Conversaciones sobre Xavier Zubiri

Jordi Corominas Escudé, Joan Albert Vicens

• Editorial: PPC Editorial
• Año: 2010
• ISBN de la versión impresa: 9788428817929
• ISBN del libro electrónico: 9788428822633
• Categoría: Teología y religión
• Categoría: Biografías religiosas

¿Quién era Xavier Zubiri? De él llegaron a circular tópicos de diversa naturaleza: estereotipos filosóficos encasillándole como neoescolástico, filósofo cristiano, o como existencialista, orteguiano o heideggeriano; acusaciones teológicas tachándole de modernista y heterodoxo o de ultraortodoxo; calificativos políticos tildándole de republicano, de "exiliado interior", y también de colaboracionista, filofranquista y hasta de nacionalista; juicios sobre su persona tratándole de cobarde, distante, frío, retraído, desinteresado de toda acción cultural, y de valiente, íntimo, cálido, cercano, y comprometido con el impulso de la investigación en España. Detrás de los panegíricos y hagiografías, en los que se le aureolaba con toda clase de elogios, y de los panfletos y libelos, en los que se le denigraba y vituperaba hasta con insultos, respiraba un ser humano con sus claroscuros y sus ambigüedades, sus aciertos y errores, sus grandezas y miserias, sus amigos y detractores.Esta obra recoge las conversaciones -en ocasiones las últimas- con personas que le conocieron y le trataron en diferentes momentos de su vida: Luis Atxaerandio, Alberto del Campo, Diego Gracia, Cristóbal Halffter, Víctor Ímaz, Pedro Laín Entralgo, José Lladó, Alfonso López Quintás, Julián Marías, Manuel Mindán, Javier Monserrat, Josep Palau i Fabre, Raimon Panikkar, Joaquín Ruiz-Giménez y Miquel Siguán.Conversaciones que sin duda ayudarán a descubrir la persona de Xavier Zubiri detrás de los lugares comunes y más allá del personaje enigmático y solitario que durante décadas evitó la vida pública.

RAIMON PANIKKAR

«AL FINAL DE SU VIDA HAY UNA APERTURA ENORME»

Tabertet es un pueblecito de antiguas casas de piedra y nuevas residencias que bordean los abismales peñascos de la catalana sierra de Collsacabra, en la comarca de Osona. Hasta allí llegamos una tarde otoñal para conversar con Raimon Panikkar, sin duda una autoridad mundial en historia de las religiones y diálogo interreligioso. Su propia figura y su trayectoria intelectual representan esa fusión de continentes, saberes y culturas que sus múltiples libros, en catalán, inglés o castellano, traducidos en todo el mundo, han querido expresar con la mayor sencillez y profundidad: Panikkar es hijo de padre indio y madre catalana, doctorado en filosofía, química y teología, y ha enseñado en universidades de Europa, América y la India. Hombre de 84 años, pelo blanco y largo, tez morena y ojos escrutadores, combina los gestos suaves de un gentleman inglés, la prudente ironía de un senyor catalán y el porte de un maestro hindú, con su achkan y su churidar blancos, que le confieren un aspecto venerable. En su bagaje espiritual se integran el cristianismo, el hinduismo y el budismo.

Cuando llegamos a Tabertet, una tarde otoñal, Panikkar está reunido, en el local sede de la Fundación Vivarium –una institución creada por él mismo para la promoción del diálogo entre religiones– con un grupo de personas que atienden sus reflexiones, convencidas de que proceden de un hombre auténtico, libre, que habla de lo que sabe y que no se cuadra ante ortodoxia alguna. Todo lo que dice y hace Panikkar emana de una larga meditación personal en la que ha sabido aunar, como pocos, el discurso razonable, la contemplación atenta de las experiencias humanas y el mensaje de los silencios que pueblan el mundo y las almas de las gentes. Panikkar repite que todo lo que ha escrito es autobiográfico, una parte de sí mismo. Aspira siempre a ponerse a sí mismo por escrito, y por eso escribe como alguien que habla. Quizá por ello sus lectores se encuentran con él en sus libros, y sus oyentes hallan en sus palabras y en sus gestos sus verdades más hondamente pensadas.

Una vez terminada la reunión, nos dirigimos caminando a su casa, «Can Felo» la llaman, mientras continúa con nosotros su charla anterior en Vivarium, los asuntos que constituyen el tema de su vida. Al llegar, nos descalzamos. Todo el suelo está cubierto de alfombras. Entramos en una amplia sala poblada de estantes y libros, vigas de madera y paredes de piedra, tenuemente iluminada, como una antigua biblioteca monacal. Él se sienta a su mesa de trabajo y nosotros ante él, en senda sillas. Se interesa enseguida por nuestro trabajo biográfico sobre Zubiri.

Panikkar fue alumno de Xavier Zubiri en Barcelona, en los primeros años de la posguerra española. Raimon estaba finalizando sus estudios de Filosofía y Xavier había sido desplazado por el ministerio de Educación a la Ciudad Condal. En la universidad inició una amistad con Zubiri que duraría décadas, hasta la muerte de este. Después mantuvieron una relación discontinua, pero periódica. En Madrid, Panikkar asistió a algunos cursos de Zubiri y lo visitó de tanto en tanto en su casa de Núñez de Balboa. Los dos dialogaban francamente sobre cuestiones de filosofía y teología o, en los años cuarenta, sobre la situación de la universidad española, en la que el Opus Dei, al que Panikkar perteneció durante unos años, jugaba con fuerza sus cartas, a disgusto de Zubiri. Con el tiempo, cada uno siguió su propio camino y las discrepancias teóricas no significaron mengua en el aprecio que se tenían.

– Usted forma parte del grupo de buenos alumnos que Zubiri tuvo durante su estancia en Barcelona en los años 1940-1942 y mantuvo relación con él posteriormente.

Sí, Zubiri fue mi profesor el último curso que dio en Barcelona. Nos hicimos muy amigos. Recuerdo que más de una vez nos quedábamos hablando a la salida de la universidad, más de tres cuartos de hora, Zubiri, yo y alguna persona más... Al año siguiente estudié el último curso de Filosofía en Madrid con García Morente y allí vi a menudo a Zubiri, mientras yo estaba acabando la carrera. Después me fui al extranjero.

– Zubiri había dejado hacía poco el sacerdocio y usted iba para sacerdote…

Exactamente. Cuando estuvo en Barcelona yo no era aún sacerdote. Él me explicó sus cosas, en fin, lo que después se ha hecho público sobre su salida del sacerdocio. Me decía en aquel tiempo, hablo del año 1941, que aún se consideraba como tal, y que si daba con una persona en peligro de muerte le daría la absolución...

– Conseguir la secularización parece que era algo muy excepcional antes del Concilio Vaticano II.

Él pidió la secularización a Pío XI, me parece, y se la dieron. Lo justificó filosóficamente. Pero la cosa fundamental era –aunque me resulta incómodo hablar de estas cosas biográficas– que alegó que fue prácticamente forzado a seguir la carrera sacerdotal por la familia y por el ambiente «católico, apostólico y romano» de Euskadi... Y pidió la dispensa en Roma. Él subrayaba mucho: «Tengo todas las dispensas habidas y por haber». Del mismo modo que un matrimonio se considera nulo cuando no hay un consentimiento total, él se sintió presionado y después se convenció de que no tenía una vocación pastoral, sino solo intelectual, aunque reconocía la ordenación.

– Podemos continuar hablando de sus clases en Barcelona. De sus alumnos de entonces: usted, Mª Aurèlia Capmany…

Mª Aurèlia era compañera de clase, una persona inteligente. Y recuerdo que Zubiri –que hablaba con aquellas fichas suyas tan bien puestecitas sobre la mesa– tenía especial simpatía por el género femenino, en el sentido más noble de la palabra: se sentía más inspirado. También venía a clase una prima de Zubiri, Asenchi Medinaveitia. Y me parece que también Francesc Gomà…

– ¿Cómo era en el trato personal con ustedes? Hay quienes le vieron distante y frío, otros como una persona afable y sentimental.

Depende. Conmigo el trato no podía ser mejor. Con los estudiantes no tenía el empaque de un Herr Professor, pero... era tenso. Te podías acercar a él por la vía de lo intelectual, y después podías entrar en una cierta relación más personal, si él creía que valía la pena. Pero que fuera altivo, distante, poco afable… eso yo no lo diría nunca. Tampoco se puede decir que fuera muy acogedor con los estudiantes. Iba a su aire: explicaba sus clases con concisión y elegancia, y si alguien tenía algo que plantearle, discutía la cuestión con akribeia [exactitud]. En cualquier caso, era de una educación exquisita. Y, en lo exterior, su finura y su educación eran tan grandes como en lo interior: iba siempre bien peinado, bien trajeado... «pulcro», quiero decir, pulcro por fuera y por dentro, con un castellano muy cuidado. Recuerdo su frase preferida después de una digresión: «Volvamos a nuestro modesto punto de partida».

– ¿Y qué relación supone usted que tenía con los demás profesores de Barcelona? ¿Qué opinaban de él? ¿Piensa que le recibieron bien? ¿...

Índice

• Portadilla
• Cita
• Contenido
• PRESENTACIÓN
• XAVIER ZUBIRI: «LO SUSTANTIVO DE MI VIDA: LA LABOR INTELECTUAL»
• MANUELMINDÁN MANERO: «ERA INDEPENDIENTE DE ORTEGA»
• JULIÁN MARÍAS: «FUE UNA FACULTAD INCREÍBLE AQUELLA DE LA REPÚBLICA»
• PEDRO LAÍN ENTRALGO: «ÉL VIVÍA CON EL DESEO DE OTRA ESPAÑA»
• MIQUEL SIGUÁN: «SUS CLASES ERAN UN OASIS»
• JOSEP PALAU I FABRE: «ZUBIRI INFUNDÍA RESPETO»
• RAIMON PANIKKAR: «AL FINAL DE SU VIDA HAY UNA APERTURA ENORME»
• JOAQUÍN RUIZ-GIMÉNEZ: «LE OFRECÍ CREAR UNA CÁTEDRA PARA ÉL»
• ALBERTO DEL CAMPO: «ESCRIBIR MIL PÁGINAS SOBRE UNA COSA QUE NADIE HA VISTO»
• VÍCTOR ÍMAZ: «ESTE ES EL HIJO DE MI MEJOR AMIGO»
• LUIS ATXAERANDIO: «EL DE ZUBIRI Y ELLACURÍA ERA UN MATRIMONIO INTELECTUAL PERFECTO»
• JOSÉ LLADÓ: «ZUBIRI TENÍA UN MOTOR EMOCIONAL MUY POTENTE»
• CRISTÓBAL HALFFTER: «ZUBIRI ERA COMO UN ORGANISTA, QUE INTERPRETA SU MÚSICA SIN QUE NADIE LE VEA»
• ALFONSO LÓPEZ QUINTÁS: «ME HACÉIS FELIZ LA VEJEZ»
• JAVIER MONSERRAT: «NO SOPORTABA EL TOMISMO CERRIL ESPAÑOL»
• DIEGO GRACIA: «CUESTIONÓ SU PENSAMIENTO HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO»
• EPÍLOGO
• ANTONIO GONZÁLEZ: «LA BUENA FILOSOFÍA ES LA QUE NOS ABRE PUERTAS QUE NOS LLEVAN MÁS ALLÁ DE SÍ MISMA»
• Créditos