
- 175 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Descripción del libro
El presente libro es resultado de un trabajo de campo realizado por el autor entre 1990 y 1993 en algunas comunidades campesinas de Cusco, ofreciéndonos ricas observaciones etnográficas en las que se pregunta por la importancia individual y social de la embriaguez en los Andes. Siguiendo las ideas de Víctor Turner sobre transformaciones de las estructuras sociales y de Erving Goffman sobre construcción de identidades en relaciones cara a cara, analiza las borracheras como momentos de gran acción que rompen el curso de la vida cotidiana, creando una atmósfera de quiebre de roles y de jerarquías sociales, especialmente en las de género y etnicidad.
En términos etnográficos, es imposible alcanzar la meta de asir el punto de vista nativo, su relación con la vida y su visión del mundo. A lo que uno puede tener acceso es a una intersubjetividad creada cuando la comunicación toma lugar. Desde esta perspectiva, lo que para Catherine Allen fue el chacchado de coca, para Gerardo Castillo Guzmán es el beber alcohol, lo que crea el contexto por excelencia de comunicación. Todas las actividades y relaciones sociales analizadas toman lugar en dicho contexto y en aquellas es donde está puesta su atención al describir los eventos.
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Información
Anexos
Material etnográfico
Material etnográfico
Evento 1: fiesta de cumpleaños en Qenqo (jueves 9 de enero de 1992)
Llego a las 11:30 am a la comunidad acompañando a un promotor. Él se quedará en el almacén de papa mientras yo recorro la comunidad. Cerca de la parte alta hay una casa desde donde se escucha música. Han colocado una radio a pilas a gran volumen. Cuando me acerco, me llaman para que entre a la casa: «Venga ingeniero, discúlpenos, venga un ratito a festejar con nosotros, pase un momento». Les digo que soy del Ayllu y estoy paseando por la comunidad. En realidad son dos casas, una frente a la otra y unidas por un cerco de tal manera que forman una «U» con un patio central. Dos familias están celebrando el cumpleaños de Marco Quille, jefe de una de las familias, que cumple 58 años. Él me invita a pasar y me explica que es su cumpleaños, saca su libreta electoral para señalarme la fecha, agrega: «Estamos celebrando, aquí es costumbre, y nos reunimos a alegrarnos un poquito». Me indican sentarme al centro de la hilera de los presentes. Todos ya han bebido desde hace buen tiempo y varios están ebrios. Marco casi siempre permanece de pie sirviendo trago, conversando con varios otros o yendo al interior de su casa. En ella está su esposa, que sale a saludarme aunque no nos entendemos, pues solo habla quechua. También la acompañan dos ancianas,
pero ellas no salen de la casa, pues se encargan de preparar y servir los platos de comida. La chicha también sale de la casa de un gran cántaro, no así el trago que está en varias botellas de gaseosa y cerveza. A mi costado izquierdo se halla sentado un anciano con el que casi no converso, pues permanece muy callado y no habla español. A mi lado derecho está Justo, hijo de Marco, que aún vive con sus padres, tiene 26 años, está casado y tiene una hija.
pero ellas no salen de la casa, pues se encargan de preparar y servir los platos de comida. La chicha también sale de la casa de un gran cántaro, no así el trago que está en varias botellas de gaseosa y cerveza. A mi costado izquierdo se halla sentado un anciano con el que casi no converso, pues permanece muy callado y no habla español. A mi lado derecho está Justo, hijo de Marco, que aún vive con sus padres, tiene 26 años, está casado y tiene una hija.
Gráfico 1

Al llegar, me sirven tres jarros de chicha uno tras otro; al último de ellos le agregan una copa del trago que va circulando y además me ofrecen trago puro «para que baje la chicha». Luego, me sirven un plato de sopa seguido de un plato de carne de cordero con papas; además, hay en el suelo, sobre mantas, mote (maíz sancochado) y habas. La chicha que me sirven no es de maíz, sino de habas, preparada caseramente. La chicha de maíz la tienen que comprar, porque Qenqo no posee terrenos lo suficientemente bajos para su cultivo. Justo conversa conmigo y, luego de contarme sobre su familia, empieza a decirme que ellos tienen problemas con Patabamba. Los de esa comunidad les han quitado terrenos de pastos en la zona de la laguna y los de Qenqo no pueden defenderse, pues son menos93. Luego se acerca Marco y me empieza a preguntar por varios de los promotores del Ayllu y por varias actividades que se realizan por estas fechas. Seguimos conversando y él empieza a preguntarme por el director y por el cargo que yo ocupo, si soy nuevo y por qué es la primera vez que me ve. Yo les explico que vengo de Lima por temporadas cortas para hacer trabajo de campo. Es entonces que Eulogio (el ahijado de Marco, de 46 años, estaba ebrio y hasta ese momento había permanecido callado) me dice que yo no soy de Lima, que soy del Cusco, dice que no parezco de Lima y quiere que saque mi libreta electoral para comprobarlo; luego de mostrársela, se vuelve a quedar callado, los demás no han intervenido y conversan entre ellos en quechua. En esta conversación, son tres las veces que me sirven trago en un pequeño vaso plástico; pero entre los campesinos el alcohol circula mucho más rápido, especialmente con Marco, aunque el también obliga a muchos a beber. Justo me pide que venga más seguido a la comunidad y me empieza a contar de los problemas que tienen. Me dice que el presidente de la comunidad «es más o menos no más»; pero cuando le pido que me explique me responde: «Él es mi padrino, eso es solo para mí». Le pregunto por el problema de las alpacas94 y él reconoce que el proyecto ha fracasado, pero quieren quedarse con las alpacas «aunque sea de recuerdo»; aún más, «ustedes no pueden soltarlas, si lo hacen habrán muertos».
Después de esto, se producen grandes pausas en las que casi nadie habla. Han pasado cuatro horas y me despido, nadie intenta detenerme. Marco, que ya se estaba durmiendo, se despierta para despedirme, me agradece la visita y me dice que vuelva siempre; agrega que ellos están celebrando su día y que por eso están bebiendo «un poquito no más ingeniero». Su esposa también sale a despedirse, los demás solo se despiden con la mano.
Después de esto, se producen grandes pausas en las que casi nadie habla. Han pasado cuatro horas y me despido, nadie intenta detenerme. Marco, que ya se estaba durmiendo, se despierta para despedirme, me agradece la visita y me dice que vuelva siempre; agrega que ellos están celebrando su día y que por eso están bebiendo «un poquito no más ingeniero». Su esposa también sale a despedirse, los demás solo se despiden con la mano.
Evento 2. fiesta comunal de Rayanniyoc (jueves 16 de enero de 1992)
En esta fecha, los pobladores celebran el reconocimiento oficial de la comunidad. La directiva ha organizado una comida y una fiesta para la que se contrató una pequeña banda de músicos. La ceremonia se realiza en el salón comunal, uno de los pocos lugares cerrados comunes. Además de un gran grupo de comuneros, de alrededor de sesenta personas, están presentes tres promotores y una promotora del equipo zonal del Ayllu, además de un estudiante de antropología compañero de la universidad que lleva ya dos meses en la zona. Posteriormente llego yo cuando la comida ha terminado. Como mis salidas al campo las realizo en otra zona, muy pocos campesinos me conocen.
A las 3:45 pm, llego a pie hasta Rayanniyoc. Es mi primera visita a la comunidad. Junto al camino, saludo a unos campesinos con el nombre de «compañeros»95 y soy conducido al local comunal.
La distribución en el gran salón rectangular es como sigue: los participantes se han dispuesto en el perímetro dejando un espacio libre central; junto a la puerta lateral, la única del local, se ubica un grupo de mujeres que controla el servido y distribución de la chicha (dos inmensos cántaros con aproximadamente setenta litros cada uno) y del trago (tres galoneras de cinco litros cada una). Al extremo derecho han colocado una mesa y dos bancas formando un ángulo de noventa grados. Los promotores del Ayllu están reunidos en estas bancas y a los costados inmediatos se encuentran sentadas en el suelo algunas mujeres; frente a nosotros, en el otro extremo de la habitación, se ubican tres músicos (pertenecientes a la comunidad de Mandorani, uno de ellos es un niño encargado de la batería). La directiva, compuesta por cuatro comuneros, se ubica al centro del lateral derecho; el espacio restante es ocupado por filas de comuneros intercaladas por pequeños grupos de mujeres.
Gráfico 2

Cuando llego, me sirven un plato lleno de papas, habas, algas, tomate, cebolla y zanahoria96; pero sin la presa de cuy que habían colocado a los promotores que llegaron primero (los campesinos tampoco tuvieron esas presas y muchos de ellos ni siquiera comieron en el local). Inmediatamente, me sirvieron dos grandes vasos de chicha («para igualarme»), pero son los promotores y no los campesinos los que exigen que beba «seco y volteado». A diferencia de la chicha, que la sirven más libremente, el trago va circulando uno a uno (lo sirve un muchacho) y en un vaso único que debemos beber muy rápidamente (es alcohol industrial rebajado con agua y tiene una coloración rojiza). La insistencia en que lo bebamos es grande y solo la promotora logra rehusar en las rondas siguientes.
A nuestro costado, hay un comunero que empieza a contar chistes y a bailar solo. Mientras los promotores se despiden de la directiva para irnos, una comunera me saca a bailar (somos los primeros en hacerlo) y luego todos los del Ayllu nos encontramos en el centro del local bailando huaynos y un «pío-pío» (huaylas originario de la región de Huancayo en la sierra central), reteniéndonos así por tres veces. En todos los casos, es la promotora la que tiene mayor libertad, a diferencia de nosotros que somos obligados por las comuneras a seguir bailando y bebiendo; pues, mientras bailamos, nos sirven chicha (con alcohol añadido) primero a nosotros y después a nuestras parejas. Salimos casi sin despedirnos y a mitad del camino nos encontramos con dos promotores (uno de ellos ya no trabajaba para el Ayllu) que habían estado bebiendo y querían «continuarla» en la comunidad. Son las 6 de la tarde.
Evento 3: inauguración en Huillcapata (viernes 17 de enero de 1992)
Llegamos a las 12:30 pm para inaugurar un almacén de papa y una oficina. Somos ocho en el grupo (incluyendo a una promotora y dos directivos). El programa ha sido organizado por la directora del colegio (que es solo de educación primaria). No hay altoparlantes ni tocadiscos para la música. Primero se canta el himno nacional (todos de pie con la mano derecha en el pecho y entonando la segunda estrofa, que es algo que en Lima se dejó de hacer por lo menos hace 15 años); luego, el himno del Cusco (solo por las dos profesoras y los alumnos); posteriormente, un alumno sale al centro a cantar un huayno (hay risas...
Índice
- Agradecimientos
- Introducción
- Capítulo IProcesos iniciales
- Capítulo IIImágenes personales
- Capítulo IIIEstructura social
- Conclusiones
- AnexosMaterial etnográfico
- Bibliografía