Mas allá del decrecimiento
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Mas allá del decrecimiento

  1. 200 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Mas allá del decrecimiento

Descripción del libro

Este libro pretende aplicar los postulados de la economía altruista a la organización económica de nuestra sociedad; ello exige buscar una dirección diferente a la actual, esto es, el crecimiento económico. Sin embargo, la respuesta no puede ser el decrecimiento sin más, no podemos sustituir crecimiento por decrecimiento, hay que ir "más allá", hay que ver el decrecimiento como un medio y no como un fin en sí mismo.El lector encontrará un texto asequible y de fácil lectura para no iniciados en conocimientos de economía. Tanto para el público en general como para las organizaciones que trabajan abriendo vías en este campo

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2013
ISBN de la versión impresa
9788428823838
ISBN del libro electrónico
9788428825214
Categoría
Scienze sociali
1

LA IDEA DE PROGRESO

1. ¿Debemos progresar siempre?
Si a alguno de nosotros nos preguntasen qué queremos para nuestra sociedad, la mayoría responderíamos que buscamos avances, mejoras, ir a más: deseamos que nuestros hijos estén mejor de lo que nosotros hemos estado, que el futuro sea siempre preferible al presente, que vayamos más allá, nadie quiere ir hacia detrás, a nadie le apetece retroceder... En nuestro diccionario existe una palabra que sintetiza esta idea: «progreso». El progreso está metido dentro de todos nosotros. Nuestra propia vida puede entenderse en esta clave, ya que desde nuestra más tierna infancia nos vemos inmersos en esta tarea de mejora: aprendemos a caminar, a balbucear palabras, a descubrir nuestro entorno, a reconocer a nuestra gente querida, perfeccionamos nuestros conocimientos y sabemos cada vez más, adquirimos diversas habilidades. La adolescencia y la juventud son etapas de aprendizaje que nos llevan hacia la madurez. A lo largo de nuestra vida seguimos un itinerario de perfeccionamiento personal que nos sigue dando pautas de mejora intelectual y humana. El progreso no es, por tanto, una idea que quepa aplicar tan solo a la organización colectiva de una sociedad determinada, sino que está inmerso en nuestra propia trayectoria vital. Muchas veces decimos que quisiéramos volver a nuestra juventud, pero es evidente que querríamos hacerlo sabiendo lo que sabemos ahora, no en las mismas condiciones de desconocimiento de la vida que teníamos entonces. ¿Nos imaginamos con 17 años y la experiencia y la sabiduría de los 40? Arrasaríamos...
Lo mismo que progresamos en nuestras vidas queremos que nuestras sociedades progresen. El objetivo común que nos planteamos cuando vivimos y nos asociamos con los otros es precisamente este, progresar, avanzar, ir a más. Volver al pasado aparece casi siempre como una opción reprobable. ¿Cómo vamos a ir hacia atrás? ¿Cómo vamos a desandar lo avanzado? Puede ser que añoremos alguna manera de afrontar problemas que se realizaba anteriormente, pero difícilmente vamos a querer regresar totalmente al pasado. Solamente queremos utilizarlo para ir hacia adelante. Una sociedad estancada, una sociedad que no mejora, parece condenada a empeorar, a ir hacia atrás.
Disidencias
Sin embargo, esta idea del progreso como algo intrínseco a las personas o a las sociedades y que nos lleva a creer que lo posterior es siempre mejor que lo anterior no es compartida por todos. Existen personas y escuelas de conocimiento que no ven la historia como una línea que va siempre hacia lo mejor. Por un lado tenemos aquellos que opinan lo contrario y analizan cómo algunas dinámicas no solo no llevan a una mejora, sino que nos abocan a un empeoramiento de la sociedad en su conjunto. El ejemplo clásico es el de Malthus, que opinaba que el crecimiento de la población iba a ser superior al de la producción de alimentos, y ello nos llevaría al colapso alimentario. En estos momentos existen otros teóricos que, partiendo de la situación de deterioro medioambiental que experimenta el planeta, advierten de la posibilidad de que este acabe con las sociedades y la vida tal y como las entendemos hasta ahora.
Por otro lado nos encontramos con aquellos que creen que el progreso no es una senda que se dirige siempre hacia adelante, sino un circuito circular en el que unos movimientos cíclicos de avance se ven seguidos por otros de retroceso. La historia no es entonces un camino de mejora progresiva, sino una repetición cíclica de situaciones que se han dado con anterioridad. Algunos autores han matizado esta idea de los ciclos afirmando que, si bien es verdad que existen mejoras y empeoramientos, cada nuevo ciclo comienza más allá de lo que lo hizo el anterior. Es decir, defienden una concepción de progreso a través de ciclos. Sería como aquella persona que quiere avanzar hacia algún lugar sin conocer el camino y se desorienta con frecuencia. Esto le obliga a desandar lo andado volviendo atrás para reorientarse y tomar otra vez la dirección correcta. Aunque esto se repite cíclicamente, nunca vuelve al punto de origen, sino que siempre comienza cada nuevo ciclo en un punto más cercano a su destino final.
El progreso y la religión
Un autor que ha dedicado parte de su quehacer intelectual a estudiar el concepto de progreso como es Robert Nisbet afirma que esta idea ha estado ligada históricamente a la religión o a teorías intelectuales derivadas de la religión. Han sido los entornos religiosos los que han generado esa fe en el progreso y ese afán por la mejora de la sociedad en su conjunto. La religión cristiana es uno de los ejemplos de la estrecha relación entre las ideas religiosas y la concepción del progreso. El cristianismo apoya esta idea de progreso desde la misma concepción teológica de nuestra existencia en la Tierra. Como podemos leer en el libro del Génesis (1,26), Dios nos ha creado a su imagen y semejanza para que dominemos el mundo. Nuestra misión en la Tierra es cumplir sus mandatos y sabemos cuál es el principal que nos ha encomendado: «Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 13,34). Estamos en la Tierra para amar y para que sea el amor quien realmente reine en nuestras sociedades. Nuestra fe nos lleva a que toda actividad que despleguemos en nuestro día a día vaya orientada a colaborar en la acción creadora de Dios y conseguir que esta se perfeccione acercándonos a esa sociedad ideal en la que sea el amor la medida de todas las cosas. Como se puede observar, tenemos una utopía que guía nuestro caminar hacia la realización del reinado de Dios en la Tierra. Estamos ante una idea de progreso lineal.
La contribución al progreso es algo intrínseco a nuestra fe
La constitución pastoral Gaudium et spes, uno de los frutos del Concilio Vaticano II, insiste en sus números 34 y 35 en que los esfuerzos que realizan los hombres para mejorar las condiciones de vida responden a la voluntad de Dios. Esto quiere decir que el progreso, la mejora de la condición humana, es algo intrínseco a nuestra fe. Es una manera de plasmar nuestro amor a los otros, de que este no sea abstracto, sino concreto. Cuando el evangelista Mateo describe el juicio final (Mt 25,32-46), la vara de medir que se utiliza para sentar a unos a la derecha y a otros a la izquierda consiste en si durante nuestra vida hemos dado de comer al hambriento, de beber al sediento, hemos acogido al emigrante o visitado al enfermo o al encarcelado. En este mismo evangelio (Mt 7,20), Jesucristo afirma que «por sus frutos los conoceréis». Son nuestros actos los que expresan nuestra fe, y estos actos se concretan también –tal y como indica la encíclica Populorum progressio en sus números 15, 16 y 17– en promover nuestro propio progreso personal y el progreso comunitario. Así, nuestro día a día colabora en que el reinado de Dios comience en nuestra Tierra ahora, en que el amor reine en nuestras relaciones sociales, en que creemos un mundo más justo y más fraterno. Los cristianos tenemos, pues, una idea clara del progreso. Dios nos encamina hacia un mundo mejor (Gaudium et spes 39) y nosotros somos colaboradores necesarios en la construcción de esa sociedad en la que reine el amor. Intentar que una sociedad mejore no es algo ajeno a nuestra fe, sino que es una parte esencial de ella.
2. ¿Qué consideramos progreso?
Acabamos de ver que puede existir un consenso bastante generalizado en la pretensión de que nuestras sociedades progresen. Hemos visto cómo el cristianismo ha tenido una influencia clara en esto y entra de lleno en la idea de la búsqueda de progreso. Sin embargo, no todos entendemos lo mismo cuando hablamos de progreso. Nos referimos siempre a un avance, pero, ¿hacia dónde? Desde mi pueblo, Almàssera –algunos kilómetros al norte de Valencia–, podría marchar hacia Castellón o hacia Alicante. Cualquier paso en una dirección o en otra supondría un progreso en nuestro camino hacia cualquiera de las dos ciudades. Sin embargo, en cada caso estaría moviéndome en una dirección opuesta a la otra, un avance hacia Castellón supondría un retroceso hacia Alicante y viceversa. Por ello no es baladí esta cuestión. Toda sociedad debe plantearse cuál es la dirección hacia la que quiere moverse, hacia dónde quiere dirigirse, y ese objetivo es el que marcará qué clase de progreso está experimentando.
Progresar es saber más
Si hiciésemos una encuesta a las personas que están en nuestro entorno y les preguntásemos qué entienden ellos por progreso de una sociedad, segura...

Índice

  1. Portadilla
  2. Dedicatoria
  3. Presentación, por Mons. Carlos Osoro, arzobispo de Valencia
  4. Prólogo
  5. 1. La idea de progreso
  6. 2. ¿Cómo medimos el desarrollo?
  7. 3. El papel del sector público
  8. 4. Las empresas en el sistema económico
  9. 5. El sector financiero
  10. 6. Más allá del decrecimiento
  11. 7. Epílogo para escépticos
  12. Contenido
  13. Créditos