Capítulo noveno
Los valores que deben primar en el equipo
Mira el interior de las cosas: que no se te escape ni su cualidad intrínseca ni su valor. (Marco Aurelio)
Será difícil de detectar en cualquier test psicotécnico y en cualquier entrevista personal al candidato que vaya a reunir los requisitos a los que se ha referido San Benito en el capítulo anterior, y eso pese a todas las facilidades con las que contamos ahora y que podemos utilizar, pero se convierte en un objetivo a alcanzar, de ello depende la integración del mismo y los resultados futuros tras su incorporación. Para conseguirlo, enfocaremos nuestra entrevista personal para escudriñar en el aspirante de qué forma actuaría ante situaciones muy concretas y con distintas posibilidades de finalización. No será tan importante el resultado como la forma en que se alcance éste, el método empleado y el propio proceso deductivo en sí mismo. No buscamos solamente expertos, técnicos y titulados, buscamos personas que, dando por sentando que cumplen sobradamente las expectativas que en ellos depositamos, son capaces de responder a un determinado perfil dotado de los valores necesarios aquí descritos.
Cuando San Benito nos dice “Probad los espíritus para ver si son de Dios”, nos está remarcando la importancia que para él tiene saber como es en realidad la persona, más como tal que como profesional. Él era consciente de la necesidad que tenía de aceptar en sus grupos, exclusivamente, elementos dispuestos a aportar unos determinados valores y soportar unas normas de comportamiento y trabajo exigentes desde el respeto y por el respeto a los demás y, sobre todo, hacia Dios como fin último de la misión de su obra.
Las claves para acertar en la selección de los integrantes de una plantilla profesional no las va a encontrar aquí, pero sí insistiremos en la necesidad de contratar actitudes y valores por encima de conocimientos y experiencias, de los que siempre habremos de exigir unos mínimos, de la misma forma que recomendaremos encarecidamente adoptar decisiones, por duras que nos resulten, con aquellos que no se ajusten a los perfiles que necesitamos para el avance de nuestra organización.
Creo que existe un gran ejemplo, muy próximo a nosotros en estos días, sobre todo para los amantes del fútbol. La escuela del Club de Futbol Barcelona180 ha dado, durante el año 2011, tres aspirantes al Balón de Oro Fifa World Player181 surgidos de la base de la misma (Xavi Hernández, Andrés Iniesta y Lionel Messi). No se había dado jamás una situación similar. Ya siendo importante el acontecimiento que finalizó con la obtención del preciado galardón por parte de uno de ellos (Lionel Messi), a ninguno de los amantes de éste deporte se nos ha escapado el trabajo que se viene realizando en esta escuela deportiva, en la que se configuran grandes deportistas de élite, a la par que personas capaces de adoptar comportamientos dignos de ser alabados por todos los demás clubes y compañeros de profesión.
Casos anteriores como Guillem Amor, Josep Guardiola, Luís Milla, Mohammed Nayim, a los que luego le han ido siguiendo Iván de la Peña, Oscar y Roger García, Albert Celades, Toni Velamazán, Francesc Arnau, Sergi Barjuan y los más recientes como Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Victor Valdés, Pepe Reina, Cesc Fábregas, Gerard Piqué, Bojan Krkic, Pedro Rodríguez o el propio Lionel Messi a los que ya continúan seis o siete más, son tanto más significativos no ya por su calidad técnica, contrastada en casi todos los casos en clubes de primera división y a nivel internacional, sino por su calidad personal y humana que les caracteriza como integrantes de una escuela en la que se profesa la humildad como valor preferente y diferencial. Tanto es así, que llama poderosamente la atención que los fichajes tardíos en su incorporación a la cantera barcelonista como fueron los de Carles Pujol, Sergi Busquets y Mikel Arteta, respondan igualmente a ese perfil requerido y que queda reflejado en palabras del propio Amor, hoy director del futbol base del Barcelona y de su Escuela:
Me sentía libre y a la vez protegido. Aprendí a vivir y dejar vivir, a convivir con personas que ansiaban lo mismo, a respetar al compañero y su espacio: su cama, su armario, su ropa, sus libros... a echar una mano al recién llegado y ponerle al día.182
Luego hemos visto como determinados perfiles contratados, no han sabido o no han podido ajustarse a lo que el grupo precisaba y a su entrenador no le ha temblado el pulso a la hora de recomendar su traspaso. De ello han sido víctimas jugadores tan brillantes en lo técnico como Samuel Eto’o o Zlatan Ibrahimovic, a los que no se les discute nada respecto a su aportación deportiva (aptitud) pero sí en cuanto a los valores que aportan dentro de un vestuario (actitud) y que nadie juzga desde aquí, y menos yo, como una actuación negativa. Simplemente no encajaban en el perfil del grupo, dadas las características del resto y las exigencias del propio club que persigue insistentemente un tipo de personalidad determinado entre sus jugadores.
Saber seleccionar personas entusiasmadas por poner en práctica sus conocimientos, aplicarlos al desarrollo de un trabajo excelente y dispuestas a hacerlo con el compromiso de convivencia, respeto y ayuda al compañero, es un arte que no está a la altura de las actuales compañías de selección de personal, enfocadas sólo a la contratación de perfiles que sean capaces de dar una respuesta técnica, eludiendo cualquier compromiso moral. Y no les culpo por ello, se limitan a responder a los criterios exigidos por sus clientes, muy obcecados en el cortoplacismo183. Esta actitud debe cambiar si realmente queremos convertirnos en competitivos y referentes dentro de los próximos cincuenta años.
Volviendo al ejemplo anterior, sorprende de jugadores contratados por el F.C. Barcelona durante la temporada 2010-2011 que sean capaces de hacer declaraciones como las que hizo Ibrahim Afellay, jugador internacional holandés, a Mundo Deportivo, publicadas el domingo 2 de Enero de 2011: “Cuando eres grande, el arte reside en mantenerte pequeño”. Por su parte, un grande de Argentina como Javier Mascherano, capitán de la selección albiazul, declaraba a la prensa a su llegada a Barcelona:
…Sería un necio si pensara que vengo aquí a jugarlo todo, hay que respetar a la gente que lo está haciendo bien y lo ha ganado todo. En las posiciones en las que puedo jugar, hay tres campeones del mundo. Es un orgullo poder aprender de ellos y crecer con ellos.
Estaba, Mascherano, hablando de jugadores, en algún caso, con bastante menos pedigree y experiencia deportiva internacional que él.
La pregunta que nos hacemos todos es ¿cómo podemos encontrar y en dónde a personas con un perfil así? Yo les respondería que en cualquier lugar se pueden encontrar personas así, porque la mayoría están dispuestas a comportarse de esta manera. Es más, todos creemos que hacemos las cosas bien y si no fuera así, lo sabríamos justificar adecuadamente
Si hiciéramos una encuesta o, mejor, si le preguntara a usted que está leyendo ésta página si se considera una persona humilde o vanidosa, estoy convencido que no elegiría la segunda opción y voy a ir más lejos. Me atrevo a realizarle una nueva pregunta y a pronosticar su resultado, veamos:
¿Se considera a sí mismo un buen o un mal trabajador?
Por favor, si eligió la segunda opción, tenga la bondad de enviarme un correo electrónico y le mencionaré en mi próximo trabajo. Da lo mismo el cargo o la responsabilidad que tenga, nadie me va a responder que es un mal trabajador. ¿Me engañan, se engañan? No, en absoluto. Han respondido lo que realmente creen. Prácticamente nadie piensa que esté haciendo las cosas mal. Las cosas mal hechas, salvo situaciones muy concretas, no se hacen mal por el afán de hacerlas así. Pero fíjense en esta fábula que les voy a contar a continuación y que nos permite ilustrar muy claramente este apartado que estoy explicando. La extraje directamente del libro La culpa es de la vaca, recopilación magistral de historietas con moraleja empresarial y/o personal, publicada por el matrimonio Jaime Lopera184 y Marta Inés Bernal185. Dice así:
Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Era muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que no haber recibido nunca una amonestación. Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:
—Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire usted, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.
— ¡Ajá! — contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo:
— Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.
Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.
—Bien, ¿qué averiguaste?
—Señor, tienen naranjas para la venta.
—¿Y cuánto cuestan?
—¡Ah! No pregunté.
—Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?
—Tampoco pregunté eso.
— ¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?
—No lo sé, señor, pero creo que...
—Bueno, siéntate un momento.
El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando éste se presentó, le dio las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:
—Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?
—Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el personal, y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.
—Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.
Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:
—Juan, ¿qué me decías?
—Nada, señor... eso es todo. Con su permiso.
Fíjense que en el ejemplo que nos ocupa, en ningún momento Juan, el protagonista, actúa incorrectamente ni trata de perjudicar a Fernando mediante una difamación o una calumnia, sólo trata de hacer valer su derecho de antigüedad, legítimo por otra parte, pero no tiene en cuenta algo tan básico como la verdadera dimensión de sus valores con respecto a los de los demás. Sólo añadir que le dignifica su silencio al entender y aceptar la prueba que le brinda su jefe sin rechistar, algo también poco frecuente en nuestros días y organizaciones.
Lo que hace distintos a Juan y Fernando no es su voluntad de esfuerzo y trabajo que a los dos se les supone y, de hecho, la demuestran, sino valores diferenciales que convierten a uno en más útil que el otro ante la organización o ante la sociedad, en este caso un valor que pocos se detienen a apreciar: la responsabilidad, ante el encargo dictado por su jefe. Mientras Juan se limita a cumplir estrictamente el contenido de la ordenanza, Fernando prevé posibles situaciones y contingencias que le convierten en más provechoso dentro del grupo y por eso recibe el encargo de supervisor.
Como recordará el lector, San Benito mantiene siempre la prioridad entre hermanos basándose en la antigüedad, no obstante deja libres las manos al abad para que este dignifique a quien considere oportuno con responsabilidades mayores en función de sus méritos. Exactamente lo que va a hacer el Gerente de la parábola anterior con Fernando. De la misma forma, San Benito espera que los demás acepten desde el entendimiento estas decisiones, libres de cualquier envidia o rencor igual que hace Juan.
Lo que torna al asunto en complejo, es nuestra falta de sinceridad para asumir la situación en todos sus extremos y nuestra propia responsabilidad en todo ello, y así tratar de compensar esas deficiencias imputables exclusivamente a nuestra actitud o a nuestra conducta en un futuro inmediato. Hacerlo así, conocernos, sincerarnos, entender y aceptar las cosas, tratando de verlas bajo la óptica de quienes toman decisiones que nos afectan, equivale a asumir nuestros pequeños déficits y mejorar como personas y como profesionales.
Los valores de San Benito
Estamos hablando de valores y, al respecto, la Santa Regla recoge en Instrumentos del arte espiritual (4), aparte de los más habituales extraídos de entre los Diez Mandamientos (amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, no matar, no cometer adulterio…), algunos otros que nos parecen de gran utilidad para que sean mostrados de manera inequívoca por cualquier aspirante a pertenecer o mantenerse en nuestra organización.
Posiblemente no sean los valores personales que en un manual de Management actual se describirían tal cual, pero seguro que encontrarían acomodo bajo cualquiera de los contenidos en la relación de los setenta valores que ha descrito mi amigo Carlos Díaz Llorca186 en su libro Hacia una Estrategia de Valores en las Organizaciones187
Vamos a comentar algunos de los setenta y dos Instrumentos del arte espiritual (4) según San Benito, pero no todos ya que muchos encuentran su acomodo en el recordatorio de mandamientos y preceptos recogidos por la Iglesia para salvaguardar el espíritu de sus creyentes, aunque si quería resaltar aquellos que muestran cuestiones morales que son de gran utilidad para el Management moderno y que muchos descuidamos. Algunos de los que vamos a comentar los podemos encontrar resaltados también en Pedro (2:1) donde hace expresa mención de una serie de defectos que conviene apartar de cada uno de nosotros: “Desechando, pues, toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda calumnia…”.
No quiera nadie ver en ellos y sus explicaciones, algunas sujetas a discusiones y valoraci...