, según explicaba Herman Vahramian, el gran intelectual armenio muerto en 2009, convive con los genocidios del siglo VIII. Según la hipótesis de Vahramian, en el origen de la generalizada resignación ante el exterminio de masas en esta región, estaría el imaginario colectivo de las miles de torres de cráneos humanos que Tamerlán sembró en su vasto imperio:
–En virtud de esta memoria histórica, en el modus vivendi de los distintos pueblos de Medio Oriente parece habitar la espera de ser, de algún modo, víctimas de algún genocidio.
Ningún grupo está excluido de la interpretación de este gran teórico de las culturas no dominantes: musulmanes chiitas, sunitas o pertenecientes a sectas menores, armenios, judíos y cristianos de Oriente. Cada uno de estos grupos ha tenido su parte en la historia, incluida aquella empezada en 1923 con la admisión de Irak en la Sociedad de las Naciones en virtud de su empeño por la tutela de las minorías indígenas. A los cristianos les toca el turno ahora.
¿Cuántos son exactamente los herederos de la Iglesia de Bizancio, que fue parte integrante de la cultura del Medio Oriente? Es difícil interrogar a la demografía, mientras que la situación actual pone a prueba la capacidad humana para sobrevivir. Monseñor Robert Stern, presidente de la Pontificia Misión para Palestina y secretario de la Catholic Near East Welfare Association (CNEWA), calcula que en 2007 los fieles cristianos eran aproximadamente un 2 % de la población israelí (sobre todo árabe), un 1,5 % de la población palestina, un 4 % en Jordania, un 20 % a un 25 % en el Líbano (que tiempo atrás llegó a tener al menos el doble de cristianos), un 10 % por ciento en Egipto y en Siria (donde el presidente Assad es miembro de una minoría religiosa y que, en consecuencia, tiene sometido al extremismo) y un 1,5 % por ciento en Irak. Una comunidad de once o doce millones de fieles que, según las estimaciones, está destinada a bajar por debajo de los seis millones dentro veinte años.
Como recuerda el padre Samir Khalil Samir, egipcio y estudioso del Islam:
–Los cristianos estuvieron en Medio Oriente antes de que llegara el Islam y han forjado a las sociedades árabes: los cirujanos y médicos del califa eran cristianos, hijos de la dinámica Iglesia de Oriente, que avanzó hasta Mongolia.
Según la tradición, fue el apóstol Tomás quien llevó el cristianismo a Irak durante uno de sus viajes a Persia en el siglo I. Desde aquel momento, década tras década, se multiplica la presencia de los coptos, de los melquitas, de los griego-ortodoxos, de los maronitas, de los católico-romanos, de los siríacos, de los armenios y de los coptos que transmiten el arameo, la lengua de Jesús. Todos estos grupos, pequeños y grandes, forman el complicado rompecabezas mesopotámico. La decadencia –insiste el padre Samir– comienza alrededor del año mil, cuando los cristianos pasan a ser minoría:
–En el año 1400, el porcentaje ya había bajado al 10%; habían logrado protegerse encerrándose en sus enclaves. Pero en el último siglo la mezcla con los musulmanes ha crecido en escuelas y universidades.
Irak hace sospechar a muchos que el epílogo esté cerca. Después de las fases de asimilación, marginación y alejamiento forzoso o voluntario que se han sucedido en diferentes momentos en los países de Medio Oriente, Irak y la Tierra de los dos Ríos, empantanada en una transición posbélica sin fin, parecen que se ha convertido en la metáfora de un inmovilismo en el que los cristianos constituyen el fácil chivo expiatorio. La guerra al terrorismo, azuzada por los Estados Unidos desde el día siguiente de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el fundamentalismo islámico, el contexto económico bloqueado y la ineficiencia de los sistemas políticos irreformables han determinado una debilidad crónica, que únicamente puede exorcizarse con el ejercicio de la fuerza contra los más indefensos.
–¿Habrá todavía cristianos en Medio Oriente en el tercer milenio? –se preguntaba el diplomático francés Jean Pierre Valognes en el volumen Vie et mort des chrétiens d‘Orient, publicado en 1994–. Una pregunta que en este momento suena profética. En 1994 prevalecía el optimismo a todos los niveles: el derrumbamiento del Muro de Berlín indicaba el fin de la Historia y la globalización de la democracia liberal; el Vaticano propugnaba el diálogo con el mundo islámico como garantía de salvaguarda para la Iglesia oriental y los acuerdos de Oslo hacían esperar en la solución del conflicto israelí-palestino y, en fin, en la pacificación de la región. La pregunta de Valognes era religiosamente muy incorrecta, pero aún más lo fue su respuesta negativa:
–Una de las batallas más largas de la Historia está a punto de ser perdida.
El tiempo parece darle razón. Hoy Irak es el punto de observación privilegiado para entender hasta qué punto el legendario melting pot –difundido en los siglos pasados por las florecientes civilizaciones del Tigris y el Eúfrates– está sucumbiendo a la «enfermedad» que en Vie et mort des chrétiens d‘Orient está descrita cómo «la incapacidad de la sociedad musulmana para aceptar a lo que no se le parece»; para entender por qué, ...
Índice
- Portadilla
- Dedicatoria
- Introducción
- 1. Baghdad: Sunday Bloody Sunday
- 2. Los niños de Belén
- 3. En la periferia de la revolución egipcia:donde los coptos se quedan en las trincheras
- 4. El cruce turco
- 5. Había una vez una Indonesia multireligiosa
- 6. Cristo se paró en Bubaneshwar
- 7. Leer el Evangelio en Pyongyang
- 8. Amazonia y las consecuencias del amor
- 9. De Somalia a Nigeria: la misa ha terminado
- 10. En la Argelia de los hombres de Dios
- Bibliografía
- Fuentes en la web
- Agradecimientos
- Contenido
- Créditos