Inventar para aprender
eBook - ePub

Inventar para aprender

Guía práctica para instalar la cultura maker en el aula

Sylvia Libow Martínez, Gary Stager, Ana Bello

Compartir libro
  1. 352 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Inventar para aprender

Guía práctica para instalar la cultura maker en el aula

Sylvia Libow Martínez, Gary Stager, Ana Bello

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

El movimiento maker llegó para quedarse, de la mano de una tribu cada vez más amplia de personas convencidas de que la mejor manera de aprender es hacer (y, si es posible, desarmar y volver a armar). Para integrar conocimiento y acción, tienen magníficos aliados: los fablabs, la informática física y la programación.Los recursos son infinitos y están casi al alcance de la mano: de hacer títeres con medias, lana y botones a programar robots futboleros; de reutilizar materiales descartados a crear diseños propios para fabricar objetos 3D; de armar figuras con papel y cinta adhesiva a editar podcasts o videos.Este libro, pionero en español, es una guía completa para que educadores formales e informales lleven la creación y el construccionismo a las aulas, desde el jardín de infantes hasta la escuela secundaria. Con cálida sabiduría, Sylvia Libow Martínez y Gary Stager reúnen las ideas pedagógicas con la práctica, incluyendo los secretos y las dificultades: trabajar por proyectos, elegir y conseguir los materiales y tutoriales más convenientes, motivar a los chicos y hasta persuadir a la administración de la escuela.En Inventar para aprender se alinean la teoría, la práctica y las herramientas para transmitir a los niños la sensación poderosa de que el mundo es un lugar en construcción. Y para acompañarlos a entrar en él como sus protagonistas: creando.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es Inventar para aprender un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a Inventar para aprender de Sylvia Libow Martínez, Gary Stager, Ana Bello en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Pedagogía y Enseñanza de ciencia y tecnología. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9789876299220
1. Historia inusualmente breve e incompleta del crear
No creo que nada conmueva tanto al ser humano como la exaltación del inventor cuando comprueba que una de sus ideas va tomando cuerpo... En ese estado, cualquiera se olvidaría de comer y dormir, de amigos y amoríos, de todo.
Nikola Tesla
Hacer cosas y después mejorarlas está en la naturaleza humana. Desde que el hombre prehistórico encendió el primer fuego planificó las primeras partidas de caza y, ya de sobremesa, talló el ciclo lunar en el fémur de bisonte que vio junto a la fogata, los seres humanos han manipulado elementos y objetos.[2] El cultivo, el diseño de armas para la caza y la construcción de refugios fueron las primeras manifestaciones de ingeniería. Manipular las cosas era una forma de controlar el entorno y un vehículo para el desarrollo intelectual. A lo largo de la historia, el arte y las ciencias, las manualidades y la ingeniería, el pensamiento analítico y la expresión individual han coexistido tanto en las comunidades como en la industria, la cultura, el comercio, la vida académica y en la mente de las personas creativas. A lo largo de la historia, se ha intuido que los mejores aprendizajes provienen de la experiencia directa.
Si ustedes son educadores que ofrecen oportunidades para hacer e inventar en la escuela o en el aula, sepan que están bien acompañados. Sin duda, estos son tiempos apasionantes para aprender haciendo. Nunca tuvimos a disposición materiales tan fascinantes y con tanto potencial para la expresión individual y la construcción del conocimiento. Y, ¿quién sabe?, tal vez el movimiento maker represente nuestra mayor esperanza para volver a la vida la educación progresista. Cuando ustedes se embarquen en una aventura personal para introducir la creación, la manipulación de objetos y la ingeniería en el aula, sepan que no están solos. Están parados sobre los hombros de gigantes –otra metáfora perdurable que no deja de ganar nueva vida desde la Edad Media–, y hay una comunidad maker, en rápido crecimiento, lista para ayudarlos.
Una lección de historia, o algo por el estilo
Leonardo da Vinci (1452-1519) fue la quintaesencia del hombre renacentista. Creativo inventor, artista, escultor, arquitecto, ingeniero, músico, matemático y anatomista, incursionó brillantemente en muchísimos otros campos. Confirmando un movimiento que había surgido con el humanismo y se había consolidado con el avance de la Modernidad, Da Vinci utilizó sus poderes de observación como la base de la ciencia, en lugar de recurrir a dogmas religiosos y educativos que eran tradición y autoridad desde la Edad Media. Muchos de sus inventos estaban adelantados a su época, e incluso algunos de sus importantes descubrimientos científicos quedaron guardados en sus apuntes de trabajo y solo se concretarían en la práctica varios siglos después. Desarrolló una actitud única y novedosa en relación con las máquinas: consideraba que, si comprendía cómo funcionaba por separado cada una de sus partes, podría modificarlas y combinarlas para mejorar las máquinas existentes o crear otras que nadie había imaginado antes. Con toda seguridad podemos decir que Leonardo fue un maker, quizá el mayor de todos los tiempos.
Héroes olvidados
El filósofo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) causó una conmoción cuando publicó Emilio, o De la educación, un libro que celebraba las habilidades e inclinaciones de los niños y la importancia de permitir que se desarrollen libremente en la naturaleza. Creía que, de por sí, los individuos eran bendecidos con una bondad y capacidad (por eso mismo, se lo llamó “el inventor de la niñez”). En una época en que lo que definía la educación de los niños era el aprendizaje memorístico y los golpes recibidos en su transcurso, la filosofía de Rousseau fue algo fuera de lo común.
Rousseau resultó fuente de inspiración para su coterráneo Johann Pestalozzi (1746-1827), quien creía que el aprendizaje era algo natural, producto de un equilibrio entre el corazón, la mente y las manos. Pestalozzi defendía la idea de criar a los niños, y puso en práctica su teoría en su Suiza natal al rescatar huérfanos abandonados como resultado de la devastación causada por Napoleón. Al igual que otro suizo que desplegaría sus estudios más de un siglo después –el también célebre e influyente Jean Piaget–, Pestalozzi estaba convencido de que el aprendizaje era producto de la actividad propia y las experiencias de primera mano de quien aprendía. Algunas de sus teorías presagiaron el desarrollo en etapas que sistematizaría Piaget, al reconocer que el aprendizaje ocurre de lo concreto a lo abstracto, de lo conocido a lo desconocido, de lo simple a lo complejo. Prefería las cosas y las acciones a las palabras. Creía que había mucho por aprender a partir de la naturaleza, el juego y la observación del mundo.
Pestalozzi fue una gran influencia para uno de sus alumnos, Friedrich Froebel (1782-1852), que se basó en las ideas de su maestro para diseñar el jardín de infantes, la primera institución educativa formal para niños pequeños. Al referirse a su sistema de enseñanza como “un jardín de niños” (Kindergarten), Froebel demostró gran consideración por todo lo que los niños podían aprender a partir de la interacción con el mundo natural. Plantar semillas, observar cómo crecen, cuidar las plantas y cosechar lo que estas producen constituía un laboratorio valioso para los niños pequeños. Froebel también creó objetos pensados para la estimulación, llamados “regalos” o “dones”, que permitían jugar y experimentar de diversas maneras, seguidos por actividades guiadas que se basaban en materiales (las llamó “ocupaciones”). Podemos considerar los “regalos” como los primeros juguetes educativos; de hecho, uno de sus mayores fabricantes fue la Milton Bradley Company (el germen de la actual MB), ya que los jardines de infantes se propagaban por el mundo y los padres querían que sus hijos aprendieran en casa con esos recursos. El sentido estético de Froebel también inspiró a generaciones de arquitectos y artistas, incluido Frank Lloyd Wright, cuyo hijo asistió a uno de los primeros jardines de infantes y, quizá no tan casualmente, ya adulto inventó los troncos Lincoln, unos troncos de juguete para construir fuertes y casas.
Cuando la italiana Maria Montessori (1870-1952, la primera mujer graduada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Roma) creó su enfoque de educación para niños pobres, adoptó muchas de las ideas de Froebel, principalmente el uso deliberado de materiales para aprender determinados conceptos. Su ideal se propone hacer de la escuela no una casa para los niños, sino una casa de los niños: ese espacio será propicio para que se desarrollen sus actividades. Allí, la maestra o el maestro no enseña en sentido estricto, sino que acompaña uno a uno a los niños en su experimentación con el material didáctico.
Jean Piaget
El psicólogo y epistemólogo suizo Jean Piaget (1896-1980) formalizó y confirmó muchas de las ideas de John Dewey, Montessori, Froebel y Pestalozzi con sus teorías del constructivismo y el desarrollo en etapas. Piaget desarrolló a lo largo de medio siglo la epistemología genética con “métodos activos que dan gran alcance a la investigación espontánea del niño o adolescente”. Esto requiere “que el estudiante aprenda, redescubra o al menos reconstruya cada nueva verdad, en lugar de simplemente recibirla” (Piaget, 1976). La teoría del aprendizaje sostenida por Piaget y sus equipos se conoció como constructivismo: aprender es construir el conocimiento en nuestra cabeza a partir de la experiencia, y no como resultado de recibir información que otros nos transmiten sin que pasemos por un proceso interno de construcción de sentido.
Piaget también defendía el aprendizaje interdisciplinario y exhortaba a las escuelas a crear polímatas. Esas experiencias educativas guiadas por los docentes ayudarían a los alumnos en la construcción de significado.
Tanto en la universidad como en la escuela secundaria, se necesitan docentes que realmente conozcan su materia pero que la aborden desde un punto de vista siempre interdisciplinario; es decir, que sepan cómo dar un sentido general a las estructuras que utilizan y las integren a sistemas globales que combinen las demás disciplinas con el espíritu de la epistemología para lograr que sus alumnos siempre sean conscientes de las relaciones entre su área específica y las ciencias como un todo. Tales personas no son muy frecuentes hoy en día (Piaget, 1976).
El concepto de crear, manipular y hacer ingeniería para aprender es coherente con las teorías piagetianas. De hecho, el desempeño en sí de los alumnos será una puerta de entrada para desentrañar la lógica inherente a cada etapa o estadío del desarrollo de la inteligencia; al acompañar ese proceso de adquisición y posibilitar un marco para la experiencia directa de los niños y adolescentes, los docentes propician que ellos hagan descubrimientos: “Así, los alumnos que son mediocres en matemáticas demuestran una actitud completamente distinta cuando el problema surge de una situación concreta y está relacionado con otros intereses” (1976). Por lo demás,
cualquier alumno normal es capaz de un buen razonamiento matemático si se dirige su atención a actividades que le interesen y si de esa manera se eliminan las inhibiciones emocionales que tan frecuentemente le ocasionan un sentimiento de inferioridad en las lecciones de esta área. En la mayoría de las lecciones de matemáticas, la diferencia está en el hecho de que se pide al alumno que acepte desde fuera una disciplina enteramente organizada que puede o no entender (Piaget, 1976).
Este enfoque rechaza la noción popular de que algunos de los alumnos (o la mayoría) son malos en matemáticas, pero (más importante todavía) se refiere al aprendizaje en todas las disciplinas, como vimos recién.
Piaget recuerda a los docentes que no deben presentar a los alumnos conceptos y vocabulario organizados de antemano, sino proporcionarles un entorno de aprendizaje basado en la acción.
La abstracción es solo una suerte de ilusionismo y desviación de la mente si no constituye una etapa que corone una serie de acciones previamente concretadas. Por lo tanto, la verdadera causa del fracaso en la educación formal es, sobre todo, el hecho de que se comienza por el lenguaje en lugar de comenzar por la acción real y concreta (Piaget, 1976).
Tiempo después, Seymour Papert, colega de Piaget, enmarcaría la preferencia de las instituciones educativas por el primer enfoque en la lucha entre el instruccionismo y el constructivismo.
John Dewey y la era progresista
El filósofo estadounidense John Dewey (1859-1952) rechazó los ideales mecanicistas y la escolarización en serie altamente reglamentada que era producto de la Revolución Industrial. Consideraba que el proceso de educación era un crecimiento continuo a lo largo de la vida, resultado de la motivación personal y resistente a factores externos, lo que más tarde se conocería como conductismo. Dewey escribió mucho acerca del papel crítico de la comunidad, la democracia y la experiencia en la formación del proceso educativo. Abogaba por que los estudiantes participaran de manera activa en proyectos realmente interdisciplinarios y conectados con el mundo real. Según Dewey, la educación debía preparar a los niños para resolver problemas de manera metódica a partir de la observación detallada y la experiencia previa. Creía que las escuelas debían ocuparse de las necesidades intelectuales, sociales, físicas y emocionales de cada individuo y subordinar los estándares de los adultos a las necesidades de los niños. Podemos encontrar en las palabras del propio John Dewey una guía para encarar la metodología de diseño iterativo en la actualidad:
Es parte de la responsabilidad del educador ver dos cosas a la vez: en primer lugar, que el problema nace de las condiciones de la experiencia que se vive en el presente y que está dentro del alcance de las capacidades de los alumnos; y en segundo lugar, que ocurre de manera tal que despierta en el alumno una búsqueda activa de información y producción de nuevas ideas. Los nuevos datos y las nuevas ideas obtenidas de esta manera se convierten en la base de otras experiencias en las cuales se presentan nuevos problemas. El proceso es una espiral continua (Dewey, 1938).
Los oficios como la costura, el bordado, la carpintería y la ebanistería, incluso la agricultura, la caza y la pesca han respondido a necesidades y permitido gran cantidad de pasatiempos durante miles de años. De igual modo, hay quienes cultivan su gusto por las artes plásticas, la música y la danza (ya sea practicándolas sin buscar profesionalizarse o disfrutándolas como espectadores). Desde el siglo XVII, “caballeros aficionados” incursionaron en la ciencia e hicieron importantes contribuciones al conocimiento del mundo natural. La ciencia de los amateurs, dilettanti o “eruditos de los domingos” entre la población general es más reciente, pero no por eso menos sólida. Si pensamos en el ámbito de lengua inglesa, comprobamos que la revista Popular Science comenzó a publicarse en 1872; Popular Mechanics, en 1902 y Boy’s Life, en 1911. Autores como Julio Verne y H. G. Wells publicaron libros populares de ciencia ficción en esa misma época: el conjunto de estos textos, y otros tantos más, acercaron las innovaciones de la Revolución Industrial a los aficionados. La exploración del mundo, de los océanos, de los cielos y las maquinarias, característica de la era que había adoptado como lema el “progreso”, despertó gran interés en la manipulación de las cosas, la experimentación y la invención en casa. Dewey no solo escribió ar...

Índice