Una economía que mata
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Una economía que mata

  1. 216 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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Una economía que mata

Descripción del libro

La estructura de este libro -un auténtico elogio de la sabiduría en el campo de lo económico- es sencilla. Primero analiza el estado de la situación a partir de dos ideas clave: la idolatría del dinero y una economía que mata. Estas dos ideas tan repetidas por el papa Francisco sirven para analizar cómo funciona nuestro sistema económico y descubrir los sutiles mecanismos que le llevan a que sus resultados finales sean tan buenos para algunos, tan malos para otros y tan negativos para la convivencia social. Sirven también para reflexionar y caer en la cuenta de cómo lo que nos parece normal -para algunos hasta "ley natural"- no lo es tanto, y no es tampoco la única manera de organizar la economía. Así se muestra que nuestro modelo económico está en quiebra, apuntando a las causas estructurales de esta situación y descubriendo las grandes contradicciones en las que se incurre y los problemas que estas causan para gran parte de la población.Después, y a partir de la situación en que nos encontramos, el libro se pregunta por los caminos que hay que tomar para lograr esa mejora tan necesaria en nuestro desempeño económico que haga que sus resultados sean mejores no solo para algunos, sino para la totalidad de la población. Para ello se habla de la necesaria reorientación del quehacer económico. Ante una economía que propone una serie de valores y de objetivos se necesita otra que se plantee unos objetivos distintos hacia los que enfocar su actuación y que promueva unos valores distintos. Por último se introducen las claves prácticas que tienen que orientar el nuevo sistema económico que hay que construir para que se haga realidad una manera diferente de organizar la sociedad económica.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2015
ISBN de la versión impresa
9788428828772
ISBN del libro electrónico
9788428829052
1

EL FETICHISMO DEL DINERO

1. Idolatramos el dinero
«Vivimos en un mundo, en una cultura donde reina el fetichismo del dinero» (24 de mayo 2013, Discurso a los participantes de la plenaria del Consejo Pontificio de los Emigrantes e Itinerantes).
La primera idea que Francisco repite sin parar es la idolatría o el fetichismo del dinero. Los dos términos pueden considerarse como sinónimos, pero he preferido elegir el segundo para titular este capítulo porque la Real Academia Española define «fetiche» como «ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos». Evidentemente, lo de los pueblos primitivos no tiene una aplicación directa al caso que estamos tratando (aunque, atendiendo a la realidad, tal vez no estemos tan alejados de ese primitivismo irracional). Atribuimos a nuestro ídolo dinero poderes sobrenaturales que van más allá de lo que se puede hacer con él.
Esta idolatría nos lleva a la codicia
Pero vamos a comenzar por el principio. Cuando Francisco habla de fetichismo del dinero no está refiriéndose exactamente al dinero, sino al ansia ilimitada del mismo. Esto se ve claro en el título de la homilía del lunes 21 de octubre de 2013 de la misa matutina en la capilla de Santa Marta: «El dinero sirve, la codicia mata». En ella lo dejó todo bastante claro: «El dinero sirve para realizar muchas obras buenas, para hacer progresar a la humanidad, pero cuando se transforma en la única razón de vida destruye al hombre y sus vínculos con el mundo exterior». Es claro, pues, que el dinero en sí mismo no es problemático. Al contrario. El dinero es un invento útil para desarrollar los intercambios. El trueque es limitado y tiene una serie de problemas. Si yo quiero ganarme la vida como profesor de economía y solamente existe el trueque, necesito alumnos que me ofrezcan eso que necesito para poder vivir, es decir, peluqueros que estén dispuestos a cortarme el pelo, alguien que me surta de verduras, carne o ropa, o que me permita asistir a una proyección de cine, y lo hagan a cambio de mis clases de economía. Si la economía fuese así, necesitaríamos mucho tiempo para encontrar posibilidades reales de intercambio, lo que dificultaría enormemente nuestra existencia. Por eso, hasta en los mecanismos de trueque que han surgido en nuestras ciudades existe un dinero en forma de vales o cheques de tiempo o valor que facilitan los intercambios. El dinero es un instrumento útil para nuestras sociedades.
El problema no es el dinero, sino adorarlo, amarlo de una manera desorbitada, hacer todo para conseguirlo. Si nuestro principal horizonte es lograr más dinero, actuamos de igual manera que aquellos que no tienen lo suficiente para sobrevivir. Un nivel económico excesivamente bajo hace que no se tenga más remedio que buscar dinero a toda costa para sobrevivir. Las personas muy necesitadas tienen que pensar constantemente en el dinero, porque, si no lo logran, no comen. Esto les supone una desgracia y un peso horroroso en su vida. Creo que es evidente que hablar de la idolatría del dinero no es lo mismo que hablar de la necesidad de comer, pero sus consecuencias pueden ser parecidas. Quien idolatra al dinero acaba siendo codicioso y se preocupa constantemente por tener más dinero. No porque lo necesite para vivir, sino porque lo quiere para adquirir bienes y servicios innecesarios, porque con él puede acaparar más poder económico, porque le permite tener mayor prestigio social o, simplemente, porque es su manera de vivir y no sabe hacer otra cosa.
Cabe preguntarse si Francisco tiene razón. Si realmente idolatramos el dinero en nuestra sociedad. Si también lo hacemos nosotros: yo, que estoy escribiendo ahora estas líneas, y tú, que las estás leyendo. Para responder vamos a mirar a nuestro alrededor, vamos a observar qué está sucediendo en nuestro entorno. Las siguientes líneas pretenden mostrar distintos signos que nos enseñan cómo la codicia, la idolatría del dinero, está impregnando nuestro día a día particular y societario, y el quehacer, no solo económico, sino también de otros ámbitos.
Los economistas la justifican y la apoyan
Para aquellos que trabajamos en economía parece bastante claro que la búsqueda del propio beneficio y los deseos de enriquecerse son algo no solo normal en el comportamiento económico, debido a que refleja una de las maneras en que el ser humano puede afrontar estas cuestiones, sino también socialmente legitimado por los resultados positivos de esta manera de actuar. En economía se tiene tan asumido que esta es la manera lógica de comportarse en este campo que a la búsqueda egoísta de las ganancias propias se le denomina «comportamiento racional». Esta idea ha calado tan hondo en la población que muchos creen lo mismo que los economistas e intentan comportarse mirándose solo a sí mismos y buscando sus máximas ganancias.
Los niños y jóvenes se educan en ella
No hay más que ver el ejemplo de los niños, que absorben lo que ven y oyen a su alrededor y exageran las tendencias sociales que les rodean. Cuando éramos pequeños queríamos ser futbolistas, bomberos, policías, peluqueras y una serie de oficios que, por los motivos que sea (emoción, aventura, imagen, prestigio...) nos resultaban atractivos. Aunque se mantienen estas motivaciones, mi experiencia me dice que hay muchos más niños que, cuando expresan sus deseos para el futuro, te dicen sin ambages que quieren ser ricos. Y esto se mantiene con frecuencia hasta la juventud. Una de las variables determinantes a la hora de escoger una carrera universitaria o un oficio para el futuro ya no es la vocación o lo que les gusta, sino aquellos estudios que les permitirán obtener unos grandes ingresos.
Creo que es evidente que no he escogido a los niños y a los jóvenes como ejemplo porque piense que ellos son los únicos o los principales idólatras del dinero, sino porque su comportamiento es clave para saber qué les está transmitiendo la sociedad en la que viven. De hecho somos los adultos quienes les estamos orientando en esa dirección. Con frecuencia les repetimos, cuando no se aplican lo suficiente en sus estudios: «Debes estudiar para tener en el futuro un trabajo mejor que te permita traer más ingresos a casa», o «no estudies esa carrera, que te morirás de hambre, busca una que tenga unos buenos empleos donde se gana mucho dinero». Les estamos diciendo desde su más tierna infancia (muchas veces sin ser conscientes de ello) que lo más importante es tener muchos ingresos, que sacrificar cosas por obtener unos ingresos mayores vale la pena, que hay que intentar ganar más, que el dinero es, pues, lo más importante.
Los medios de comunicación social y los gobernantes la premian
Esta ansia particular de tener más, esta idolatría del dinero, también se puede observar en los medios de comunicación social. Aquellas personas que han logrado obtener mucho dinero suelen aparecer como ejemplos de la sociedad. Como me comentó un teólogo en un ocasión, tú puedes ser una mala persona, que nadie te quiera, que tu mujer haga tiempo que se haya hartado de ti, que tus hijos no quieran ni verte y solamente esperen de ti la paga que les das, que ya no tengas amigos desde hace tiempo, que quienes trabajan contigo estén deseando dejar de hacerlo por tu manera de ser. Pero si eres un gran directivo de una gran empresa que está teniendo muchos beneficios vas a ser reconocido socialmente, vas a tener un prestigio evidente, te van a poner como ejemplo y te consultarán cuando haya problemas en el país. Sin embargo, si eres una persona maravillosa, tu mujer y tus hijos te quieren con locura, tienes unos amigos buenos y fieles, tus compañeros de trabajo agradecen todos los días poder trabajar contigo, pero eres el trabajador que menos cobra en la empresa del anterior directivo (o, peor todavía, estás en paro), no vas a tener ningún reconocimiento social. Por ello, cuando el Gobierno quiere tomar medidas para mejorar el país, ¿a quién consulta? A quienes han sido capaces de generar beneficios en sus empresas, a quienes han hecho crecer su dinero, a quienes han ganado más. Por eso, cuando los medios de comunicación social deben ensalzar a alguien, ¿a quién ensalzan? A quienes han ganado mucho, a los ricos, a quienes consiguen el objetivo deseado de tener cada vez más. La principal cualidad que se aprecia es esta, y a quienes logran más dinero es a quienes se consulta y se enaltece.
Del mismo modo, las noticias sobre la bolsa (en la que solamente invierte una pequeña parte de la población de nuestro país, que a su vez es la que tiene más recursos) siguen siendo clave en cualquier noticiero (a pesar del reducido porcentaje de población que juega en bolsa). Su importancia hace que se reserven minutos para saber si los precios de las acciones suben o no. La bolsa se ve entonce...

Índice

  1. Portadilla
  2. Agradecimientos
  3. Prólogo
  4. Introducción
  5. 1. El fetichismo del dinero
  6. 2. Una economía que mata
  7. 3. Por una economía que sirva y no que gobierne
  8. 4. Repensar el sistema económico
  9. Apéndice. A propósito de la encíclica LAUDATO SI
  10. Bibliografía
  11. Contenido
  12. Créditos
  13. Notas