Capítulo 1
La familia
En este capítulo vamos a hablar de la familia en términos generales.
Desde que tengo uso de razón, escucho decir que cada familia es un mundo. Con el tiempo descubrí que es así: un mundo que tiene sus propias leyes y que vive rodeado de otros mundos, que a su vez están rodeados de otros mundos que no son familia: escuelas, universidades, hospitales, grupos de amigos, clubes, la calle, empresas, trabajos (aunque algunos se confundan y crean que estos otros mundos también son su familia, lo cual es fuente de muchos conflictos, pero ese es otro tema).
¿Por qué me detengo a hablar específicamente de la familia en un libro de EF?
Porque trabajar con familias y sus empresas sin conocer sus dinámicas y su funcionamiento tiene el riesgo de tratar de que el grupo familiar funcione de acuerdo con estereotipos sociales y con roles y funciones familiares rígidos y preconcebidos en lugar de explorar lo mejor de cada uno y de cada situación.
No se trata de que un profesional no especialista sepa y practique terapia familiar; se trata de que para cuando tenga que lidiar con las familias y sus problemas, posea conocimientos sobre cómo funciona una familia en una EF y pueda disponer de una guía orientativa sobre cómo manejarse con ellas.
Historia de la familia
En los comienzos de la humanidad, la noción de familia era diferente de como la conocemos hoy. Los grupos humanos eran nómadas, deambulaban detrás de las manadas que buscaban el agua porque su actividad fundamental era la caza y habitaban en cuevas y bosques. Era una etapa de promiscuidad en donde los miembros de los grupos se alternaban en parejas sin criterio alguno, no se distinguía la paternidad y las reglas de las relaciones eran sencillas y simples.
El desarrollo de la agricultura determinó el afincamiento en un territorio, se formaron comunidades tipo clan en las cuales comenzaron a tener importancia ciertas relaciones asimilables a lo que hoy serían vínculos familiares. Esta estructura cambió decisivamente la organización de la sociedad.
El crecimiento de estos grupos, la expansión territorial y el incremento de las actividades promovió una especialización de tareas. Algunos siguieron en las labores agrícolas, otros miembros se dedicaron a la caza y otros, a la fabricación de las herramientas para ambas actividades (así es como nacen los artesanos).
En este período, las familias todavía permanecían juntas, sumando miembros y expandiéndose en territorio y en número. Esta propagación provocó el surgimiento de enfrentamientos entre distintos grupos y así nacieron los ejércitos y las guerras.
Las comunidades fueron creciendo constituyéndose en poblaciones más grandes y, por ende, más complejas.
A partir del siglo XVI, comienzan a realizarse las uniones con características civiles además de religiosas. Previo a la era industrial, la familia constituía el corazón de la actividad económica.
La era industrial generó, en un principio, cierta dispersión de la familia como unidad económica ya que se produjo la incorporación de cientos y miles de personas a un modo de producción que separaba la actividad económica de la familia. Las grandes industrias (muchas de las cuales se iniciaron como EF) captaban la mayoría de la fuerza laboral.
Este proceso también trajo como consecuencia la aparición en el mercado de una masa de consumidores que se multiplicaba rápidamente, lo que permitió una enorme sectorización del mercado y el desarrollo de pequeños nichos para abastecer una creciente demanda de mercaderías y servicios, ese fue el lugar ocupado por las pymes que, en su gran mayoría, eran EF.
La familia actual, proveniente del matrimonio por amor, vino de la mano de la revolución industrial, del desarrollo de las grandes ciudades y de la migración de las zonas rurales a las ciudades. Anteriormente, los matrimonios eran convenios económicos y/o políticos debidos a alianzas de poder o de territorio, siendo excepcionales los de libre elección.
La familia actual
A partir de los años 60 del siglo pasado, se produjeron diversos cambios en el concepto de familia y en su conformación. En la actualidad, un mayor número de parejas viven juntas sin haber contraído matrimonio. Es el caso de algunas personas mayores, a menudo viudos o viudas, que encuentran que es más práctico, desde el punto de vista económico, cohabitar sin contraer matrimonio. También se desarrollan familias monoparentales tanto de hombres como de mujeres, matrimonios homosexuales que adoptan hijos, familias que se forman con lo que se denomina alquiler de vientres, inseminaciones y fertilizaciones in vitro con óvulos y espermatozoides propios o de bancos establecidos para tal fin. En definitiva, múltiples y diferentes procesos existen en los comienzos del siglo XXI para la formación de familias que siempre seguirán siendo familias, con padres, hijos chicos, hijos grandes, adolescentes, ancianos, momentos conflictivos, momentos felices, y la gente seguirá sufriendo y gozando por las mismas cosas porque las familias formadas de una o de otra manera seguirán siendo la fuente de las pasiones más intensas.
Los cambios que la familia y la sociedad sufrieron a lo largo de la historia son reflejo los unos de los otros. Incluso podríamos decir que las familias tienen como objetivo (si tuviesen alguno) la protección psicosocial de sus miembros, la educación que los prepare para actuar en el mundo exterior a ella, la integración a la cultura y la transmisión de esa cultura.
La sociedad industrial urbana irrumpió con fuerza en la familia y se hizo cargo de múltiples funciones que, en algún momento, fueron consideradas como deberes familiares.
En muchas sociedades actuales, fundamentalmente en Occidente y, sobre todo, en las poblaciones de origen sajón, los ancianos viven apartados en hogares o en conglomerados edilicios hechos especialmente para los ciudadanos de mayor edad. En las poblaciones de origen latino, esta misma situación tiene una connotación negativa. El alargamiento en la expectativa de vida y su consecuente prolongación de la vida activa hacen que, en muchas ocasiones, la gente se sienta desbordada por la cantidad de obligaciones y responsabilidades, y que por evitar la culpa del incumplimiento de los mandatos culturales las toman a su cargo aunque la mayoría de ellas sean poco eficaces. La vida en las ciudades y la prolongación de la vida activa hacen que los hijos no puedan ocuparse de los ancianos como se hacía hasta principios del siglo pasado.
Por supuesto que no se pueden sacar conclusiones universales al respecto; como lo digo desde el comienzo, cada familia es singular.
Se supone, y es de esperar, que la seguridad social garantice el sostén económico de los que salen del trabajo activo aunque en el caso de las EF esa sea una de las responsabilidades de las siguientes generaciones respecto de las anteriores, como veremos más adelante.
Las condiciones que permiten o que requieren que ambos cónyuges trabajen fuera de la familia crean situaciones en las que el sistema extrafamiliar puede avivar y exacerbar los conflictos entre los esposos y/o con los hijos ya que todavía, y a pesar de los avances producidos, sigue siendo responsabilidad de las mujeres, aunque trabajen varias horas fuera de la casa, pensar día a día qué se va a comer, cómo y cuándo se hará la limpieza de la casa, ocuparse de las tareas escolares de los hijos y, en muchos casos, cuidar a sus propios padres y hasta a los padres de su marido. De igual manera, el hombre sigue sintiendo sobre sus espaldas la responsabilidad de ser el sostén económico de la familia (aunque no lo sea en la realidad) y “debe” agregar el ocuparse de cuestiones familiares vinculadas a la crianza de los hijos que antes estaban destinadas exclusivamente a las madres.
Hoy en día, se dan situaciones muy distintas de las esperables décadas atrás: mujeres profesionales en pareja con hombres que no lo son, mujeres que son el sostén del hogar aun con un hombre en la casa, situaciones que en sí mismas no tienen nada de particular pero que, en nuestra cultura, todavía generan muchos problemas en las relaciones. ¿Por qué? Porque los cambios se producen en un tiempo menor del que toma acostumbrarse a ellos. Por eso, a pesar de los cambios, los hombres y las mujeres modernos siguen adhiriendo a una serie de valores que pertenecen a una sociedad diferente, una sociedad en la que los límites entre la familia y lo extrafamiliar eran más claros, y los deberes y obligaciones más rígidos.
Estamos viviendo un momento histórico en que la sociedad y las relaciones entre las personas cambian más rápido que la capacidad de adaptación de los seres humanos. Vivir la vida de este momento adherido a un modelo anterior conduce a clasificar muchas situaciones, que son claramente naturales y de acomodamiento a lo nuevo, como conflictivas y problemáticas. T...