
- 296 páginas
- Spanish
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eBook - ePub
CFT 01- Introducción a la Teología
Descripción del libro
Es hora de que, entrando en el Siglo XXI, nuestro pueblo cristiano llegue a su mayoría de edad espiritual y entienda que la sistematización teológica de nuestras creencias no es una opción, sino más bien, una necesidad, como lo es la columna vertebral para el ser humano. Sin ella, la fe carece de estructura, se tambalea, y la Iglesia, empujada por cualquier viento de doctrina, se arrastra dando tumbos. El propósito de este libro es iniciar a los pastores y futuros - pastores en los métodos de estudio teológicos, sin entrar en detalles concretos, pero sin olvidar ningún aspecto. En definitiva, colocando las bases necesarias para que el estudiante pueda, en el futuro, profundizar fácilmente y por si mismo.
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Información
Categoría
Teología y religiónCategoría
Teología cristianaTercera parte
LA REVELACION ESPECIAL
| XXIX. | REVELACION Y PALABRA: DIOS HA HABLADO |
| XXX. | LA REVELACION ESPECIAL |
| XXXI. | LOS INSTRUMENTOS DE LA REVELACION (1): LOS TESTIGOS |
| XXXII. | LOS INSTRUMENTOS DE LA REVELACION (2): LA TRADICION APOSTOLICA |
| XXXIII. | LOS INSTRUMENTOS DE LA REVELACION (3): LA INSPIRACION DE LAS ESCRITURAS |
| XXXIV. | LA INSPIRACION (1): 2.ª PEDRO 1:19-21 |
| XXXV. | LA INSPIRACION (2): 2.ª TIMOTEO 3:15,16 |
| XXXVI. | LA INSPIRACION (3): EL TESTIMONIO DE JESUS |
| XXXVII. | LA INSPIRACION (4): EL TESTIMONIO DE LOS APOSTOLES |
| XXXVIII. | DIVERSAS ACTITUDES FRENTE A LA REVELACION ESPECIAL |
| XXXIX. | AUTORIDAD Y CANONICIDAD DE LAS ESCRITURAS |
| XL. | LA BIBLIA Y LOS APOCRIFOS |
| XLI. | EL CANON JUDIO |
| XLII. | ¿POR QUE NOS OPONEMOS A LOS APOCRIFOS? |
| XLIII. | ALGUNAS VERSIONES DE LOS APOCRIFOS |
| XLIV. | EL MODERNISMO Y LOS APOCRIFOS |
| XLV. | LA BIBLIA, PALABRA DE DIOS |
| XLVI. | EL TESTIMONIO DEL ESPIRITU SANTO (1) |
| XLVII. | EL TESTIMONIO DEL ESPIRITU SANTO (2) |
| XLVIII. | EL TESTIMONIO DEL ESPIRITU Y LA PALABRA (1) |
| XLIX. | EL TESTIMONIO DEL ESPIRITU Y LA PALABRA (2) |
| L. | EL TESTIMONIO DEL ESPIRITU Y LA PALABRA (3) |
| LI. | EL ESPIRITU, LA BIBLIA Y LA IGLESIA (1) |
| LII. | EL ESPIRITU, LA BIBLIA Y LA IGLESIA (2) |
| Apéndice: LA APOLOGETICA EVANGELICA, HOY | |
| Bibliografía |
LECCION 29.ª
REVELACION Y PALABRA: DIOS HA HABLADO
REVELACION Y PALABRA: DIOS HA HABLADO
Hemos visto que Dios no se manifiesta sólo por las obras de la naturaleza, sino que se ha revelado también de una manera especial en ciertos hechos de la Historia, los que culminan en la obra y persona de Jesucristo. Precisamente, uno de los títulos más expresivos que se dan a Cristo es «el Verbo», la Palabra. En efecto, Cristo es la Palabra de Dios encarnada. Y de la misma manera que la palabra es el medio por el cual expresamos nuestros pensamientos, así Cristo es el medio por el cual Dios nos ha revelado sus pensamientos divinos. «A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo que está en el seno del Padre, El le ha dado a conocer» (Juan 1:18).
De todo ello hemos deducido que hay una Revelación General de Dios, a través de las obras de la Creación, y otra Revelación Especial, más particular, por medio de intervenciones y mensajes directos de Dios al hombre. Pero, surge la pregunta: ¿cómo podemos nosotros llegar a conocer tal Revelación? Si Dios habló en el pasado de diversas maneras y en varias ocasiones, ¿cómo puedo yo oír su voz hoy?
Y, sobre todo, ¿qué conocimiento tendríamos nosotros de esta Palabra encarnada, de la Revelación de Dios en su Hijo, si no hubiera quedado registrada de algún modo que la hiciera permanente?
1. Revelación Especial y Palabra escrita
La respuesta a nuestros interrogantes es la Biblia. En sus páginas tenemos el testimonio de que Dios no sólo obró en la Historia mediante intervenciones especiales, sino que su Providencia buscó a aquellos que, guiados por el Espíritu Santo, pusieran por escrito el relato de los hechos de Dios y su interpretación divinamente inspirada.
Del mismo modo que no basta que la huella de Dios se vislumbrara en la Creación, y precisábamos una Revelación más perfecta, así tampoco esta manifestación directa del Señor, revelándose más claramente por sus acciones extraordinarias en la Historia, sería de ninguna utilidad si no hubiera quedado registrada en las páginas de un Libro. Este libro es la Biblia.
El mismo Brunner, uno de los más destacados representantes de la Neo-Ortodoxia, se ve obligado a admitir que «sin la Biblia no sabríamos nada de Cristo, de quien precisamente nos viene el nombre de cristianos. La fe cristiana es la fe en Cristo, y sólo en la Biblia podemos entrar en relación con El para escuchar sus palabras. La fe cristiana es una fe bíblica».1
El que la Revelación Especial de Dios se conserve mediante la Escritura es algo lógico y de sentido común. El propósito de la escritura es precisamente el de dar forma permanente a la de otro modo fugaz expresión verbal. En lo escrito el discurso toma como una existencia propia, libre de las limitaciones del tiempo y del espacio.
Escribe Calvino: «Si consideramos la mutabilidad de la mente humana, cuán fácilmente cae en el olvido de Dios, cuán grande es su propensión a errores de toda clase, cuán violenta es su pasión por la constante fabricación de religiones nuevas y falsas, será fácil percibir la necesidad de que la doctrina celestial quedara escrita, a fin de que no se perdiera en el olvido, se evaporara en el error o se corrompiera por la presunción de los hombres» (Calvino, Inst. I, cap. VI).
En otras palabras: «El hombre, en estado de inocencia, conversaba con Dios y aprendía la voluntad divina. Pero cuando el hombre pecó se produjo una ruptura entre el hombre y Dios de efectos definidamente terribles. El hombre necesita un nuevo tipo de Revelación por dos razones: 1.ª, está en pecado y necesita una revelación de gracia; 2.ª, el hombre en pecado corrompe la Revelación de modo que tiene necesidad de una Revelación incorruptible para poder tener un conocimiento verdadero de Dios y de la voluntad divina. La Escritura, como revelación externa, se hizo necesaria a causa del pecado del hombre. Esta Revelación tiene que venirnos «de fuera», de manera externa y no interna y subjetivamente, ya que una Revelación externa es la única que puede neutralizar las tendencias corruptoras de la naturaleza humana. Así que la Escritura es la voz de Dios en un mundo de pecado. Siendo un Libro es objetivo; por ser la Palabra de Dios tiene autoridad absoluta. En último término, el hombre piensa y obra o bien sometiéndose a la autoridad de Dios o a la del hombre. Y toda filosofía, fuera de la Biblia, es autoridad humana. La Biblia es, pues, para el cristiano la autoridad final, absoluta e infalible.»2
Examinemos ahora los hechos de la Escritura tal como los hallamos en la misma Biblia:
A)En el Antiguo Testamento
En la antigua dispensación, la transmisión de la plena verdad revelada no se efectúa por el mero recuerdo, o tradición. La Revelación se transmite mediante libros divinamente inspirados.
Se le promete a Israel que, después de Moisés, el Señor levantará profetas que, como el Caudillo que los sacó de Egipto, hablarán en el nombre de Dios (Deut. 13:15, 18). Ahora bien, la profecía se da como don, como carisma, no como algo vinculado a una institución, ni siquiera la sacerdotal (pese a haber escogido el Señor a Israel como vaso de su Revelación Especial y haber designado a la tribu de Leví para el sacerdocio).
El profeta daba sus mensajes al pueblo, pero de éstos los únicos que han quedado como Revelación Especial garantizada de Dios son los que se han preservado en forma escrita. Para todo hebreo, el mensaje de sus profetas en el pasado sólo podía llegar a él por la Escritura. Esto era obvio porque la infalibilidad del mensaje profético iba ligada a la persona del profeta en tanto que profeta, pero no al recuerdo que del mismo pudieran tener los oyentes.
Una Revelación preservada por tradición oral hubiera requerido una de dos: o el Señor inspiraba a todos los creyentes para recordar «infaliblemente» la tradición concerniente a su Revelación, o bien daba este «don» a una institución. Pero ninguna de las dos cosas se dieron en Israel. La Palabra de Dios que, en ciertos momentos de su Historia, llegaba hasta Israel quedaba vinculada a la Escritura. Así, la Palabra de Dios por antonomasia era la Palabra registrada en los Sagrados Libros.
Cierto que, sobre todo a partir del período intertestamentario, se introdujo la tradición de los escribas y fariseos que pretendía ser una fuente de revelación igual que la conservada en las Escrituras. Pero esto fue una desviación. Y Cristo expresó muy claramente su opinión sobre el particular. Negó de manera enfática que la tradición fuese Palabra de Dios. Acusó a la tradición de invalidar, de anular, la misma Palabra reveladora (Mateo 15:3). El vino para que se cumpliese la Escritura, no la tradición.
B)En el Nuevo Testamento
No es, pues, de extrañar que la norma que sirvió para el Antiguo Testamento sirva igualmente para el Nuevo.
Cuando el apóstol Pedro ve cercanos sus últimos días, se preocupa de que la enseñanza apostólica sea preservada. Y para ello piensa en la Escritura. Las palabras que de él tenemos en su 2.ª epístola (1:12-15; 3:2-15) muestran cómo era consciente de que ellos, los apóstoles, en tanto que apóstoles, eran depositarios de la verdad revelada. Eran los testigos vivos del Cristo vivo.
Juan, el último de los apóstoles en dejar el tabernáculo terrestre, siente asimismo la gran necesidad de que la Revelación de Cristo se conserve de manera escrita. A la luz de los tres evangelios sinópticos procura escribir otro evangelio que complete a aquéllos y así el pueblo cristiano pueda tener una más acabada información acerca de su Redentor. Y, luego, es el Señor mismo quien le ordena ponga por escrito las palabras de la última revelación del Apocalipsis (1:19).
Del mismo modo que Cristo es la Revelación final, completa y perfecta, de Dios a los hombres, así también los escritos apostólicos cierran completamente el canon de los libros inspirados. Es un hecho reconocido por todo lector imparcial del Nuevo Testamento que el apostolado era intransferible. Porque el apostolado y la Revelación de Jesucristo van íntimamente unidos: aquél es el testimonio de ésta. Y la verdad es que después del periodo apostólico no ha habido más Revelación especial. La misma Iglesia Romana, que pretende la «sucesión» apostólica en su jerarquía, se ve obligada a confesar y reconocer que la Revelación «quedó completa con los apóstoles».3
Así, no quedaba otro medio más eficaz para preservar el mensaje de Dios en Cristo que la escritura. Por esto dice, con razón, Calvino: «Es solamente en las Escrituras que al Señor le ha placido preservar su verdad en memoria perpetua....» (Calvino, Inst. I, cap. VII.)
Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo fueron recibidos por el pueblo de Dios como Palabra divina. Aunque el tema del canon de las Escrituras será tratado en otro lugar, conviene sin embargo hacer notar ya ahora que los libros de la Biblia se impusieron por sí mismos como Palabra inspirada de Dios y que no deben a ninguna Sinagoga, ni concilio, el que fueran aceptados como tal. No hubo ninguna acción por parte de la Iglesia que determinase cuáles eran los libros divinamente inspirados y cuáles no. Lo único que la Iglesia hizo fue reconocer, aceptar la existencia de los libros de la Escritura por el propio peso de ellos mismos. Esto es en sí una fuerte prueba de su genuinidad y autenticidad.
Cuando en el siglo IV el Concilio de Nicea (325) se reunió para tratar sobre la crisis arriana, tanto Atanasio como Arrio apelaron a la Escritura como a un cuerpo de doctrina infalible que estaba fuera de toda discusión. Y así también cu...
Índice
- Cubierta
- Página del título
- Derechos de autor
- Índice
- INTRODUCCION
- PRIMERA PARTE: LA TEOLOGIA
- SEGUNDA PARTE: LA REVELACION GENERAL
- TERCERA PARTE: LA REVELACION ESPECIAL
- APENDICE: LA APOLOGETICA EVANGELICA, HOY