Sororidad
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Sororidad

Mujeres deconstruyendo los códigos y lenguas patriarcales existentes tras los feminicidios de Ciudad Juárez, México

  1. 86 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Sororidad

Mujeres deconstruyendo los códigos y lenguas patriarcales existentes tras los feminicidios de Ciudad Juárez, México

Descripción del libro

Sororidad profundiza en el análisis de los códigos y mensajes misóginos existentes tras los feminicidios sexuales, centrando su estudio en el caso de Ciudad Juárez (México). Cuando se cumplen 25 años de las primeras denuncias públicas, el autor, a través de estudio exhaustivo y pormenorizado de estos capítulos, defiende la existencia de una estructura feminicida panóptica protegida por un pacto entre varones, garantizando de este modo la impunidad y su continuidad durante más de dos décadas.
La labor contestataria de decenas de mujeres, principalmente madres, hijas y hermanas de las victimadas, ha conseguido tejer a lo largo de estos años una sólida red de contrapoder, superando sus diferencias y discrepancias en pos de su exigencia de justicia y memoria. Este trabajo contiene testimonios de las propias protagonistas, madres, hermanas y/o hijas de mujeres víctimas de feminicidio o desaparecidas en la ciudad fronteriza.
El autor aporta propuestas que contribuyen a superar esta realidad y avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa a través de la deconstrucción de los lenguajes patriarcales, la defensa de nuevos modelos de masculinidades y la acción conjunta de hombres y mujeres (persororidad) contra la violencia machista en sus múltiples expresiones.

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Información

Entrevistas

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Ramona Morales
Fotografía: Javier Juárez Rodríguez

RAMONA MORALES MADRE DE SILVIA ELENA RIVERA MORALES

“En estos 20 años somos muchas las madres que hemos pasado por la misma situación. Somos hermanas del mismo dolor”.
Doña Ramona Morales es un ícono de la lucha, la resistencia y la sororidad en Ciudad Juárez. Humilde y carente de recursos, Ramona removió cielo y tierra para denunciar las mentiras de Estado fabricadas tras el secuestro y asesinato de su única hija, Silvia Elena, de tan solo 15 años.
Mi nombre es Ramona Morales, nací en Torreón en 1939. Mi infancia fue muy triste. Mi padre ganaba 10 pesos trabajando todo el día y con eso teníamos que vivir siete hermanos, mi abuelita y mis padres. Éramos muy pobres. A veces comíamos, otras veces no. Esa fue mi niñez. En Torreón crecí, me enamoré y me casé con mi esposo. Tuvimos siete hijos; seis hombres y Silvia. Vivíamos en un ranchito; un día nos ofrecieron trabajo en Juárez y nos vinimos. Silvia apenas tenía seis años cuando llegamos.
Silvia es la pequeña de mis siete hijos. Solo tenía varones. Yo quería tener con alma y vida una hija, y así fue, tuve a mi Silvia. Fue mi única niña. Era muy alegre y trabajadora. Ella decía que cuando fuera mayor me iba a tener como una reina. Iba a estudiar Administración de Empresas y decía: Mamá cuando trabaje ya no vas a tener que hacer nada. Tenía una relación muy buena con mi hija. Yo trabajaba en casa; Silvia me ayudaba en todo y, además, trabajaba a medio turno en una zapatería en el centro, junto a la Iglesia. Estudiaba, trabajaba y después regresaba a casa.
El día que se perdió me dijo: Voy a barrer para que no tengas que hacer nada. Voy a hacer un examen y después a trabajar. Me pidió que le guardara comida para cuando regresara. Ella jamás llegaba tarde, ni se ausentaba. Las autoridades decían que las desaparecidas salían por las noches, pero mi hija no salía, hasta yo dormía con ella.
Siempre la esperaba donde paraba la rutera, y allí llegaba ella cada tarde. Veníamos platicando a casa, riéndonos. Pero ese día dieron las ocho y allí estuve esperando; pasaron las horas y nada. Me vine a casa y levanté a mis hijos para decirles que no había llegado Silvia, y nos fuimos a buscarla. Era un viernes. Pensamos que quizá se había quedado con alguna amiga, pero Silvia hubiera avisado. Nos fuimos a la carretera, a la Panamericana, para ver los camiones, pero no la encontramos. No dormimos en toda la noche. Bien temprano fuimos a la zapatería donde trabajaba y nos dijeron que ella fue a trabajar el viernes, pero que salió a comer y no regresó. Después nos presentamos en la Fiscalía, pero dijeron que no se podía poner denuncia hasta las 72 horas porque quizá se había ido con algún novio. Mientras preguntamos en la escuela, y su maestra nos dijo que había ido al examen...estuvimos dos meses buscándola sin parar.
El día 1 de septiembre una patrulla de policía vino a mi casa. Dos hombres me dijeron “ya hemos encontrado a su hija”, y yo pensé que era viva y les pregunté, pero solo me dijeron que les acompañara. Mi hijo preguntó que si podía acompañarme y le dijeron que no, que tenía que ir sola. Yo pensaba que Silvia estaba viva, pero al llegar vi que me llevaban a la morgue y pensé: Ya.
Una vez allí me dijeron que identificara el cuerpo; llevaba la misma ropa con la que desapareció. La reconocí por su pelo y sus uñas. Tenía la misma liga del pelo con la que salió aquel viernes y la misma laca de uñas. Después se negaron a traerme a casa. Yo no tenía dinero, tuve que pedir dinero para volver en la rutera.
Cuando ocurre algo así no sabes dónde ir, qué hacer, a quién recurrir...El propio Francisco Barrio (gobernador del Estado) me dijo que me hija llevaba doble vida, no solo a mí, a las cuatro madres que fuimos a hablar con él. Que vestían provocativo para tentar a los hombres, que cómo no las iban a matar. ... Yo salí llorando de allí.
Afortunadamente, años después conocí a Norma Andrade y Marisela Ortiz (Nuestras Hijas de Regreso a Casa) y a través de ellas a otras madres en mi misma situación. Allí nos apoyaron, nos acompañaron... y son ya más de 15 años con ellas. Nos han ayudado mucho, tanto que las han amenazado de muerte, las han agredido... cuando Marisela (Ortiz) se tuvo que ir de Juárez por las amenazas sentí una enorme tristeza. En estos 20 años somos muchas madres las que hemos pasado por la misma situación. Somos hermanas del mismo dolor. Lo que ellas sufren yo lo sigo sufriendo.
Cuando hoy en día veo noticias de jovencitas desaparecidas o a madres gritando frente a la Fiscalía siento mucha tristeza, las compadezco y recuerdo... Han pasado más de 20 años, y aún así no pasa un día sin pensar en mi hija.
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EVA EVANGELINA ARCE MADRE DE SILVIA ARCE

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Eva Arce
Fotografía: Javier Juárez Rodríguez
“Nos han ofrecido llegar a un “acuerdo” para darme dinero y dejar de buscar a mi hija, pero mi hija no se vende, yo quiero que me traigan a Silvia y se queden con todo su dinero”.
Doña Eva Evangelina sigue firme y activa a pesar de su avanzada edad y pese a más de 20 años de gritos silenciados exigiendo saber dónde está su hija. Silvia fue secuestrada en 1997 y desde entonces no sabe nada de ella. Ante la inacción gubernamental, Eva Arce inició sus propias investigaciones hasta descubrir que tras el secuestro de su hija estaban implicados altos cargos policiales. Tras años de búsqueda, Eva denunció la casa donde podría haber sido enterrado el cuerpo de su hija. Pese a ello, las autoridades no han hecho absolutamente nada. Silvia sigue en calidad de desaparecida.
Mi nombre es Eva Angelina Arce, nací en San Juan del Río, Durango. Mi casa era una casa de mujeres, éramos cuatro hermanas. De muy pequeña me fui a Torreón, viajábamos mucho, por eso no pude estudiar. Mi infancia la pasé en la sierra, rodeada de animales, recogiendo maíz, frijoles... hacíamos empanadas, gorditas y las vendíamos por los ranchos. Esa fue mi vida de niña, una vida de rancho. Tendría unos 19 años cuando vine a Juárez. Después conocí a mi esposo, Héctor Servando, y nos casamos. Él era electricista; le conocí en el restaurante en el que yo trabajaba. Tuvimos siete hijos.
Silvia es la mayor de las mujeres, mi cuarta hija. Yo tenía ganas de tener una hija después de tres varones, aunque todos mis hijos me quieren mucho y me ayudan. Silvia era una niña muy inquieta, trabajadora. Le gustaba la música, ayudaba en la casa... En la Secundaria la querían mucho. Ella comenzó a estudiar Enfermería, le encantaba hacer cosas. Nunca dio ningún problema, era muy alegre.
Después ella se casó, pero tuvo muy mala suerte. Cuando ella desapareció, yo la busqué por todos lados. Supe que vendía comida en un antro del centro que frecuentaban ministeriales. Mi hija tenía relación con ellos y con Chávez Chávez, el Procurador, que habló con ella varias veces y le dio su tarjeta por si tenía algún problema. Después de que la secuestran ellos dicen que nunca la vieron, que ni la conocían. Nadie la conocía... todo para taparse, porque saben quién fue, pero no quieren hacer nada.
Yo saqué mucha información. Los ministeriales se llevaron unas armas del local donde estaba mi hija. Después Silvia desapareció. Era marzo de 1997. Se la llevaron porque vio cosas y sabemos que un comandante de la PGR está implicado, pero todos se cubren, todos se protegen. El esposo de Silvia vendió el carro de Silvia a los ministeriales, por eso creo que él los conocía y que sabe lo que pasó. Después quemó todo lo de Silvia, su ropa, sus cosas, sus fotos... todo. Nunca han investigado nada. Yo les he dado direcciones de dónde pudieron enterrar a mi hija, pero no hacen nada. Todos en la PGR sabían quiénes eran los que estaban con el comandante Jorge García, pero no hacían nada, de hecho al comandante lo mandaron a Querétaro. Este comandante estaba protegido por el Gobernador, Patricio Martínez. A nada le han dado seguimiento. Son gente con poder, todos se encubren. Ya han pasado muchos años, muchos han muerto...
Yo creo que a mi hija la mataron. He exigido que investiguen espacios, personas... algunos de los que saben qué pasó están presos, pero no quieren hablar. Solo buscan pretextos para no hacer nada. Hicieron hace poco un cateo en la casa donde llevaron a mi hija, y localizaron restos de dos cuerpos, pero ninguno era ella, o eso dicen.
Yo quiero saber la identidad de las dos mujeres que supuestamente localizaron allí, pero no lo dicen porque todo es mentira. Nadie sabe nada, nadie dice nada... El Gobierno no ha hecho ni lo hará.
He sufrido muchas amenazas, también del Gobierno. Me decían que me iban a sacar muerta, incluso la policía. Una vez vinieron policías y ministeriales de la PGR a mi casa, armados, con sus trocas... Después de denunciar que a mi hija se la habían llevado policías federales me agredieron, me agarraron dos hombres por la Avenida Vicente Guerrero, y me golpearon contra la pared, me dañaron el hígado... me decían que me callara ya, que dejara de hablar... nos han seguido, nos han hecho llamadas, nos han baleado la casa... nos han ofrecido incluso llegar a un “acuerdo” para darme dinero y dejar de buscar a mi hija, pero mi hija no se vende, yo quiero que me traigan a mi Silvia y se queden con todo su dinero.
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Silvia Guardián
Fotografía: Javier Juárez Rodríguez
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Silvia Angélica GuadiánHIJA DE ELENA GUADIÁN

“Ser mujer en Ciudad Juárez es muy complicado. No puedes salir tranquila a la calle porque temes que te hostiguen los hombres, te jalen, te molesten... aunque es algo a lo que te acostumbras”.
Silvia forma parte de los más de 10.000 niños y niñas huérfanos documentados en Ciudad Juárez en las últimas dos décadas. Su madre desapareció cuando ella tenía dos años. Desde entonces nada se sabe de ella. Silvia representa la lucha, la superación y la perseverancia en una sociedad machista y llena de barreras.
Mi nombre es Silvia Angélica Guadián, tengo 21 años. Nací en Ciudad Juárez y llevo aquí toda mi vida. Trabajo toda la semana para sacar adelante a mis dos hijos, de cuatro y seis años. Soy madre soltera.
Ser mujer en Ciudad Juárez es muy complicado. No puedes salir tranquila a la calle porque temes que te hostiguen los hombres, te jalen, te molesten... aunque es algo a lo que te acostumbras. Creo que ser mujer es más complicado que ser hombre en Ciudad Juárez.
Cuando mi madre desapareció yo iba a cumplir dos años. No tengo ni un solo recuerdo de ella. Nadie sabe de ella. Han pasado casi 20 años desde que desapareció. Lo último que nos dijeron es que fue víctima de trata de blancas. En todos estos años te preguntas muchas cosas, pero prefiero no pensar en ello porque me hace mucho daño. A mí me dijeron lo de mi mamá cuando tenía cuatro años. Acepté que no tenía mamá, pero en realidad nunca lo entiendes. Mi infancia fue muy traumática, porque me preguntaban, me decían... yo no sabía q...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Agradecimientos
  5. Contenido
  6. Presentación
  7. Introducción
  8. I. LOS FEMINICIDIOS: SIGNIFICADOS Y SIMBOLISMO
  9. II. SORORIDAD COMO INSTRUMENTO PARA DECONSTRUIR LOS LENGUAJES Y CÓDIGOS PATRIARCALES
  10. CONCLUSIONES
  11. ENTREVISTAS
  12. BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES
  13. Notas al pie