1982
Las Malvinas y su herencia
Mejor película: Gandhi, de Richard Attenborough
Mejor actriz: Meryl Streep, por La decisión de Sophie
Mejor actor: Ben Kingsley, por Gandhi
Mejor película de habla no inglesa: Volver a empezar, de José Luis Garci (España)
Tres acontecimientos –uno deportivo, otro político y un tercero religioso– monopolizaron los titulares de la actualidad española a lo largo de este 1982, especialmente en su segundo semestre.
El 13 de junio, Barcelona asistía al pitido inaugural del Campeonato Mundial de Fútbol: el primero que organizaba España, el del «Naranjito», y el del triunfo final de Italia sobre Alemania en Madrid, tras una decepcionante actuación de la selección anfitriona.
El 28 de octubre, una nueva cita con las urnas suponía el triunfo por mayoría absoluta del PSOE. Los comicios «por el cambio» auparon a la presidencia del Gobierno al sevillano Felipe González, cargo en el que permanecería hasta 1996.
Y casi sin tiempo de reponernos de la resaca electoral recibíamos la visita oficial de Juan Pablo II (31 de octubre - 9 de noviembre), la primera de un papa al país. Tras haber canonizado un par de semanas atrás a su compatriota Maximiliano Kolbe (el franciscano conventual que en Auschwitz se ofreció a ocupar el lugar de un padre de familia conducido a la muerte), el pontífice polaco emprendía un histórico viaje de diez días por las principales ciudades de la geografía española.
Mientras esto sucedía, en tierras valencianas trataban de sobreponerse a la tragedia desatada el 20 de octubre tras la rotura de la presa de Tous por las lluvias torrenciales caídas durante el otoño. Casi cuarenta muertos y más de 300.000 personas sin hogar fue el resultado de uno de los capítulos más negros de la ingeniería civil de la época.
De más lejos nos llegaban también ecos demasiado luctuosos. Y volvemos a referirnos a muertes, pero sobre todo a guerras. Porque el año en el que Gabriel García Márquez recibió el Nobel de Literatura nos despedimos de dos bellas actrices como Ingrid Bergman o Grace Kelly, y de actores como el popular Paco Martínez Soria o el gran Henry Fonda. Pero el mundo volvió a lamentar el estallido de dos nuevos conflictos: a principios de junio, Israel invadió el sur del Líbano. Justo una semana antes de que Argentina se viera obligada a rendirse ante las fuerzas británicas con las que se había enfrentado durante dos meses por el control de las islas Malvinas. De aquella derrota –también de la memoria de los que la sufrieron– nos habla Iluminados por el fuego, la película que ahora nos devuelve a aquel 1982.
Iluminados por el fuego
Título original: Iluminados por el fuego
Dirección: Tristán Bauer
Guión: Tristán Bauer, Miguel Bonasso, Edgardo Esteban y Gustavo Romero Borri, inspirado en el libro homónimo de Edgardo Esteban y Gustavo Romero Borri
Fotografía: Javier Juliá
Música: Federico Bonasso
Producción: Carlos Ruta
Intérpretes: Gastón Pauls, Virginia Innocenti, Pablo Ribba, César Albarracín, Arturo Bonín, Víctor Hugo Carrizo, Marcelo Chaparro, Juan Leyrado
Corría el año 1982, concretamente la madrugada del 2 de abril, cuando unos cinco mil soldados argentinos desembarcaron en las islas Malvinas, poniendo en jaque la soberanía británica sobre aquel archipiélago del Atlántico Sur. Apenas dos meses después, quienes sobrevivieron a los enfrentamientos con las fuerzas enviadas por Margaret Thatcher regresaron al continente con el llanto amargo de la derrota… y el olvido. Tal fue el desencanto y el silencio que se cernió sobre ellos que el número de suicidios entre ex combatientes (más de trescientos) tristemente se ha ido acercando con el tiempo a la cifra oficial de bajas en el frente.
Con este escalofriante dato como punto de partida y un encomiable deseo de hacer justicia a la memoria de las víctimas –vivas y muertas–, Tristán Bauer decide saldar cuentas con la historia y nos brinda la oportunidad de saber algo más acerca de uno de los traumas colectivos de la Argentina contemporánea. Y, en este sentido, Iluminados por el fuego –que así se titula esta película– no solo es una cinta pionera, sino valiente y necesaria.
A medio camino entre el documental y el testimonio, el realizador emplea con destreza los recursos del género bélico (ahí está la más que notable secuencia de la decisiva batalla de Mount Longdon), aunque sin aportar novedades al mismo. Asistimos por enésima vez a la reconstrucción de unos personajes que tiritan de frío y se mueren de hambre, sometidos a humillaciones y paralizados por el miedo, pero que, entre escaramuzas y bombardeos, viven también nostálgicas relaciones de compañerismo y amistad. Nada que no comparta cualquier guerra infame.
Ahora bien, más allá de estas consideraciones puramente técnicas o narrativas, el filme de Bauer atesora un mérito innegable: su grado de compromiso y de denuncia frente a un episodio que nunca debió ser acallado ni caer en el vacío. Porque aquellos jóvenes de reemplazo, enviados como héroes por la dictadura agonizante de Galtieri, regresaron al poco tiempo malheridos en su dignidad y con el abrazo intenso e inmenso de sus madres (no de la patria, a la que se les hizo creer que iban a defender) como único consuelo. Afortunadamente, y como canta León Greco en los últimos minutos de metraje, «todo está en la memoria»: ella guarda nuestros sueños, en ella yacen clavadas nuestras peores espinas y tragedias, y ella es el arma mejor cargada contra los atropellos que padecen tantos pueblos indefensos.
Y esta última acepción la ha querido hacer buena también el director de Iluminados por el fuego. Malvinas fue una contienda para olvidar, pero sus protagonistas nunca debieron correr la misma suerte. Gracias a gentes como Bauer hemos descubierto que aquellas «hazañas patrióticas» dejaron peores secuelas que una derrota militar bajo el fuego británico. Y, en su compañía, volvemos, en el tramo postrero de este viaje, a unas islas minadas aún de amenazas y de recuerdos, y mirando al horizonte desde una de sus playas recitamos con el poeta:
El mar se mide por olas,
el cielo por alas,
nosotros por lágrimas
En todo caso, es bueno de vez en cuando cambiar los lloros y lamentos por la voz alzada y la imagen rotunda. El cine puede matar… de aburrimiento, pero también devolver la vida.
1983
Hitler en primera persona
Mejor película: La fuerza del cariño, de James L. Brooks
Mejor actriz: Shirley MacLaine, por La fuerza del cariño
Mejor actor: Robert Duvall, por Gracias y favores
Mejor película de habla no inglesa: Fanny y Alexander, de Ingmar Bergman (Suecia)
Dejábamos a Argentina hace apenas un momento digiriendo su fracaso militar frente a los ingleses, y nos topamos en este 1983 con el país latinoamericano a punto de superar siete largos años de dictadura. Porque el 10 de diciembre, Raúl Alfonsín asumía la presidencia que democráticamente había obtenido el 30 de octubre en las urnas.
Casi con el mismo ardor que en el Cono Sur deseaban entonces el final de un régimen de terror, sus vecinos centroamericanos y caribeños aguardaban impacientes el primer viaje apostólico de Juan Pablo II, que, entre el 2 y el 10 de marzo, en una apretada agenda, visitó Costa Rica, la Nicaragua sandinista, Panamá, El Salvador y Guatemala –estos dos últimos en plena guerra civil–, Honduras, Belice y Haití. Algo más al norte, en México, faltaban unos meses (17 de noviembre) para que viera la luz el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), surgido como respuesta a la profunda brecha de desigualdad social que generaba la política económica de su país.
Pero el año en el que el polaco Lech Walesa obtuvo el Nobel de la Paz no solo hubo alumbramientos, sino también sensibles pérdidas, como las del dramaturgo estadounidense Tennessee Williams, la actriz Gloria Swanson, el cineasta Luis Buñuel, el filósofo Xavier Zubiri o el pintor Joan Miró.
Mientras tanto, en el país de estos últimos nombres insignes –la España que celebró el ya legendario 12-1 a Malta el 21 de diciembre en Sevilla– estallaba el «caso Rumasa», cuando el Gobierno socialista anunció otro 23-F la expropiación del «holding de la abeja», de José María Ruiz-Mateos.
Se trató posiblemente del escándalo financiero que más cola ha traído a lo largo de la democracia. Aunque, para controversia, la que se montó ese 1983 cuando la revista alemana Stern dio a conocer el 25 de abril los diarios secretos de Adolf Hitler, y el 7 de mayo el ministerio del Interior de la RFA hizo público un informe asegurando que se trataba de falsificaciones.
Un episodio que, tal vez, no está a la altura de la relevancia del personaje que lo protagoniza, pero que invita a conocer nuevos detalles del hombre que hay detrás. En este caso, de El hundimiento o desenlace de una vida de aterradoras convicciones.
El hundimiento
Título original: Der Untergang
Dirección: Oliver Hirschbiegel
Guión: Bernd Eichinger, sobre los libros de Joachim Fest y Traudl Junge, y Melissa Mueller
Fotografía: Rainer Klausmann
Música: Stephan Zacharias
Producción: Bernd Eichinger
Intérpretes: Bruno Ganz, Thomas Kretchmann, Alexandra Maria Lara, Juliane Köhler, Corinna Harfouch, Ulrico Matthes
Han pasado ya más de sesenta años desde el final de la peor pesadilla en la historia reciente de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial, un cruento conflicto que se saldó con cincuenta millones de muertes, amén de los seis millones de judíos exterminados. Hasta ahora,...