Modernización educativa y socialización política
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Modernización educativa y socialización política

Contenidos curriculares y manuales escolares en España durante el tardofranquismo y la transición democrática

Manuel Ferraz Lorenzo

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Modernización educativa y socialización política

Contenidos curriculares y manuales escolares en España durante el tardofranquismo y la transición democrática

Manuel Ferraz Lorenzo

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En un momento en el que la instrumentación política parece someter cada vez más la ciencia y la cultura y, al mismo tiempo, las nuevas formas de adquirir los aprendizajes se normalizan a través de las pantallas y de las emergentes representaciones y mediaciones para transmitir la información, muchas veces sin seleccionar, organizar y elaborar, ampliamente repetitiva y hasta plagiada, se hace necesario repensar el papel que deben desempeñar los contenidos escolares en la renovada configuración del conocimiento y en el insólito modelo de sociedad que nos ha tocado vivir.Así, hablar de los contenidos curriculares que se imparten en nuestras escuelas sigue siendo un tema de notable actualidad, de motivada preocupación y de persistentes titulares de prensa que se hacen eco cada día de buena parte de los debates suscitados.Se exponen aquí algunos ejemplos que, cuando menos, nos interpelan y nos impelan a la reflexión moral y al sentir democrático de nuestras sociedades supuestamente avanzadas.Los autores nos hablan de marcos legales y normativas específicas, de currículum, de libros de texto, de pasado, de presente y de futuro, de la escuela no como institución o empresa dirigida a preparar a los futuros mandos de la esfera financiera o mercantil, sino como espacio privilegiado de socialización y toma de conciencia a través del conocimiento que en ella se crea, se comparte y se debate. Y para abordarlo, vuelven la vista al tardofranquismo y a la Transición política como etapas históricas de referencia en las que formular preguntas y vislumbrar posibles respuestas a los actuales desafíos. Volver la vista atrás permite remontarse a los orígenes de los procesos y fenómenos estudiados y entenderlos mejor en su devenir histórico.El libro está dividido en dos grandes apartados: el primero, de carácter contextualizador y estructurador, estudia las implicaciones económicas, políticas y éticas que tuvieron lugar en España durante el intervalo temporal abordado. En el segundo apartado, de naturaleza más normativa y curricular, el lector encontrará un análisis pormenorizado de las políticas que hicieron posible los contenidos que se ofrecieron a las nuevas generaciones de españoles desde finales de los años 60 y hasta bien entrados los años 80.Esta obra pretende pues aportar las claves interpretativas de los contenidos escolares, intentar entender por qué fueron seleccionados unos y descartados otros, cuáles fueron los enfoques predominantes en cada momento, por qué una etapa tan intensa, controvertida y agitada de la historia de España terminó equiparándose curricularmente al resto de los Estados europeos tan rápidamente, qué motivos nos han llevado a retroceder tanto y en tan pocos años en libertad de expresión y pluralidad crítica, etc.

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Información

Año
2020
ISBN
9788471129833
Edición
1
Categoría
Pedagogía
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En esta intervención voy a tratar de señalar los elementos que a mi juicio hay que tener presentes, primero, para conocer la situación en la que se encontraba la economía española en los años de la transición de la dictadura a la democracia y, segundo, para entender por qué se hallaba entonces en esas condiciones.
Para ello creo que hay que tener en cuenta que en esa etapa se entrecruzan tres circunstancias que son las determinantes de lo que sucedió en nuestra economía:
En primer lugar, el modelo económico de la dictadura se estaba agotando, de modo que hubiera sido necesario promover cambios de calado incluso si no se hubiera producido el tránsito a la democracia. Es importante, pues, conocer el modelo en el que se había basado la economía durante el franquismo y sus vías de ruptura para saber cuáles eran los problemas que se planteaban a lo largo de la década de los años setenta del pasado siglo, en la etapa que ampliamente podemos denominar como “la transición”.
En segundo lugar, ese agotamiento y la necesidad de recambio se producían en el contexto de una crisis estructural de las economías capitalistas que terminó siendo generalizada y de dominio, incluso podríamos decir que de civilización, pues dio paso no solo a un nuevo tipo de política económica sino a una nueva forma de gobernar el mundo, de legitimación social, a un nuevo abanico de valores sociales y a formas de vida diferentes basadas en el individualismo, en un ensimismamiento generalizado, y en la fragmentación de las sociedades, el neoliberalismo.
Finalmente, que esta segunda circunstancia que como acabo de señalar alteraría no solo la economía sino también la política e incluso el sistema de valores dominante, y el inevitable cambio de régimen político que conllevaría la muerte del dictador, iban a dar un protagonismo muy fuerte al conflicto social y, en general, al entorno político como condicionantes de lo que sucediera en la vida económica y con la política económica que se llevara a cabo.
La confluencia de esas tres circunstancias hizo que la situación de la economía española en la transición y la transición misma hayan de contemplarse como problemas complejos que se plantearon y resolvieron como un auténtico rompecabezas, en el que el orden final de las piezas no responde a planteamientos autónomos o lineales. El período de la transición española fue una fase de crisis, pero no solo política, sino también económica y no solo nacional sino internacional, en el que se estaba dilucidando no únicamente un tránsito de la dictadura a la democracia en un país (que ya de por sí implica movimientos profundos en todo el sistema de poder de una sociedad) sino que, también se planteaba, cómo resolver una crisis de dominio prácticamente planetaria que requería cambios asimismo globales, radicales y muy complejos.
La transición española, por lo tanto, no fue ni pudo resolverse como si hubiera sido un mero cambio de régimen político, sino que supuso un proceso de recomposición del sistema de dominio que entró en crisis por la incapacidad del sistema político para configurarse en espacio adecuado de representación. En efecto, era necesario impulsar un nuevo modelo de crecimiento económico en el contexto de una profunda crisis estructural y también de dominio en el sistema capitalista de entonces.
Por esa razón, creo que a la hora de situarla en el tiempo no conviene circunscribirla a los momentos justamente anteriores y posteriores a la muerte del dictador, sino que sería más conveniente entender que se comienza a producir desde los primeros años setenta (quizá en este foro de debate educativo viene al punto mencionar que justo en 1970 se dicta una Ley de Educación que viene a hacer frente, paradójicamente con retraso y con antelación al mismo tiempo, a la plena irrupción de la sociedad española en la órbita del mundo capitalista) y que podríamos decir que termina con el primer gobierno socialista que toma posesión a finales de 1982.
El modelo económico de la España franquista
El modelo de crecimiento económico imperante en España al comienzo de la transición tiene su origen en las medidas liberalizadoras cuyo diseño inicial se contiene en el Plan de Estabilización y Liberalización Económica de 1959, a partir del cual cambió radicalmente el modelo autárquico de la postguerra.
Hasta entonces, nuestra economía se mantuvo prácticamente como una economía cuasi de guerra, aislada del mundo exterior, sometida a un Estado parafascista y fuertemente ideologizado, muy ruralizada e incapaz de hacer frente a la demanda de una población creciente que huía de la pobreza de los pueblos pero que no encontraba acomodo decente en las ciudades. De hecho, hasta 1955 no se alcanzó el nivel de renta anterior a la guerra civil
La presión combinada de Estados Unidos y de ciertas élites españolas que percibieron la vía muerta a la que había llegado el franquismo y las oportunidades que les podría proporcionar la apertura al exterior ante una situación que comenzaba a ser insostenible, desde el punto de vista financiero, propiciaron el diseño y la puesta en marcha de ese proyecto generalmente denominado “liberalizador”, aunque la liberalización solo afectara en realidad a los intercambios comerciales y para nada a las libertades y derechos de la población.
Se acabó con las barreras extremadamente proteccionistas del período anterior y la economía española se abrió al mundo occidental tratando de conseguir de esa forma que se produjese la entrada de capitales que impulsara el mercado interno para generar demanda para la producción nacional. Y sobre esta base se pretendía, y efectivamente se consiguió, impulsar un proceso acelerado de crecimiento industrial que rompiera con la España económica agraria y tradicional de los años anteriores. No obstante, como vamos a ver enseguida, en unas condiciones muy especiales que consolidaron pocos años después un modelo muy vulnerable, además de insostenible socialmente por la enorme desigualdad y carencias que llevaba consigo.
Sin poder entrar ahora en la gestación de este modelo de crecimiento y sin necesidad de hacer un análisis pormenorizado del mismo, me limitaré a poner de manifiesto lo que considero que fueron sus rasgos esenciales:
1. La liberalización y el crecimiento económico que trajo consigo tuvieron como motores la entrada de capital extranjero, la emigración y el turismo. Lo que significa que el modelo fue desde el principio muy dependiente del exterior, y que su éxito estuviera sujeto al contexto económico expansivo internacional de los años en que se puso en marcha.
El crecimiento intensivo en el exterior producía sobreacumulación de capitales en otros países que encontraron en nuestro incipiente sector industrial una alternativa de inversión rentable, por nuestros costes de mano de obra mucho más bajos y porque nuestra industrialización incipiente permitía que aquí se rentabilizaran capitales fijos ya obsoletos en las industrias más avanzadas y competitivas.
La economía exterior en expansión también proporcionó una demanda suplementaria al mercado interior por la vía de las exportaciones y, sobre todo, del turismo, que permitía lograr altos niveles de crecimiento sin necesidad de aumentar sustancialmente las rentas familiares para agotar la oferta nacional y conseguir, además, una gran aportación de divisas.
El declive del sector agrario proporcionaba mano de obra en abundancia de la que se surtía el sector industrial sin sufrir tensiones salariales y los mercados exteriores en expansión asumían la “sobrante”. El nuevo modelo fue incapaz desde su inicio de propiciar el empleo realmente necesario para ocupar a toda la población activa española y el que creaba era a base de bajos salarios (directos e indirectos) pero la válvula de escape de la emigración permitía disimularlo.
Esta dependencia exterior suponía un fuerte impulso a la economía española por vía de la demanda exterior, pero incentivaba, sin embargo, la conformación de un mercado interior débil por los bajos salarios de la mano de obra.
Cuando la situación exterior se complicó a principios de los años setenta nuestro modelo de crecimiento se resentiría irremediablemente.
2. En segundo lugar, el modelo de crecimiento español basado en los tres motores que acabo de señalar se caracterizó por ser capaz de proporcionar una elevada tasa de ganancia interna.
La consolidación del sector industrial, el trasvase de rentas del sector agrario hacia este, la amplia y barata disponibilidad de capitales, la baja remuneración de la mano de obra, la ausencia de políticas redistributivas que por la vía de los impuestos drenasen recursos de las empresas y la política proteccionista de la administración, junto al muy bajo coste del capital ajeno empleado por las empresas, fueron los factores que efectivamente permitieron obtener tasas de beneficios extraordinariamente altas para las empresas.
Sin embargo, otros factores frenaban la conversión de esos beneficios en inversión que fortaleciera del mercado interno: los bajos salarios no generaban ahorro y ni siquiera un incremento sustancial en la demanda de consumo; las empresas no tenían oportunidades tecnológicas ni las buscaban porque los altos beneficios y los bajos salarios las hacían innecesarias; el sector terciario centrado fundamentalmente en torno al turismo y con una muy alta dinámica especulativa atraía y facilitaba la colocación más rentable de los beneficios generados por las empresas; la administración sin transparencia y controlada por los grandes grupos de poder actuaba como una fuente de privilegios y regalías; y la cultura empresarial que se cultivaba en estas condiciones no fomentaba el dinamismo o la asunción de riesgo.
Todo ello hacía que la elevada tasa de ganancia que se obtenía en la economía española liberalizada no repercutiera en el impulso de una oferta productiva potente e innovadora sino más bien en la multiplicación del número de millonarios españoles. Como dijo años después, “nuestro país era cada vez más un país con malas empresas, pero buenos negocios”.
3. En tercer lugar, el modelo de crecimiento del franquismo se caracterizó porque los mecanismos habituales de asignación no se establecían para garantizar la eficiencia sino la apropiación de las rentas y los privilegios por los grupos que dominaban la administración y copaban los centros de poder. En ese sentido fue paradigmático el funcionamiento del sistema financiero.
Aunque este sector financiero, pieza imprescindible de cualquier modelo de crecimiento expansivo, se había consolidado años antes (en la década de los cuarenta los seis grandes bancos multiplican por siete sus beneficios y por cuatro el capital desembolsado) no fue sino hasta los años sesenta cuando estuvo en condiciones de servir como financiador efectivo de la economía, tras la creación del Consejo Superior Bancario y cuando se establecieron las limitaciones a las cotizaciones en Bolsa el carácter mixto de la banca.
Sin embargo, esa función tan esencial enseguida quedó lastrada por dos circunstancias.
Por un lado, su utilización al servicio de los intereses de la oligarquía que dominaba el mundo económico y la administración. Los consejos de administración de los bancos eran el lugar de encuentro entre la burguesía latifundista, el capital financiero del norte y la burguesía industrial catalana y de ahí se entrelazaban, a su vez, las conexiones con la administración que permitían que el sistema financiero actuase como un mero generador de regalías. Así se describió esta situación en un clásico análisis de la economía española de aquellos tiempos: “Existe una fuerte interrelación —en términos de influencia, es decir, de poder— entre los dirigentes de la Banca privada y los responsables de la política monetaria y crediticia española. Basta recordar, entre los instrumentos a través de los cuales se ejerce de forma directa esa influencia, la situación del Consejo Superior Bancario y la composición de los Consejos de Administración de las entidades oficiales de crédito”.
Por otro lado, porque la banca española y el sistema financiero en general utilizaron su enorme poder político para imponer una política oficial de tipos de interés que suponía la prácticamente nula rentabilización del ahorro y la generación de beneficios exclusivamente en la inversión subsiguiente que llevaban a cabo las propias instituciones financieras.
El crédito barato comenzó a generar una constante ...

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