DISCURSO 1
Introducción
IDEAS CLAVES
Polémica sobre la inutilidad y exclusividad religiosa de las universidades inglesas de entonces – La educación como resultado de la experiencia de toda una vida – Filosofía de la educación basada en el orden natural más que en la Revelación – Las universidades consideradas desde la perspectiva de la razón y sabiduría humana – Aprecio e inclusión de la sabiduría de los no creyentes
1.
En el siguiente discurso continuaré mi consideración sobre el fin de la enseñanza universitaria y muy en especial sobre la educación liberal22 y los principios según los cuales debe ser conducida. Mi razón para tratar esta cuestión es porque ella ocupa un lugar muy particular en mi corazón. Pero además me refiero a ella porque ha sido objeto de grandes controversias, cuando después de un profundo debate, quedó en evidencia que durante casi un siglo la universidad ya no educaba a sus jóvenes con propiedad, por lo que se vio obligada a reflexionar sobre sus responsabilidades. Los argumentos en contra de los estudios universitarios hacían referencia a su lejanía con las ocupaciones y los deberes de la vida, es decir, a su inutilidad. La controversia giraba también en torno a la crítica de la conexión de este tipo de educación con una forma particular de fe, o sea, su exclusividad religiosa.
2.
Existen varias razones para abrir la discusión sobre la educación liberal, refiriéndome a algunas lecciones que he apren-dido en los últimos años. En primer lugar, mi solicitud por el tema de la educación es algo que ha llegado a formar parte de mi ser y los fundamentos que ahora presento, conformes con la Iglesia católica, han sido mi profesión desde un temprano período de mi vida, cuando la religión era para mí un objeto más de sentimiento y de experiencia que de fe. Estos se apoderaron de mí cuando me introduje en los escritos de la Antigua Cristiandad y comencé a acercarme al catolicismo; desde entonces, mi percepción de su veracidad se ha ido fortaleciendo cada vez más día tras día.
En segundo lugar, y más importante aún para referirme al asunto de la educación liberal, es que los fundamentos con los que conduzco esta reflexión provienen simplemente de la experiencia de vida, y no proceden de la teología ni implican un discernimiento sobrenatural, como tampoco asumen una relación especial con la Revelación. Los principios que sostienen mis argumentos son dictados por la prudencia y la sabiduría humana, y no requieren de la iluminación divina, puesto que son verdaderos, justos y buenos en sí mismos, de modo que pueden ser reconocidos por el sentido común, independiente de las creencias religiosas de quienes los mantienen.
Lo anterior explica que el cimiento de la filosofía de la educación se funda en verdades del orden natural, de ahí que al abordar el tema de la educación liberal, podemos servirnos de las investigaciones y la experiencia de los no católicos. La aceptación de contribuciones de los no creyentes no descalifica el modo de proceder de la Iglesia católica y, muy por el contrario, la Iglesia nunca ha rechazado las ideas de las autoridades externas cuya sabiduría ha contribuido a la formación del juicio, sino que ha reconocido y valorado el testimonio de no creyentes y paganos como evidencia de su propia verdad.
“La Iglesia nunca ha rechazado las ideas de las autoridades externas cuya sabiduría ha contribuido a la formación del juicio, sino que ha reconocido y valorado el testimonio de no creyentes y paganos como evidencia de su propia verdad.”
La Iglesia reconoce y hace uso de la sabiduría de doctos, críticos y antiguos eruditos que no son de su comunión, formulando y poniendo por escrito las enseñanzas teológicas de sabios de todos los tiempos, desde Aristóteles hasta pensadores contemporáneos. En la plenitud de su iluminación divina, siempre ha hecho uso de toda verdad y sabiduría que ha visto en las enseñanzas de otros, de modo que sus hijos se han favorecido de sugerencias y lecciones externas, incluso cuando esas verdades no hayan sido proporcionadas por ella misma.
3-4.
Finalmente, deseo aclarar que en mi argumentación no apelo a la autoridad de las enseñanzas de la Iglesia católica, sino que consideraré la cuestión de la educación superior en base a la razón y sabiduría humana. Sobre esta premisa, fundo mi investigación en razonamientos y abstracciones, determinando lo que es verdadero y correcto.
Les recuerdo que me refiero aquí no solo a los grandes temas de la verdad inmutable, sino también a los asuntos prácticos. Pero no intento entrometerme en estas materias, puesto que sería atrevido de mi parte opinar sobre aquellas que ya han argumentado personas más importantes que yo, de quienes aún tengo tanto que aprender. Aludo más bien a cuestiones que no son simples, como la unión de la teología y las ciencias, que se ha resuelto diversamente a lo largo de la historia, dependiendo de cada caso. Así también con el antiguo debate de si la teología y las ciencias debieran enseñarse separadas. En el contexto actual, la respuesta puede variar según las circunstancias, aunque para mí esto no sería sino el mal menor.
5-6.
Con todo lo dicho, no atento contra la autoridad de la Iglesia que nos ha guiado sabiamente a lo largo de la historia. A pesar de nuestras raíces católicas, Inglaterra e Irlanda ya no son lo mismo, pero Roma permanece igual. Hoy el Santo Padre nos otorga la misión de trabajar juntos en esta tarea de educación para recuperar nuestros orígenes, la que cumpliremos celosa y entrañablemente.
DISCURSO 2
La teología como rama del conocimiento
IDEAS CLAVES
Tendencia a la exclusión de la teología del currículo – Inconsistencia lógica de omitir la teología si se enseña conocimiento universal – La existencia de Dios como verdad tanto del orden natural como del sobrenatural – La teología como la ciencia de Dios – Discusión sobre la esencia del Ser Supremo – La doctrina católica sobre la fe en Dios – Visiones erradas acerca de la concepción de Dios – Religión y sentimiento – La religión como un acto del intelecto – La teología como conocimiento propio del currículo universitario
Retomando las cuestiones que he planteado en el primer discurso, me referiré ahora a dos puntos de especial importancia: por un lado, si es que es consistente con la idea de universidad excluir la teología de las ciencias que se enseñan y, por otro, si es que estas ciencias y disciplinas, consideradas útiles, deben ser su principal prioridad en desmedro de los estudios liberales y el ejercicio mental que ellos conllevan.
1.
Como su mismo nombre indica, una universidad [Del lat. universı˘ tas, -atis ‘universalidad, totalidad’] es un lugar donde se imparte conocimiento universal, y la teología es por cierto una rama de este conocimiento tan importante como cualquier otra. ¿Cómo es posible, entonces, que una universidad que afirma enseñar todas las áreas del conocimiento, excluya la teología de las disciplinas que dicta?
El concepto mismo de universidad es incongruente con las restricciones de cualquier tipo, ya que lo más propio de ella es su universalidad y es precisamente eso lo que la distingue de otras instituciones educacionales. Si consideramos que la noción de universalidad se deriva de la invitación que hace a todo tipo de estudiantes, la exclusión de cualquiera de las áreas del conocimiento supondría también una exclusión de quienes desearan seguirlas.
¿Sería lógico, por lo tanto, que una institución se llamara a sí misma universidad si es que excluyera la teología? Si así lo hiciera, se entendería que la religión no hace ningún aporte al conocimiento real o que en esa universidad se omite una rama importante del saber; se podría concluir entonces, que en dicha institución se sabe poco o nada del Ser Supremo y, en consecuencia, no debiese llevar el nombre de universidad. Por lo tanto, los académicos que no comparten aquella creencia, debieran consentir que esta sería una gran omisión.
2.
Cuando los seres humanos se juntan con un objetivo común, tienen que sacrificar muchas de sus opiniones y ambiciones individuales, y dejar de lado las diferencias menores que haya entre ellos. Por ejemplo, si dos personas quieren vivir juntas deberán negarse a sí mismas en algunos aspectos. El acuerdo es el primer principio de la convivencia, y cualquiera que imponga sus derechos y emita opiniones sin tolerar las de su vecino, pronto tendrá todo para sí mismo, pero nadie con quien compartirlo. Por cierto, existe un límite obvio para estos acuerdos y es que las concesiones deben ser las “mínimas”, debido a que todo obstáculo que ponga en juego ese objetivo principal va en contra del principio de convivencia.
Del mismo modo, cuando un grupo de personas se unen con el objetivo de cultivar el conocimiento universal, quizá tendrán que sacrificar algunos de sus deseos, su placer, su comodidad, o incluso su reputación, su dinero o sus intereses políticos, pero no el conocimiento mismo, ya que este es su objetivo común. A pesar de ciertas renuncias en lo personal, deberán aprender a defender sus propias opiniones, lo que no quiere decir que no puedan cooperar con otras personas que defienden ideas distintas, sino que tendrán que velar para que el conocimiento como tal no se vea comprometido. Este modo de proceder debe aplicarse también al concepto de universidad.
Si una entidad dice cultivar el conocimiento universal, pero no enseña nada sobre el Ser Supremo, se puede inferir que quienes defienden tal institución piensan que nada se sabe realmente sobre Él y que tal conocimiento no es un aporte al acervo del saber general que ya existe. Por otro lado, si dicha institución, que profesa todas las ciencias, tiene un conocimiento del Ser Supremo y deja de lado su estudio por medio de la teología, tal institución no puede ser llamada universidad y, por tanto, un Ser Divino y una universidad no pueden coexistir en tales circunstancias.
3.
Para muchos, esta puede parecer una afirmación tajante, pero ella se sobrentiende en el marco en que además existen muchas otras esferas del conocimiento, como el humano, el divino, el sensible y el intelectual, entre otros. Una universidad debiera integrar todas las ramas del saber, considerando el enfoque de cada una y, al incluirlas, debiera contemplar estudiar y ordenar cada una de ellas en relación a las otras. Por lo anterior, no puedo referirme al tema del conocimiento de una universidad excluyendo la ciencia de la religión, entonces les pregunto: ¿se limita el conocimiento universitario a la evidencia que captamos por medio de nuestros sentidos? ¿Debemos excluir la ética por ser intuición, la historia por ser testimonio, la metafísica por ser razonamiento abstracto? ¿Acaso no recibimos el conocimiento de la existencia de un dios mediante el testimonio de la historia? ¿No fue él inferido por un proceso inductivo, adquirido por una necesidad metafísica, deseado como una sugerencia de nuestra conciencia? La existencia de Dios es una verdad de orden tanto natural como sobrenatural.
He dicho suficiente con respecto al origen del conocimiento de Dios. Ahora, una vez que se alcanza este conocimiento, ¿cuál es su valor? ¿Es una verdad universal? Digamos que no hay ninguna otra idea religiosa además de esta, y ya es suficiente para rebasar nuestras mentes. La palabra “Dios es una teología en sí misma”; indivisible e inagotable en la vastedad y sencillez de su significado. Admitamos que Dios existe y estaremos introduciendo entre los temas de nuestro conocimiento un hecho que abarca, integra y absorbe todos los otros hechos concebibles. ¿Cómo podemos investigar cualquier otra parte del conocimiento sin adentrarnos en aquello que penetra en todo orden de cosas? Todos los fenómenos convergen en esta verdad; la primera y la última. Parece fácil dividir el conocimiento en humano y divino, en secular y religioso, y decir que nos vamos a referir a uno sin interferir con el otro, pero en realidad es imposible. Es un hecho que la Verdad Divina difiere de la humana y que las verdades humanas difieren entre sí; del mismo modo, el conocimiento del Creador es de un orden distinto al conocimiento de una criatura, así como también la metafísica difiere de la física, de la historia y de la ética. Así, si excluimos y empezamos a despedazar lo divino, pronto comenzaremos a fragmentar la unidad del círculo del conocimiento humano.
“Admitamos que Dios existe y estaremos introduciendo entre los temas de nuestro conocimiento un hecho que abarca, integra y absorbe todos los otros hechos concebibles.”
Hasta aquí me he referido sencillamente a la teología natural, pero está claro que mi argumento es aún más fuerte cuando se trata de la Revelación. Consideremos que la doctrina de la Encarnación es verdad: ¿no es al mismo tiempo un hecho histórico y metafísico? Consideremos también la existencia de los ángeles, ¿no es este conocimiento del mismo tipo que la aseveración del naturalista que admite que millones de seres vivos coexisten en la punta de una aguja?
Quienes creen en la verdad de estos y otros hechos religiosos como creen en la verdad de la ley de gravedad, pero consienten en su exclusión de la universidad, es porque de manera erróneamente consideran que esta no tiene nada que aportar al conocimiento del origen del mundo o del fin del ser humano, o peor aún, que, creyéndolo, no se atreven a reconocerlo.
4.
Esta es la conclusión a la que han llegado incluso mentes claras y lógicas quienes, bajo la influencia de movimientos evangélicos reinantes, consideran equivocadamente que la religión no es más que un sentimiento. Desconocen que, como sostiene la Iglesia católica, la fe es un acto intelectual, cuyo objeto es la verdad y su resultado es el conocimiento. Ellos propagan la idea de que la fe no es la aceptación de la doctrina revelada, no admiten que sea un acto del intelecto, sino que una emoción, un afecto o un gusto que nos relaciona con la fe, la verdad y el conocimiento. La espiritualidad del corazón, como se le llama, que ellos han identificado con la virtud de la fe.
“Como sostiene la Iglesia católica, la fe es un acto intelectual, cuyo objeto es la Verdad y su resultado es el conocimiento.”
Según esta espiritualidad, o pietismo, todo en la doctrina es subjetivo. Desde su mirada la religión no se fundamenta en ningún tipo de argumento, no va más allá que el sentimiento y el gusto propio. Y como no tiene asidero objetivo, sino que depende de nuestra subjetividad, puede cambiar de modo repentino. La religión así concebida deja de ser un ejercicio intelectual y procede a fundamentarse en la imaginación, convirtiéndose en una inspiración interna en busca de consuelo, sensaciones placenteras y experiencias sublimes. La religión no es comprendida como un hecho externo y obra de Dios, muy por el contrario, es más un objeto de satisfacción de las carencias de la naturaleza humana; y según la postura, la religión existe porque el ser humano necesita de ella, no va más allá del mero deseo inherente de la naturaleza humana de cubrir una necesidad como el cuerpo necesita del pan. Es decir, la religión les es útil, ya que les proporciona un equilibrio personal y social. No es más que una costumbre basada en una ley y un tipo de educación, pero no basada en la razón, porque no da ninguna garantía ni es un instrumento para llegar a la verdad. Desde esta perspectiva, se comprende entonces que no se la pueda vincular con las ciencias y que no encuentre cabida en su profesión.
5-6.
Ahora, a modo de ilustración, aludiré a aquella escuela, que forma buenas personas y que buscan el bien y la justicia, pero cuya concepción de educación separan y no logran conciliar el conocimiento secular del religioso.23 Este tipo de personas no conciben que la verdad sea el primer objeto de la religión y, por eso, en su sistema de estudio no hay lugar para ella. Desde su comprensión, la religión no es ni se relaciona de modo alguno con el conocimiento y, en consecuencia, ha sido excluida de la enseñanza.
Hoy las universidades enseñan todo el sistema de conocimiento referido a la tierra, las plantas, los animales, gases y atmósfera o los planetas; también se expanden en las vidas y gestas históricas; sobre los sentimientos y las pasiones, la memoria y el deber, las causas y efectos, y cuanto es imaginable; instruyendo en todo tipo de conocimiento de la creación, con excepción de Aquel quien ha hecho todo cuanto existe, es decir, acerca de Dios. Esta exclusión es comprensible, ya que si el conocimiento de la creación es ilimitado, el conocimiento del Creador en su ser, sus tributos y sus obras es inabarcable. No obstante, su conocimiento es esencial, ya que todo cuanto existe solo se comprende en su sentido más pleno desde esa perspectiva. Sin entrar en el plano sobrenatural, la existencia del Ser Divino y sus atributos se pueden inferir a partir de la Creación y sus fenómenos naturales que, para nosotros, establecen las bases de la verdad en la doctrina de la religión.
7.
Hay creyentes que son partidarios de mant...