Introducción a la cultura japonesa
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Introducción a la cultura japonesa

  1. 142 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Introducción a la cultura japonesa

Descripción del libro

El autor, profesor emérito de la universidad de Kyoto, nos muestra los aspectos más destacados de su cultura a partir de una "doble iluminación": la que le es propia a la civilización japonesa en cuanto fenómeno secular y la que, paradójicamente, arroja Occidente –y, en particular, Francia– sobre el país del sol naciente desde el primer contacto en el siglo XIX. Se trata, en definitiva, de que el lector conciba a Japón "como una civilización diferente de la suya y no sólo como un país de costumbres exóticas y extrañas"."En Europa, la verdad reside en aquello que se descubre, es laaletheia, mientras que en Japón lo más importante es lo que está escondido.... ¡Qué inconmensurable es la distancia que separa a ambas civilizaciones!"

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Información

Editorial
Melusina
Año
2020
ISBN del libro electrónico
9788415373902
Categoría
Historia
El desnudo al desnudo y el desnudo escondido
para terminar estas reflexiones comparatistas, me gustaría profundizar en el problema del desnudo tal y como se presenta en Francia y, en general, en Europa, y en Japón. Me limitaré al período Edo,23 porque en lo que respecta a Japón, con la occidentalización de la era Meiji, es decir, a partir de 1868, el arte japonés estuvo fuertemente influenciado por la pintura, la escultura y la fotografía europeas. No obstante estos cambios superficiales, hay que insistir en el hecho de que, a pesar de todo, persistió una constante propia de la estética japonesa. Ahora bien, si quiero dedicarme al análisis de esta corriente persistente, me parece que mi demostración quedará más clara si la circunscribo a la época Edo.
Antes de abordar nuestra reflexión sobre el desnudo desde un punto de vista filosófico y estético, permítanme que empiece con una breve anécdota personal. En 1982, me encontraba en Cerisy-la-Salle para participar en un coloquio sobre Diderot que había organizado Jacques Proust. Durante este encuentro científico y con motivo de una comunicación sobre el lenguaje gestual en la obra del filósofo, el ponente alemán nos mostró una estampa del siglo xviii con la representación de un hombre encolerizado, levantando los brazos y con los puños cerrados, para afirmar que un gesto, comprensible para todos, es un lenguaje universal. Después de esta intervención, pedí la palabra para defender la opinión contraria: el lenguaje de los gestos no es universal, sino que difiere según las civilizaciones. Para constatarlo acudí al ejemplo de una estampa japonesa.
En efecto, antes de llegar a Cerysi, había pasado unos días en París. Allí, por puro azar, una amiga francesa me pidió que le resumiese la intriga de una novela japonesa ilustrada de mediados del siglo xviii. No sabía japonés y, por supuesto, había comprado el libro simplemente porque le había fascinado la belleza de las imágenes. Se trataba, en este caso, de una historia de adulterio. El joven patrón de una gran casa de negocios padecía de una enfermedad de pulmón. Su joven mujer se aprovechaba de ello y mantenía una relación con el principal empleado, quien ambicionaba dirigir el negocio a la muerte de su señor. Mientras se divertían, el joven marchante enfermo, que estaba en la habitación contigua, les escuchaba. Después, entraba en la tienda y les saludaba. Enfrentada a esta página, una ilustración mostraba al patrón, con una sonrisa en el rostro, lleno de serenidad. Aun así, si se prestase más atención al dibujo, se vería que los bajos de su kimono entreabierto dejaban ver el dedo gordo del pie contraído en extremo, manifestando así su verdadero sentimiento, es decir, su ira.
Ya a principios del siglo xvi, desde que los misioneros portugueses desembarcaron en Japón con Francisco Javier, la divergencia entre la apariencia y el sentimiento interior, habitual de los japoneses, no dejaba de sorprenderles. En efecto, las observaciones más interesantes sobre el tema se pueden leer en Historia de Japón escrito en 1585 por un jesuita, Luís Fróis, que ya había pasado veintidós años en el archipiélago nipón. Por ejemplo, escribe: «Nosotros [los europeos] manifestamos con mucha claridad el sentimiento de ira y apenas retenemos nuestros arrebatos, pero ellos [los japoneses] tienen una manera particular de contener sus sentimientos violentos. Son muy reservados y discretos». O también: «Nosotros saludamos con un rostro tranquilo y serio, mientras que los japoneses saludan siempre y sin falta con una sonrisa falsa». Ahora bien, esta «sonrisa falsa», que sería tildada de deshonesta en Europa, en la sociedad japonesa era, por el contrario, «noble y de buen gusto».
La actitud del comerciante enfermo al descubrir la relación de su mujer con su empleado servirá para ilustrar de forma adecuada las observaciones del discípulo de la Compañía de Jesús. Observemos con atención que la acusación de hipocresía en boca de un europeo no la compartirán jamás los japoneses, porque en el siglo xvi, como también en la época Edo, expresar un sentimiento con demasiada claridad, se juzgaba brutal y vulgar. A los ojos de los occidentales, por el contrario, la verdad siempre debe transparentarse, incluso si en realidad está velada, es decir, enmascarada, incluso si la conducta de Alcestes no siempre es bien aceptada en la sociedad mundana. En Europa reina si no la transparencia, al menos la voluntad de transparencia.
Contemporáneo del patrón de la gran casa de comercio de Edo, el joven ciudadano de Ginebra declara en su Discurso sobre las ciencias y las artes publicado en 1750 lo siguiente: «¿Acaso no sería grato vivir entre nosotros, si la compostura exterior siempre fuese la imagen de la disposición del corazón?». Aquí, Rousseau denuncia, oponiéndolas, la divergencia, por lo demás deplorable –hipócrita, se dirá–, entre el ser y el parecer de los europeos. Por otro lado, no tarda en añadir algunas líneas más adelante que «el hombre de bien es un atleta que se complace luchando desnudo: desprecia todos esos viles ornamentos ...». Según él, lo que hay de verídico debe mostrarse al desnudo y despojado de todo adorno. La verdad consiste en quedar al descubierto, y no oculto, alethes, desnudo. Esta aspiración a la limpidez no es privativa del autor del Discurso sobre las ciencias y las artes.
Recordemos la ilustración sobre el frontispicio del tomo i de L’Encyclopédie, publicado en 1751. La estampa, grabada por Benoît-Louis Prévost inspirándose en Charles-Nicolas Cochin, representa a la diosa de la Verdad: está velada, justo por debajo de negras nubes que huyen de su luz. Mientras que la Razón le quita el velo que cubre sus hombros, la Filosofía se lo aparta de las...

Índice

  1. Contenido
  2. Preámbulo
  3. El mundo lleno y el mundo vacío
  4. Traducir la identidad
  5. Lococentrismo
  6. Sobre la división religiosa
  7. La verdad sin sujeto
  8. La muerte en fusión
  9. Anverso y reverso
  10. Tirar sin apuntar
  11. Sobre el principio panóptico I
  12. Sobre el principio panóptico II: la misión Iwakura
  13. El arte japonés: yuxtaponer para enriquecer
  14. El desnudo al desnudo y el desnudo escondido