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Cómo se construye un sindicalista
Vida cotidiana, militancia y afectos en el mundo sindical
- 288 páginas
- Spanish
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Cómo se construye un sindicalista
Vida cotidiana, militancia y afectos en el mundo sindical
Descripción del libro
Aunque muchas veces estén expuestos a la hostilidad y la desconfianza públicas, y debilitados por las transformaciones económicas de las últimas décadas, los sindicatos argentinos siguen siendo llamativamente fuertes: mantienen su capacidad de movilización y presión política y, sobre todo, son un espacio genuino de militancia y contención para muchos trabajadores. En este libro, se argumenta que esa resistencia responde a la capacidad de los sindicatos para generar lazos afectivos y de valores, para crear una identidad compartida entre militantes que se construye mucho más en la vida cotidiana que en los momentos de movilización y protesta más espectaculares.
A través de un trabajo etnográfico sólido y minucioso, Sian Lazar estudia esos "espacios íntimos de la militancia política" en dos sindicatos estatales: la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) y la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). Mientras UPCN es en su mayoría peronista, muy disciplinado y "orgánico", por lo que en general toma una posición de negociar con el Estado empleador, ATE se enorgullece de su autonomía política y su horizontalidad, y responde a las asambleas de sus militantes antes que a cualquier partido político. En esos contextos, Lazar rastrea los aspectos íntimos, personales y familiares de la militancia política y, a la vez, arma un retrato de la complejidad del Estado argentino con una agudeza que solo la buena etnografía permite alcanzar.
Este libro –que interesará a quienes se dedican a la antropología, la sociología política, los estudios del Estado y de los movimientos sociales–, tan valioso por sus hallazgos como por la calidad de su metodología, sostiene la necesidad de no abandonar a los sindicatos como objetos de indagación, porque en ellos se mantiene viva una singular forma de experimentar la militancia
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Información
Categoría
Proceso político1. El Estado y los sindicatos en el tiempo y el espacio
No es casual que “No volvamos a los noventa” haya sido el eslogan que reunió a la oposición a Mauricio Macri en el período que transcurrió entre la primera y la segunda vuelta electoral a fines de 2015. De hecho, la historia política argentina fue un tópico que estuvo presente en casi todas mis discusiones con los sindicalistas del sector público a lo largo de mi investigación, y los noventa tenían un lugar particularmente central en esa historia. La naturaleza del Estado argentino daba forma a su trabajo, tanto como empleados estatales como en su rol de sindicalistas. Está de más decir que es importante reconocer que el Estado argentino no es una entidad singular ni estable, pero algunos momentos clave de la historia contemporánea de la reestructuración del Estado, en particular, eran de una enorme importancia para la vida de los trabajadores del sector público, así como para las trayectorias de ATE y UPCN, que divergían desde los noventa. Estas trayectorias deben ser entendidas, además, en el contexto de historias más prolongadas del sindicalismo y del peronismo que en la Argentina se remontan en el tiempo hasta comienzos el siglo XX.
La interacción entre eventos recientes e historias de más largo plazo da forma a los modos contemporáneos de subjetivación ético-políticos que son el tema central de este libro. Aquí, introduzco los dos sindicatos y describo el empleo estatal y los efectos de la reestructuración de los noventa. Sitúo esas descripciones en el contexto de la historia del movimiento obrero en la Argentina, y reflexiono sobre la posición de clase de los trabajadores estatales y militantes sindicales. Este es un contexto crucial para el análisis de nivel mucho más “micro” que realizo en los capítulos siguientes. Al incluir estos datos aquí, y al rastrear las resonancias históricas a lo largo de los capítulos etnográficos, espero a la vez ser fiel a la conciencia histórica de mis interlocutores y evitar algunos de los problemas de lo que Don Kalb (2015: 10) describe como una antropología que no logra “escapar de sus ensueños culturalistas y ocuparse de las escalas mayores y las temporalidades más prolongadas de la economía política”.[21] La economía política de la que me ocupo en este libro y en este capítulo es el producto de la interacción entre escalas nacionales y globales; sin embargo, mis interlocutores la expresaban ante todo en términos de historia nacional.
La organización sindical
El foco en los militantes sindicales –y especialmente en las dirigencias– implicó una particular distribución espacial de mi campo de investigación, un problema que sin dudas es común a gran parte de la antropología urbana. Encontré a muchos de mis interlocutores en las sedes centrales y en las reuniones organizadas por los sindicatos, pero también había delegados, cuyo trabajo sindical estaba situado en un espacio complejo, conformado por la red de múltiples instituciones que constituyen el sistema estatal argentino. Esas dos configuraciones espaciales se superponían. Aquí, comienzo por describir la organización de los sindicatos, antes de embarcarme en una discusión acerca del “Estado” en sí mismo. Por último, me centro en los sindicatos en su dimensión temporal, histórica.
Tanto ATE como UPCN tienen alcance nacional, pero existen diferencias en el modo en que se organizan. UPCN sigue la estructura del Estado federal. Tiene un Consejo Directivo Nacional, bajo el cual actúan oficinas seccionales (Seccionales). La seccional más grande e importante –con la cual yo trabajé– tiene su sede en la ciudad de Buenos Aires, y en el momento de mi investigación se llamaba “Seccional Capital Federal y Empleados Públicos Nacionales”, o “Seccional Capital”.[22] Cubre a todos los empleados del Estado nacional y al número minoritario de empleados del gobierno de la ciudad de Buenos Aires que son miembros de UPCN. Andrés Rodríguez, el secretario general de la Seccional Capital en el momento de mi investigación, también era el secretario general del Consejo Directivo Nacional y un importante interlocutor político para el gobierno nacional y el local, así como una figura importante en la dirigencia del Partido Justicialista de la ciudad de Buenos Aires.[23]
ATE organiza a sus afiliados de una manera más directamente territorial y propone una estructura más horizontal y autónoma. Así, todos los empleados que trabajan en un territorio particular (por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires) son parte del Consejo Directivo Provincial, sea que estén empleados en el Estado provincial o nacional. También tienen un Consejo Directivo Nacional, conocido como ATE Nacional, que coordina las acciones de todos los consejos provinciales. ATE Capital es el consejo de los trabajadores estatales de la ciudad de Buenos Aires, ya sean empleados por el gobierno nacional o municipal. Mis interlocutores provinieron tanto de ATE Capital como de ATE Nacional.
Tanto ATE como UPCN se organizan, en un nivel menor al de la Seccional Capital (UPCN) y el de ATE Capital, a través de comisiones internas en cada institución donde tienen suficientes afiliados para eso (como, por ejemplo, un hospital, un ministerio, un ente regulador, incluso un teatro). Los militantes que forman esas comisiones internas se llaman delegados; y las comisiones de UPCN en cada lugar de trabajo suelen llamarse “delegaciones”, mientras que los militantes de ATE llaman a las suyas “juntas internas”. En ambos, cada comisión interna tendrá por lo general tres posiciones principales de dirigencia: secretario general, secretario adjunto y secretario gremial, pero muchas también tienen secretarías de acción social, igualdad de oportunidades, juventud, cultura, asuntos profesionales y otras áreas, de acuerdo con su tamaño.
A lo largo de nueve meses en 2009, y en viajes más cortos en 2011, 2012, 2013, 2014, 2015 y 2016, realicé entrevistas de investigación con sindicalistas de ATE y de UPCN tanto en sus lugares de trabajo como en las sedes del sindicato; asistí a plenarios, asambleas (a nivel de la seccional y de los espacios de trabajo) y otras reuniones; presencié cursos para nuevos delegados de ambas organizaciones, así como manifestaciones, conferencias de prensa y otros eventos públicos asociados con la actividad sindical. En 2012 pasé dos meses en una delegación de UPCN en un importante ministerio ubicado en el centro de Buenos Aires, acompañando a sus miembros en sus reuniones cotidianas, tanto las realizadas en la oficina como visitando otros espacios. El foco inicial de mi investigación era la política colectiva, indagada a través del ejemplo específico del sindicalismo. Mi trabajo previo (Lazar, 2008, 2013b) había explorado la política colectiva y las tecnologías del yo en Bolivia, y el trabajo que comencé en la Argentina se transformó en una extensión de esas preocupaciones, que me llevó de manera gradual a interesarme en la militancia política como un problema en sí mismo. Aunque no me considero una militante, he intentado que mi investigación sea consistente con un interés político personal en los movimientos sociales que se enfrentan a la opresión y en la educación emancipatoria en el sentido freireano (Freire, 1996 [1970]). A medida que me familiarizaba con mis interlocutores, y me iba desplazando de un mayor énfasis en las entrevistas grabadas a métodos más informales de investigación, como la participación en reuniones y eventos sociales y educativos, me ubiqué en la posición de simpatizante. Algunos militantes de UPCN consideraban incluso que habían logrado “peronizarme”, porque a lo largo del tiempo me había familiarizado con su trabajo cotidiano como sindicalistas. Tanto en ATE como en UPCN, mis principales interlocutores fueron militantes con cargos de responsabilidad en el sindicato, desde el nivel de una unidad administrativa, hasta dirigentes con cargos en la sede central de la ciudad. Este foco en los militantes comprometidos significa que mi estudio prioriza a aquellas personas que en general estaban relativamente satisfechas con la actuación de su sindicato, aunque esto no significa que no fueran críticos. En la actualidad, las relaciones entre las jerarquías del sindicato y sus miembros no se caracterizan por la violencia y el antagonismo que constituyeron un rasgo importante del sindicalismo argentino desde mediados del siglo XX (Torre, 1998; Munck, Galitelli y Falcon, 1987). Al momento de mi trabajo de campo, los miembros disconformes del sindicato no tendían a confrontar de manera violenta con las dirigencias –como sucedía en el pasado–, sino que sencillamente abandonaban el sindicato. Si eran miembros de UPCN disconformes con sus posicionamientos políticos, en general se afiliaban a ATE, pero muchos trabajadores del sector público elegían no ser miembros de ningún sindicato, dado que esto no era obligatorio.
La opinión pública en la ciudad de Buenos Aires muchas veces se posiciona en contra de los sindicatos. Muchas personas comunes –y militantes opositores– piensan que los sindicatos son corruptos, burocráticos y empresariales, y que buscan sacar ventaja de sus miembros –y de los trabajadores en general– para enriquecerse. A menudo cuentan historias turbias de malversación, violencia y abuso de poder, y acusan a los dirigentes de dedicar su tiempo a la actividad sindical en lugar de trabajar codo a codo con el resto de los trabajadores. En teoría, los sindicatos se financian sobre la base de un porcentaje del salario de cada empleado afiliado (del 1 al 3%), que se destina al pago de las cuotas sindicales. El porcentaje exacto depende de las cantidades de afiliados, y es descontado del recibo de sueldo por la institución empleadora y luego transferido a la cuenta del sindicato. Para la obra social asociada, el empleador paga el 5%, mientras que los empleados pagan el 3% de su salario,[24] y la retención (y desembolso) de estos montos es realizada por la agencia nacional encargada de los impuestos, la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos). El gobierno pone dinero en un “Fondo Solidario” para las obras sociales en general, pero según mis interlocutores de UPCN, este solo se utiliza para programas especiales, “como trasplantes de cerebro”, me dijeron en chiste. Cualquier persona puede optar por dejar de pagar la obra social o la cuota sindical, y si elige no pagar la primera, pierde el 5% de la contribución patronal. Los individuos también pueden afiliarse a más de un sindicato, si así quisiesen. Ni los empleadores ni el gobierno financian directamente a los sindicatos.[25]
A los delegados sindicales les corresponde cierto número de “horas gremiales”, esto es, una cantidad de horas de trabajo por mes que pueden dedicar a los temas sindicales (reuniones, movilizaciones, negociaciones), según la Ley de Asociaciones Sindicales[26] (específicamente el art. 44, inc. c]). Las cantidades exactas se acuerdan en el nivel institucional, sobre la base del convenio colectivo de trabajo, pero es importante la existencia de una protección legal para la actividad gremial de los trabajadores. Por ejemplo, además de tener un tiempo protegido para dedicar a la actividad gremial, los delegados sindicales también están legalmente protegidos de los despidos, y no pueden ser despedidos durante su mandato y hasta un año después de haberlo terminado, según lo establece la “tutela sindical” (Ley de Asociaciones Gremiales, sección XII, arts. 47-52). A los dirigentes en los más altos niveles de la organización –como la Seccional Capital de UPCN y las oficinas de ATE Capital– se les otorga una “licencia gremial”, que significa la ausencia de su trabajo para ocuparse de la actividad sindical. Es el sindicato el que les paga un salario.
ATE y UPCN difieren en cómo definen el campo apropiado para la lucha y las estrategias adecuadas para alcanzar sus objetivos. ATE se posiciona como comprometido en una lucha de clases más amplia, mientras que UPCN es más conciliador y busca beneficios para sus afiliados a través de acuerdos, en especial en el marco de la negociación colectiva institucionalizada, es decir, el convenio colectivo. Ambos persiguen mejores salarios y condiciones de trabajo, y organizan campañas e incluyen dentro del convenio colectivo temas como el acoso laboral y la igualdad de oportunidades. Ambos proveen servicios a sus afiliados, y UPCN en particular considera la formación profesional como un elemento central de su actividad como sindicato. La confrontación entre los trabajadores del sector público y la administración estatal, cuando ocurre, tiende a centrarse en las negociaciones salariales, en las jubilaciones (sobre todo en lo referente a qué porcentaje del salario es formalmente registrado y por ende parte del cálculo realizado para el monto de jubilaciones y otros beneficios), y en particular en el caso de ATE, en las tensiones en torno a los contratos temporales y permanentes. Ambos sindicatos buscan preservar los puestos de trabajo y luchan contra situaciones en las cuales no se renuevan contratos temporarios o cuando se traslada a empleados permanentes a otras áreas (Lazar, 2016b). Lo hacen a través de estrategias y métodos muy distintos, pero comparten una evaluación común respecto de cuál sería el resultado más favorable para sus representados. Una parte del trabajo cotidiano de ambos sindicatos consiste en construirse a sí mismos como organizaciones por derecho propio y, en el caso de ATE en particular, como parte de un campo más amplio de movimientos sociales. UPCN y ATE son, como otros sindicatos, canales para la distribución y articulación de un amplio espectro de derechos políticos, sociales y económicos, así como de vida cultural y de parentesco: la ciudadanía activa tal y como se construye en el sindicato es una condición que atañe a la vida en su conjunto, más allá de los conflictos específicos sobre las condiciones de empleo.
El “Estado argentino”
Toda caracterización de “un Estado” es necesariamente parcial y cambia según la perspectiva desde la que se realiza, como explora en profundidad la abundante literatura sobre antropología del Estado.[27] Como extranjera en Buenos Aires, me encontré con el Estado argentino de múltiples maneras: el oficial de migraciones que revisó mi pasaporte al entrar al país, la oficina de migraciones en la que pedí una visa como investigadora, los límites a los precios de las tarifas de colectivos y subterráneos, los museos nacionales que visité con mis hijos, los aviones de Aerolíneas Argentinas –privatizada y luego renacionalizada– con los que recorrimos el país, etc. Como investigadora que estudiaba los sindicatos de empleados estatales, fueron otros los elementos que se destacaron, sobre todo la complejidad institucional y política del Estado, las características de las estructuras del empleo formal e informal en las distintas entidades estatales y algunos de los cambios más importantes en la organización del Estado argentino, en especial a lo largo de las últimas décadas. En este apartado busco fundamentar esos elementos que resultan claves para comprender la acción y la afiliación sindical.
El empleo estatal en el nivel nacional –federal– incluye una red de organismos extremadamente extensa y compleja. Abarca desde aquellos que resultan más evidentes, como los ministerios, hasta la Administración de Parques Nacionales, organismos de investigación científica, entes reguladores, etc. Los distintos organismos tienen formas de gobierno y administración distintas, así como diferentes tipos de sindicalización. UPCN tiende a dominar en la administración nacional y suele ufanarse de tener el mayor número de afiliados en cualquier entidad estatal. Las delegaciones de UPCN más grandes son aquellas correspondientes a agencias que abarcan todo el territorio del país, como la Anses (Administración Nacional de la Seguridad Social) y el PAMI (Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados). Según los dirigentes de UPCN, estos dos organismos cuentan con alrededor de 13.000 y 14.000 trabajadores cada uno, pero tienen también sindicatos específicos de cada institución, que compiten con UPCN y ATE en la afiliación de sus empleados. Ambos sindicatos, UPCN y ATE, tienen afiliados y delegaciones o juntas internas en ministerios, secretarías, organismos descentralizados y autónomos, la administración del Congreso y el Senado, los organismos estatales de investigación científica, etc. En el pasado, ATE era particularmente fuerte en las empresas estatales, sobre todo en los astilleros. Hoy quedan pocas empresas estatales, pero entre ellas están AYSA (provisión de agua potable), Aerolíneas Argentinas, el servicio de correos y distintos medios de comunicación estatales, además de algunas compañías de producción tecnológica. La administración de los ferrocarriles ha permanecido en manos públicas, mientras que YPF (la compañía petrolera) es en un 51% propiedad del Estado (al menos a fines de 2015). Sin embargo, ni UPCN ni ATE tienen cantidades significativas de afiliados en estas empresas.
Pensar en un solo sindicato que intente representar a todos los diferentes tipos de trabajadores del sector público que existen en cualquier país es bastante extraordinario. Para ilustrar este punto, en abril de 2013, el Poder Ejecutivo del gobierno argentino estaba conformado por catorce ministerios diferentes y la Oficina Presidencial, que contaba con siete Secretarías. También hay un Poder Legislativo, el Congreso, conformado por las Cámaras de Diputados y de Senadores, con sus respectivos trabajadores administrativos; y un Poder Judicial, específicamente la Corte Suprema de Justicia, junto con dos ministerios públicos (Ministerio Público Fiscal y Ministerio Público de la Defensa). La estructura del Estado es bastante fluida, y la composición de los distintos ministerios cambia a través de reorganizaciones periódicas. Por ejemplo, en 2009, el Ministerio de Justicia era el Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos; pero en 2010 fue dividido en dos: Justicia y ...
Índice
- Cubierta
- Índice
- Portada
- Copyright
- Agradecimientos
- Prefacio
- Introducción
- 1. El Estado y los sindicatos en el tiempo y el espacio
- 2. Militancia: una ética y una política de sí
- 3. La familia y la transmisión intergeneracional de la militancia
- 4. Pedagogía y comunidad política
- 5. La contención como cuidado
- 6. La contención como integración en un proyecto político
- Conclusiones
- Bibliografía