1. UN DESEO DE ARMONÍA
El salón de actos de la Middlesex University, ubicada en el norte de Londres, no es especialmente grande. Se trata de una estancia relativamente estrecha y llena de bancos de madera que crujen y chirrían apenas alguien se mueve. Grandes carteles con caligrafías de John Main colgaban entre las ventanas que se abrían hacia el plomizo cielo londinense. Unas pocas sillas, una pequeña alfombra y un ramo de flores parecían abandonados sobre una pequeña tarima de apariencia muy poco estable. Todo el lugar trasuntaba provisionalidad, como si hubiera sido acabado de instalar allí la noche anterior y no estuviera destinado a albergar nada importante.
La audiencia parecía un tanto inquieta. Entre la multitud inglesa, canadiense y americana, destacaban los cráneos afeitados de monjes y monjas budistas ataviados con ropajes granate y azafrán. Las primeras filas estaban ocupadas por monjes y monjas benedictinos y olivetanos con sus característicos ropajes negros y blancos, respectivamente. Las cámaras y los micrófonos estaban a punto y todo el mundo había aclarado ya su garganta. No se escuchó ningún órgano ni tampoco sonó ningún cuerno cuando un pequeño grupo de personas subió al estrado por una entrada lateral. En el centro se hallaba Su Santidad el Dalai Lama, envuelto en su hábito granate y amarillo, calzando sandalias y sonriendo abiertamente, al tiempo que inclinaba tímidamente la cabeza manifiestamente encantado con la situación.
Su entrada en escena estaba despojada de todo protocolo y era una especie de no-procesión budista. Todo había sucedido muy rápidamente: un instante antes, todo estaba vacío y, al instante después, el Dalai Lama se hallaba ya ahí. Eso fue todo.
Luego tuvieron lugar varias alocuciones de bienvenida, entre las que destacó la de la alcaldesa de Enfield, que calificó su municipio como “multirracial, multicultural y multirreligioso”. Ese suburbio del norte de Londres comprometido con el pluralismo armónico parecía el lugar más apropiado para un seminario destinado a acoger dos grandes tradiciones religiosas.
Después de la bienvenida de la alcaldesa, Dom Laurence Freeman (OSB) dio la bienvenida a Su Santidad. En tanto que director espiritual y maestro de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, el padre Laurence había invitado a Su Santidad y ejercía el papel de presentador del seminario. Aunque de modales amables y humildes, el padre Laurence transmitía una energía intelectual y espiritual que despertó claramente de inmediato el interés del invitado de honor y propició un entendimiento y afecto mutuo que fue haciéndose cada vez más palpable a medida que discurría el encuentro. Cuando hablaba el padre Laurence, Su Santidad fijaba claramente en él la mirada y la atención, como hacía con cualquiera que le dirigiese la palabra.
Desde el mismo comienzo, el padre Laurence subrayó lo que acabaría convirtiéndose en uno de los temas fundamentales del seminario, la naturaleza recíproca del acontecimiento.
Es para mí un gran honor, Su Santidad, tener la oportunidad de darle la bienvenida. Usted me dijo que quería aprender de nosotros y debo decirle que nosotros también estamos aquí para aprender de usted. Para nosotros ha sido un gran privilegio que usted decidiera participar en este John Main Seminar sobre un tema como “El corazón bondadoso”, elegido por usted y que aceptara sincera y generosamente nuestra invitación a comentar varios pasajes de los Evangelios, las sagradas escrituras del cristianismo.
La tradición cristiana califica como sagradas a sus escrituras porque cree que, en ellas y en su lectura, es posible advertir la presencia de Cristo. Pero las palabras no son más que palabras y pueden ser bien entendidas o mal entendidas. Para que el corazón llegue a captar todo su significado, las palabras deben ser interpretadas a través de la mente. Todos sabemos que usted representa una extraordinaria y rica tradición budista que se ha especializado en el adiestramiento de la mente para facilitar la percepción de la verdad. Es por ello por lo que estamos dispuestos a seguir su lectura de nuestras sagradas escrituras y poder, de ese modo, contemplarlas desde una perspectiva completamente nueva.
Estoy seguro de que los cristianos nos enriqueceremos con sus comentarios y, del mismo modo, espero que los budistas y las personas de otras confesiones que se hallan presentes entre nosotros se beneficien también de ellos. Sabemos muy bien que la búsqueda de la comprensión no es exclusivamente intelectual, sino que tiene que ver con vipaśyanā, la visión verdadera que nos permite experimentar el significado de las palabras sagradas. Santo Tomás de Aquino, uno de los grandes maestros de la teología cristiana, dijo que no debemos depositar nuestra fe en las meras proposiciones, sino en la realidad a la que apuntan las palabras. Y es que lo que importa no es tanto la idea, como la experiencia subyacente que la alienta. Por esto entendemos que el camino de la meditación silenciosa que compartiremos con Su Santidad a lo largo de todo este seminario es una forma universal de adentrarnos juntos en esa experiencia que se encuentra más allá de todas las palabras.
John Main conocía muy bien el poder unificador del silencio para llevarnos más allá de las palabras. Éste es el motivo por el cual creo que, en este seminario, el tiempo más importante que compartiremos probablemente sea el dedicado al silencio. Los comentarios de Su Santidad irán acompañados de períodos de meditación que espero que nos permitan ir más allá de las palabras y nos ayuden a adentrarnos en esa verdad que subyace en la esencia de la realidad. Son muchos los modos en que la meditación puede enriquecernos y uno de ellos radica precisamente en su poder para ayudarnos a leer las sagradas escrituras de todo el mundo de un modo más sabio y perspicaz.
Apreciamos en mucho el regalo de su presencia. Creo que el hecho de permanecer abiertos a la realidad de la presencia –de esa presencia que se experimenta al leer las sagradas escrituras y espero que también sintamos cuando usted nos abra su mente y su corazón– pueda contribuir positivamente al desarrollo de nuestra paz y de nuestra amistad.
Quisiera, en nombre de nuestra comunidad, asegurarle que nuestro corazón alberga las mejores intenciones hacia el pueblo tibetano que su presencia evoca hoy tan claramente ante nosotros. La crucifixión y resurrección de Cristo yacen en el núcleo de la fe cristiana y la historia del Tibet y su propia historia personal nos permite ver que se trata de realidades humanas que no se hallan circunscritas a una religión sino que son aplicables a toda la humanidad. Hemos contemplado la crucifixión del Tibet, pero también hemos asistido, especialmente gracias a Su Santidad, a la resurrección de la profunda sabiduría encerrada en las enseñanzas tibetanas que han acabado convirtiéndose en un auténtico regalo para el mundo moderno.43
Estamos abiertos al misterio de la realidad. Esperamos y pedimos que, en el silencio de la meditación así como también en las palabras con las cuales usted nos guiará, seamos capaces de adentrarnos en la plenitud de la conciencia y de la luz.44
Cuando el padre Laurence acabó su presentación, la audiencia aplaudió entusiasmada, mientras el Dalai Lama parecía resplandecer, agradeciendo la sinceridad y cordialidad de la bienvenida. Entonces tomó la palabra y respondió en un inglés intermitentemente salpicado de comentarios en tibetano cada vez que necesitaba clarificar algún que otro punto.
Hermanos y hermanas en el Espíritu, es para mí un placer y un gran privilegio tener la oportunidad de participar en este diálogo y de inaugurar este John Main Seminar titulado “El corazón bondadoso”. Me gustaría empezar expresando mi más profundo aprecio hacia todos los que han contribuido a la organización de este evento.
Estoy muy agradecido por las cordiales palabras de bienvenida de la alcaldesa y muy alentado por su referencia a la armonía y comprensión que existe entre las diversas comunidades y tradiciones religiosas de este municipio, al que ha descrito como multicultural, multiétnico y multirreligioso. Es por ello por lo que quisiera expresarle mi más profundo agradecimiento.
Hace muchos años que conocí al difunto padre John Main en Canadá y me quedé muy impresionado al conocer a un cristiano que subrayaba la importancia de la meditación como parte de la práctica espiritual. Por ello quisiera ahora, al iniciar este seminario, dedicarle un recuerdo emocionado y agradecido.
También me siento muy feliz de ver tantas caras conocidas y de tener la oportunidad de reencontrarme con viejos amigos y de conocer a otros nuevos.
A pesar de los grandes avances materiales que ha experimentado nuestro planeta, la humanidad se enfrenta a multitud de problemas, algunos de los cuales son una clara creación nuestra. Y es que nuestra actitud mental –es decir, nuestra visión de la vida y del mundo– constituye un factor esencial para el futuro de la humanidad, para el futuro del mundo y para el futuro del medio ambiente. Son muchas las cosas, tanto en la esfera personal como en la pública, que dependen de nuestra actitud. De nosotros depende, en gran medida, la felicidad de nuestra vida individual o familiar. Es cierto que las condiciones materiales contribuyen muy positivamente a la felicidad y a la vida buena, pero no lo es menos que la actitud mental es, en este sentido, tanto o más importante todavía.
Estamos a las puertas del siglo XXI y las tradiciones religiosas siguen siendo hoy en día tan importantes como siempre. Pero no debemos olvidar que, hoy igual que ayer, siguen generándose conflictos y crisis en nombre de las distintas tradiciones religiosas. Esto me parece muy desafortunado y creo que deberíamos hacer lo imposible por superar esta situación. Según mi experiencia, el mejor modo de resolver esos problemas consiste en el contacto cercano y en el intercambio entre personas procedentes de diferentes creencias, no sólo a un nivel intelectual, sino también en lo que respecta a las experiencias espirituales más profundas. Éste es un método muy poderoso para desarrollar el respeto y la comprensión que puede contribuir a establecer unos sólidos cimientos sobre los que asentar una verdadera armonía.
Estoy muy contento de poder participar en este diálogo interreligioso. ¡Y también lo estoy de poder pasar estos días hablando con ustedes y practicando mi lamentable inglés! Hace poco pasé unas semanas de retiro en Dharamsala, mi residencia en la India, y descubrí que mi inglés había empeorado mucho, por lo que considero que este encuentro me proporcionará una oportunidad, muy necesaria por cierto, de volver a practicar.
Creo que la armonía entre las diferentes tradiciones religiosas es muy importante y necesaria y, en consecuencia, me gustaría sugerir algunas ideas sobre los distintos modos en que puede promoverse. En primer lugar, sugiero la necesidad de alentar encuentros entre eruditos de diferentes tradiciones religiosas para discutir las similitudes y diferencias existentes entre sus distintas perspectivas y promover así una empatía que promueva el entendimiento mutuo. En segundo lugar, también me parece muy interesante fomentar encuentros entre personas de diferentes tradiciones religiosas que hayan tenido profundas experiencias espirituales. No estoy hablando, en este caso, de un encuentro entre eruditos, sino entre practicantes que compartan las comprensiones a las que les haya conducido su práctica. Ésta es, desde mi perspectiva, la manera más poderosa y eficaz de alentar la comprensión mutua.
Quizás alguno de ustedes me haya escuchado mencionar en otra ocasión mi visita al gran complejo monástico de Montserrat45 en España y mi encuentro con un monje benedictino que vino especialmente a verme –con un inglés, por cierto, todavía peor que el mío–, así que me dispuse a hablar con él. Después del almuerzo, alguien me dijo que aquel monje había pasado varios años en soledad en las montañas que hay en lo alto del monasterio y, cuando le pregunté qué tipo de contemplación había practicado durante todo ese tiempo, su respuesta fue muy simple: “Amor, amor, amor”. ¡Qué extraordinario! Supongo que a veces también habría dormido pero, durante todo aquel tiempo, no hizo más que meditar sobre el amor. Y debo decir que no eran meras palabras porque en el fondo de sus ojos advertí el signo evidente del mismo tipo de espiritualidad profunda que tantas veces tuve la ocasión de presenciar en mis encuentros con Thomas Merton.
Estos dos encuentros me han ayudado a desarrollar un profundo respeto hacia la tradición cristiana y su capacidad para desarrollar la bondad del ser humano. Creo que el objetivo de las grandes tradiciones religiosas no es el de construir grandes templos exteriores sino, más bien, el de erigir templos interiores de bondad y compasión en el fondo de nuestro corazón. Ése es uno de los cometidos fundamentales de las grandes tradiciones religiosas. Cuanto más conscientes seamos del valor y la eficacia de las distintas tradiciones religiosas, más profundamente podremos respetarlas. Ésta es, en mi opinión, la forma más adecuada de alentar la compasión y la armonía genuinas entre las distintas religiones.
Además de los encuentros entre eruditos y practicantes experimentados, también me parece muy importante, especialmente a los ojos del público, promover encuentros ocasionales entre los líderes de las diversas tradiciones religiosas como sucedió, por ejemplo, en el importante encuentro que tuvo lugar en Asís en 1986.46 Ésta es la tercera forma que se me ocurre, una forma muy sencilla pero también muy eficaz, por cierto, de alentar el entendimiento y la tolerancia.
Un cuarto modo de fomentar la armonía entre las distintas religiones consiste en el peregrinaje conjunto a los lugares sagrados de cada una de ellas, una práctica que inicié hace ya unos años en la India. Desde entonces he tenido la oportunidad de peregrinar a Lourdes, el lugar sagrado de Francia,47 y a Jerusalén. En todos estos lugares recé –a veces en una meditación silenciosa– con los seguidores de las diversas religiones y, en cada una de ellas, tuve una auténtica experiencia espiritual. Espero que este ejemplo siente una especie de precedente para que, en el futuro, deje de ser extraño que las personas peregrinen juntas a los lugares sagrados y compartan la experiencia de sus diferentes sustratos religiosos.
Me gustaría, por último, volver al tema de la meditación y a mis hermanos y hermanas cristianas que la practican en sus vidas cotidianas. Creo que se trata de una práctica realmente importante. En la India se habla tradicionalmente de la meditación samādhi (que significa “aquietar la mente”), común a t...