
eBook - ePub
La estética antigua
- 302 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
La estética antigua
Descripción del libro
Para los antiguos griegos, el descubrimiento de la belleza coincidió con la intuición del universo. El mundo se mostró, ante sus ojos sorprendidos, en todo el esplendor de un kósmos, es decir, de un "orden bello", un sistema coherente de partes organizadas según un criterio teleológico, capaz de suscitar un sentimiento de admiración y de emulación al mismo tiempo; ese sentimiento que, como dirá posteriormente Aristóteles, da origen a la filosofía.
La estética antigua creó los principales conceptos y abordó los problemas fundamentales que posteriormente nos permitieron comprender la imagen artística y poética, nuestra contemplación de la naturaleza, los afectos y las experiencias. Lombardo se ocupa de los autores que pusieron en pie el pensamiento estético: Platón, Aristóteles, los autores del período helenístico, Horacio, el Pseudo Longino y Plotino. Su claridad y su rigor son excepcionales, rasgos que permiten hablar de una obra imprescindible para el análisis de las cuestiones estudiadas: la mímesis y la belleza, la condición de la poesía, la índole de lo sublime, la idealidad de Lo Bello absoluto.
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a La estética antigua de Giovanni Lombardo, Francisco Campillo, Mariano Valverde, Francisco Campillo,Mariano Valverde en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Arte y Teoría y crítica del arte. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
III Aristóteles
La función educativa y social de la «mousikḗ»
Como conclusión de su Política, concretamente en la última parte del libro VII y en todo el libro VIII, Aristóteles (384-322 a.C.) encara el mismo problema del que ya se había ocupado Platón en la República y en las Leyes: la paidéia de los ciudadanos y, en particular, el papel educativo y social de la mousikḗ: la música y la poesía nos educan y al mismo tiempo nos entretienen. Nos educan, porque, mientras en su aspecto técnico nos transmiten las habilidades que nos capacitan para la interpretación de melodías y textos, en el ámbito de lo moral nos presentan historias que celebran la virtud y el heroísmo. Nos entretienen, porque nos transportan a una dimensión lúdica que si bien, por una parte, nos relaja y nos libera de los afanes cotidianos, por otra, nos reconduce al atento cuidado de nuestra dimensión humana. Dos son, al menos, las formas posibles de las que disponemos para recrearnos: primera, la paidiá, la «diversión», necesaria para la relajación y distracción del cuerpo y la mente después de las fatigas de la ascholía, de las preocupaciones de los negotia, de las prisas del «tiempo dedicado a los negocios»; segunda, la diagōgḗ, el «pasatiempo cultural», privilegio de quien, más allá de la simple reposición fisiológica del cansancio, puede gozar de la scholḗ, puede dedicar su «tiempo no laboral» al cuidado del alma1.
Si la ascholía afecta sobre todo a las masas, obligadas a trabajar para mantenerse, la scholḗ, en cambio, sonríe al destino de las clases superiores. Ser libre significa ser también dueño del propio tiempo, disponer de esa scholḗ, de ese otium que, al permitir el cultivo del placer intelectual que causan las «cosas más bellas», hace de la vida algo placentero y relajado. La función recreativa de la mousikḗ tiende, por supuesto, con frecuencia a convertirse en esa fácil paidiá que procura a los trabajadores un reposo alegre y despreocupado, aunque sólo provisional; pero «el más valioso destino natural» de la música y de la poesía se verifica sólo cuando éstas favorecen la diagōgḗ, cuando ennoblecen las horas que los hombres libres consagran a la vida contemplativa y al ejercicio de su phrónēsis, de su faceta moral2. Una educación basada exclusivamente en lo útil no sería digna de hombres libres y magnánimos: desde los orígenes de la civilización, «es evidente que hay una cierta educación que debe darse a los hijos, no porque sea útil ni necesaria, sino porque es liberal y noble»3. Del espíritu de los kalokagathói, de los «hombres de valía», emana una aureola de belleza que busca alimentarse con un empleo antiutilitarista de las diferentes enseñanzas. Por ello deben aprender la música por un motivo de disfrute personal, sin esas ambiciones profesionales que no convendrían a su categoría. En efecto: quien se exhibe en los certámenes públicos, plegándose a las exigencias a menudo triviales de las masas, no hace sino ejercer un oficio necesariamente innoble. Quien, por el contrario, se entrega a las Musas con un anhelo totalmente diletante, sólo por el placer de cultivar un arte en amateur, hace ostensiva la excelencia de su espíritu.
Siempre en el marco de esta actitud diletante, la tarea educativa de la mousikḗ se explica mediante un uso moralmente sensato de los instrumentos y las melodías. Se deberá evitar, por lo tanto, el estudio de la flauta y de la cítara, instrumentos demasiado profesionalizados (y, por lo que respecta a la flauta, excitante en exceso), y se prestará atención a esos instrumentos elementales que, sin alardes virtuosistas, adiestran el oído del «buen oyente». Igualmente, como la fuerza mimética de los sonidos es tal que puede encender súbitamente la connivencia psíquica de la sympátheia, y como la música describe y estimula las pasiones con una intensidad e inmediatez desconocidas incluso para la propia pintura (que refrena su emotividad debido al estatismo propio de los contornos gráficos), de cara a un fin formativo se preferirán modos y ritmos adecuados para exaltar las virtudes y los sentimientos nobles. Por tal razón, gozarán de privilegio los ritmos del modo dórico y, en general, todas las «melodías éticas» que, imitando precisamente los «caracteres» (ḗthē), tienen una natural vocación educativa y se distinguen por ello de esas otras músicas apropiadas más bien para la recreación: las «melodías prácticas» (que imitan los prágmata, las «acciones» o los «hechos») y las «melodías entusiastas» (que imitan el enthousiasmós, la «posesión orgiástica» o, en general, la sobreexcitación mental)4.
La noción de catarsis en la «Política»
Sin embargo, si, por una parte, la música y la poesía contribuyen a formar el «gusto» de los kalokagathói, por otra, como se ha dicho, sirven también para divertir al pueblo con la irreflexividad de la paidiá. Pero ¿cómo se realiza ese aspecto festivo más vulgar? Para ilustrar los beneficios de la paidiá, Aristóteles recurre en más de una ocasión a una metáfora médica: la paidiá se nos presenta como una especie de «poción medicinal» (pharmakéia), porque el «reposo» al que induce consigue una auténtica «cura» (iatréia) de los dolores causados por el cansancio5. Cuando poco después aconseja la exclusión de la flauta de los estudios musicales, vuelve a plantear la doble finalidad –educativa y recreativa– de la mousikḗ en términos de una antítesis que se hace eco de otra analogía médica: «La flauta no es un instrumento de carácter ético, sino más bien orgiástico; de modo que debe emplearse en aquellas ocasiones en que el espectáculo persigue más la purificación que la enseñanza»6. Con el fin de dar cuenta de todos los usos intelectuales (los paideúticos, pero también los «diagógicos») de la mousikḗ, se introduce ahora, precisamente como sinónimo de paidéia y al mismo tiempo que diagōgḗ, el término máthēsis, «aprendizaje». Para hacer referencia al ámbito, por así llamarlo, «psicoterapeútico» de los empleos menos festivos se introduce, en cambio, el término kátharsis. En su acepción más amplia, este término (como otros con la misma raíz léxica: el verbo katháirō, «purifico», el adjetivo katharós, «puro», etc.) se refiere al acto de «poner en claro» cierto objeto suprimiendo cualquier obstáculo que altere u obscurezca su identidad originaria: puede decirse, por ejemplo, a propósito del agua purificada del fango, de un lugar claro libre de estorbos, del grano trillado o incluso de un discurso no oscurecido por solecismos y barbarismos. El significado general de «clarificación» se especifica después con otras valencias más puntuales. La de la «purificación» moral: en el antiguo sentido órfico, mágico-religioso, de la expiación o de la limpieza ritual de una culpa. La de «purgación» física: en el sentido médico de expulsión (fisiológica o inducida) de sustancias nocivas para el organismo. La de la «iluminación» intelectual: en el sentido filosófico, especialmente platónico, de un saber no contaminado por las pasiones o deseos corporales o, más sencillamente, de un conocimiento no invalidado por falsas opiniones o por una argumentación correcta e inequívoca7.
En Aristóteles estas acepciones parecen todas intersecarse; y así, la experiencia de una clarificación al mismo tiempo psicológica e intelectual es descrita de una forma que nos hace pensar en que es la valencia médica de kátharsis la que se impone, aunque sin excluir el matiz religioso. Como ya puede percibirse en la connotación orgiástica que se da a la flauta, el cariz ritual se hace más evidente cuando se traza una rápida tipología de la recepción musical en relación con los tres distintos tipos de melodía8. Las melodías éticas responden a las exigencias de la máthēsis y se perciben de manera que provocan una implicación más intelectual que emotiva; si bien para conseguir los fines de la paidéia deberán ser estudiadas y asimiladas por completo, también podrán después, de acuerdo con los objetivos de la diagōghḗ, ser escuchadas en privado de manera que permitan un disfrute que no ignore su valor formativo. Las melodías de acción y las melodías entusiastas responden, por el contrario, a las necesidades de la kátharsis, y al percibirlas provocan una implicación más emotiva que intelectual: su composición armónica más compleja se confía al virtuosismo de los profesionales capacitados para satisfacer las expectativas de un auditorio popular, habituado a identificarse por empatía con los sonidos, libre de los filtros intelectuales propios del público instruido. Sobre esa indisciplinada interioridad de las masas necesitadas de una pronta y fácil paidiá, el también indisciplinado y excitante sound de estas melodías consigue un efecto catártico similar a la sacudida liberadora que durante las ceremonias orgiásticas transmiten ciertas músicas sagradas al alma de los exaltados, consiguiendo así apaciguarlas. De este modo, la kátharsis se perfila como una suerte de tratamiento médico que persigue su fin a través de un tratamiento ritual: se trata de una medicina que funciona a través de un shock emotivo que permite descargar («purgar») el frenesí orgiástico en la placentera liviandad mental de una «inofensiva euforia» (ablabḗs chará).
No hay duda de que entre los posibles resultados de la sympátheia musical, el del delirio entusiasta constituye un clímax que demuestra toda la fuerza «desintoxicadora» de las melodías éticas; pero, más allá de los excesos orgiásticos, esa experiencia que a partir de la exaltación de la sympátheia conduce a la liberación de la kátharsis afecta a todos los temperamentos sensibles, a todas las almas capaces de sentir compasión (éleos) y miedo (phóbos). El vulgo, más indefenso ante la seducción del espectáculo, se estremece o se alegra con una inmediatez por lo general extraña a la gravedad del público instruido. A pesar de todo, esto no quiere decir que la persona formada en la austera práctica de las melodías éticas deba contemplar una escena enternecedora sin derramar una lágrima. Si, tal y como podemos leer en los Problemata¸ incluso los «hombres excepcionales» (ándres perittói: los grandesfilósofos, los grandes políticos, los grandes artistas) sucumben al malestar psicopatológico de la melancolía9, es lícito imaginar que en el teatro también el corazón de los hombres nobles e instruidos pueda quizá perturbarse o conmoverse y extraer así de la catarsis una energía renovada. Pero, ¿en qué se distingue exactamente la catarsis propia de las minorías cultas, acostumbradas a los sofisticados placeres de la diagōghḗ, de aquella otra catarsis propia de las masas incultas, dispuestas a esa diversión menos refinada propia de la paidiá?
La noción de catarsis en la «Poética»
Cuando en la Política Aristóteles analiza el problema de la catarsis, anuncia: «qué queremos decir con el término purificación, que ahora empleamos simplemente, lo explicaremos, de nuevo, más claramente en la Poética»10. La respuesta a nuestra pregunta estaría probablemente contenida en la Poética, donde se le reservaría a la kátharsis un tratamiento que tal vez pudiera aclarar las dudas suscitadas por los breves apuntes de la Política. Lástima que hoy ese estudio se haya perdido. Sólo se nos dice que la tragedia «mediante compasión y miedo lleva a cabo la purgación de tales afecciones»11. La alusión a la catarsis es demasiado fugaz para que podamos realmente obtener esas aclaraciones que necesitamos. El lector moderno se encuentra en una situación opuesta a del lector antiguo: si éstos –fieles al consejo del propio Aristóteles– podían comprender el sentido de la catarsis de la que se habla en la Política recurriendo a la Poética, nosotros no tenemos por el contrario más remedio que intentar comprender el sentido de la catarsis de la que se habla en (nuestra) Poética recurriendo a la Política (y a algún otro dato «extraaristotélico»). He aquí la razón por la que los intentos modernos de resolver, sobre la...
Índice
- Advertencia del autor
- Introducción. El orden bello y los principios de la estética antigua
- I. La estética preplatónica
- II. Platón
- III. Aristóteles
- IV. La estética helenística y de la era romana
- V. Horacio
- VI. «Longino»
- VII. Plotino
- Bibliografía