Parte III
Reacciones y contrarreacciones
(Re)acciones conservadoras
Juan Marco Vaggione
El impacto de los argumentos y las estrategias de los sectores conservadores que defienden la vida desde la concepción quedó planteado en distintas contribuciones de las dos primeras secciones de este libro. Allí donde se abre la posibilidad de debatir y modificar leyes restrictivas sobre el aborto, se vuelve evidente la existencia de actores (por lo general vinculados al campo religioso) que defienden un sistema fuertemente criminalizador del aborto. Sea a través de evitar reformas legales, implementar estrategias judiciales diversas o restringir las políticas públicas, estos sectores conservadores son un escollo en el camino hacia la legalización del aborto. Esta última sección del libro busca analizar las principales estrategias y argumentos del activismo conservador con el propósito de profundizar la comprensión de la trama del aborto en los países de América Latina.
Uno de los principales desafíos para el movimiento feminista y sectores aliados fue desmontar una cultura jurídica asentada sobre el catolicismo, tanto en la enseñanza del derecho como en las formas de regular legalmente al cuerpo sexuado. Las leyes han tendido, no sin excepciones, a reflejar la moral católica que indica que el acto sexual tiene principalmente una función reproductiva (aspecto procreativo). No es sorprendente entonces que una de las consecuencias (directa e indirecta) de la movilización feminista sea visibilizar el modo en que las creencias y posicionamientos religiosos se enraízan en el derecho. El acceso legal al aborto requiere (como el divorcio en su momento) criticar las formas en que el poder religioso matiza al derecho. Si bien distintos países de la región han profundizado la laicidad a lo largo del siglo XX, el derecho (secular) continuó imbricado en la moral religiosa sobre todo en las maneras de regular (y por ende legitimar) la familia, el parentesco y la reproducción.
Allí donde se debate el derecho de las mujeres a abortar se ponen en tensión, entonces, la insuficiente autonomía de la política, la moral y el derecho ante la religión. La articulación entre poder religioso y poder político, que caracteriza con distintas intensidades la historia de los países latinoamericanos, persiste como una barrera importante para avanzar en la legalización y acceso al aborto. La concreción de un régimen legal que permita la autonomía y libertad reproductiva de las mujeres está anudada (en distintos planos) a una matriz jurídica que debe emanciparse de la influencia de determinadas cosmovisiones religiosas. Las jerarquías religiosas, en particular católicas y evangélicas, son actores vocales en defensa de un sistema legal restrictivo que busca limitar, sino anular, la despenalización del aborto. A través de sermones a los creyentes, declaraciones públicas en medios de comunicación o lobbies a funcionarios y políticos, los líderes religiosos encabezan un activismo que pretende no sólo evitar la legalización del aborto, sino incluso profundizar su criminalización.
Sin embargo, como problematizan los distintos capítulos de esta tercera sección, el activismo conservador se ha sofisticado, en gran medida, en reacción a los avances del movimiento feminista. Distintas investigaciones han comenzado a delinear, al menos de manera parcial, las principales aristas que caracterizan a estas reacciones, entre ellas la complejidad de los actores, argumentos y estrategias utilizadas. Bajo la evidencia de cierto mimetismo con el movimiento feminista, el activismo conservador se destaca por la creciente presencia de organizaciones no gubernamentales autodenominadas “pro vida” o “pro familia” (proceso de “ongización” de lo religioso) y la realización de congresos, seminarios, encuentros nacionales e internacionales para articular una agenda común. A ello se agrega un creciente desplazamiento en el tipo de argumentaciones por razones estratégicas (secularismo estratégico), con una mayor centralidad de aquellas basadas en razones científicas, legales y bioéticas en defensa de una sexualidad atada a sus potencialidades reproductivas. También las estrategias se han aggiornado a la temporalidad abierta por el movimiento feminista ya que, junto con el papel tradicional de los líderes religiosos, es cada vez más frecuente observar representantes de este activismo en los parlamentos, el inicio de procesos judiciales o el uso de la objeción de conciencia como maneras de entorpecer el acceso legal al aborto.
Los cinco capítulos incluidos en esta sección comparten el objetivo de analizar este activismo mediante la observación del debate sobre el aborto en distintos países (El Salvador, Puerto Rico, Colombia, la Argentina, México, Perú y Brasil). Comprender la trama legal del aborto requiere entender los actores, argumentos y estrategias que se activan en defensa de su criminalización. Si bien la tendencia en la academia es focalizar en los actores y argumentos que buscan ampliar el derecho al aborto (rescatando la heterogeneidad y tensiones existentes), es necesario completar estos estudios con el análisis del activismo conservador que sostiene su criminalización. Es en esta conflagración entre derecho y delito, dinámica, compleja y multidimensional, en la que se disputan la frontera legal, también la moral, del aborto. De allí la importancia de estos trabajos, que plantean los principales interrogantes existentes sobre el activismo conservador e iluminan facetas y aspectos relevantes para comprender la trama legal sobre el aborto en las sociedades contemporáneas.
El capítulo escrito por Beatriz Galli analiza el efecto de la criminalización del aborto al utilizarse como una estrategia de control y dominación sobre los cuerpos de las mujeres. La autora examina los procesos judiciales iniciados a mujeres jóvenes y adolescentes procesadas por haberse practicado un aborto en el estado de Río de Janeiro, lo que resulta, al menos en parte, una expresión de la criminalización en cuanto reacción a las demandas por legalizar el aborto. La autora utiliza el concepto de estigma para identificar el tipo de tratamiento que reciben estas mujeres por parte de la justicia penal. El propósito de los procesos, según la autora, no es tanto el encarcelamiento, sino reforzar el control moral sobre el cuerpo de las mujeres. Mientras el feminismo se moviliza por flexibilizar y pluralizar el orden social y legal, el activismo conservador potencia el uso del derecho como instrumento represivo en defensa de esquemas morales y estereotipos de género.
Un aspecto relevante que surge en algunos de los capítulos es el rasgo transnacional del activismo conservador. Aunque el debate por el aborto se manifieste de forma particular al interior de los países, distintos abordajes han caracterizado al activismo conservador como un fenómeno transnacional. Las agendas, argumentaciones y estrategias si bien se vuelven palpables en el ámbito de la política nacional son, en gran parte, generadas y acordadas por fuera de estas fronteras. Este es el interrogante principal del capítulo escrito por Camila Gianella Malca. La autora considera que este activismo debe considerarse como parte de un movimiento transnacional en cuanto está constituido por una red organizada que actúa y se vincula más allá de los distintos países de la región. Para ello analiza las principales estrategias y argumentos utilizados con cuidadosa atención a los aspectos constitucionales. En sintonía con otros antecedentes, la autora considera que el activismo ha atravesado un proceso de ongización (la creciente presencia de organizaciones no gubernamentales) y de tecnocratización (entre otras cuestiones, el uso de discursos científicos y seculares) que se evidencian en distintos contextos. Estos procesos se pueden observar, por ejemplo, en el cada vez más frecuente uso del litigio como estrategia para defender la vida desde el momento de la concepción.
El capítulo de María Isabel Niño Contreras y Juan Carlos Rincón Escalante considera el caso de Colombia y propone un estudio pormenorizado de los argumentos contrarios a la despenalización del aborto. La despenalización establecida por la Corte Constitucional colombiana en tres causales fue acompañada de una intensificación del activismo conservador que buscaba revertir o evitar la concreción de este avance. De forma similar a otros contextos, el impacto del feminismo (se traduzca o no en un cambio legal) genera una politización reactiva de los actores conservadores que desarrollan y evidencian estrategias y argumentos en defensa de la criminalización del aborto. La propuesta de los autores ofrece un estudio detallado de los principales argumentos a favor de la penalización del aborto en el canal judicial, el legislativo y la prensa escrita. A partir de ello, los autores analizan la capacidad estratégica de este activismo, ya que además de circular argumentos de distinto tipo (que privilegian “los derechos del producto de la fecundación”) los adaptan según las audiencias y canales utilizados. Los autores también proponen una serie de recomendaciones para aquellos sectores que se movilizan por la legalización del aborto tanto en Colombia como en el resto de la región. El capítulo compara los resultados de su indagación en Colombia con investigaciones en la Argentina y México, y confirma la similitud en los argumentos utilizados en los tres países y, con ella, el proceso de transnacionalización del activismo conservador ya analizado.
Otra de las influencias de este activismo sobre el derecho es (intentar) evitar el acceso al aborto en aquellas circunstancias en las cuales está permitido. Como consideran algunos capítulos de las secciones precedentes, el accionar conservador no concluye una vez que se logró modifica...