Resiliencia
  1. 128 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

Presentación del concepto de resiliencia como un dinamismo potencialmente humanizador, tanto como clave de lectura de la experiencia humana de sufrimiento, enfermedad, trauma, duelo, como por la parte del agente de salud o social que acompaña. Un canto a la libertad y a las posibilidades de los seres humanos en medio del sufrimiento.En medio de un ritmo de vida tan vertiginoso como el que vivimos, este libro ayuda a conocerse y a identificar nuevas posibilidades de humanización en nosotros y en nuestros entornos.

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2013
ISBN de la versión impresa
9788428823142
ISBN del libro electrónico
9788428824996
1

DOS TESTIMONIOS PARA EMPEZAR

En estos últimos años voy encontrando personas, en diferentes rincones del mundo, que viven situaciones que no solo me impactan, sino que también hacen que me pregunte cómo es posible que estén vivas, que puedan con tanto sufrimiento, que estén aún habitadas de esperanza.
Algunas me parecen situaciones de tanta intensidad que no sé cómo el ser humano tiene energía para seguir vivo en medio de tanta adversidad. Y lo cierto es que así es. Son un canto a las posibilidades de superación, a la salud en el afrontamiento de las dificultades, una muestra de resiliencia.
1. Lola y sus múltiples duelos
Hay personas que viven lo que podríamos llamar una sobredosis de sufrimiento por pérdidas múltiples. Piénsese en quien, como consecuencia de un accidente, por ejemplo, pierde al cónyuge y a los hijos, o cualquier otra situación que haga perder a varios seres queridos simultáneamente o acumulativamente en un breve período de tiempo.
Lola llegó a nuestro Centro de Escucha, enviada por el párroco de su pueblo, cuando había perdido a su marido y dos hijos estaban enfermos de corea de Huntington, una enfermedad degenerativa y hereditaria. A la vista de lo que le venía encima, a la vista del proceso degenerativo de su hermosa hermana, otro hijo se suicidó colgándose del garaje de su casa. Y así hasta perder a los cinco hijos y al marido. Algunas de sus experiencias nos las relata así:
Mi hijo Juan nunca había estado enfermo, pero vio cómo se había deteriorado su hermana, porque era muy guapa y se había quedado hecha un horror. Un día bajó a la cochera. Él iba para adelante y para atrás, como si quisiera despedirse de mí. Parece que no se atrevía. Yo me di cuenta. Él se duchaba todos los días y vi que se había puesto la ropa de los domingos y le dije: «Chico, ¡qué guapo estás!». En aquel momento no le di importancia. Me dijo: «Madre, bajo a la cochera a arreglar la bici», y se fue. Como pasó toda la tarde y no venía, al regresar mi nieto de kárate fuimos a la cochera y me dio un vuelco el corazón: mi hijo plantadito, los pies le tocaban el suelo y le digo: «¡Hijo!, ¿qué te ha pasado?». Pero miré a lo alto y vi la cuerda. Cogí al chiquillo y lo saqué de allí para que no lo tocara. Tenía 28 años. Mi marido ya había muerto y la chica estaba enferma. Él iba detrás.
A sus 74 años, Lola ya había perdido a su marido y a su hijo, teniendo a su hija enferma. Posteriormente, otro hijo se marchó un tiempo de casa sin avisar, hasta que un buen día regresó y le acogió sin reproche alguno. Regresó ya enfermo, de la misma enfermedad. Así continuó la historia, uno detrás de otro, hasta fallecer el marido, el hijo que se suicidó, la hija que ya estaba enferma entonces, el hijo que regresó enfermo, y los otros tres. Cinco hijos y el marido.
¿Cómo ha podido Lola con todo? Ella nos responde así:
Yo creo que he podido con todo esto por la fe que tengo, y porque he trabajado. Le he pedido mucha fe a Dios, aunque a veces le digo: «Te has pasado… Yo creo que te has pasado. Ya está bien la cosa, ¿no?». Voy a comulgar y le pido: «Auméntame la fe», aunque sea un granito de mostaza; quiero tener más. Es que yo pienso que no tengo bastante y sé que tengo, porque cuando estoy en la iglesia una hora, me parece un minuto.
Me han ayudado mucho en el pueblo. Todo el pueblo me quiere. Ahora soy feliz ayudando a los enfermos. Les siento como si todos fuesen mis hijos. Pienso en esas madres que tienen un crío enfermo ya desde pequeño, que no pueden disfrutar como yo lo he hecho cuando han estado bien. Eso debe ser más duro: perder a los hijos cuando son niños o tenerlos enfermos desde que nacen.
No me ha aplastado la tristeza por la fe. Si he llorado, ha sido dentro de mi casa. Siempre digo que no quiero que me vean llorar, aunque eso no signifique que no me acuerde de mis hijos y de mi marido, ni de todo lo que he pasado. Lo que quiero es ayudar a otros, que no digan que no puedo resistir. Todo se puede superar. Por lo menos, yo lo he superado y, como yo soy una persona, otros lo pueden hacer también.
Sin duda, Lola ha vivido saturación de duelo, pero ha encontrado recursos, dentro de ella y fuera de ella. Se diría que ha encontrado tutores de resiliencia, que su personalidad le ayuda, que su fe es un recurso, que se ha volcado hacia afuera en lugar de encerrarse en ella misma, aunque tampoco le vendría mal permitirse expresar lo que siente. Eso, expresar lo que siente, sí se lo permiten.
Yo he podido contar lo que me ha pasado en el Centro de Escucha, me pidieron que lo hiciera en la televisión, aunque no sé leer ni escribir, que hablara en unas Jornadas sobre Duelo, y eso ayuda a los demás. Además en mi pueblo hay mucha gente que me llama por teléfono, incluso desde fuera, para decirme que cómo estoy y cómo puedo soportar tanto. Yo no voy a olvidar nunca a mis hijos. Hablo de ellos, los nombro. Tengo una amiga a la que se le murió un hijo, y ella dice que no se lo nombren. Pues no lo entiendo, a mí me gusta nombrarlo y nadie me lo impide. A eso me ha servido mucho venir al Centro de Escucha. Estoy muy agradecido a quien me traía desde el pueblo cada semana durante un año un voluntario de Cáritas, y también a san Camilo, que me ha regalado la posibilidad de venir aquí. Me han ayudado mucho.
2. Coger el toro por los cuernos
Hay personas, por tanto, que reaccionan de manera resiliente. Tienen esa capacidad de reaccionar con fortaleza y tenacidad y crecer con ocasión de la crisis, con coraje y fortaleza de ánimo.
El testimonio de Muki, que perdió bien joven a su esposo en un accidente de tráfico, es un ejemplo de resiliencia. Ella, como el metal, recibió un durísimo golpe al perder a su marido. Golpeada, herida, lesionada en lo más profundo de su ser, va recuperando, desde la esperanza, su ser, su esencia, su yo personal. Así nos lo cuenta:
Creo que gran parte del sufrimiento es producto de estar centrados en los episodios dolorosos o rencores del pasado, añorando cosas que no tenemos ahora. Hoy no lo tengo a él, pero sí tengo muchas razones para estar bien y ser feliz. Hasta me falta tiempo, mucho tiempo y creo que parte de eso radica en estar conectada con el presente, dejarme emocionar por las cosas pequeñas de la vida, mirar, contemplar, dejarte sorprender, experimentar y aprender cosas nuevas.
Echo mucho de menos la ternura compartida y me duele la ternura que no reciben mis hijos de su padre y de la pareja. Solo me tienen a mí. La ternura nos predispone a las caricias, a la expresión de nuestro amor y también a proteger dulcemente al que amamos. Cuando danzamos en ella, canalizamos poderes primordiales que nos enseñan a ser parte de un todo misterioso. Ella nos permite experimentar la fuerza vital de nuestra pertenencia a la vida, y la bullente energía de ser amados, de ser simplemente partes de algo mayor y de estar constituidos en ello.
Pero mira, fue en una plaza de toros de Madrid, en donde me di cuenta de la similitud que podía haber entre la intensidad de emociones que tiene que enfrentar un torero en el ruedo y las emociones que tuve yo después de la trágica partida de mi esposo que ocurrió inesperadamente en mi vida.
Me sentí reflejada en su aplomo, valentía, miedo, rabia y coraje, y principalmente con su respuesta al reaccionar ante una situación hostil. Después de ser embestido por un gran toro que nos deja heridos, tirados en el suelo, doloridos y sin poder movernos… estamos en el suelo, sangrando, pensando que será imposible volver a levantarnos y, de repente, vemos aparecer otros toros, más pequeños tal vez, pero luego de una primera arremetida, uno cree no poder con ellos por más que lo intente, nos sentimos impotentes e inundados de un gran dolor físico y emocional. Así me sentí yo. Los «pequeños toros» fueron, a mi parecer, los infortunios que surgieron después y producto de la pérdida.
Pero también un torero vive intensamente, y pone en riesgo su vida cada vez que sale a la plaza, probando que puede vencer obstáculos una y otra vez y al mismo tiempo nos brinda un espectáculo de arte y de vida invalorable. Tampoco cabe duda de que esa energía y valor están controlados por el apego a la ...

Índice

  1. Portadilla
  2. Introducción
  3. 1. Dos testimonios para empezar
  4. 2. Las palmeras se doblan
  5. 3. De tal palo... ¿determinismo o libertad?
  6. 4. Protectores de resiliencia
  7. 5. Educar para vivir la resiliencia
  8. 6. El humor es una cosa muy seria
  9. 7. La mirada, tutor de resiliencia
  10. 8. Mirada positiva sobre uno mismo
  11. 9. Inteligencia espiritual y resiliencia
  12. 10. La esperanza: dinamismo resiliente
  13. 11. El sanador herido
  14. 12. Destino y libertad
  15. 13. Sistema inmunitario psico-espiritual
  16. 14. El recuerdo que sana
  17. 15. Sufrimiento y significado
  18. 16. Tiempo de calidad: tutorizando la resiliencia de cerca
  19. 17. La relación que sana
  20. A modo de conclusión
  21. Breve bibliografía comentada
  22. Contenido
  23. Créditos