Meditaciones sobre la oración
  1. 256 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

Quien ha alcanzado una determinada edad -dice el cardenal Martini- está en condiciones de tener una cierta mirada sintética sobre su propia vida, reconociendo los dones de Dios, incluso aquellos que le han llegado por medio de sufrimientos inevitables. Estamos invitados, por tanto, a una lectura sapiencial de nuestra historia y de la historia del mundo. ¡Dichosos quienes logran leer su vida como un regalo de Dios, quienes no se dejan llevar por juicios negativos sobre los tiempos presentes en comparación con los pasados!Lo ideal sería llegar a contemplar, muy sencillamente, al Dios que nos mira: contemplarlo con amor o, más bien, pensar en Jesús como en alguien que tiene necesidad de nosotros para hacer plena su alabanza al Padre. Para ello, el Espíritu Santo será nuestro maestro interior. Y a nosotros solo nos quedará seguirlo con docilidad.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2016
ISBN de la versión impresa
9788428823326
ISBN del libro electrónico
9788428830799
Parte segunda

LA ORACIÓN
Y SUS CIRCUNSTANCIAS

LA ORACIÓN INDIVIDUAL COMO ORACIÓN MENTAL

ANTES DE LA ORACIÓN 1
Estos días de peregrinaje me han venido de repente como una gracia del momento para la que no estaba predispuesto. Me siento poco preparado y con cierto temor. Un lugar como Ávila, con los valores que representa, infunde en mí cierta sumisión y hasta ansiedad: es como si me hallara ante una gran montaña y no supiera por qué parte escalarla; la experiencia de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, en su tradición carmelita, es quizá algo demasiado elevado para nosotros.
Pero también siento ansiedad porque el tema de la oración es vasto como un océano; cada uno trata de nadar en él como puede, pero lo cierto es que resulta difícil hablar de la oración y se corre el peligro de divagar.
Otro motivo para el temor se debe a la diferencia entre la oración típicamente monástica y la oración apostólica del presbítero.
Todas estas razones me dificultan penetrar adecuadamente en el tema, por lo que me encomiendo a las oraciones que las monjas del monasterio de San José elevan por nosotros, a la intercesión de Teresa de Jesús, de Juan del Cruz y de Ignacio de Loyola.
ALGUNAS PREMISAS
Pondré una premisa relacionada con el tema, otra sobre las preguntas que surgen de él y, finalmente, una más sobre las fuentes que utilizaremos.
El tema
Es obvio que, en un lugar como Ávila, el tema no puede ser otro que el de la oración, y en particular el de la oración mental, que no es ni la celebración eucarística ni la liturgia de las horas, así como tampoco el de otras oraciones vocales. Mientras que la liturgia y el oficio divino pueden ser computados según una medida exterior (es un opus Dei que puedo verificar si he cumplido o no), y mientras que la oración vocal puede medirse por las palabras pronunciadas y por los gestos realizados, la oración mental es un «adentrarse más allá» que resulta muy sutil a la hora de medirlo. Su única medida está, de algún modo, en el reloj; pero el reloj solo mide un tiempo cuantitativo, por lo que la pregunta sobre si ese tiempo ha sido realmente tiempo de oración no queda erradicada. La oración mental nos introduce en un territorio misterioso: es una oración hecha en el secreto, que por tanto huye del control y del estímulo de la sanción exterior; es una elección personal que pone en juego nuestro coraje o nuestra pereza. Corresponde, en el fondo, a las palabras de Jesús: «Cuando reces, entra en tu habitación y, cerrada la puerta, reza a tu Padre, que ve en lo secreto». Esta es la oración de la que habla santa Teresa.
Si el sacerdote no celebra la eucaristía, la gente se entera, se informa de si está enfermo, va a llamar a su puerta; pero, si no practica la oración mental, nadie se entera. Por este motivo la he definido como una elección personal en la que se juega a lo sumo nuestro coraje o nuestra pereza: somos nosotros, y solo nosotros, quienes debemos acordarnos de hacerla y reprendernos si no lo hacemos.
Las preguntas
Surgen entonces algunas preguntas inevitables. La primera es sobre la necesidad: ¿es importante la oración mental? ¿De veras se necesita junto con el ruego vocal? ¿No es suficiente la celebración eucarística y la liturgia de las horas?
Son interrogantes que nos planteamos cuando luchamos por esta oración: ¿merece la pena luchar, hacer muchos sacrificios por algo que ni siquiera sabemos bien si es necesario?
Una segunda pregunta está en el método: ¿existe un método para esto? ¿Cuál? ¿Puede llegar a saberse si la oración mental es fructífera? ¿Cómo averiguar que no hemos perdido el tiempo? ¿No existe aquí el riesgo de caer en falsas ilusiones? Y, si verdaderamente hay un método, ¿es posible aprenderlo?
Preguntas de este tipo afloran siempre que salimos de situaciones fáciles y pacíficas en las que la oración mental sigue los ritmos cotidianos. Nos percatamos entonces de lo difícil que es, de cómo se nos escapa y hasta nos evita; y podemos llegar a pensar que era una simple ilusión, más aún, que no somos capaces de orar de este modo, que para maestros espirituales como santa Teresa y otros santos es una realidad justa y hermosa, pero no para nosotros. Es así como terminamos por creer que puede prescindirse perfectamente de la oración mental y que, en el fondo, a nosotros nos basta con la misa y el breviario.
Llegados a este punto, no es infrecuente que comience un proceso, un tanto ambiguo, de autojustificación; ahora no tengo tiempo de abordarlo, pero eventualmente lo retomaré mañana.
El caso es que es así como poco a poco la oración mental, o personal, va siendo marginada. Pero pronto advertiremos los efectos dolorosos, puesto que también entonces la liturgia de las horas se hace pesada, y a veces hasta la misma celebración eucarística, que empieza a ser rutinaria y formal. El estado de fatiga, que tiene origen precisamente en el abandono de la oración personal, se va extendiendo gradualmente en la vida, haciendo difícil sobrellevar los pesos cotidianos. El problema de la oración mental se plantea, por tanto, no ya en sí mismo, sino por sus consecuencias; en la Iglesia se plantea como crisis y como carencia, y ello porque, si viene a faltar, todas las demás formas de oración acaban por reducirse a puros gestos externos, a simples cumplimientos externos que no pueden prolongarse o que, como máximo, se arrastran, pero con extrema fatiga.
Creo que tan grave crisis en la Iglesia atañe hoy no solamente a la vida sacerdotal, sino a la misma vida consagrada, y en particular a la vida consagrada de tipo apostólico.
Estamos llamados a reflexionar sobre esta crisis, que por otra parte nos afecta y concierne personalmente.
Las fuentes
Vamos a referimos a Teresa de Jesús, porque es la santa que ha vivido este asunto en sí misma y como icono, además de ser quien más eficazmente ha teorizado sobre la oración personal, sus métodos, los caminos de oración, su necesidad y suma utilidad, sus alegrías y, en fin, sus pruebas. Con Teresa y con Juan de la Cruz, la oraci...

Índice

  1. Portadilla
  2. Introducción
  3. Parte primera. Aprender a rezar
  4. Itinerario de oración
  5. Parte segunda. La oración y sus circunstancias
  6. Parte tercera. La oración de intercesión
  7. Contenido
  8. Créditos
  9. Notas